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Rodrigo Aliendro, el campeón con River que la rompía a los 9 años en la Fundación Gallardo de la mano del papá del Muñeco
La increíble historia del volante de 32 años, que fue parte del proyecto que la familia Gallardo tenía en Merlo
- 18 minutos de lectura'
“¿Sabés lo que le rompí los huevos a Marcelo para que lo trajera a River?”.
A Máximo Eliseo Gallardo, el ambiente futbolero le puso un sellito en la frente: “El padre de la criatura”. La criatura, se sabe, es la que hizo felices a millones de hinchas de River en estos últimos años. A Máximo Eliseo Gallardo, sin embargo, en el conurbano oeste profundo se lo conoce como Machu. De joven, con la pelotita, parece que andaba bastante bien. “Machu la descosía, para muchos fue el mejor jugador que dio el Parque San Martín a nivel amateur, era un enganche con una pegada extraordinaria, con su equipo salían siempre campeones en una liga muy fuerte como la de Merlo”, lo radiografió hace un tiempo Gustavo Grossi, cabeza del proyecto juvenil de River durante buena parte de la gestión D’Onofrio. Grossi es de Merlo, como Gallardo, y eran vecinos, vivían a pocas cuadras. Incluso nació unos meses antes que el Muñeco y competían en el baby para equipos diferentes (Grossi, en Laureles, y el Muñeco, en Nahuel). Los padres de ambos compartían ataque en Once Colegiales, otro club de la zona.
La frase con la que arranca este artículo la pronunció el propio Máximo. Fue el día posterior a que se viralizaran en redes sociales dos fotos de Rodrigo Aliendro con la camiseta de la Fundación Gallardo. El Peti (tal su apodo desde niño, por su baja estatura) tenía 9 años. Las fotos habían sido compartidas por Martín Palacio, uno de sus compañeritos de aquel equipo. El día posterior a esa viralización, LA NACION le reenvió el contenido a Máximo, para saber si recordaba al personaje en cuestión...
-Claro, ¿cómo no me voy a acordar del Peti si lo crie yo? Tenía 8 o 9 años cuando lo dirigí en la Fundación, y después lo llevé a River, donde estuvo unos años y terminó quedando libre. De ahí fue a Argentinos, donde también quedó libre, más tarde a Chacarita, se fue a jugar a Ituzaingó, volvió a Chacarita y quería irse otra vez a Ituzaingó porque no jugaba. Le aconsejé que no lo hiciera, porque ya había subido un escalón. Al final se quedó en Chaca, el Vasco Azconzábal se lo llevó a Atlético Tucumán y ahí explotó, para después seguir como gran figura en Colón. ¿Sabés lo que le rompí los huevos a Marcelo para que lo trajera a River?... Me da tanto orgullo que le vayan las cosas bien ahora...
De Gallardo a Gallardo. Se dice tantas veces que la vida es una calesita, y a cada paso se encuentran pruebas que lo refrendan. También esta obra podría titularse “de River a River”, y sería igual de circular. ¿Qué era la Fundación Gallardo? Lo explicó el propio Muñeco, al momento de cortar las cintas de las instalaciones, en Merlo, unos días antes de viajar a Francia, para iniciar su ciclo como jugador del Mónaco, en junio de 1999, en una nota en primera persona con formato de carta, en la última página de la revista El Gráfico.
“Esta es una partida transitoria, porque estoy seguro de que voy a volver, como lo hicieron el Beto y el Enzo -arrancó el Muñeco, quien no prometió en vano y cumpliría por duplicado como futbolista y una vez, hasta ahora, como DT-. No me quise ir sin dejar inaugurada antes una obra para toda la gente del fútbol, para todos los chicos, en realidad. Por ahora es una obra pequeña, pero hay muchas ideas atrás para concretar, y espero que sirva para que otra gente del fútbol se vaya sumando. Aparte, lo primero que me llevé a Francia fue una computadora para seguir vía internet cómo se está desarrollando el proyecto. Lo que yo pretendo a través de la Fundación es que los chicos tengan un lugar para crecer sanamente, para que se sientan protegidos. No me interesa que sean grandes futbolistas, aunque sé que la mayoría empieza por el fútbol porque el fútbol les gusta y lo practican con pasión. Pero a partir de esa excusa del fútbol quiero que reciban un control médico adecuado, que se los alimente a través de un comedor, que se cree un lugar donde se les dé charlas y proyecte videos sobre diferentes temas que les evite caer en el ocio y otros vicios más duros, tan comunes en estos tiempos. A mí me apena mucho ver a chicos de 12 años que andan fumando por la calle y arruinándose la vida. Por eso quiero protegerlos. Empezaremos recorriendo las escuelas y a través de ellos becaremos a los chicos que más necesitan, que no pagarán un peso. Espero que distintas empresas se sumen a este proyecto para que crezca día a día. A mí, todo esto me hace muy bien y me llena de orgullo. Es un sueño hecho realidad”.
Por la Fundación Gallardo pasaron unos 900 chicos. Tenía equipos de fútbol y de básquet, y recibían tres comidas diarias, pero la crisis del 2001 fue implacable: arrasó con todo y terminó de cortarle la cabeza a ese proyecto tan noble. “La Fundación cerró porque se nos terminó la plata, las empresas no querían poner más en un momento de incertidumbre y crisis en el país -se lamenta todavía Máximo-. Cuando bajamos la persiana, la gente grande lloraba, ¡no sabés lo que fue, la tristeza que había! Ahí les dábamos a los chicos desayuno, almuerzo y merienda, nadie pagaba un mango, también la ropa de la Fundación y zapatillas, teníamos arreglos con escuelas privadas para que usaran nuestras instalaciones a cambio de entregar becas para los chicos de la Fundación. Así muchos pudieron estudiar en buenas escuelas privadas”.
Aliendro vivía a unas 15 cuadras del hogar de los Gallardo, y estuvo en la Fundación casi desde el comienzo y hasta que cerró. El padre era plomero, incluso realizó trabajos en las instalaciones de la Fundación, y la madre, que lo acompañaba a toda hora y a todos lados (lo sigue haciendo), trabajaba en casas de familia. “En cancha chica, el Peti jugaba del medio para adelante -recuerda Máximo Gallardo-, y en cancha grande era el 10 del equipo, el viejo 10, era muy completo, lo comparaba siempre con Marcelo, tenía un estilo parecido y hacía la diferencia. Yo era el director técnico del equipo, había varias categorías, de la 86 hasta la 95; el Peti era de la 91, una categoría que andaba muy bien”.
Sigue Máximo: “Se armaban siempre torneos por la zona y una vez fuimos a Mercedes, provincia de Corrientes, como invitados. Era una especie de mundialito lo que se jugaba, con muchos equipos. El torneo se llamaba ‘Chamiguitos’, me acuerdo, era muy federal, duraba una semana, muy lindo torneo. River mandaba infantiles, también Newell’s, estaba Chaco For Ever y nosotros con la Fundación llevamos dos categorías. Y con la del Peti nos trajimos el trofeo, lo tengo en el museo de casa. El Peti lo ganó prácticamente solo, me acuerdo muy bien”.
Máximo tenía ya en ese momento muy buena relación con Gabriel Rodríguez, una institución como reclutador y maestro de las inferiores de River. Rodríguez fue, entre otros, el que le tomó la prueba al Muñeco en 1988. A través de ese contacto, Machu acercó a River un par de jugadores que jugaban en la Fundación. El Peti fue uno. Y quedó. Entró en las infantiles y llegó a jugar en la Prenovena. No pasó de allí.
Ricardo Osvaldo Lazbal tiene 66 años. Fue un wing derecho que se formó en River desde los 12 años, compañero de categoría de Omar Labruna, Héctor Bargas, Rubén Bruno y el Chino Coudannes, entre otros, jugó 9 partidos con la Banda en la Primera, en 1976, y luego siguió por diferentes equipos para terminar su carrera en Francia. Ya retirado, se sumó a trabajar en el semillero y lo hizo en dos períodos, siempre en Prenovena y Novena. Entre 1999 y 2005 pasaron por sus manos, entre otros, Gonzalo Marinelli, Buonanotte, Gustavo Bou, Mauro Díaz, Chichizola, Mussachio, Lamela, Cirigliano y González Pírez. Luego trabajó en Quilmes, Chacarita y volvió a River entre 2010 y 2014 para ayudar a crecer a Augusto Batalla, Mammana, Driussi, Montiel, Exequiel Palacios, David Martínez, Mateo Retegui, Facundo Medina y Girotti.
“Rodrigo no estaba en mi equipo, no lo dirigí, pero lo veía entrenar en los infantiles en mi primera etapa en el club, porque practicaban varias categorías juntas -repasa Lazbal-. Era bajito, le hacía honor al apodo. Era un wing derecho habilidoso, de pique corto y desborde, con características similares al Burrito Ortega de los comienzos, pero bueno, en River no es fácil, son muchos los chicos que hay”. No es fácil, seguro que no. Aliendro quedó libre en River y como pasa muchas veces cuando hay cambio de autoridades en un club, que se van entrenadores de inferiores para que vengan otros, el Peti siguió los pasos de Jorge Viejo, su DT en River, que se fue a Argentinos Juniors.
“Unos años después, yo ya me había ido de River y estaba dirigiendo a la Sexta de Chacarita -continúa Lazbal-. Entrenábamos cerca de General Paz y Constituyentes y un día cayó Rodrigo con Maxi Paredes, un compañero de su categoría en Argentinos. Los dos habían quedado libres. Lo vi y enseguida me acordé de él, claro, me preguntó si había posibilidades de sumarse y ni lo dudé. Si bien no había sido su entrenador, me acordaba de que jugaba bien. Al otro día, en la práctica, ya vimos que se destacaba. Fernando Mas, el hijo de Pinino, era el profe”.
Aliendro llegó a la Primera del Funebrero a comienzos de 2012, cuando el equipo rascaba los fondos de la olla en la B Nacional. De hecho, terminó bajando a la B Metro después de darle un regalo para la eternidad a los hinchas de River el 17 de junio de ese año. Fue el recordado 3-1 a Rosario Central en Arroyito, un día del padre por la mañana, después de que River perdiera 1-0 el día anterior con Patronato en la cancha de Colón y su misión de regresar a Primera quedara pendiendo de un hilo. Esa mañana, Aliendro no integró el equipo, pero sí había debutado en Primera unas semanas antes, el 14 de mayo, por la Copa Argentina, en Salta, ante San Lorenzo. Un Peti rapado al ras (secuela de los famosos bautismos) entró a los 36 minutos del segundo tiempo por Gastón Rossi, con el partido igualado 1-1, y esos escasos minutos le alcanzaron para hacer echar a Abel Luciatti, que se ganó el Premio Chenemigo de Olé. “Le aplicó una fuerte plancha en el tobillo a Aliendro, un pibe que debutaba. Una firma para la roja”, se lee en el diario como argumento a tal “distinción”.
El partido de su estreno con San Lorenzo terminó 1-1, y pese a su juventud e inexperiencia, el DT de Chaca, Luis Marabotto, lo puso en la lista de ejecutantes de penales. Seguramente le vio fuerte personalidad. Aliendro pateó el tercero, abriendo el pie, suave hacia la izquierda de Pablo Migliore, que esa noche era una especie de reencarnación de Goyco y atajó 3 de los 4 penales que le tiraron, incluido el de Aliendro. San Lorenzo ganó 3-1 y pasó de fase. “Esa noche lloré en la cancha como si estuviera encerrado en mi pieza, lloré en el avión de vuelta y lloré en mi casa. Después me puse a pensar que quizás me pasó por algo. Más adelante, cuando pateé otros penales, lo hice con otra decisión”, admitió Aliendro en un zoom que hizo con la Fundación Unión Internacional de Jóvenes de Santiago del Estero en una charla con la fortaleza mental como eje, en 2020, en plena pandemia.
No olvidarse de los orígenes y tener presente a quienes te ayudaron a salir del barro es una cualidad que no todos atesoran, en especial cuando se llega bien alto. Aliendro es de esa clase. “Estábamos una mañana en el predio de Colón -retoma Ricardo Lazbal-, yo dirigiendo a la Quinta de San Lorenzo, y Rodrigo, que jugaba en la Primera de Colón, fue especialmente a saludarme. No es un gesto muy común, a la mayoría de los presentes le llamó la atención que se acercara. A mí, no. Ahí volvimos a quedar en contacto y hace unos meses le mandé un mensaje para felicitarlo por su presente en River y me contestó que se sentía muy cómodo en el grupo por cómo lo trataban los compañeros. Me lo contaba con un entusiasmo y una alegría muy marcadas, como si fuera un pibito que recién empezaba a jugar en Primera y no como el jugador ya reconocido que es”.
A la hora de analizar las virtudes del todocampista de River, Lazbal -que en la actualidad trabaja en la escuela de entrenadores de César Luis Menotti-, destaca varias facetas: “Es un jugador inteligente, que entiende el juego y está siempre disponible para sus compañeros. Puede jugar con y sin pelota y ocupa bien los espacios cuando su equipo no la tiene. Posee un porcentaje alto de pases bien dados y llega al gol. Al chico habilidoso que conocí y jugaba como extremo le agregó actitud y agresividad a la hora de recuperar. Tiene un gran despliegue físico, no baja la intensidad durante los 90 minutos. Y además se destaca por otra gran virtud, que es muy difícil de encontrar en el fútbol: recupera sin cometer falta. Rodrigo es inteligente hasta para eso. La verdad es que me pone muy feliz su presente, porque es un chico que ha pasado por un montón de situaciones difíciles; cuando te dejan libre en dos clubes con apenas 15 años, no es sencillo seguir insistiendo, la gran mayoría larga. Rodrigo se reinventó. El hecho de no bajar nunca los brazos y siempre creer en él es una de sus principales virtudes”.
Antes de ponerse la camiseta de un equipo grande, Aliendro llegó a tres finales. El diciembre de 2017 fue titular con Atlético Tucumán en la derrota por 2-1 ante el River de Gallardo por la Copa Argentina, en Mendoza (Scocco, el Pulga Rodríguez y Nacho Fernández, autores de los goles) y el 8 de noviembre de 2019, un día antes de que Los Palmeras hicieran llorar a todos cantando “sabalé, sabalé” en la Nueva Olla de Asunción, en los minutos finales de la práctica previa a la final de la Copa Sudamericana entre Colón e Independiente del Valle, Aliendro le pidió patear unos penales al técnico Pablo Lavallén antes de bañarse. Y en el último disparo sintió un pinchazo. Desgarro. Chau final y a ver desde afuera como Colón perdía 3-1. Tuvo revancha un año y medio después, el 4 de junio de 2021: a los 13 minutos del segundo tiempo pisó el área chica para empujar de zurda un centro de Facundo Mura y convertir el primer gol del 3-0 a Racing que le dio a Colón la primera y única estrella en su historia.
-¿Vieron a mi pollo, vieron a mi pollo? -taladraba Machu a su hijo y a sus colaboradores del cuerpo técnico, cada vez que Aliendro sobresalía en algún partido importante. El Muñeco, igual, ya lo tenía recontra fichado. De hecho, en 2021, Aliendro le convirtió goles a River en dos partidos, ambos en el Monumental, y ambos en el mismo arco, el que da a la tribuna Centenario. El primero fue el 11 de abril, por la Copa de la Liga, para descontar de cabeza faltando 6 minutos (River ganó 3-2) y tres meses después para convertir el primer gol de Colón como campeón, el primer gol con la camiseta que llevaba una estrella en el escudo: a los 3 minutos anotó el 1-0 con un remate cruzado dentro del área. Colón terminaría ganando 2-1 a pesar de jugar 75 minutos con uno menos, por la expulsión de Gonzalo Piovi.
Su traspaso a River, en junio de 2022, generó controversias, heridos y despechados. Al anunciarle a comienzos de año a la dirigencia sabalera que no renovaría su vínculo, varios clubes se asomaron para llevárselo. Eduardo Domínguez, DT campeón con Colón, buscó sumarlo a Independiente pero la nula solvencia económica lo hizo dudar. Boca lo tentó a través de un nexo más que directo: Daniel Bolotnicoff, representante de Aliendro… y de Riquelme. Y River fue el tercer pretendiente (no por orden de aparición). Aunque se instaló mediáticamente que River fue por Aliendro detrás de los demás, lo cierto es que el Muñeco ya se había juntado un par de veces con el propio Rodrigo antes de junio. En silencio, entre otras cosas porque la relación de la dirigencia de River con la de Colón era tirante (a Lucas Beltrán, por ejemplo, no le resultó sencillo conseguir que lo liberaran para volver al club).
Aliendro ya le había dado el “sí” al Muñeco pero lo tenía que manejar con cautela. Cuando comenzó a sonar River, lo apuraron desde el Consejo de Fútbol de Boca. Bolotnicoff lo puso contra la pared, no podía quedar mal parado ante Riquelme. Pero Aliendro se sostuvo en la palabra que le había dado a Gallardo, a tal punto que terminó peleándose y separándose de su representante. “Un pibe con códigos de la puta madre y con unos huevos terribles. No dijo nada y se la jugó, aunque tuviera que romper con su repre”, valoraron desde la mesa chica que llevó adelante la negociación.
Ya en River, el DT más ganador de su historia no lo pudo disfrutar en su último semestre en el club. En parte, porque Aliendro vivió un mes de muchas presiones y tironeos por su traspaso (y eso lo afectó) y también porque fue protagonista de situaciones insólitas en el campo de juego que le quitaron continuidad: 1) el día de su debut, en la ida de octavos de final ante Vélez por la Libertadores, en Liniers, entró a los 61′ por Paradela y 27 minutos después recibió un codazo alevoso de Agustín Mulet en el aire, cayó desvanecido y debió salir en camilla; 2) un mes después fue expulsado erróneamente por Nicolás Lamolina en el descuento de la derrota con Godoy Cruz en el Monumental; 3) el 11 de septiembre duró apenas 25 minutos en la Bombonera, tras recibir un rodillazo de Alan Varela en la cara que le provocó rotura de macizo facial con hundimiento de malar, lo dejó internado un par de días y le impidió jugar hasta el 2023. Nunca pudo agarrar continuidad.
Con Demichelis en el cargo, Aliendro arrancó como titular en los tres primeros partidos, pero en el tercero, contra Argentinos Juniors, salió en el entretiempo para que ingresara Barco, porque el equipo no jugaba bien. En la famosa caída ante Arsenal (única derrota en el Monumental) estuvo en el banco los 95 minutos, para volver a ser titular ante Racing de Córdoba por la Copa Argentina y a partir de allí se consolidó como pieza clave del equipo, válvula indispensable de equilibrio. En las encuestas que hacen los medios de quién fue el mejor futbolista de River en este primer semestre del ciclo Demichelis hay un nombre que encabeza el podio. Es Rodrigo Aliendro. Luego, se acercan otros que reciben muchísimos votos: De la Cruz, Beltrán, González Pirez, Barco, Enzo Pérez y hasta Armani, a pesar de algunos errores. Pero el único que capta el 100 por ciento de adhesiones es Aliendro.
Máximo Gallardo sigue yendo al Monumental cada vez que juega River, aunque su hijo no sea más el entrenador. Trabaja en captación del club, además. Siempre va al mismo sector de la platea Belgrano baja, pegadito a la Sívori, donde suele ir la mayoría de los familiares de los jugadores. Allí suele verse y saludarse con los padres de Rodrigo, con su hermano, su esposa y su hijo.
-Nunca perdí contacto con el Peti desde que lo conocí -cuenta Machu-. si me fue trayendo a casa cada una de las camisetas que usó en su carrera. En mi museo tengo las de Colón, Atlético Tucumán, Chacarita e Ituzaingó. Y la de River, por supuesto.
-¿Te emocionaste la primera vez que corearon su apellido, hace unas semanas?
-Síiii, claro, parecía que habían ovacionado a mi hijo, ¡no sabés cómo se me caían las lágrimas, la emoción que tenía! Para mí, el Peti es como un hijo, lo tuve de muy chiquito en la Fundación. Está muy contento Marcelo con su presente, siente orgullo por él. Cuando fue la inauguración de la estatua se dieron un lindo abrazo y estuvieron charlando un rato. Hablábamos siempre del Peti con Marcelo. Ojo: a él también le gustaba, eh, pero yo le insistía, siempre fue mi pollo.
“No me interesa que sean grandes futbolistas”, había expresado el Muñeco, a modo de declaración de principios, en aquella despedida a Mónaco, al inaugurar la Fundación. No le interesaba, está bien, pero parece que alguno se le coló.
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