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Román Martínez se siente en una familia granate: “Somos como hermanos cuando nos toca jugar"
Llegó a Lanús hace un año y medio sin ningún título bajo el brazo; hoy, ya levantó tres y va por más; el día a día en el vestuario, Almirón, la Libertadores, su paso por Europa y la crisis de la AFA
No hace falta viajar hasta Barrio Mitre para recordar la infancia de Román Martínez , ese pequeño soñador que se la pasaba jugando al fútbol en las calles de Morón y esperaba el fin de semana para ir a cantar las canciones del Gallo. Hoy, la tinta negra impregnada en todo su cuerpo habla por sí sola y permite recorrer su vida con un golpe de vista. “5-8-2000”, se lee en el bíceps de su brazo izquierdo, junto con el dibujo de una pelota impactada por un botín. Tal vez, la fecha más especial. El día del debut en el club de sus amores. El día que cambió su vida para siempre.
“Siempre quise ser futbolista y hoy estoy cumpliendo mi sueño más deseado. La gente te quiere, te pide fotos y autógrafos. Pero yo no pensaba eso de chico… hay muchas cosas atrás. ¿Sabés lo que es entrar a una cancha y que te aplaudan 20 mil personas? Es único, se me pone la piel de gallina de solo contarlo. Y por dentro decís: mirá lo que generás con un gol o un gesto, hacés feliz a miles de personas”, cuenta Román en diálogo con LA NACION, mientras observa desde la tribuna a La Fortaleza pintada de granate y blanco.
Hoy, a los 33 años, hace feliz dentro del campo de juego a todo Lanús y vive un presente que no imaginó ni en sus mejores fantasías, tras jugar en Morón, Arsenal, Tigre, Español, Tenerife y Estudiantes. “Estoy feliz de pertenecer a este equipo de grandes personas y grandísimos jugadores, que saben lo que quieren. Somos como hermanos cuando nos toca jugar. Si no está uno, está el otro. Queremos seguir cosechando logros en la institución”, cuenta Martínez, días después de ganar la Supercopa Argentina ante River, la sexta estrella del club. Junto con el Torneo Transición 2016 y la Copa del Bicentenario 2016, es el tercer título desde su llegada al Sur a mediados de 2015, cuando todavía nunca había podido ser campeón.
-Retrocedé un segundo a febrero de 2016, un año atrás. ¿Imaginabas todo lo que estás viviendo?
-No, es algo increíble. De no tener títulos, a lograr tres a los 33 años y encima con este equipo que me identifica mucho… no me entra la felicidad en el cuerpo.
-¿Les costó el partido con River?
-Fue duro. Llovió torrencialmente y no empezamos bien, sin jugar el fútbol que pregonamos. Ellos nos manejaron la pelota y nos presionaron, pero nos defendimos y las ocasiones claras fueron nuestras. Después se cansaron, adelantamos las líneas y convertimos los tres goles.
-Le ganaron 4-0 a San Lorenzo, 1-0 a Racing y 3-0 a River en finales. ¿Qué tiene Lanús?
-Somos un equipo humilde, que sabe lo que quiere. Nuestra virtud principal es esa: ser un equipo. La tranquilidad y la confianza en el compañero es clave, más lo que transmite el entrenador. Eso nos hace seguir de la misma manera y no cambiar, más allá de las adversidades.
-¿Y cómo se hace para redoblar la apuesta y buscar mantener el gran fútbol que desplegaron en el primer semestre de 2016?
-Es difícil. Ya los rivales no te juegan como antes. Algunos dicen que bajamos el nivel y la intensidad, y puede ser. Pero ahora nos conocen y nos cortan más los circuitos de juego. Por eso hay que buscar variantes y leer más rápido el partido. Hay que buscar cómo lastimar según el rival.
-En el fútbol argentino se habla mucho del “grupo”. ¿Cómo lo definirías vos?
-Es que todos tiren para el mismo lado, que no haya problemas y que si los hay que se hablen dentro del vestuario, que se trabaje seriamente, que cuando podemos joder vuelen las risas, pero siempre con respeto, y que haya una competencia sana.
-¿Y qué significa ser un referente?
-Es una persona que marca el camino, enseña, da el ejemplo y tira siempre para adelante.
-¿Te considerás uno de ellos en Lanús?
-Yo trato siempre de tirar para adelante en la adversidad. Uno como es más grande tiene que dar el ejemplo y mostrar que no hay que caerse por una derrota. Somos un grupo increíble y nos respetamos. Por eso nos llevamos muy bien y es placentero trabajar así.
-¿Qué cambió del Román Martínez de Morón al de Lanús?
-La cabeza. Eso es todo. Con los años vas aprendiendo muchas cosas. Pero después comprendés que si la cabeza está bien, el cuerpo funciona. Y el tiempo te lleva a entender más el juego.
-¿Es el mejor momento de tu carrera?
-Yo quiero hacer lo que me gusta y trato de aportar lo mejor, con la confianza que me da el entrenador. Es verdad que es uno de mis mejores momentos por la experiencia, por cómo estoy físicamente y porque me hacen sentir importante. Los compañeros me contagian y vengo a entrenar con una sonrisa.
-¿Jorge Almirón es el técnico que más te marcó?
-Es un técnico que trabaja y te enseña mucho, al igual que Mauricio Pellegrino y Gabriel Milito. Los tres me marcaron porque les interesa dejarte conceptos. Hoy, todos los días me llevo algo y está buenísimo que a los 33 años pueda seguir aprendiendo, porque uno puede decir que se las sabe todas y no es así. Hoy. Y además Jorge tiene su toque. Por ejemplo quizás con Guillermo (Barros Schelotto) éramos más directos y ahora no. Tenemos que ser más pacientes, tener la pelota y encontrar los huecos y los espacios, leyendo el partido para buscar por qué lugar atacar. A mí me gusta que mis equipos jueguen como lo hace Lanús y me gusta jugar como lo hago acá.
-Ahora van por la Copa Libertadores…
-Es lo que queremos. Va a ser mi segunda Libertadores y me llega en un momento donde estoy pleno. Disfruto el doble porque sé que lo que pasó ya no lo vuelvo a vivir. Dejé los nervios y la ansiedad atrás, son momentos únicos y los quiero disfrutar porque ya no puedo volver atrás.
-¿Cómo se trabaja con el presente de la AFA?
-No es fácil lo que pasa. No tomamos la dimensión de lo que es el fútbol argentino y la importancia que tiene. Que la liga esté así, que no haya dinero… nos hace mal y nos afecta. Estamos a inicios de febrero y es triste no saber cuándo comienza el campeonato. Nosotros teníamos un mínimo calendario para planificar. Pero si no tenés nada, ¿qué haces?
-Tuviste un paso por Europa entre 2008 y 2010, ¿cuánto te sirvió?
-Fue muy positivo. Yo me fui del acá jugando con el pasto hasta los tobillos en canchas lentas y creía que estaba bien. Cuando llegué allá, el pasto era cortito y a los campos los regaban antes y en el entretiempo de los partidos. Al principio la pelota me rebotaba tres metros y pensaba que no podía jugar. Me costó la adaptación, y hoy si la cancha no está mojada, me parece raro.
-¿Qué fue lo que más aprendiste futbolísticamente?
-Entendí que tenía que tener la pelota mucho menos en el pie. Quizás con un pase o un control te podés sacar de encima uno o dos jugadores siendo más rápido y más preciso. Y eso después lo pude aplicar con el paso de los años.
-¿Se vive muy diferente el deporte?
-Yo extrañaba mucho como vive el fútbol el hincha argentino. A veces nos sobrepasamos, pero acá cómo se siente el partido… no se da en muchos países.
-El problema es cuando te no te va tan bien…
-No hay que llegar a los límites y sobrepasarse. Uno entiende al hincha, es muy pasional y se enoja. Pero yo salgo a ganar siempre, no quiero hacer las cosas mal. Yo soy hincha del equipo que me contrata. Me puede salir mal o bien, pero dejo la vida.
-¿Qué pasa por la cabeza del jugador cuando lo insultan o lo silban?
-Mucha tristeza y decepción. Pero hay que estar preparado. Yo de la cabeza fui mejorando, no nací con un chaleco antibalas. Y me dolía mucho no entender a la gente. Acá no podés errar un pase, aunque erre todo el mundo en su vida. La gente es muy pasional, pero yo me quedo con la sensación de que en varias situaciones pude cambiar los silbidos por aplausos.
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