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Rosario Central - Boca: los apuntes de Jorge Almirón y la frase de Nicolás Figal para no bajarse de la pelea por el título
“Aprendimos a no caernos cuando nos hacen un gol y a no bajar los brazos. Eso es lo más importante, vamos a seguir creciendo”, dijo también Chiquito Romero para mirar el lado positivo tras la igualdad en Rosario
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Boca se está intentando construir. Ya se sabía que la contratación de Jorge Almirón llegaba en un momento muy vertiginoso y convulsionado, entre la necesidad de ganar y un calendario que ya se aprieta. La mira está clara, más allá de que todo es paso a paso. Los siguientes tres compromisos serán el parámetro perfecto para terminar de entender cómo avanza el progreso futbolístico: el próximo fin de semana recibe a Racing, el siguiente miércoles visita a Colo Colo, por la Copa Libertadores, y a los cuatro días juega el superclásico con River, en el Monumental. En efecto, enfrentar a Rosario Central en Arroyito representó el mejor examen para verse mejorado tras el desahogo o bien armarse de carácter.
¿Boca afuera de la pelea? “Queda mucho por jugar en este torneo. No hace mucho salimos campeones de un torneo que nos daban por muertos. Hoy nos encontramos en la misma situación pero Boca es Boca”, dijo Nicolás Figal.
El Gigante de Arroyito siempre se viste de hostilidad. En especial, si es el Xeneize el que lo visita. Sin embargo, en ese contexto -que fue acrecentando su fuego-, los dirigidos por Almirón lograron superar ese obstáculo controlando el partido hasta pasados los 20 minutos iniciales con el manejo de la pelota, asociándose a dos toques, fluyendo en la zona media y recuperando inmediatamente con firmeza. Es cierto, continúa careciendo de ideas ofensivas creadas con los mismos conceptos. Son esporádicas, casi inexistentes.
Ahora bien, no es lo único en lo que el nuevo entrenador debe hacer mella esta semana, la primera completa que tiene a disposición. Por ejemplo, la defensa mantiene las inseguridades y movimientos desconcertantes que caminan por la sensación de improvisación o errores básicos que no debería ocurrirle a un futbolista de Boca.
Cuando mejor estaba llegó el gol Canalla. A los 24, Walter Montoya elevó la pelota para la corrida de Lautaro Giaccone por la banda: desbordó perfecto a Valentín Barco, que no contó con coberturas rápidas de Alan Varela y, sobre todo, Nicolás Valentini, que miraron cómo el joven volante rompía el arco. A partir de ahí, todo lo que se veía bueno, desapareció. El equipo se deprimió futbolísticamente y se fue al descanso sin respuestas. Es más, con una discusión rumbo al vestuario entre “Pol” Fernández y Sebastián Villa.
El segundo tiempo fue otra cosa. Boca nunca encontró esas triangulaciones que habían generado muy buenas impresiones, pero supo reponerse en contextos muy complicados. Es cierto que, cuando se habla de un club tan grande, es extraño tener baja la vara, pero también lo es que son momentos de recuperación tras tiempos de cortocircuitos con el anterior cuerpo técnico, derrotas en fila y distancia entre los hinchas y los jugadores: hoy en día, debe centrarse en que es más terrenal que nunca.
Porque aquel gol fue la preocupación típica a la que la gente se acostumbró: creer que la derrota es inevitable. Sin embargo, esta vez, había un hilo (muy fino) de esperanza. ¿Cuál? Lo sucedido hace cinco días. Deportivo Pereira, de Colombia, se puso en ventaja en la Bombonera a quince minutos del final. Aun con las tribunas insultando a los jugadores, los de azul y oro se repusieron cuando nadie lo creía: goles a los 89 y en el octavo minuto de adición para sumar tres puntos clave en la Copa Libertadores.
A los 18 minutos del segundo tiempo, mediante una muy buena jugada colectiva que se elaboró de izquierda a derecha, con criteriosos avances de Luis Advíncula y Villa, y terminó con el centro al medio de Norberto Briasco, encontró la paridad con el cabezazo de Martín Payero.
Lo mejor del partido
No obstante, cinco minutos le duró la tranquilidad de conseguir el empate. De manera muy fácil, un centro al segundo palo de Jaminton Campaz cayó sobre la espalda de Nicolás Figal y Alejo Veliz definió de aire para nuevamente poner arriba en el resultado a Rosario Central. Un golpazo que generaba el retroceso de las cuestiones de fortaleza mental y mantenía el malhumor del desorden defensivo.
Encima, el local empezó a jugar su partido: comerse minutos para que el final del encuentro quede más cercano. Cayeron jugadores por cansancio, se desperdició tiempo por la expulsión llena de calentura de Miguel Ángel Russo y hasta hubo una gresca al borde de los golpes de puño a raíz de un pisotón de Facundo Mallo a Sergio Romero.
Boca se prendió en todas. Acumuló impotencia y ganas de pelearse, pero también mantuvo la esperanza de igualarlo otra vez. Por eso, empujó y empujó por más escasa claridad que tuviera. Tuvo doble recompensa: en el noveno minuto adicional (Ariel Penel, de pésimo arbitraje, agregó diez), Villa lanzó un centro peinado por Luis Vázquez que encontró la palomita de… Figal. Aquel que media hora antes había pateado un cartel de publicidad por asumir la responsabilidad del segundo gol rival, se reivindicó y puso el empate.
“Creo que aprendimos a no caernos cuando nos hacen un gol y a no bajar los brazos. Eso es lo más importante, vamos a seguir creciendo. Lo principal es no perder. En la Copa Libertadores demostramos carácter y hoy, en una cancha muy difícil y una atmósfera bastante complicada, volvimos a hacerlo”, dijo Chiquito Romero, conforme con el carácter grupal.
Boca se repuso en dos encuentros seguidos y es una buena sensación. Especialmente, porque se vienen encuentros ásperos. Racing acostumbró a ser un rival con el que se sacan chispas desde el inicio; Colo Colo, nada menos que en Chile, lleva al recuerdo de los sucesos bochornosos de la semifinal copera de 1991; y el superclásico siempre requiere un plus.
Jorge Almirón puede empezar a tranquilizarse en ese aspecto de cara a lo que se avecina, aunque ahí su equipo debe ratificar, en el caso de volver a atravesarlo, que puede recibir golpes sin tumbarse.
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