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Una victoria de Rosario Central que revive a Kily González y condiciona el futuro de muchos en Newell’s
En el clásico rosarino se jugaron mucho más que tres puntos y la goleada por 3-0 es un resorte para las dos instituciones; Burgos tiene poco margen y las elecciones en el club son un interrogante
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ROSARIO.– El clásico rosarino es un rayo de luz potente que atraviesa la ciudad. Y deja ver la pasión del fútbol, las miserias, el futuro, y alternativamente la victoria y la derrota. Y corona desde siempre a once héroes y condena al perdedor. No hay puntos medios. Luz y oscuridad.
Una goleada que eleva a Rosario Central alto hacia el cielo, y entierra a su clásico rival. Aplastante, demoledor y convincente. Kily González revive. Estaba al borde de la destitución y hoy se le abre una autopista de sueños y convicciones. Es que su equipo fue un ganador de punta a punta, superior en todos los aspectos, y principalmente en abrazarse a convicciones de juego, que había mostrado muy a cuenta gotas en todo su proceso.
Marco Ruben, Nicolás Ferreyra y Luca Martínez Dupuy marcaron los goles. El primero, un emblema del club, que fue también líder en el único título logrado por Central en la Copa Argentina en 2018. “Volver a jugar un clásico después de mucho tiempo es emocionante. Es un regalo para mi vuelta”. Nico Ferreyra, el gladiador que llegó de Estudiantes de Río Cuarto, que marcó de taco, en una conquista que irá a la marquesina de la historia. Una especie de homenaje del que marcó Germán Herrera en Copa Argentina en 2018 precisamente ante los leprosos. Y por último, el “Chavo” Martínez Dupuy, el pibe mexicano de las inferiores que pide pista. Una leyenda, un recién llegado pero que queda en la historia, y la renovación de las inferiores. Una trilogía fuerte, una buena señal para los tiempos venideros para los de Arroyito.
Es una victoria con distintos balances, todos positivos para los auriazules, y que pueden reencausar, quizás aquí su máximo poder, un proceso que llegaba a los tumbos. Muy a los tumbos.
Claramente será una semana que el Kili González no olvidará. Si siempre caminó por la cuerda floja por los malos desempeños y los regulares resultados, todo cambió en dos noches primaverales junto al río Paraná, aún en medio del otoño. Una victoria clara ante San Lorenzo por la Sudamericana el último miércoles, con una actuación sólida de punta a punta, casi como un prolegómeno nutritivo, y esta victoria el clásico, que lo ubica en un lugar de privilegio. De estar más afuera que adentro, a empezar a recuperar terreno en la consideración del hincha. Un renacimiento en el que pocos confiaban.
Central lo ganó en lo físico, en lo táctico, en la intensidad y en el amor propio. Eso es oro en polvo para el entrenador. Casi sin esfuerzo. Central encontró por segundo partido consecutivo, una idea y una intención, algo que se le exigía al entrenador González. En su casi veintena de partidos fueron más los yerros que los aciertos. Era casi una condena ineludible. El fútbol entrega estas cartas sin marcar y cambia una mala partida en una que se lleva todo. Especialmente crédito.
“Fuimos superiores en todas las líneas. No sólo se puso huevo, nos animamos a jugar bien”, detalló con precisión quirúrgica Jorge Broun, el uno canalla, que casi no pasó sobresalto, y atesoró su primera victoria en cuatro clásicos.
¿Cómo se vivió el clásico? Apenas iniciado, con un córner a favor del local, un dron sobrevoló durante tres minutos el campo de juego, tiempo en que el partido estuvo detenido. Luego de aterrizar, Pablo Pérez, el irascible, lo aplastó de un pisotón. Así se siente este partido.
Central ahora busca clasificarse a los playoff de la Copa local, y recarga energía en la Copa Sudamericana. El fútbol cambia de manera inesperada, vaya si el ex volante de Boca Juniors, lo aprendió bien en esta semana.
En la vereda de enfrente es todo desazón y caída. Burgos llegó a Newell’s para sacarlo del pozo en que lo había metido el proceso de Frank Kudelka. Desde el orden se puso en órbita, sacó resultados de arranque, intentó a acomodarlo física y tácticamente, pero este resultado mostró una cara que no puede esconder: es un castillo de naipes que se empezó a derrumbar.
Fiel a su estilo frontal, Burgos asumió la derrota: “La justicia, la injusticia, los árbitros, es todo lo mismo, es fútbol, nos ha tocado perder. Nosotros no somos de llorar, vamos a seguir yendo al frente con Newell’s”. Tendrá claro, más allá de las intenciones, más allá de las razones y las excusas, que Newell’s entregó una versión pobre y edulcorada, lejos del latiguillo del Mono, que afirma ante cada micrófono que cada partido es una final.
A favor del entrenador, si es que llega, es que pueda comandar con su cuerpo técnico una pretemporada que pondrá competitivo a un plantel sumamente aplastado. Los malos partidos, incluso no tanto las derrotas, le restaron crédito en el mundo leproso con apenas una decena de encuentros. Perder el clásico es un detonante, y el mal planteo en Arroyito -endeble, sin convicciones, nulo en ambiciones, lo pagará caro en el ánimo del hincha. Burgos no tiene margen y su proceso tiene una carga muy pesada por delante. Burgos tiene que reconstruir un equipo y una idea de juego.
Rosario Central y Newell’s se volvieron a ver las caras después de 595 días, luego de aquel empate en el Gigante (15/09/2019) en un gol con gol de Riaño para Central y Cristian Lema para los leprosos. La pandemia puso pausa en el fútbol y el fixture los ubicó en el cierre de este torneo, por cuestiones políticas. El domingo pasado iban a desarrollarse las elecciones en la institución del Parque, pero las medidas gubernamentales sobre la pandemia lo postergaron. El objetivo de la golpeada directiva de los leprosos fue no pagar costo político y terminó siendo, para el ánimo de muchos, una cuenta pesada. Nadie muere en las vísperas.
Sí, el resultado del clásico incide en las elecciones del club como pocas veces se pueda contabilizar. Son votos a favor y votos en contra. En ambas veredas y desde que el fútbol rosarino entró en un cono de locura. Esto puede significar un golpe fuerte para el oficialismo de Cristian D’Amico y para la gerencia de fútbol que encarna Sebastián Peratta, que en todo el proceso erró una y otra vez en su función y atesora un balance claramente negativo. El saldo del clásico en su gestión cuenta con una victoria –aquella del gol de Maxi Rodríguez – dos empates y cuatro derrotas. Números que pueden condicionar una elección.
Fue una semana extenuante para todos los protagonistas en cuanto a la organización del partido. Vale reiterarlo, cada clásico es una película, al menos de suspenso. Qué se juega, qué no... Que le sacan la sede a Rosario Central, que Sarandí, que San Nicolas. Una novela eterna de desorganización. Si a eso se le suma la locura enfermiza de una ciudad que olvidó el tiempo de gloria deportiva para transitar los peldaños menores del fútbol argentino, todo puede suceder, cualquier novela puede acontecer y todo cabe en este mundo del revés. El viernes, sí, apenas 48 horas antes del partido, se llegó a una definición para el horario. Nada que sorprenda en el decaído fútbol argentino.
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