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Romeo: “Si me dicen que esto es un sueño, me lo creo”
Por Ignacio Turin De la Redacción de LA NACION
El bajo perfil que lo distinguió en sus años por la Argentina se quebró apenas llegó a Hamburgo. Los 4.800.000 dólares que pagó el club alemán por Bernardo Romeo lo convirtieron en el jugador más caro de la historia de la entidad y, en sus primeros días, los periodistas y los hinchas lo relacionaron más con los dólares que había invertido el club que con los goles que Romeo había marcado en la Argentina. Así, sin quererlo, surgió una extraña presión que el ex delantero de San Lorenzo prefirió definir como “una satisfacción”.
Desde Hamburgo, vía telefónica, el tono de voz permite imaginárselo feliz y sorprendido. Romeo no lo niega y empieza la charla definiendo su nueva condición de vida: “Si me dicen que esto es un sueño, me lo creo. La ciudad, sacando el frío, es espectacular y las comodidades que me dio el club no permiten ninguna crítica. Me tratan bárbaro. Además, en la parte futbolística no me puede ir mejor. Jugué cuatro partidos en la Bundesliga y anoté tres goles. En realidad fueron cuatro, porque uno me lo anularon pese a que la pelota había entrado”.
Romeo ya suma 40 días con su nuevo equipo y aún se sorprende por las cosas que le suceden. “El otro día, después del partido con el München 1860, los hinchas me despidieron gritando Romeu-Romeu. No lo podía creer.”
Como un fantasma se burló de la adaptación y hoy se ríe de aquel viaje hacia lo desconocido, en el que los nervios le abrieron un sinfín de interrogantes: “En el avión pensaba con qué me iba a encontrar, quiénes iban a ser mis compañeros, dónde iba a vivir, cómo iba a hacer para comunicarme. Me preguntaba todo... hasta quién iba a ser el masajista”.
Cuenta que se concentra con su hermano Santiago (lo acompaña desde el primer día), porque como ambos viven en el mismo hotel donde se concentra el plantel le permitieron conservar la habitación. La semana próxima se mudará junto con su familia (llegó hace cinco días) a una casa nueva que está a unos 40 minutos del centro y a partir de allí intentará comenzar una vida normal. Para ello, Romeo ya empezó a tomar clases de alemán dos veces por semana y en los próximos días anotará a Juliana, la hija de 3 años, en el mismo jardín de infantes al que Rodolfo Cardoso, con más de cinco años en el club, envía a sus hijos.
El ex jugador de Estudiantes y de Boca ya es el compadre de Romeo en Hamburgo. Con paciencia le explica la cultura alemana y la forma para desempeñarse. También le traduce, dentro y fuera de los entrenamientos; y si no está Cardoso, le da una mano el suizo Raphael Wicky, que jugó un par de años en Atlético de Madrid.
Sin mucho que envidiarle al fanatismo de los hinchas argentinos, los seguidores de Hamburgo muestran un apoyo que Romeo no se imaginó encontrar: “De local van unos 40.000 hinchas por partido y en la calle ya empiezan a reconocerme. La gran diferencia con la Argentina es que acá están más organizados. Nosotros llevamos fotos autografiadas que les entregamos a los hinchas y, además, tenemos que responderles las cartas que nos envían; para eso hay buzones amarillos en el club, donde enviamos las respuestas y las fotos. El otro día, entre tantas cartas en alemán, encontré una escrita en castellano: era un tal Emilio, un hincha de Boca que vive en Francfort y que me dijo que uno de estos días me iba a visitar...”
Con pocos días en Alemania, Romeo ya guarda varias anécdotas, como aquella que sufrió en el primer entrenamiento durante la pretemporada en Alicante: “Antes de empezar el picado, Pelusa (por Cardoso) me dijo que se juega fuerte. Yo no le hice mucho caso, porque no entendía cómo se podían golpear entre los propios compañeros. Bueno, en la primera pelota que toqué me dieron un patadón que todavía me duele. Desde ahí empecé a entrenarme diferente”.
Mientras espera el partido de hoy con Borussia Mönchengladbach, Romeo no le escapa al asombro. En Hamburgo las alegrías llegaron antes de lo que él imaginaba y no quiere que se vayan. “Lo único que me falta es que en dos meses hablé alemán como Pelusa.”
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