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Rojitas, a los 76 años: "Me siento querido por la gente, en el podio de Boca estoy con Riquelme y..."
"Dios y la Virgen me ayudaron mucho, fui un bendecido, tocado por la varita mágica, y todo se dio muy rápido. En diez días, tercera, reserva y primera. Pim, pam, listo. Pero uno tiene que ser un agradecido por sobre todas las cosas, uno no se tiene que olvidar de aquellos que tanto lo ayudaron". Rebobina la historia Ángel Clemente Rojas, su rica historia, y entonces estaciona la memoria en aquellas imágenes que le devuelven a ese chico al que todos llamaban "Pelado".
"Mi padrino, don Miguel Spadachini, fue todo para mí. Él fue quien me llevó a River cuando tenía 11 años. Me acuerdo de que fuimos desde Sarandí en un viaje interminable, tomamos el tren, qué se yo cuánto tardamos, y como no llevaba la solicitud que te pedían en esa época, ni me dejaron pasar. ¡Menos mal! Mirá después cómo terminó todo, jajaja".
–Otro que lo quería mucho era don José, el panadero.
–¡Claro! Mirá cómo te acordás.
–En realidad, es alguien al que usted siempre nombró.
–Porque soy un agradecido. Cuando me dijeron que tenía que concentrar la primera vez salí disparando, no sabía qué hacer, ni zapatos tenía.
–¿Y necesitaba sí o sí los zapatos para concentrarse?
–Y, sí, en esa época se usaban hasta para concentrar. Entonces el sábado a la mañana después de la práctica, cuando volví a casa me crucé a la panadería de don José, que estaba enfrente, le conté, y enseguida me llevó a la zapatería de la avenida Mitre a comprarme unos mocasines. Lo que fue esa noche en el hotel Nogaró… Ya te voy a contar...
Cuando debutó en la primera, en el '63, aún no se había sumado al equipo el otro Rojas, Alfredo, el Tanque. "Cuando llegó él, para diferenciarnos, el relator Bernardino Veiga me empezó a decir Rojitas", dice para LA NACION. Pero en realidad, aquel crack de rostro angelical, esa estrella de cintura encendida, incomparable, tan hábil como guapo, encantador de fieles y de ateos, fue Rojitas desde el primer instante.
Este viernes Rojitas cumplió 76 años, ya cruzó la barrera de las cinco décadas como gloria de Boca. Porque, cuando el legado es grande, el sentimiento no se termina. Acaso fue el ídolo mayor de la historia del club hasta la aparición de Juan Román Riquelme.
–¿Cómo se lleva con ese tema de la idolatría?
–Mirá, yo siempre me sentí muy querido, y creo que estoy en el podio de Boca. Con Román y con algún otro. El tema es que la camiseta de Boca se la pusieron tantos grandes que es feo comparar. Maradona… Lo que pasa es que Diego jugó solamente un año bárbaro, el 81. Después volvió y jugó menos. Carlitos Tevez, yo amo a Tevez, Martín Palermo fue muy importante… Qué se yo. Igual lo que vale es ser una buena persona. Y yo creo que soy una buena persona.
–¿Habló con Riquelme para manejar la Mutual de los ex jugadores del club?
–Pero callate, nene..., que me llamó Román y me quedé helado.
–¿Por qué?
–Porque no lo esperaba. Para nada.
–Bueno, pero usted es Rojitas.
–Sí, pero no lo podía creer. Estamos hablando el tema. Y voy a arrancar, me entusiasma. Me gusta eso, como también me gusta ir al interior, recorrer el país, charlar con la gente. Mirá cómo será la cosa que soy el que tiene más peñas a su nombre, casi veinte. Eso me llena de felicidad.
–¿Cómo lo trata la cuarentena?
–Y, como a todo el mundo. Nosotros estamos bastante bien, pero no podemos salir, te volvés loco. Bajo a la calle de vez en cuando, vivir en departamento en una situación así es complicado. Pero no me quejo. Estoy en Flores, el barrio al que me mudé allá por el 63. Pero todavía tenemos aquella casa de Sarandí. Y cuando voy, los que quedan de mi época en el barrio me siguen llamando "Pelado".
Francisca y Clemente Jacinto tuvieron a Susana, a Ángel y a José María. "Mi hermana me cuidaba a mí y yo a mi hermano. Mi viejo laburó toda su vida, como 50 años, en la fábrica de pinturas La Pajarito, que quedaba cerca de casa. Y yo era un mocoso que andaba siempre en la calle, en los potreros, jugando a la pelota. Por eso siempre digo que nací para ser futbolista, ya en la panza de mi mamá pateaba una pelota, sin ninguna duda. Éramos muy humildes, pero vivíamos felices. Después, con el tiempo, los pude traer a todos a Flores, pero la casita de Sarandí quedó y la fuimos arreglando, le hicimos un quincho y todo".
–¿Cómo llegó a Boca?
–Y, ¡por mi padrino! Volvió loco al Nano Gandulla para que me probara. Resulta que al lado de casa vivía un chico, jugaba más o menos. La familia tenía mucha plata. Y un día me dijo: "Mi papá me consiguió una prueba en Boca".Entonces le pedí a su papá si podía ir yo también, y si podía acompañarme mi padrino. Fuimos, pero tampoco tenía la solicitud para que me probaran. Me acuerdo que este chico se llevó toda ropa nueva, botines brillosos, y yo no tenía nada, andaba con las zapatillas Flecha nada más. El que manejaba todo era el Nano Gandulla pero no me podía probar a mí. Mi padrino le pidió tanto, le insistió tanto, que al final le dijo que sí. Me dieron una pecherita, estábamos ahí en el predio de Agronomía. "¿De qué juega?", preguntaron. "De 9". Entré y en veinte minutos hice tres goles. De ahí me mandaron a hacerme dos radiografías en Palermo y a la sede de Boca para fichar. Y ahí empezó todo. Y se fue dando muy rápido, no hice las inferiores como se hace normalmente, una categoría por año. Enseguida jugué mi primer partido, por la octava división, con la camiseta de Boca en la cancha de Huracán. En la grande, la principal. Era enorme para mí. Ganamos 3-1 y también ese día hice un par de goles.
Una vez que aquel 27 de mayo de 1959 estampó la firma y fichó en Boca, ya nada fue igual. El club All Boys de Sarandí empezaba a entrar en el pasado, el mundo azul y oro llenaba los ojos incrédulos de Rojitas, aquel "Pelado" que vendía las ranas que atrapaba con los amigos en los arroyos de la zona Sur. Sobrevolaba las inferiores, mientras soñaba con jugar junto a su ídolo, Ernesto Grillo. Fue cedido en 1962 a Arsenal de Lavallol (por entonces, filial de Boca), en donde siguió amasando su aura de crack junto a Oscar Pianetti, con quien pronto compartiría éxitos en Primera.
Volvió y la siguió rompiendo en los preliminares. La gente empezó a conocerlo, y su nombre pareció pólvora al lado de la llama: fue querido antes de debutar en la máxima categoría. El 12 de mayo de 1963, en el viejo Gasómetro de avenida La Plata, levantó murmullos de admiración durante el partido de Tercera contra San Lorenzo. El jueves siguiente actuó en el 4-1 de la Reserva frente a Estudiantes, en la cancha de Boca. Y el domingo 19 de mayo llegó el momento del debut, ante Vélez, en la Bombonera.
–El gran día.
–Yo ni sabía agarrar los cubiertos, nene. ¿Me entendés lo que te digo? Y me sientan a la mesa con Rattin, Alberto González y el Beto Menéndez. Yo, con mis mocasines nuevos. Me quería morir, no sabía qué hacer. Esa noche previa ni dormí, qué iba a dormir… Encima ni me dijeron con quién compartía la habitación. Y me tocó con Rattin. Bah, fue Rattin el que pidió que me pusieran en su pieza. ¿Sabés lo que era Rattin? Un monstruo, con una estampa bárbara, y estaba ahí con su pijama de seda, jaja. Yo no entendía nada. Y me fui a dormir sin saber si era titular. Y cuando dieron el equipo… Roma, Silvero, Marzolini… Madre mía".
El técnico era José D’Amico pero el hombre influyente en ese vestuario era Pedernera. Y más allá de Roma, Silvero y Marzolini, ese día junto a Rojitas los titulares también fueron Simeone, Rattin, Orlando, Corbatta, Menéndez, Grillo y Alberto González. Boca venció por 3 a 0 con tres tantos de Corbatta, dos de penal y uno de tiro libre. Todas las infracciones habían sido a Rojitas, el de la cintura indescifrable, el que encandiló al hincha como encandilan los amores a primera vista. Ese día fue llevado en andas por sus propios compañeros y ya no se fue más del corazón xeneize.
–Ese día fue inolvidable. Y también fue inolvidable lo que me dijo don Adolfo Pedernera después, apoyándome el dedo en el pecho: "Ahora, pibe, tiene que demostrar que esto no fue casualidad".
–¿Sintió que había debutado y se había convertido en ídolo?
–Sentí muchísimo cariño. Pero creo que me terminé de ganar al hincha de Boca unas fechas después cuando le ganamos a Independiente en la cancha de Boca. Les hicimos tres. Y yo le hice dos goles a Santoro. ¿Me entendés? ¡A Santoro! Independiente tenía un equipazo. Ese día creo que pasé a ser ídolo.
Cuenta que Silvio Marzolini, recientemente fallecido, "fue el mejor número 3 de la historia, un gran profesional y una gran persona. Tímido, no era de hablar mucho, respetuoso, humilde. Un fenómeno". Dice que Beto Menéndez fue "el mejor jugador" que vio en su equipo y que Pedernera "fue un tipo espectacular".
–¿No había problemas con él por su gran pasado como jugador de River?
–Nooo, nada que ver. Era un grande. Un día apareció sin avisar en casa, era pleno verano y me dice "tengo que hablar con usted". Yo perdía 2 o 3 kilos por partido en verano y eso me complicada. Entonces me dijo que tomara medio litro de vino al mediodía y medio a la noche, que así iba a recuperar peso. ¡Y tenía razón!
–¿Es cierto que se gastó todo el premio de un partido de Copa en un día?
–Nooo, es mentira. Se dijo que me gasté 300 mil pesos, ¿pero sabés cuánto era eso? Aparte, ese dinero era para todo el plantel. No… Alberto J. Armando (presidente xeneize entre 1954-55 y 1960-80) siempre fue generoso, eso sí. Si a veces nos daba mejicanos de oro como premio y después los íbamos a cambiar. A mí me dio el dinero para el departamento en Flores. Después me lo fueron descontando, eh. Y mi primer auto fue un Falcon celeste que él le había vendido al Beto Menéndez primero.
–¿Se arrepintió de no haber ido a Real Madrid?
–Mirá, cuando fuimos a Marruecos, a Casablanca, y jugamos contra esos grandes como Puskas en el '64, me mandó a llamar Armando a su suite. Habíamos ganado 2-1, nos dieron libre y salimos. Yo pensé que me iba a retar. Pero no. Primero me felicitó y después me preguntó si quería pasar a Real Madrid. Ya le habían hablado a él. Y en ese momento le dije que no, que quería jugar en Boca. Después, con el tiempo, sí me arrepentí un poco porque dejé pasar una gran oportunidad. Pero en ese momento yo sólo quería triunfar en Boca.
El hombre que es estatua en el museo boquense formó su familia con Carmen Beatriz primero y desde hace 48 años, con María Inés. Tiene tres hijos (Marcela, Pablo y Martín) y siete nietos. Martín y su hijo mayor (Agustín) son quienes le insistieron en los últimos tiempos para que incursionara en el mundo de las redes sociales. Y ahí anda Rojitas, devolviendo cariño a seguidores de las más diversas generaciones. Fue campeón en el '64 y el '65, en el '69 (Nacional y Copa Argentina) y en el '70. El próximo 23 de diciembre se cumplirán 50 años de su último título, cuando con un gol suyo y otro de Jorge Coch, Boca venció por 2-1 a Central en cancha de River por el campeonato Nacional. Jugó también en Deportivo Municipal de Perú, Racing, Chicago, Lanús y Argentino de Quilmes.
Sonríe con ganas cuando rememora el día en que fue "a la cancha de River con La 12, la barra de Quique, disfrazado con una peluca, jajaja. Estaba el Roña Castro en el grupo también". Se le llena la voz de orgullo cuando recuerda el partido que Boca igualó 2-2 con River "y dimos la vuelta en el Monumental", el día en que se abrieron los grifos para empañar la celebración por la conquista del Nacional 69.
En cambio, insiste en que fue un escándalo cuando los dos equipos terminaron en la comisaría tras la batalla del 17 de marzo del '71 con Sporting Cristal en La Boca. Y que se arrepintió rápidamente de aquella travesura cuando le quitó la gorra a Amadeo Carrizo antes de iniciarse el clásico, en el aciago 23 de junio de 1968, el día de la puerta 12. Carrizo se enojó, lo corrió "pero enseguida nos hicimos amigos y siempre guardé un gran respeto por él, que fue el arquero más grande para mí del fútbol argentino". Jugó contra Pelé ("un fuera de serie que te intimidaba por su presencia nomás") y alguna vez quedó envuelto por el surrealismo del contorno… "Estábamos jugando en la Bombonera contra San Lorenzo, miré al banco y estaban Sanfilippo, Grillo, Corbatta, Valentim… Entonces pensé «¿qué tengo que hacer yo acá, de titular? ¿Esto será cierto?».Jugar en la Bombonera es lo más grande que hay".
–¿Le quedaron cuentas pendientes?
–No, querido. Yo soy un agradecido por todo lo que me dio el fútbol. Por todo el cariño que recibí y que sigo recibiendo. Por eso, les mando un abrazo a todos los hinchas de Boca y gracias por acordarte de mí. Gracias por la charla, por haberme hecho pasar este lindo momento.
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