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Rusia 2018 fue uno de los peores Mundiales de la historia
MADRID.– Llevo muchos Mundiales vistos y vividos, y dos semanas después de la final de Rusia 2018 sigo tan convencido como en la noche del 15 de julio: hemos vivido una de las peores Copas del Mundo de toda la historia. La televisión, que a veces distorsiona el análisis con su despliegue abrumador, puede quizás engañar a muchos por un rato, pero no lo hará con todos durante todo el tiempo, y sin dudas no conmigo. Hubo muchos goles, sí, pero ningún partido para el recuerdo. Hubo un campeón sólido como Francia, sí, pero extremadamente avaro. Y hubo una novedad de peso como el VAR, claro, pero se trata de un artilugio que desnaturaliza el juego. Y hay más razones para sostener que Rusia 2018 fue un mal Mundial. A continuación, las 10 que elijo yo.
1.– Un Mundial discreto, casi mediocre
Aunque se marcó el mayor número de goles desde Francia 98, este Mundial no dejó un solo partido inolvidable. Solamente Italia 90, metro patrón del aburrimiento en el fútbol, lo supera en mediocridad. Lo iguala Estados Unidos 94, castigado por la desastrosa final Italia-Brasil. El 43% de los goles se marcaron en acciones de pelota parada, es decir en situaciones donde el juego no influye. Se registraron 12 goles en contra, el doble que en Francia 98, el torneo que lideraba este dudoso privilegio. Francia ganó la final después de adelantarse 2-0 (un autogol del croata Mandzukic y el penal que anotó Griezmann), pero sin producir un triste remate en el primer tiempo.
Se marcó el mayor número de goles desde francia 98, pero no dejó un solo partido inolvidable
Levantaron la Copa del Mundo con un 36% de posesión. Los detalles y los errores dijeron mucho más que el juego. Este Mundial no ha aportado un gran clásico para el recuerdo. Lo más parecido fue el Portugal-España (3-3) en la primera etapa, con tres goles de Cristiano Ronaldo y una excelente hora de la selección española. En el capítulo de las novedades tácticas, no hubo ninguna. Abundaron las defensas con tres centrales y dos carrileros, como fue en las selecciones de Alemania y la Argentina en los Mundiales de 1986 y 1990.
2.– El VAR desnaturaliza el juego y debilita la justicia
Se hablaba del VAR como un sistema benefactor de la justicia en el fútbol, pero desgraciadamente se ha revelado como un elemento discriminador y negativo para el juego. El VAR comete el peor atropello a la justicia: la convierte en un acto de segregación. Esencialmente consiste en establecer diferentes zonas de penalización en el campo, trozado en sectores. Eleva la atención a todo lo que ocurre en el área y alrededores. Se desinteresa por lo que sucede en el sector central, con un efecto devastador para la fluidez del juego. En el Mundial de Rusia se multiplicaron las denominadas faltas tácticas, decretadas pero no penalizadas por los árbitros. Se lastimó gravemente la fluidez natural del juego y se premiaron el contragolpe, el pelotazo y las faltas alrededor del área.
Inglaterra y Francia fueron los dos equipos que mejor entendieron la enorme influencia del VAR. Los ingleses marcaron 9 de sus 12 goles en jugadas de pelota parada. Francia encontró una mina de oro en los largos lanzamientos a Mbappé. Las faltas al potentísimo delantero del PSG fueron tan frecuentes como decisivas para la victoria de Francia en el Mundial. El VAR sitúa el fútbol en un el inquietante territorio de los highlights, las pequeñas píldoras televisivas que desechan el curso natural del juego y priorizan lo espectacular y breve. Es un fútbol para consumidores rápidos y superficiales, a la medida del sistema que nos gobierna: el imperio del negocio global.
Tampoco hay razones para celebrar la cacareada justicia del VAR. Es cierto que algunas decisiones fueron acertadas, pero fueron numerosas las veces que se tomaron medidas distintas para acciones similares. Un ejemplo: Néstor Pitana, el árbitro argentino que dirigió la final, utilizó el VAR para decretar penal en la mano de Perisic. Pitana se refugió en el nuevo sistema para desestimar la mano –casi idéntica acción a la de Perisic– de Chicharito Hérnández en México-Suecia. Misma acción, decisión diferente. Pero la corriente de opinión ya se ha establecido. La FIFA y su ejército mediático no han tardado un minuto en santificar al VAR.
3.– Francia tiene más que nadie, pero especula como los pequeños
La selección francesa dispone de una fastuosa y joven generación de jugadores. Cinco de sus titulares –Varane, Umtiti, Kanté, Griezmann y Mbappé– figuran entre los cinco mejores del mundo en sus posiciones. Los más jóvenes, Pavard y Lucas Hernández, han funcionado como un reloj. Parecen veteranos de cien guerras. Francia ha jugado con un delantero centro poderoso y peculiar. Giroud no ha rematado a gol en todo el torneo. Tiene algo de Dugarry y Guivarch, los dos tallos de la selección francesa que ganó el Mundial 98. Nadie se acuerda de ellos. De Pogba no se sabe si es uno de los cinco mejores del mundo en su puesto porque nadie sabe cuál es su verdadero puesto, pero ha funcionado bastante mejor que en el Manchester United.
Francia tenía todo para ganar y ganó. Otra cosa es la manera de conseguirlo. Casi siempre pareció que tenía mejores jugadores que funcionamiento colectivo. Su querencia defensiva denotaba un carácter especulador, de equipo pequeño. Sorprendía esta intención, porque la mejor Francia emergía cuando se liberaba o estaba en una situación delicada: después de recibir los dos goles de la Argentina y el de Croacia en la final, o contestar con clase y personalidad a los primorosos 25 primeros minutos de la selección belga en las semifinales. Cada vez que marcó, prefirió especular, empequeñecerse y sufrir: contra Australia en el primer partido, frente a la peor Argentina que se recuerda –la mejor ocasión del equipo de Sampaoli llegó en el último minuto y casi significa el empate 4-4 y la prórroga, con Mbappé y Griezmann sustituidos y sentados en el banco–, contra Bélgica, que retomó el mando y las oportunidades en los últimos 20 minutos, y en la final, tras el error de Lloris en el segundo gol croata. Francia se defendió muy mal cuando decidió atender al cauteloso plan Deschamps. Ganó, pero rara vez exploró su inmenso potencial.
4.– La temible fórmula ganadora
Hace 30 años, Charles Hughes, un entrenador sin trayectoria en la Primera División inglesa, se alzó como un predicador y convenció a la Federación Inglesa (FA) de un milagro del fútbol: la fórmula ganadora. No es broma. The Winning Fórmula (La fórmula ganadora) era el título del libro que contenía sus ideas, abrazadas por la FA, que publicó oficialmente la obra de Hughes, convertido en principal ideólogo de Graham Taylor, seleccionador en aquella época. Un par de generaciones de entrenadores ingleses se educaron con las tesis de un libro que significó un freno brutal para el desarrollo del fútbol. La obsesión de Hughes consistía en aprovechar las jugadas de pelota parada, desdeñar el medio campo, despreciar la técnica y colocar la pelota en el área y sus cercanías.
Tres décadas después, no hay un técnico inglés entre los seis primeros equipos de la Premier League, pero el VAR ha acudido en socorro de Hughes y sus ideas. Privilegia la clase de fútbol que predicaba y los ingleses, con la capacidad propagandística que les caracteriza, pretenden vender como una revolución el cuarto puesto de un equipo que ha marcado nueve de sus 12 goles en acciones de pelota parada y cuyo balance final es sospechoso: siete partidos, tres derrotas (dos con Bélgica y con Croacia), un empate (Colombia) y tres victorias (Arabia Saudí, Túnez y Suecia). Inglaterra jugó mal o muy mal casi siempre, pero interpretó bien el factor VAR en el fútbol.
5.– No estresen a Messi, por favor
Hace tiempo que la Argentina no tiene identidad futbolística. Tampoco le sobran buenos jugadores. Si Francia congrega a media docena de los mejores jugadores en sus puestos, la Argentina tiene a varios –arqueros, defensores y mediocampistas– que no figuran entre los 30 mejores en sus posiciones. Se demostró frenta a Croacia, en el paseo imperial de Modric y Rakitic, dos jugadores de verdad, de los que dan vuelo a cualquier a equipo.
A la Argentina le faltaron talento y una decente alineación. Le sobraron desorden y tensión, la peor receta para Messi, fabuloso jugador que detesta el estrés. Messi se achica y deprime en el descontrol. Es un cartesiano educado en el fútbol del Barça, donde también sufre cuando el equipo azulgrana se aboca al descontrol. Por desgracia, no parece que la Argentina esté por ahora en disposición de articular un equipo solvente, con empuje, inteligencia y clase. Quizás ocurra algún día, pero Messi no estará para disfrutarlo.
No parece que la Argentina esté por ahora en disposición de articular un equipo solvente, con empuje, inteligencia y clase. Quizás ocurra algún día, pero Messi no estará para disfrutarlo.
6.– El shock de España
Dos días antes de comenzar el Mundial, el Real Madrid anunció la contratación de Julen Lopetegui, seleccionador español. Tres semanas antes, el técnico había renovado su contrato con la Federación Española, ahora dirigida por Luis Rubiales. El episodio no tenía precedentes en la historia de los Mundiales, con otra barbaridad añadida: el ejército mediático de Florentino Pérez atacó con ferocidad al nuevo presidente de la Federación por despedir a Lopetegui un día después de anunciarse su fichaje por el Real Madrid. La Federación hizo lo que debía –despidió inmediatamente a un técnico que había preferido otra empresa–, pero el desastre era inevitable. El equipo jugó todos los partidos en estado de shock. Más que su mal juego, sorprendió la cantidad de errores imperdonables que cometió. En términos freudianos, era una selección que deseaba marcharse del Mundial a toda costa. El shock resultó decisivo, pero también fue evidente la atonía de los jóvenes internacionales, intimidados por la brillante generación anterior, la mejor en la historia del fútbol español.
7.– Mbappé se une al cuarteto de figuras
El Mundial desdeñó a Cristiano Ronaldo, Messi y Neymar. Un cuarto jugador se añade al cuarteto de grandes figuras. Es Mbappé. Tiene 19 años, pero juega con todos los recursos de los veteranos. Desde Pelé no se había visto a un futbolista tan joven con tanto impacto en el Mundial. Juega a la máxima velocidad con la máxima potencia y grado altísimo de precisión. No solamente es un prodigio atlético. Mbappé es astuto, se mueve por todo el frente de la delantera y tiene todo el catálogo rematador a su disposición. Solo es controlable en el juego aéreo.
8.– Hazard y De Bruyne, dos excelentes jugadores opuestos
Bélgica estuvo a la altura de las expectativas. Terminó en tercera posición y disputó con Brasil el mejor partido del Mundial. Creció cuando su entrenador, Roberto Bob Martínez, liberó a De Bruyne, demasiado contenido en los primeros partidos. De Bruyne y Hazard confirmaron la fama que se han ganado en la Premier. Son dos jugadores opuestos: Hazard necesita un rival al que eludir y De Bruyne quiere espacio para correr y buscar el pase. La disparidad entre los dos genera un curioso fenómeno: se rechazan tantas veces como se encuentran. Y cuando se encuentran, los rivales tiemblan.
9.– Alemania fracasó pero volverá, como siempre
La selección alemana perdió más partidos de los que mereció. Aunque aplastó a México en el segundo tiempo, salió derrotada. Frente a Corea del Sur perdieron un número de ocasiones favorables que los alemanes no desperdician jamás. Pagó el efecto VAR, tan perjudicial para los equipos que basan su juego en la posesión, y a su nueva horneada de jugadores le ocurrió lo mismo que a los jóvenes españoles: se sienten aplastados por la formidable generación anterior. El problema de los veteranos es que han visto pasar sus mejores días. Hummels, Boateng, Khedira, Ozil y Thomas Müller entraron en declive hace un par de años. El fenomenal Neuer no había jugado durante toda la temporada. Se le notó la inactividad. Apenas Toni Kroos, un mediocampista sensacional, sigue en la cima.
10.– Brasil progresa y se va
Cuatro años después de su desastrosa actuación en el Mundial que organizaba, Brasil dio nítidas señales de mejora. No enamoró porque todavía hay algo del viejo corsé que significaba el cuadrado mágico y porque cuenta con menos talento del que se dice. Parecía un equipo firme y competente hasta que se encontró con Bélgica. De Bruyne, Hazard y Lukaku –situado a la espalda del siempre aventurero Marcelo–destrozaron el sistema defensivo brasileño. La segunda parte de Brasil fue magnífica, sobre todo la media hora final, cuando Tite comprendió por fin que Paulinho era un problema para el equipo. Cuando Brasil se brasileñizó del todo –ingresaron Douglas Costa y Firmino–, se volvió incontenible. Salió derrotado y, sin embargo, pareció el mejor equipo del Mundial.
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