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Rodolfo De Paoli: “Me siento mucho más valorado por los técnicos que por los periodistas”
El lado desconocido del relator de la selección en TyC Sports y entrenador que ascendió a Barracas Central a la A: qué le enseñó Bianchi y por que fue vital para él Víctor Hugo Morales
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Futbolista profesional, relator y entrenador. Rodolfo De Paoli respira este deporte. Es su mundo. Su historia es una de las tantas que pintan la esencia de millones de argentinos: el amor por la pelota. También, es el recorrido de un hombre con un camino peculiar: hoy es el director técnico de Barracas Central, que acaba de ascender a la primera división, y la voz oficial de la selección argentina para TyC Sports. Una dualidad que lo empuja a repartir el tiempo entre sus pasiones.
De Paoli, de 43 años, siempre buscó la manera de arreglárselas en un ambiente conocido para él. Su abuelo fue vicepresidente de Nueva Chicago. Además, su papá fue presidente del “Torito” en tres oportunidades en diferentes períodos. Allí se crió, en el club de Mataderos. En la charla con LA NACION, “Rodo” se muestra apasionado, focalizado, convencido de lo que hace. Saltó a la popularidad por su tarea en los medios de prensa, aunque mucho antes tuvo una etapa como jugador en la que acumuló alegrías y otros tantos sinsabores.
–¿Cómo fue tu experiencia como futbolista?
–En México estuve por firmar en Toluca y no lo hice, porque había una comisión muy grande en el camino: de los 20.000 dólares mensuales por los que firmaba, yo iba a cobrar apenas 1000. Era chico, me pareció una locura, me enojé y me volví. Después, cuando aprendí cómo era el fútbol, de saberlo lo hubiera aceptado. En 2001, en Ecuador me reuní con Espoli, el club de la Escuela de Policía. Iban a hacer una excepción para que yo pudiera jugar. Pero hubo un estallido social en el país, el presidente del club tuvo que dedicarse de lleno a la Policía y no se pudo concretar nada. Todo eso me desgastó bastante. Creo que por las expectativas que tenía de joven, porque debuté en primera en Nueva Chicago, mi club, a los 19 años. Hablaban de una futura promesa. Yo no tenía representante y me di cuenta de que me iba quedando afuera del fútbol. Al tiempo conté con posibilidades de jugar en la B Metropolitana, en Brown de Adrogué, Temperley y Flandria, pero no tuve más energías. En definitiva, jugué más de 30 partidos en el Nacional B entre Chicago, Banfield y El Porvenir.
De extensa trayectoria en los medios (“Fútbol para todos”, Radio Mitre, La Red, DeporTV y TyC Sports, entre otros) De Paoli conoce al detalle el mundo del ascenso argentino. Lo jugó, lo estudió y lo dirigió. Cuando colgó los botines comenzó su carrera como entrenador, a los 27 años, en Deportivo Riestra, en la Primera D. Luego recorrió Liniers, Dock Sud, Argentino de Merlo, Real Pilar y Nueva Chicago.
–¿Tomaste a Bianchi como una motivación para ser técnico?
–Sí, él lo sabe. En el 2011 tuvimos una charla profunda que me cambió la vida. Yo le dije que quería continuar como entrenador, más allá del relato. Me dijo: ‘Sos un relator consagrado, pero veo en tus ojos y en tu expresión que necesitás seguir siendo técnico. Me convenciste’. Eso lo tomé como una fuente de energía de uno de los entrenadores más exitosos de la historia. Yo conocí a Carlos en el 2003, ya que con Radio Mitre viajábamos con Boca a todas partes. En los tiempos muertos siempre estaba con ellos. Me adoptaron porque era muy jovencito. Les conté mi historia y se apiadaron de un pibe que había dejado de jugar al fútbol y no sabía bien qué hacer con su vida. Me contuvieron y me ayudaron a nivel humano. Fui un privilegiado de conocer la intimidad de ese equipo campeón del mundo.
–Otra persona clave en tu camino es Víctor Hugo Morales. ¿Él te cambió la vida en lo que respecta a los medios?
–Fue el ángel que Dios me mandó en el 2002. Yo relataba la campaña de Chicago en AM 1440. Lo fui a visitar con un cassette de mis goles. Se lo guardó en el bolsillo del saco y me dijo: ‘Lo voy a escuchar’. Y le dejé mi número de teléfono. Al tiempo llamó a mi casa e imaginé que era una broma de mi hermano. ‘Escuché tu relato y me gustó mucho’, me dijo. Lo fui a ver nuevamente y resultó una gran fuente de inspiración. Me invitó a comer, me dio charlas e hizo fuerza en el casting de Radio Mitre, que fue en diciembre de 2002, y tuve el privilegio de ganar para seguir la campaña de Boca. En esos días, el diario Olé sacó una foto con los 8 finalistas y él, en la radio, fuera del aire, dijo: ‘Este es mi pollo y va a ganar’. Víctor Hugo no sabía que yo estaba sentado en la tribunita escuchando el programa.
–¿Qué estilo de juego te gusta?
–Como futbolista fui zurdo, enganche, con características ofensivas. En esa época estaba de moda el 3-5-2 y los volantes por afuera no eran ni defensores ni delanteros. Yo discutía con los técnicos. Estaba en desacuerdo y soñaba con cambiarlo una vez que fuera entrenador. Quiero tener la pelota y que todos corran por igual. Que presionemos todos a la vez. Algunos dicen que Holanda de 1974 era un fútbol de perdedores. Y yo soy un fanático de ese equipo. Marcaron una era en el fútbol mundial. Este deporte es atemporal y lo que pasó hace mucho tiempo puede volver a pasar, con sus matices. El Bayern Munich de Guardiola, con un dibujo 2-3-5 es lo que tal vez pasó con Hungría de 1953. Me tomé el tiempo de verlo.
–En la dualidad relator-DT, ¿qué cosas le aporta uno al otro?
–El relator/comunicador le aporta al técnico el saber cómo funciona el medio: cuándo declarar y cuándo no. Manejar hacia adentro del vestuario qué y cuándo hablar. Y al revés, el DT aporta dinámica y visión de juego a la hora de relatar. Eso lo tengo desde chiquito.
–¿Vas a relatar el Mundial de Qatar?
–Sí, es compatible, porque en esa época acá no vamos a tener competencia. Pienso ir como relator de alguna radio, una cadena del exterior o en la cadena en la que trabajo actualmente, TyC Sports. Pero voy a estar, seguro.
–Públicamente, te diste a conocer por tu rol en los medios. Tras eso, ¿alguna vez los jugadores te miraron con desconfianza por venir de otro palo?
–Sí, pero eso te dura un día. Porque los futbolistas perciben rápidamente el perfil del técnico. Y se dan cuenta si jugaste o no al fútbol y si estás preparado o no para dirigir. El preconcepto es de la gente que no te conoce o no te ve entrenar.
–¿A los futbolistas se los trata a todos por igual?
–Trato de hacerlo, porque los jugadores son personas. Y las personas son todas iguales. Mis asistentes, jugadores, cuerpo médico, utileros: somos todos iguales. Desde ya, cada uno con sus roles. Pero intento trabajar en el día a día de ese modo. Por supuesto, todos los seres humanos tienen sus características. Esa es mi manera y no tengo la receta. Es lo que siento.
–¿Vas contra la lógica? Empezaste a relatar y después estudiaste. Y empezaste a dirigir y luego estudiaste…
–Es cierto. Empecé a dirigir en el 2007 y al ser menor de 30 años no estaba habilitado para hacer el curso de técnico. Yo trabajaba en Riestra con una credencial que no era de DT. Lo mismo en el relato: empecé a hacerlo y luego a formarme. Con un detalle: jamás dejé de prepararme porque sabía que no podía dar ventajas. Estaba en movimiento. Soy un convencido de la capacitación. Cuando estudiaba, Fernando Niembro me ayudó mucho con sus consejos: “Estudiá, sí, pero dame bola: andá a los entrenamientos, a las canchas, ejecutá el periodismo real, no el teórico”. Eso me abrió la cabeza.
–Dijiste que el fútbol te salvó. ¿Por qué?
–Cuando Fernando Valenzuela fue a ejecutar el último penal contra Quilmes me vi a mí mismo, pateando la pelota contra el portón de mi casa, a los 7 años. Los sueños del pibe. Pateaba y relataba al mismo tiempo imitando a Víctor Hugo Morales en los Boca-River. Era Valenzuela dándonos el ascenso y la chance de estar en el fútbol de verdad. No es que desmerezco y digo que estoy en el fútbol de mentira relatando a la Argentina por TV. Pero desde adentro, este deporte es esto: modificar, corregir, ayudar a que un jugador le pegue mejor a la pelota. Por eso tuve esa explosión emocional. Y cuando dije que me iba mal en el colegio no lo hice con orgullo. Justamente, el fútbol me llevó a tener amigos, a que los compañeros me ayudaran a estudiar. También, con la paciencia de los profesores cuando veían que estaba por debutar en primera. Jamás diría que no hay que estudiar y que hay que jugar a la pelota.
–¿Le prestás atención a lo que se dice en las redes sociales?
–Me duele cuando estoy relatando un partido y se inventan cosas. ¡A veces soy tendencia por temas que se inventan! Es como una moda pegarle a fulano o sultano en las redes. O que se ganó un partido por una ayuda. A mí me hubiese facilitado un montón de cosas –y evitado sospechas– que televisen a Barracas. Pero la gente tiene que saber que una medición de Barracas Central le dará al canal 0.20 de rating, y que si transmiten a Chacarita y Atlanta, por citar algunos, se aseguran 1.0 de promedio, aunque esos clubes vayan mal en el torneo.
–¿Creés que te juega en contra ser entrenador y el relator por TV de la selección?
–Sí, porque se mezclaron cosas que no tienen nada que ver. Que el relator de la Argentina es el técnico de Barracas. Y que por eso va a ser todo color de rosas cuando relate a la selección. Yo fui crítico durante la gestión deportiva del Mundial 2018. Relato a la Argentina desde el 2012, no lo hago ahora porque soy el entrenador del presidente… Al contrario, me encantaría poder trabajar solamente en un Mundial o en una cadena internacional y dedicarme a esto durante 11 meses de corrido. Pero mi realidad económica, saliendo del agujero y viniendo de la D, hace que todavía no pueda dar portazos. Yo no soy un mochilero que se la juega así como así. Cambió el formato. Tengo una estructura familiar con una esposa y dos hijas. Y debo brindarles una buena educación a las chicas.
–¿Te sentís valorado por tus colegas entrenadores?
–Sí, muchísimo más que por los periodistas. Por lejos. Del 2013 al 2015 me preparé mucho. Invité a mi casa a cenar a Sebastián Rambert, Jorge Almirón, Héctor Almandoz, Juan Manuel Sara, Jorge “Coqui” Raffo, el profesor Juan Manuel Alfano, Daniel “Profe” Córdoba, Estanislao Bachrach, que trabajó en River con Matías Almeyda en relación a la neurociencia. Quería aprender. Nos quedábamos charlando hasta que se hacía de día. De sistemas, de movimientos. Ellos me reconocían por mi voluntad de cambiar el juego, quería cambiar el fútbol. Y ahora, en la competencia, muchos técnicos me han felicitado por la forma de jugar que tiene Barracas Central. Y de golpe, algunos periodistas que no ven un solo partido, te cuestionan. Porque De Paoli “está ocupando un lugar incómodo. Es competencia del periodismo y además se da el lujo de hacer lo que los propios medios cuestionan”. Hay cosas que entiendo, sí, porque soy comunicador. Pero el reconocimiento mayor es de los directores técnicos. Obviamente, también hay colegas de primer nivel que se han portado de maravillas conmigo.
–¿Qué sueños te quedan por cumplir?
–Dame siempre un día como el de hoy: estamos en una cancha, entrenando. Yo ya no puedo jugar más, pero esto es lo más cercano a hacerlo. Hasta el infinito. Lo mismo que cuando iba a entrenar a Real Pilar en pleno verano de 2018 tras haber desayunado un yogurt. ¿Qué quiero de acá hasta que me muera? Esto. Es pasión y felicidad. Me gusta ayudar a mejorar a los futbolistas y que ellos me mejoren a mí. Por supuesto, me encantaría dirigir en la Copa Libertadores o estar en un Mundial aunque sea en un staff. Como les dije a los chicos antes de lograr el ascenso: “Jueguen para hacer historia. Y que alguna vez alguien diga que hubo un equipo por el que nadie daba dos pesos y le ganó al clásico rival, San Telmo, haciendo un gol con 20 toques”. Romper mitos, como que en el ascenso eso no se puede conseguir. La felicidad me la da entrenar a jugadores de fútbol. Porque soy mucho más feliz adentro de una cancha que afuera de ella.
“El día a día de Barracas Central es ejemplar”
Barracas Central, el “Guapo”, celebró un ascenso histórico que lo llevará a jugar por primera vez en la elite del fútbol profesional argentino. Un suceso que le permitirá al conjunto dirigido por De Paoli codearse con los grandes, visitar la Bombonera y el Monumental. Un club de barrio, con 117 años de existencia, cuyo estadio lleva el nombre de Claudio “Chiqui” Tapia, el presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA). Una entidad, también, que no estuvo alejada del ojo de la tormenta en el torneo de la Primera Nacional.
–¿Qué enseñanzas sacaste del ascenso de Barracas Central?
–El hecho de convencerse en las malas, por acá supimos superarlas. Mirá, cuando llegué a Chicago, el equipo estaba último. Tuvimos que rearmar el corazón del vestuario, recomponer el vínculo humano. No era culpa de esos futbolistas porque andaban a los tumbos. Se empataba, se perdía, luego aparecía la miseria humana. Llegamos a diciembre, al último partido, y decidí enfrentar justamente a Barracas Central con juveniles. En ese partido demostré que tenían que darme tiempo. Y así fue. Después me marché del club por cuestiones extrafutbolísticas, pero sirvió para convencerme de que algún día, en un contexto ideal, las cosas no iban a salir mal. Ahí arrancamos en Barracas. Hay que saber enfrentar las crisis, que existen. Estos futbolistas se brindaron al máximo y tuvieron su gran premio.
–¿Cómo viviste que Barracas haya quedado en el medio de la polémica?
–Yo tenía muy claro que si el equipo funcionaba, se iba a hablar. De lo contrario, nadie hubiera dicho nada. En un momento estuvimos 13 partidos invictos y no se decía nada. Era muy injusto no tener visibilidad. ¡Le ganamos a San Telmo sobre la hora con un gol de 20 toques! Eso no se veía, eh. Ese gol no salió en televisión. Nadie podía hablar de los arbitrajes, a tal punto que en esos 13 encuentros sólo nos dieron un penal a favor, como a cualquier equipo. Es más, hasta llegar a ese proceso los arbitrajes fueron desfavorables. Cuando Barracas mejoró le empezaron a contar las costillas de años anteriores. Contra Brown de Puerto Madryn nos dieron un penal mal sancionado, lo erramos y empatamos 0-0. Cuando se instaló que “estábamos puestos” y teníamos que ascender, nos tocó jugar contra Tigre. Perdimos por 1-0 de forma merecida. En el aire había una especie de justicia divina. ¿Justicia divina de qué? Si nos cobraron 9 penales a favor, de los cuales la mayoría fueron claros. Quilmes también contó con 9 a favor y Tigre tuvo 8. Yo felicité al campeón, un justo ganador que nos superó. Fue el mejor equipo en cuanto a jugadores y cuerpo técnico. Ahora, esos 8 penales a favor, ¿estuvieron bien cobrados? ¿Por qué sólo los nuestros no lo eran? Yo sabía que se jugaba con eso. Y tuvimos la revancha tras perder en la final.
–En las redes se generó un tema viral: #PenalParaBarracas.
–Fue muy doloroso y cruel ver ese video totalmente tendencioso, inclusive con jugadas de torneos anteriores. Demasiado injusto. Se dijo que llegamos peleando a las instancias por esos penales, y no resultó así. En parte se pagó lo de ser el “caballo del comisario” en un sprint final. ¿Quién iba a decir que Barracas llegaría tan lejos con uno de los presupuestos más bajos del torneo? Hasta que llegó Valenzuela, en el quinto partido de la segunda rueda, teníamos junto con San Telmo, Villa Dálmine, Brown de Madryn y Deportivo Maipú los presupuestos más bajos de la categoría. Era imposible creer en esto, pero estos jugadores lo lograron.
–¿Cómo viviste lo que sucedió contra Villa Dálmine?
–Me dolió muchísimo. Yo fui futbolista y que acusen a un jugador de ir para atrás es lo peor que te puede pasar. Se miró con una lupa muy grande. Es más, ese asunto me dolió más que las polémicas con los árbitros. Ahora, si todos creen que estaba arreglado, ¿de verdad lo vas a hacer y vas a sufrir mientras vas ganando 2-1 en el minuto 44? Yo no sé cómo se arregla un partido, pero estoy seguro de que no lo hacen de esa manera, porque corrés el riesgo de que te empaten en el minuto 95. Y eso para nosotros hubiera sido como una derrota. Pero imaginate que le ganamos a Quilmes por penales y al día siguiente, como el arquero Rodrigo Saracho fue la primera incorporación de Barracas, dijeron que había ido para atrás en la final por el segundo ascenso. ¡Es absurdo! ¿Qué es lo que Saracho arregló con Barracas? ¡Si ganaba esos penales era él quien hubiese ascendido con Quilmes a Primera!
–”A pesar del ascenso, el 2021 fue un año incómodo y estresante”, dijiste. ¿Por qué?
–Porque me costó relajarme. Por ejemplo, el lunes 15 de noviembre le ganamos a Dálmine y al otro día fui a relatar el clásico entre Argentina y Brasil. Un partido que mide 20 puntos de rating y en el que estoy en el ojo de la tormenta todo el tiempo. Son mis trabajos, de esto vivo y me brindo al 1000%. Lo cierto es que me costaba relajarme para relatar y dirigir. Por momentos, incluso, me daba muchísimo placer relatar los partidos porque me ayudaba a desenchufarme y a poner la cabeza en otra cosa.
–¿Cómo es tu relación con Claudio Tapia?
–Mi vínculo directo es con Matías Tapia, que es el presidente del club. Confió en mí cuando yo era visto de reojo. Con ‘Chiqui’ tengo una relación buena, de respeto y de agradecimiento, porque en definitiva él me abrió las puertas de su casa. Además, es quien preside a la AFA y no puede estar pendiente de lo que pasa acá. Por eso dejó a su hijo, que hizo una gestión brillante. El día a día de la institución es ejemplar.
–Y ahora se vienen las visitas a las canchas de Boca y River...
–Sí, es impresionante. Sin desmerecer a nadie, hasta hace un tiempo iba a las canchas de Primera C o Primera D. Fue muy duro volver a dirigir a la cancha de Juventud Unida en el 2018, ya que en el 2007 había estado allí con Riestra y en el 2009 con Dock Sud. Sentía que había avanzado y progresado, pero tuve que volver a empezar y lo hice con orgullo. De hecho, tomamos a Real Pilar con el objetivo de evitar la desafiliación en la D. Tuve muchas trabas y llegué a preguntarme si esto realmente no era para mí, como la etapa de futbolista. Aunque nunca bajé la guardia, como sí lo hice cuando fui jugador. Por eso ahora aparecen estas recompensas.
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