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Rubén Bruno, la anatomía de un gol que terminó con una maldición de River
Anécdotas y recuerdos del protagonista de un momento bisagra para el club
- 28 minutos de lectura'
Parece una mentira, pero es una verdad sin vueltas: en 1975, River –el más campeón de títulos oficiales de la AFA, con 53 entre Ligas y Copas, uno más que Boca– llevaba 18 años sin títulos, desde el tricampeonato logrado en 1957. Un absurdo, un estigma. También una maldición: en ese lapso fue once veces subcampeón y ningún otro equipo sumó más puntos.
El Feo –como le decían a Ángel Labruna, el entrenador tan exitoso; también Angelito, claro– tenía un equipazo: Ubaldo Fillol, Roberto Perfumo, Daniel Passarella, Juan José López, Reinaldo Merlo, Norberto Alonso, Pinino Mas, entre otros cracks. Peleó por la punta primero contra Unión, y luego en la recta final ante Huracán y el archirrival histórico, Boca.
Pero, para la cita decisiva –frente a Argentinos en la cancha de Vélez–, el contexto nacional alteró todas las fichas: la presidenta María Estela Martínez de Perón, quien transitaba el último tramo de su gobierno, extinguido pocos meses después por el golpe de estado de marzo de 1976, se encontraba con un conflicto inesperado. Los futbolistas, descontentos por las condiciones salariales, emprendieron una huelga días antes de aquel partido decisivo. El entrenador y sus dirigidos adhirieron a la medida colectiva. Y River tuvo que acudir a juveniles de la Cuarta y de la Quinta para afrontar tamaña responsabilidad. Todo el peso de la historia sobre ellos y en 90 minutos.
El técnico ese día fue Federico Vairo. River formó con Alberto Vivalda; Orlando Ponce, Luis Jometón; Rodolfo Rafaelli, Héctor Bargas (luego, Sergio Gigli), Fernando Zappia; Leonardo Labonia, Rubén Cabrera, Ramón Gómez, Rubén Bruno y Francisco Groppa (Luis María Giménez). En el banco quedaron Raúl Eguía, Luis Amorone y Miguel Rosello. Tiempos con apenas cinco suplentes y dos cambios permitidos. El equipo de Núñez ganó por 1-0 con gol de Rubén Norberto Bruno –el protagonista de esta historia, hoy con 67 años– a 22 minutos para el final del partido que terminó en la consagración.
El partido del gol de Bruno y el título de River
– Rubén, ¿cómo fue aquello?
– La noche no estuvo del todo afortunada para nosotros. Fue un partido complicado, no podíamos hacer un gol, el arquero tuvo una noche brillante, y la verdad es que nos empezamos a poner nerviosos, pero gracias a Dios en el entretiempo charlamos con los chicos y le pedí a Bargas que me tratara de buscar en profundidad en diagonal hacia el arco rival. A los 22 minutos del segundo tiempo, Héctor hizo un tiro libre, me buscó en profundidad, hubo un mal rechazo de un defensor y yo llego a cabecear la pelota para adelante. Cuando cabeceo, quedé mano a mano con el arquero y agarré a toda la defensa de Argentinos Juniors saliendo de la jugada. Fueron segundos en donde tuve que... aunque te parezca mentira, se me pasaron todas las cosas que me fueron enseñando en River desde chico: si vas del primer palo, tenés que cambiar al segundo. Bueno, esperé la salida del arquero y cuando vi que se iba a tirar, cambié la pelota del primer palo al segundo. Cuando vi que la pelota le pasó por el costado del cuerpo al arquero, salí gritando como un loco, me colgué del alambrado, la gente se me venía encima. Aunque no lo quieras creer, del último escalón de la tribuna la gente hacía avalancha, una cosa indescriptible realmente. Te lo estoy contando y se me pone la piel de gallina; no vi nunca una cosa igual. Y en la vieja cancha de Vélez, donde están las tres plateas ahora, sobre el arco que da a la General Paz, ahí hice el gol y corrí hacia la izquierda del córner. Me subí al alambrado y llegaron mis compañeros, nos abrazamos... fue apoteótico, extraordinario, algo que me voy a llevar a la tumba, lo tengo en el fondo de mi alma, y es el recuerdo más grato de mi carrera deportiva. Y por supuesto, hacer feliz a tanta gente como toda la hinchada de River es lo mejor que me pudo suceder en la vida.
– ¿Qué te acordás del día previo? Porque, para la mayoría de ustedes, obviamente, jugar un partido tan importante sin tener recorrido en Primera era súper relevante. ¿Cómo se vivía esa ansiedad?
– El día anterior fue un día normal de entrenamiento, común y silvestre. Es decir, fuimos, nos entrenamos, nunca nos enteramos del tema de la huelga porque se decretó el miércoles a la noche. Entonces, nosotros, como estábamos en Inferiores, o sea no teníamos contrato profesional, no estuvimos en contacto con esa información. Pasó el día normal, y cuando el jueves llegamos al club para entrenar, el preparador físico Rodríguez nos frenó antes de ir a buscar la ropa, y nos dijo que vayamos a la concentración, que nos estaban esperando con un desayuno porque había pasado algo con los profesionales. No nos dio muchas precisiones, pero sí que vayamos a la concentración y que teníamos que concentrar y estar preparados ahí. Dio una lista de 20, subimos y nos estaban esperando. Después, a partir de que fue transcurriendo la mañana del jueves, nos fuimos enterando de lo que había pasado, de la posibilidad de jugar en reemplazo de los profesionales porque había huelga. Los profesionales vinieron y nos explicaron el por qué de la medida, que a futuro nos iba a favorecer, pero en ningún momento nos impusieron no jugar, es decir, dejaron el libre albedrío de nosotros para que decidamos que es lo que queríamos hacer. Así fue que pasado el mediodía se dictaminó que River tenía que jugar con cualquier categoría, pero tenía que presentarse a jugar porque era el partido más importante y definía el campeonato. Entonces, nos pidieron a nosotros los dirigentes del club que respondamos a la postura de si jugábamos o no. De 20 votamos 19 por sí, hubo un solo no. De hecho fue que al pasar eso ya cambió la postura de los dirigentes porque se enteraron de que Agremiados estaba haciendo movimientos para no dejar jugar los partidos y nos pusieron custodia policial en la concentración, hasta que a las 6 de la tarde, con un patrullero delante y un patrullero detrás, con un cordón policial nos subieron al micro, fuimos hasta la cancha, llegamos aproximadamente a las 7.15 y nos metieron inmediatamente en el vestuario, siempre con custodia policial. Y ahí estuvimos hasta la hora del partido, las 21.
– Vos en las inferiores solías jugar como delantero y ese día Vairo o Labruna, no sé quién dio las indicaciones finalmente, te puso como mediocampista y eso fue determinante. Me detallarías lo que te acordás de esa situación...
– Sí, normalmente yo jugaba de delantero por la izquierda, y de hecho en todas las divisiones inferiores jugaba en esa posición. Lo que pasa es que Omar Labruna no fue parte de ese partido, no fue parte de la convocatoria, y entonces Federico pensó que en esa posición yo me podía desempeñar bien por derecha. Me pasó hacia la mitad de la cancha y puso por la punta izquierda a Francisco Groppa, que era otro muy buen jugador en mi puesto de una categoría más chica, para darle un poquito más de juego, pensando más en la parte ofensiva que en la defensiva. Era un partido que debíamos ganar y yo creo que la idea de Federico era que nosotros llegáramos más a posición de gol y pudiéramos concretar. Por eso creo que fue un cambio pensando en el arco rival. Después, en el segundo tiempo, Federico varió la postura e hizo un cambio posicional. Yo pasé a jugar por la izquierda, mi puesto habitual, y gracias a Dios las cosas se dieron bien. Pude hacer el gol y romper la sequía de tantos años. Pero sí, el técnico fue Vairo.
– ¿Qué es de la vida de los compañeros de aquel día memorable, de aquel partido que se recordará siempre? ¿Mantenés contacto o sabés de ellos?
– De los chicos que jugaron aquella noche, lamentablemente, muy pocos tuvieron la suerte de seguir adelante la carrera, y en River menos todavía. Tuvo mucho que ver el tema de haber jugado en la huelga, a nosotros nos tildaron de “carneros” cuando nunca lo fuimos, porque no teníamos contrato profesional. No traicionamos a nadie ni “carnereamos” como mal se nos llamó durante mucho tiempo. Eso fue determinante para muchos casos. Yo al año siguiente del gol, a fin de año valía una fortuna y a fines del 76 me dieron el pase y “bien gracias”. Entonces fue bastante doloroso, después de toda una infancia y toda una carrera en River, que ni siquiera me den la posibilidad de jugar en otro club o a préstamo. Nada. Simplemente me dieron el pase. Y a la gran mayoría le pasó lo mismo, tuvieron que jugar en el Interior... Algunos tuvieron suerte, los más chicos como Raffaelli y Bargas, de seguir un año más en River, pero después inmediatamente a Raffaelli lo prestaron a Atlanta y Bargas creo que estuvo un año dando vueltas y después también le dieron el pase. Vivalda tuvo la suerte de irse a Chacarita, donde hizo una carrera fenomenal, fue a Colombia y fue figura, un monstruo. Zappia tuvo la suerte también de... no sé si fue el primer contrato y al año siguiente lo dejaron libre, y se fue a jugar a Austria. Y de ahí pasó a jugar a la Liga de Francia con un muy buen desempeño. Por desgracia, muchos tuvimos que terminar en el Interior y se manejaba otro tipo de dinero. Para que te des una idea: yo fui a Chile a jugar un año y me pagaron 10 mil dólares de prima, no me compré ni un 1/4 de un departamento. El dólar no valía nada. Vos para tener un departamento tenías que tener de 40 a 50 mil dólares y yo había ganado en un año 10 mil; no había la brecha que hay ahora con el dólar. Así te transformás en un gitano: un día en un lugar, un día en otro, cuando ves que la vida se te pasa y que no podés lograr tus objetivos, que en mi caso era comprarle una casa a mis viejos, te vas dando cuenta de que es momento de decir basta y buscar otro rumbo. En mi caso fue agravado por una lesión en el talón de Aquiles, que prácticamente me dejó sin poder caminar y tuve 12 meses de recuperación. Por eso decidí dejar el fútbol.
– ¿Se juntan de vez en cuando con ese grupo?
– Sí, nos seguimos viendo, periódicamente nos juntamos, somos los poquitos que quedamos porque algunos desgraciadamente fallecieron. Pero los que estamos y vivimos en Buenos Aires normalmente nos juntamos.
– ¿Cómo era Ángel Labruna como personaje, como entrenador? Es uno de los más grandes de la historia de River, vos tuviste la posibilidad de estar cerca, por ahí no tanto tiempo de ser dirigido, pero sí de verlo, de contactarlo, de mirarlo...
– Por sobre todas las cosas, Ángel era un tremendo estratega, solamente mirando los rivales sabía cómo jugaban, por dónde les podías entrar. Tenía un muy buen ojo para elegir los jugadores, extraordinario. Yo creo que las charlas no duraban más de media hora, marcaba puntualmente cada cosa, que quería de cada uno y detalles del juego. Fundamentalmente un tipo que sabía transmitir, era un sabio. Tuve la suerte de jugar algunos partidos en Primera y estar muchas veces en el banco y las charlas eran sintéticas, puntuales y realmente enriquecedoras, te marcaba todo lo que iba a pasar y realmente después pasaba.
Labruna, una de las grandes maravillas de River, se formó en la inferiores del club. Fue capitán y referencia de La Máquina y estuvo entre los 30 mejores futbolistas de Sudamérica en el Siglo XX, según el ránking de la IFFHS. Nació un 28 de septiembre, designado luego “El Día Internacional del Hincha de River”. No es casualidad, es consecuencia. Es el máximo anotador de la historia del club con 317 tantos. Ganó 16 títulos como jugador y 6 como entrenador, incluyendo ese Metropolitano de 1975.
– Contame alguna anécdota que lo pinte como el estratega que fue.
– Recuerdo un partido que jugamos en la cancha de Huracán, contra el Boca de Gatti, Tarantini, Sá, Mouzo... En el punto final de la charla, lo último de la charla fue que le dijo a Landaburu, que atajó ese día: ‘Si llega a haber un penal quedate parado en el medio del arco porque va a patear Felman y te va a patear al medio del arco’. Íbamos ganando por 1-0 y penal para Boca. Felman adelante de la pelota y... qué hizo, pateó al medio del arco; y Luis, pobrecito... Viste cómo es, los arqueros tienden a moverse para algún lado. Imagino que en el momento no recordó lo que le dijo Ángel, se movió hacia su izquierda, –es como si fuera que lo estoy mirando–, y la pelota entró por el medio del arco. Ángel era un estratega total, veía todo, sabía todo, realmente un libro abierto que disfruté. Lo poco que estuve con él, lo disfruté.
– River se consagra campeón después de casi 18 años y tu gol es muy relevante por esa particularidad, por tanto tiempo sin dar la vuelta olímpica. ¿Cómo fueron los festejos, dónde, cómo se vivió? ¿Cuál fue la sensación, cómo lo viviste vos en la calle? Eran desconocidos en ese momento para la gente y de repente consiguen lo que tanto le venía costando al club.
– Los festejos fueron extraordinarios. Algo inolvidable. Creo que en la cancha un poco lo sufrí porque cuando terminó el partido, no sé cómo hizo la gente pero no había alambrado. Lo habían cortado con esas tijeras que tenía una compañía eléctrica, unos alicates enormes. No me di cuenta, pero después cuando ves la filmación se ve que no hay alambrado, que la gente está toda parada al costado de la cancha. El árbitro –era Comesaña–, cuando faltaban 2 minutos, levanta la mano para cobrar un indirecto y la gente pensó que levantó la mano porque el partido había concluido. No atiné a nada porque la gente se me vino encima y me sacaron toda la ropa, quedé en slip, botines, vendas, todo...
Para ese partido se agotaron las entradas. Se vendieron 55.324 localidades. Pero quienes estuvieron en el estadio juran que había mucha más gente que esa cantidad. Era la cita que ningún hincha de River se quería perder. Más allá de que en el campo de juego los representaran unos jóvenes a quienes no les conocían la cara ni el nombre. Los héroes invisibles, al cabo de esa noche.
– Un caso extraño: te convertías en ídolo sin que te conocieran…
– Sí, la sensación era esa. En un momento me desesperé porque me estaba faltando el aire y justo apareció un grandulón enorme que empezó a meter manotazos y a separar a la gente del lado mío. Me levantó y me subió en andas, y fui recorriendo casi toda la cancha así con este muchacho, que era un ex boxeador que con el tiempo me contacté y me saludó. No sé si seguirá vivo, no recuerdo el nombre pero sí pude volver a charlar, y me comentó que me había llevado a babucha.
– Claro, como que tu gol seguía vivo en la gente que los disfrutó...
– Sí, la gente estaba enloquecida, arrancaba el pasto, se llevaba pedazos de redes, lloraba, se arrodillaba, una cosa nunca vista. Después cuando tuvimos que volver al estadio había tanta gente que venía del lado del micro, que, para que te des una idea, en Juan B. Justo los autos los corrían a mano. Todos los autos estaban mal estacionados por la cantidad de gente que había ido a ver el partido, había 40, 50 tipos que hacían fuerza y los corrían a mano. Una cosa impresionante, tardamos creo que casi dos horas para llegar a River. Era un pandemonium, todos iban con nosotros... bocinas, gritos, gente caminando hasta el estadio.
– Y ya en el Monumental, ¿cómo siguió?
– Cuando llegamos nos metimos como pudimos en la concentración y ahí tuvimos la suerte de ver un ratito del partido. Desgraciadamente, ese video se quemó. No sé por qué... O lo quemaron o desapareció, pero nunca se pudo terminar de ver. Creo que hay un corto nada más que grabó Fernando Bravo desde la platea.
– ¿Y el regreso a casa?
– En realidad, éramos tan inexpertos y tendríamos hasta como vergüenza que cada uno se fue como pudo. Algunos volvieron en colectivo, a mí me trajo una gente conocida en un auto hasta mi casa. Te imaginás que pasamos por al lado de la gente sin siquiera saber quién estaba pasando. Pasamos totalmente desapercibidos, como si fuera uno más que estuviera festejando, nadie imaginó que por el medio de toda la gente estaba caminando el que había hecho el gol. Y así les pasó a muchos chicos que viajaron y nadie los conocía, y les decían que gritaran en el colectivo.
– Esa semana posterior también fue puro vértigo para vos: eras el muchachito de la película...
– Fue todo muy loco, en la semana hubo infinidad de reportajes, fuimos a todos lados juntos, los 16, 17 chicos que estuvimos esa noche, Revista Goles, fuimos a Crónica, fuimos a un montón de lugares, aparecimos por todos lados...
El después de la gloria efímera
Pero duró poco toda es exposición.
– ¿Cómo fue el después de la gloria?
– Fue como un sueño que duró poco. El problema lo íbamos a tener con el tiempo y de parte de los profesionales. Ya cuando nos dimos cuenta era tarde, pero en cuanto a los festejos, fue algo inolvidable, meses mágicos en mi vida en donde las demostraciones de cariño fueron innumerables, toda la gente me besaba por la calle, me abrazaba, entraba a los lugares, en los kioscos a comprar una pavada y me lo regalaban. Íbamos al Interior y nos homenajeaban. No te puedo explicar la gratitud que tenía la gente para con nosotros, fue algo apoteótico, inolvidable. Y, claro, la alegría más grande de mi vida deportiva.
– En 1977 fuiste a Los Andes, después jugaste en Central Norte, en Huachipato, luego recalaste en la Patagonia, en Unión de Zapala y en Independiente de Neuquén, ¿De ese recorrido qué fue lo mejor y lo peor que te pasó?
– El primer tramo fue totalmente traumático. Yo salí de River, que es el Real Madrid, donde tenés todos los mimos, tus ojotas, tu jabón, ropa nueva, buzos, zapatos, una cosa inigualable... Me costó porque fue un shock anímico muy grande, las cosas futbolísticamente no me salieron. En Chile estaba totalmente inmaduro y me pasó una gran oportunidad por adelante y la desaproveché. Y creo que después, cuando fui al sur y ya estaba decidido a no seguir jugando al fútbol, me aparece una oportunidad en Unión. Fue donde estaba más maduro, más blindado y preparado para tener un buen desempeño. En el sur me fue extraordinario porque fui capitán de la selección de Neuquén, fui goleador tres años seguidos en Unión de Zapala... En esos años y el de Independiente, que fue donde me lesioné. No sabía lo que tenía porque no había estudios como ahora, con toda la posibilidad de dar con el problema. Tenía una rotura de la bolsa sinovial del talón de Aquiles y perdía líquido y era un dolor insoportable. La mitad del año la jugué como pude, no me infiltraban, no sabían diagnosticarme qué era lo que tenía. Solamente hice 12 goles, pero en los cuatro años de Neuquén hice 96 goles en partidos. Imaginate hoy, en esta época un jugador que hace 96 goles en 4 temporadas cuánta plata valdría.
– Otros tiempos...
– Claro, no había la difusión que hay ahora, nadie veía los partidos de Neuquén. Estaba escrito que no tenía que ser futbolista de élite. Pasó así, y con esa lesión tan grave después tardé un año en recuperarme. Eso fue lo que me decidió a abandonar el fútbol. También tengo que decir que la recuperación de los 12 meses que estuve parado la tuve gracias al doctor Luis Seveso, que nos tenía a nosotros en divisiones inferiores y después fue médico en la Primera. Fue quien me contactó con el departamento médico y determinaron que lesión tenía: era una fascitis plantar que me impedía el buen movimiento del tendón de Aquiles. Parecía que me clavaban espadas cuando hacía el movimiento para correr y era un dolor inmenso. Después de 12 meses de tratamiento pude empezar a caminar normal y, al otro año, empezar a jugar pero en un Interclubes de Harrod’s Gath y Chaves. Pero se me fue de la cabeza el fútbol, me desencanté, intuía que no estaba, empezaba a darme vueltas mi familia por la cabeza. Elegí entre el fútbol y mis viejos, la posibilidad de estar con mis papás y también me empezó a rondar la cabeza la posibilidad de formar una familia. Estaba grande, de hecho tardé un poquito más pero con 32 años me casé. Estoy felizmente casado con Paula, tengo tres hijos maravillosos, Ezequiel, Nicolás y Constanza, y una nieta hermosa, Juana...
– Antes de ese recorrido fuera de River jugaste otros 10 partidos e hiciste otro gol. ¿De ese tramo que recuerdo tenés?
– Futbolísticamente hablando, el año 75 mío fue brillante, salí goleador de Cuarta, salí goleador de Tercera. Andaba derecho. Lo que pasó desgraciadamente es que había un grupo de cracks que te impedían jugar en Primera. Si hubiera tenido la oportunidad de jugar con los 10 profesionales y yo sumándome, la cosa habría sido distinta. Lo que pasa es que durante esos partidos, como se estaba disputando la Copa Libertadores en el 76 y jugábamos la gran mayoría de chicos de la segunda línea o la tercera línea de la Primera y los amateurs que todavía no tenían contrato, indudablemente el rendimiento no era el mismo. Eran todos equipos armados como un rompecabezas, con lo que había, se rellenaba y se jugaba. No tuve la suerte de que le pasara –no es por malo– algo a Pinino, y yo hubiera encajado perfectamente en la Primera. También estaba Vitrola Ghiso que jugaba muy bien, pero no podía jugar porque Pinino nunca se lesionaba. Tampoco es como ahora que hacés 10 goles y te venden a una fortuna. Hacés 10 goles y valés 20 millones de euros. Morete se vendió a España con 31 goles en el campeonato en un millón y medio de dólares a Las Palmas.
– Pero tu gol nadie te lo quita...
– Sé que tengo que recordar lo que me hizo feliz, y en el 75 fui muy feliz porque fue un año brillante. Lo culminé con el gol, que fue una historia maravillosa y con eso me tengo que quedar. Ahora vivo el presente y tengo que seguir con eso, lamentablemente la vida futbolística no tenía que ser para mí, no tenía que vivir del fútbol. Pasó y lo tomé, pero todo lo que yo viví en River desde mis 10 años que ingresé hasta que me fui... mejor dicho que me echaron, fue maravilloso porque yo me consolidé primero como adolescente y después como hombre. Me fui a los 20 años, ya casi con 21 y lo único que tengo es agradecimiento a River por todo lo que me dio.
– Pero también te queda como una espina por haberte tenido que ir tan joven...
– Fue muy doloroso cómo devolvieron el guante después de habernos venido a buscar para jugar un partido, el más caliente del campeonato, el que definía... Porque todos se acuerdan de mi gol porque ganamos, ¿qué hubiera pasado si perdíamos? La gente nunca evalúa eso. Siempre pregunto lo mismo cuando me hacen alguna entrevista y digo lo mismo: ¿y si nosotros perdíamos? Ganamos, River se consagró campeón y la primera vuelta después de 18 años la dieron los amateurs y no los profesionales. Error, error, esa cosa no gustó. Creo que los profesionales nunca lo pudieron digerir, el tema de que la primera vuelta olímpica la hayamos dado nosotros... Nos tildaron de “carneros” para toda la vida.
– La decisión de dejar tu carrera como fútbolista obedece claramente a la lesión, que te quitó espacio para poder seguir desarrollándote. ¿Cómo fue el después, a qué te dedicaste? Contame eso no tan conocido hasta tu vuelta a River...
– Después de decidir no jugar, estuve recuperándome. Creo que, sinceramente, mi cabeza ya no quería jugar al fútbol profesional. Sí me divertía mucho jugar, gané dos veces el trofeo al mejor jugador del año en Interclubes. Tuve una oportunidad de ir a Excursionistas, porque me veían jugar porque Harrod’s está justo atrás, y en una oportunidad me tentaron. Pero no estaba preparado, prefería divertirme... Futbolísticamente estaba muy bien después de la lesión, pero la cabeza ya estaba pensando en otra cosa, en mi futuro, en lo que venía. Ese tipo de pensamiento primó sobre la posibilidad de seguir jugando. Sobre el resto de mi vida, hice de todo para vivir: vendí teléfonos celulares, fui gastronómico, me dediqué a un montón de cosas.
– ¿Y cómo te volviste a insertar en el fútbol?
– Después tuve la posibilidad de trabajar en un country durante mucho tiempo, pero creo que fue una elección equivocada. En vez de haber trabajado tanto tiempo ahí, tendría que haber intentado formar parte en algún grupo de trabajo de algún club para poder tomar un poco de experiencia y trasladarme a un futuro como técnico de Primera. Pero por mi cabeza no pasó, económicamente no tenía ningún apremio, estaba bien, seguía creciendo, creo que fue un gran error.
– Y entonces, llega Rodolfo D’Onofrio...
– A fines de 2013 tuve la posibilidad de conocerlo. Ahora, cada vez que me ve me dice lo mismo: ‘Vos fuiste la persona que me hizo más feliz en mi vida, vos cortaste la sequía de 18 años de cargadas en el secundario, en la universidad, en todo, no tengo palabras, como agradecertelo’. Cuando me lo encontré por primera vez me dijo: ‘Si yo soy presidente del club vos vas a volver a River’. Y cumplió: en 2014 hubo elecciones y de la mano de él volví a mi pasión, a mi casa, donde volví a ser feliz, tuve contacto con los chicos, tengo contacto, estoy trabajando en la parte de coordinación, al lado de una persona realmente que es una Biblia del fútbol infantil como Gabriel Rodríguez, que me dio una gran oportunidad. A mi edad sigo aprendiendo al lado de él. Soy un tipo de suerte porque a esta altura de la vida que te pasen este tipo de cosas tenés que tener mucha fortuna. A mí me pasó, sigo creciendo y estoy en mi casa, que es lo más importante.
De ídolos, de cracks y de formación
– ¿Quiénes eran tus ídolos cuando llegaste a Primera, o antes?¿ Y a quiénes admiraste ya como observador o como entrenador?
– De mi época brillaban un montón de jugadores: Alonso, Bochini, tenías un 10 brillante en esa posición por club, Babington, Potente, había un volante creativo genial en todos los equipos, y después a lo largo del tiempo tuve la suerte de ver a Pelé y a Maradona; Cruyff también me encantaba, otro genio, no quiero olvidarme... Me traiciona la memoria. Pero tampoco puedo dejar de mencionar al Brasil del 70.
– Y de los actuales...
– Te puedo nombrar a Benzema, a Cristiano Rolando, una lista muy larga como para que me acuerde. Messi es de otro planeta, no existe, a nivel futbolístico, ni a nivel humano; es decir, un tipo tan simple, tan noble, tan modesto. Es un ejemplo a seguir, ojalá todos los chicos que lleguen a Primera tengan un ejemplo como Messi con tanta humildad, con tanto sacrificio, más allá de que ganó todo, creo que lo que hay que copiar es el modelo Messi.
– ¿Qué es lo que más disfrutás del fútbol?
– Veo los partidos de todas las ligas y realmente lo llevo en la sangre, pero por sobre todas las cosas lo que más disfruto es formar a los chicos, aprender a que la vida no solamente es fútbol, que puede haber algún traspié y no pueden llegar a jugar en Primera, no solamente en River sino en cualquier club que les toque, no tener... lo que me pasó a mí, que no tuve la suerte de jugar en un grande y no ganar plata con el fútbol. Lo que quiero es blindarlos, enseñarles, todo lo que sea, no sólo futbolístico, sino humano, para que en el momento en que les caiga la mala noticia de que no pueden seguir jugando estén preparados, que tengan estudios, tengan cultura general, respeto para la gente. Creo que todo eso hoy es distintivo de River, es un club distinto, gracias a Dios tenemos una formación distinta sobre los chicos, un enfoque distinto.
– ¿Cómo es eso?
– Cuando ves el semillero realmente te das cuenta de que River está muy bien, está desde los más chiquititos, desde las preparatorias hasta infantiles. Son pocos los que ven el fruto de eso. Por ejemplo: en la última Selección, la de la Tercera, hubo seis jugadores que fueron desde infantiles hasta Primera División, fueron transferidos y después formaron parte del seleccionado. Es algo que a veces se valora poco.
– Sacando el tuyo, ¿cuáles fueron los goles que más gritaste de River?
– Hubo muchos goles que se gritaron y que los grité, pero creo que uno de los que más grité, porque lo admiraba mucho, fue el de [Hernán] Crespo, cuando jugó River por la Copa Libertadores, y el de [Antonio] Alzamendi que clasificó a River Campeón Intercontinental.
LA NACION hizo un breve relevamiento entre hinchas y socios de River con relación al top 5 de los goles más gritados desde aquel de Bruno. El primer puesto lo pelean dos de la final de Madrid contra Boca, el segundo de Juanfer Quintero y el tercero del Pity Martínez. Por subirse al podio disputaron ese privilegio otros dos tantos decisivos de la Libertadores: los dos del Búfalo Funes al América de Cali en 1986 y los dos de Crespo ante el mismo equipo colombiano 10 años más tarde. Hubo más mencionados: Nelson Cuevas a Racing, Enzo Francescoli a Talleres, Leonardo Pisculichi a Boca en la Sudamericana, Alzamendi en la Intercontinental ante Steaua... Quizá sea como comentó ante la consulta el escritor Andrés Burgo –autor de Ser de River, entre otros libros–: “Hicimos demasiados goles y los gritamos mucho”. Después de la sonrisa, eligió para el primer lugar al del Pity y con el grito de compañía: “Y va el tercero...”.
– ¿Dónde estabas cuando sucedió la final de Madrid?
– La vi en casa con mi familia. Te imaginarás que con una intriga y una tensión inmensas, pero por suerte salió todo bien y se coronó contra el eterno rival. Indudablemente va a quedar grabado en la historia.
– Vayamos al fútbol de nuestros días. Comentabas que te gusta mucho ver fútbol desde siempre y más ahora, incluso. ¿A qué jugadores o equipos te gusta observar?
– Acá el fútbol es muy mediocre. Indudablemente, el River de Gallardo marcó una época por intensidad, por juego, por dinámica, por presión. Fue uno de los que más me gustó. También me gusta la selección de Francia, el Liverpool de Klopp. Me gusta el fútbol inglés en general, tiene mucha dinámica, no hay mediocampo. No es como acá, que el campo en la mitad de la cancha es una guerra, te matan a patadas. El Barcelona de Guardiola me encantó, el City me gusta, soy realmente amante de ese buen juego. Me gusta el buen juego porque toda la vida tenés el ADN de River, que es eso, el fútbol, el toque, la belleza futbolística. Eso lo heredé y lo tengo en mi forma de jugar, en mi forma de transmitir, de enseñar...
– ¿Te olvidaste de La Scaloneta?
– Es verdad. Me olvidé y me encanta cómo juega. Me da mucho placer también verla jugar, y en el Mundial por sobre todas las cosas. Sinceramente, vi unas de las mejores selecciones de nuestro país, históricamente hablando. La del 78 fue muy buena, la del 86 en México con Diego también... pero esta Selección creo que colmó todas las expectativas y se alinearon todos los planetas. Más allá de que tuvo que definir por penales fue holgadamente la mejor en Qatar...
– ¿Qué más podés decir del fútbol local? ¿Cómo lo ves a tu River?
– No veo un equipo que juegue muy bien, incluso el River de Demichelis ahora no es brillante. Juega bien, pero todavía creo que está en una etapa de evolución, es el primer año que tiene Demichelis al equipo y creo que es difícil reemplazar a un técnico como Gallardo después de todo lo que ganó y en un año pedirle todos los resultados juntos. Lleva una etapa de adaptación y lo está haciendo muy bien.
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