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Rodrigo Moreno, el futbolista más caro de la historia de Leeds, y una relación especial: “Bielsa miró más partidos míos que yo y toda mi familia juntos”
El delantero intenta hacerse un espacio importante en un club especial, con un entrenador al que tilda de “diferente”; su variada trayectoria desde que dejó Brasil a los 10 años y sus mejores compañeros argentinos
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La vida nómade, para Rodrigo Moreno, empezó mucho antes. Esa costumbre de armar y desarmar valijas que viene en el dorso de la etiqueta del futbolista profesional, en su caso se remonta a la infancia. Ahora mira la llovizna por la ventana en su casa de Leeds, mientras conversa con LA NACION, un año después de haber aterrizado allí. Un viaje más en la vida trashumante de este brasileño que a los 10 años dejó las playas de Río de Janeiro para mudarse a Vigo con toda la familia. Otras playas, sí, pero nada que ver: frío, lluvia constante, un invierno que muele los huesos: “Vi nevar por primera vez a los 10 años, cuando llegamos a Vigo. ‘¿Qué hago acá?’, dije”. Por eso, cuenta ahora con una sonrisa que parece enmarcada, el norte de Inglaterra no le resulta tan duro: sabe de qué se trata el asunto. “La adaptación no fue tan difícil, uno ya tiene sus trucos después de tantos cambios. Hablaba algo de inglés, eso ayuda muchísimo. Que el cuerpo técnico hable español es una ayuda también. Pero reconozco que al principio fue complicado por la pandemia. Todo cerrado, estábamos siempre en casa”, desgrana e incluye en la respuesta a Mari, su compañera, y Daniella, la hija de una pareja que sabe mucho de mudanzas.
Antes de que Leeds pagara por él 30 millones de euros -la transferencia más cara de la historia del club-, este delantero de 30 años vivió en Río, Vigo, Madrid, Bolton, Lisboa y Valencia. Ese bagaje tiene dos caras: la que sale en la prensa y se muestra con grandilocuencia en las redes sociales, y la otra, menos publicitada, donde se alojan los padeceres. “El fútbol te da acceso a infinidad de cosas a las que muy pocos llegan, pero es una vida de sacrificios desde mucho antes de que llegue el dinero. Parece que si ganas dinero, nada te afecta. Y es una vida de sacrificios desde los 10 u 11 años. ¿Cuántos se tienen que ir de su casa a esa edad detrás de su sueño, a sabiendas de que si hay suerte, dos o tres de 50 lo conseguirán? ¡O ninguno! Moverte de un lado a otro, acostumbrarte a un nuevo país, una nueva ciudad, que se adapte tu familia… No es fácil: cuando mayor es la recompensa, mayor es el sacrificio”, reflexiona con la madurez que solo llega con el aprendizaje de las vivencias.
Aquí y ahora, ya en el inicio de su segunda temporada en Leeds, escribe su propia experiencia con Marcelo Bielsa, ese entrenador al que la mayoría de sus dirigidos distingue como diferente. Rodrigo no es la excepción. En el primer año juntos atravesaron momentos cambiantes. Contra Chelsea, la temporada anterior, Bielsa lo hizo ingresar en el segundo tiempo y al rato lo sacó, algo que en Inglaterra llamó la atención más allá de los antecedentes del entrenador en esas decisiones. O, al recuperarse de una lesión, lo hizo jugar algunos partidos en el Sub 23 para que se pusiera a tono, antes de regresar al equipo principal. Material riquísimo para el debate en la prensa. “Son acciones que él hace naturalmente, a las que la mayoría del fútbol no está acostumbrado. Aquí en Leeds, si no jugaste el fin de semana o lo hiciste pocos minutos y al otro día juega el Sub 23, te toca jugar con ellos. Obviamente, en un primer momento a la gente le choca. Pero forma parte de su manera de trabajar, es su manera de buscar tu mejor versión. Cuando me ocurrió, acá se empezó a decir que yo no lo aceptaba, o que tenía una mala relación con él. Y nada que ver, yo lo respeto a él como siempre lo hice con mis entrenadores. Por eso salí a aclararlo en aquel momento”, recuerda ahora.
Pero Rodrigo sabía con quién se encontraba: “En España es una figura muy fuerte por lo que hizo en Athletic de Bilbao y por sus peculiaridades. Yo tuve compañeros de las selecciones juveniles de España que habían trabajado con él, Muniain y Ander Herrera. Recuerdo que en esa época comentaban anécdotas suyas, o su manera de relacionarse. Antes de venir acá lo llamé a Orellana, que lo tuvo en la selección chilena. Me dijo que iba a aprender mucho y que me iban a llamar la atención los entrenamientos: ‘Vas a ver y hacer cosas que no te pasaron en tu vida’. Es verdad, es totalmente diferente, tiene una manera de trabajar muy analítica. Y así potencia al futbolista. Aquí en Leeds se vio muy claramente, ha llevado al equipo a primera división y lo puso en una posición inmejorable”.
-¿Cuáles son esas cosas tan diferentes?
-No hay trabajos globales de posesión o partidos reducidos, lo habitual en el fútbol y que yo conocía. Hacemos trabajos muy analíticos: paredes, anticipos, uno contra uno. Todo está muy medido y calculado. Muy controlado numéricamente en todos los sentidos. cuando vamos a los partidos nos miden la hidratación, por ejemplo, con la orina. todo está mega controlado. La balanza es otro elemento, no pesan todo el tiempo. Marcelo está siempre muy pendiente de pequeños detalles que desde fuera alguien puede decir “uy, qué pesado esto, no vale para nada”, pero al final marcan una diferencia importante.
-Jorge Jesús, que te entrenó en Benfica, bromeaba que él te inventó tu puesto de “9 y medio”. ¿Hablaste con Bielsa de eso, para explotar tu mejor versión?
-No hizo falta, estoy seguro de que me conoce mejor que yo mismo (se ríe). Miró más partidos míos que toda mi familia y yo juntos (suelta la carcajada).
-Su estilo es mantenerse distante, al revés de otros técnicos más proclives al contacto estrecho...
-Yo entiendo que es difícil para el entrenador. Tienes respeto y cariño por todos, pero cada cuatro o cinco días tienes que joder a 12 jugadores dejándolos fuera del equipo. Esa distancia con el jugador es necesaria. Marcelo es muy exigente, muy profesional, todos sabemos de su obsesión por el fútbol, de su gran conocimiento. Es el brazo ejecutor de un proyecto muy claro del club.
El arribo a Leeds de este futbolista nacionalizado español, que empezó a ser citado a la selección después del desastre de Brasil 2014, coincidió con el regreso del club inglés a la Premier tras 16 años de andar penando entre segunda y hasta tercera división. Eso inflamó a una hinchada muy pasional, que esperaba mucho. La primera temporada se saldó con un dignísimo noveno puesto (Leeds figuraba 16 en el ranking de presupuestos entre los 20 clubes de la Premier), a lo que Rodrigo contribuyó con siete goles y dos asistencias en 26 partidos. “Es un club con una gran historia en el fútbol inglés, muy respetado. Lo han puesto donde le corresponde, por su historia. Deportivamente, mi primer año no fue del todo positivo, tuve más lesiones de las que había tenido en mi carrera, me contagié de Covid, entré en un nuevo estilo de juego... Pero siempre con la mentalidad de querer más”, mira hacia adelante. Y en el horizonte está mejorar esa posición final en esta nueva temporada en la Premier -más allá de haber protagonizado un comienzo sin triunfos en cinco fechas-, a la par del avance en las copas nacionales.
Claro que, cuando mira hacia atrás, Rodrigo vuelve a ver a aquel nene que andaba siempre con la pelota. “Vivía en Barra de Tijuca, nos juntábamos en un parque o en la playa. Voley playa, fútbol playa… Iba al colegio y después me la pasaba jugando al fútbol en la playa con mis amigos.
-¿Y qué queda de ese futbolista de playa?
-La alegría por hacer lo que me gusta. Eso se mantiene a pesar de lo que implica el fútbol profesional. El día a día no es tan bonito como puede parecer desde afuera: la exigencia es muy grande, hay momentos de gran dificultad. Pero intento mantener la ilusión de aquel chico que fui.
El fútbol, al final, ha sido tanto que ahora llega el momento de las preguntas comunes a todos los treintañeros, jueguen en la Premier League o en la cuarta división de Guatemala. “A mi edad”, concede, “empieza a rondarte la gran duda que tiene un futbolista: ¿qué vas a hacer después? Llevas toda la vida dedicándote a una cosa, y a veces es difícil conciliar el estudio con eso, y después llega ese momento. No me inquieta, no me quita el sueño, pero lo pienso. Ya no tengo 20 años, y uno tiene que ir planteando el día después. No tengo ningún proyecto empezado, pero seguramente siga dedicado al fútbol. Creo que volcado a la formación, me gusta mucho eso. El fútbol no solo me dio una carrera y una buena vida, sino que me ha educado. En mi infancia y adolescencia, la disciplina, el esfuerzo y el sacrificio fueron valores que me proporcionó este deporte”.
Su ranking de compañeros argentinos
- 1) Enzo Pérez. “Tuve la suerte de jugar con él en Benfica y Valencia, donde nos hicimos muy amigos, incluso entre las familias. Soy hincha de Flamengo, pero no lo llamé cuando le ganamos la final de la Libertadores porque lo conozco, mejor no le hables en una semana (ríe). Sí lo había llamado cuando River le ganó la final a Boca.
- 2) Ezequiel Garay. “Jugué con él tres años en Benfica y cuatro en Valencia. Fuimos campeones en los dos clubes. Un gran tipo, un gran futbolista”.
- 3) Los demás... “Aimar, Saviola, Gaitán, Toto Salvio... Cuando llegué a Benfica, tenía 19, entré al vestuario y estaban Aimar y Saviola, los había visto jugar desde pequeño, eran una referencia. Con Javi sigo en contacto, hace poco hablamos. Aimar era una cosa de locos. En algo soy igual a Messi: los dos lo teníamos como referencia (se ríe)”.
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