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Rubén Paz quiere seguir jugando hasta los 70: "Ese equipo de Racing del 88 dejó una marca para toda aquella generación"
La primera vez que Rubén Paz pisó el Cilindro de Avellaneda Racing venció 6 a 0 a Boca. Él miró la goleada desde la platea. "¿Para qué me trajiste?", le preguntó a Juan Carlos Crespo, el vicepresidente en ese momento. El uruguayo ya tenía un nombre dentro del fútbol: había sido campeón con la Celeste en el "Mundialito" de 1980, había puesto contra las cuerdas a la Argentina que alcanzó la gloria en México 86. Sin lugar en el Racing de París, Paz podría haber seguido su carrera en Valencia o Flamengo, pero eligió cumplir su sueño de jugar en el fútbol argentino, ese que conocía desde siempre a través de las lecturas de la revista El Gráfico. Lo que vivió el zurdo en la Academia es conocido: un idilio que hizo cima en 1988, cuando Racing fue campeón de la Supercopa y él fue elegido mejor jugador de América. Todas esas piezas de la historia se acomodan en estos días para Rubén Paz, que pasa su cuarentena en Montevideo reviviendo ese pasado que lo tuvo como protagonista, gracias a lo que muestra la televisión uruguaya o a los videos que circulan en sus grupos de WhatsApp con excompañeros.
A los 60, cuenta que sigue luciendo su pegada en un campeonato de mayores, aunque en medio de esta pandemia sólo le queda el refugio de la memoria: volver a ver esos chanfles por encima de la barrera que ya llevan más de tres décadas. "Antes de todo esto tal vez aparecía algún recuerdo en una charla con amigos, pero era un momento. Y la vida seguía. Esto ya es un momento largo. Ahora hasta mis nietos me piden que les cuente historias a partir de los videos que ven de aquel Racing del 88, por cosas que han visto recién ahora. Estos días la tele mostró mucho del pasado. Me dio mucha nostalgia, claro, pero también mucha emoción por recuperar momentos lindos. Cuando jugaba era todo una bola de nieve: entrenar, jugar y ganar todos los días. No pensaba en otra cosa. No le dabas la importancia que hoy le das con el pasar del tiempo. Acá pasaron mucho el Mundialito del 80, en Uruguay, que salimos campeones. Lo que pasa es que lo que vivís en el campo, en el vestuario, en el ómnibus, no lo vivís en la calle. Recién ahora lo pude ver, cuarenta años después", cuenta el uruguayo.
-¿Cómo pasaste estos meses sin fútbol?
-Es duro, pero es lo que toca. Se extraña todo. Desde la previa, los periodistas hablando qué partidos se van a jugar, hasta el fútbol nuestro que jugamos los sábados para divertirnos. Yo amo esta profesión. Y me armo el fin de semana según los partidos que se juegan acá en Montevideo para recorrer las canchas, además de lo que nos pasa la tele con los partidos de Sudamérica y los buenos cruces de Europa. Y también me guardo un rato para jugar.
-¿Por qué tenés ganas de jugar al fútbol todavía?
-Ganas tengo siempre. Ojalá pueda seguir jugando hasta los 70 años. Me encanta. Hay muchos que me dicen: "no, desde que dejé no juego más". Yo todo lo contrario. Donde haya una pelota, voy. Si hay un picado, para disfrutar, estar con amigos, voy. Me llena de alegría. Y además hago ejercicio, es bueno para la salud. Entro a la cancha y disfruto un rato con los amigos. Lo más lindo es el tercer tiempo. Juego en una categoría +45. Tenemos un predio que se llama el Campo Rojo, un lugar hermoso, con una cancha muy linda para correr y divertirnos. Ahora nos entrenamos para no lesionarnos, ja. Porque si no viene la tristeza del abandono.
-¿Ahí también pedís los tiros libres?
-Si estoy en cancha, sí, claro. A veces somos muchos, a veces somos justos. Si está toda la barra, hay cambios porque todos tienen que jugar aunque sea un tiempo. Es más difícil pegarle bien porque no estoy preparado como cuando era profesional. La zurda sigue, eso es difícil que se pierda. Pero sólo me animo cuando estoy cerquita, sino ya no da para pegarle, no tengo la potencia de aquella época. Cuando está lejos trato de inventar alguna sorpresa con un pase, porque esperan que patee directo al arco.
-¿Con esta pelota se hace más fácil?
-Cambió todo. Creo que para el pateador ahora puede ser más ventajoso. Lo que veo que se hace más fácil es lo de la espuma del árbitro, porque eso te mantiene la distancia. Antes se adelantaban, para patear un tiro libre era un sacrificio para tener una buena distancia. Y nosotros no teníamos las barreras con las figuras como tienen ahora para practicar, había que ser más ingeniosos.
-¿Sos de lamentar que no te haya tocado jugar con este contexto? Sobre todo por las diferencias que hay entre este Racing y el de tu época.
-La gran mayoría de los equipos han mejorado, hasta las formativas tienen la ropa necesaria para entrenar. Nosotros pedíamos por favor que no lloviera o no hiciera frío porque la sufríamos. Ahora, por lo que veo en la tele, se ha mejorado mucho. Algunos clubes tienen su predio, sus canchas propias, dieron un salto de calidad. Pero nosotros vivimos la más jorobada. Aunque era lo que nos gustaba.
-¿Cómo fue que después de haber estado en un Mundial, jugando en Europa, llegaste a Racing, que venía de jugar en la B y estaba en crisis permanente?
-En Uruguay, en esa época, veíamos ATC para seguir el fútbol argentino. Aunque en Artigas, mi pueblo, convivíamos mucho con el fútbol brasileño. Pero cuando me vine a Montevideo descubrí que el fútbol argentino es el paso obligado para dar el salto. Para nosotros la revista El Gráfico era todo. Yo no la compraba, porque no tenía la plata, pero pasaba por el kiosco a hojearlo y me llevaba todas las fotos en la cabeza, era como jugar al fútbol dentro de la revista. Así crecí. Y siempre en mi cabeza estaba pasar por el fútbol argentino. Me tocó ir para Brasil cinco años, al Inter de Porto Alegre. Disfruté un montón. Y de ahí me fui a Francia. En el Racing de París vino un nuevo entrenador portugués que venía de salir campeón del mundo con el Porto. Y quería traer al portugués Paulo Futre, que después fue figura en Atlético de Madrid. En esa época había límite de extranjeros. Yo ya era el cuarto extranjero en ese momento, así que tuve que salir. Empezaron a llamar. Y Juan Carlos Crespo, que era vicepresidente, me volvió loco por teléfono. Era una masacre cada día. Y me convenció para salir a préstamo a Racing.
-Con el resultado puesto se puede decir: fue una buena elección.
-Me tocó una linda barra de jugadores a cargo de un ídolo del club como el Coco Basile, con mucha espalda. Había muy buenos jugadores y muy buenas personas, nos motivaron bien. La pasamos muy lindo porque cuando vas ganando todo es lindo. Pero también hemos pasado dificultades con ese grupo. Era un momento en que el club estaba súper complicado, venía de la B, con serias dificultades económicas. Con mucha voluntad logramos salir campeones, con todo lo que significaba para Racing.
Y muchas cosas más: me acuerdo de un triunfo en la cancha de Rosario Central, que el club llevaba 16 años sin ganar allí. Fue 2 a 1 una tarde noche, un gran triunfo. Ese equipo de Racing dejó una marca para toda aquella generación. Jugamos una Libertadores después de 20 años. Ganamos dos copas internacionales como la Supercopa y la Interamericana. Y a nivel local cumplimos varios objetivos, pero después de pasado el tiempo te das cuenta que hubo alguna mano negra en los resultados. Principalmente por ese partido con Boca, que nos quitaron varios puntos cuando íbamos líderes. (NdR: a finales de 1988, el partido fue suspendido por agresiones a Navarro Montoya y Juan Simón. El tribunal de disciplina le dio el triunfo al Xeneize y le descontó dos puntos a Racing).
-Era una época en la que a Racing le sucedían ese tipo de cosas continuamente. ¿Qué fue lo más raro que te tocó vivir?
-El no cobrar era un problemón, la parte económica siempre era una dificultad. Siempre. En ese sentido nosotros nos poníamos una camiseta sola, nos preparábamos en los entrenamientos para ganar y ver si teníamos la suerte de cobrar. O de estar al día, de tener mejores condiciones en los entrenamientos, en los predios, en la concentración, estar más cómodos para sólo poder pensar en jugar y ser el mejor. Siempre corrimos de atrás en eso. Lo bueno es que era una generación que metía como loca porque jugábamos para ganar.
-¿Por qué te marcó tanto Racing?
-Fue un amor recíproco con su gente, con esa familia numerosa como digo yo. Allí nacieron mis dos hijos menores, es un recuerdo hermoso, es parte de mi vida. Imaginate que con el tiempo y aún viviendo en Montevideo sigo muy ligado. Surgen invitaciones, o hay algún evento y cruzo. Siempre trato de que coincida con algún partido lindo para ir a ver de local, pasar por las filiales o que nos juntemos con la barra del 88, que seguimos muy amigos. La última vez fui para el clásico contra Independiente. Lo disfruté con la gente. Nunca había visto algo así, fue algo increíble. Igual si me tengo que quedar con un clásico elijo uno de la época que todavía jugaba el Cholo Simeone, que fue la primera vez que llevé a mi hijo Gonzalo y a mi sobrino a la cancha. Racing ganó 3 a 1, hizo un gol el uruguayo Guerrero y Gonzalo se trajo su camiseta. Fue inolvidable porque los gurises me preguntaban todo, querían saber. Ellos son muy de Racing, pero no me vieron jugar.
Rubén Paz nació en Artigas, una ciudad de 40 mil habitantes al norte de Uruguay, limítrofe con Brasil. Por eso dice que su juego tiene más de jogo bonito que de garra charrúa. "A los cinco años ya jugaba en Peñarol de Artigas y teníamos un entrenador que le encantaba el fútbol. Recorría la ciudad en bicicleta para elegir los mejores jugadores. Y con él me formé: jamás nos cortó la creatividad, nos dejaba hacer todos los moños que quisiéramos", explica. Más allá de la influencia brasileña, en su vocabulario futbolero tiene todos los clásicos del jugador uruguayo.
-¿Qué tiene de especial la tradición uruguaya para que, siendo un país tan pequeño, haya dado tantos jugadores y tantos equipos?
-Lo que tenemos es muchísimo potrero, sobre todo en las ciudades. Hay canchitas por todos lados, aunque lógicamente se ha perdido un poco. Yo soy contra de eso de que te manden a un lugar tan lejano siendo un chico para hacer las formativas. Pero ahora se hace así porque hay otras problemáticas: la droga, el alcohol, la inseguridad. Entonces sacarlo de ahí para insertarlo en los clubes, para que hagan lo que les gusta, termina siendo bueno. Pero en mi generación fue distinto. Nosotros salimos campeón interdepartamental con la selección de Argentinas en el 76, ya tenía 16 años. Mario Saralegui, Manuel Anzonera, Venancio Ramos, Eber Bueno, Oscar Aguirregaray y Julio César Giménez eran todos jugadores de mi generación y de mi ciudad. Todos llegamos a jugar en la selección y en el extranjero.
-De tu generación también eran Francescoli y Maradona, nada menos.
-Con Enzo tuve la suerte de compartir años de selección y también lo tuve de compañero en Racing de París. Con Diego hemos tenido siempre mucho respeto. Nos encontramos a través del fútbol y del tiempo: en el vestuario, en la cancha, hasta en algún control antidoping que nos cruzamos en Italia, cuando yo jugaba en Genoa. Pero desde la selección juvenil del 77, que él estaba en el grupo del Sudamericano de Caracas, que fuimos juntos. Concentrábamos en un convento en la ciudad de Valencia, en Venezuela, con la selección de Paraguay, la Argentina, y nosotros. Él estaba en el grupo, pero no jugó. Al Mundial se clasificaron Paraguay, Uruguay y Brasil. Después sí le tocó en el 79, en Japón. Y a partir de ahí coincidimos en el Mundialito en Montevideo, en la Joan Gamper cuando el debutó en Barcelona y yo jugué con Inter de Porto Alegre, en el Mundial del 86, en el 90, en la Copa América 89 en Brasil. Era un gusto enfrentarlo.
-¿Te quedaste con su camiseta?
-En esa época había una pobreza bárbara. A veces te quedaba una camiseta por año, que era para tu padre o para algún hermano. Era otra cosa. Pero la de Diego sí la tengo. Una blanca, de Nápoli, cuando nos cruzamos en un Genoa-Napoli que terminó 1 a 1. Es uno de los pocos recuerdos que me quedaron, pero es muy lindo.
-¿Cuando ves a Maradona como técnico o a Francescoli de mánager no te dan ganas de estar trabajando en el fútbol argentino?
-A mí lo que más me gusta es el fútbol, me encantaría trabajar dentro de Racing. Se dieron un par de encuentros con dirigentes, con Diego (Milito) tengo muy buena relación. Pero con todo este tema de la pandemia se enfrió. Ojalá en el futuro se reanuden las charlas. Al ser parte de la historia del club sería lindo poder vivir también este momento, que está en un buen camino. Racing tiene necesidad de lograr sus objetivos internacionales para alegrar a esa hinchada numerosa que se está acostumbrando a salir campeón a nivel local y quiere recuperar el camino que marcaron un montón de años atrás Basile, Maschio, Cárdenas, Díaz y toda aquella banda que ganó el título del mundo acá en Montevideo. Yo dije que Racing era un gigante dormido. Pasó mucho tiempo, regaló muchos años. Pero ahora se está acostumbrando a lograr objetivos, está creciendo con mentalidad ganadora.
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