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Rodolfo Arruabarrena: “Está bueno tener amigos, pero Román sabe que se debe rodear de gente capacitada”
El ‘Vasco’ se marchó de Boca y extendió su carrera de entrenador entre Medio Oriente y Egipto; la sorpresa de Riquelme como dirigente, las particularidades del fútbol árabe rumbo al Mundial de Qatar 2022 y una relación muy especial con tres nombres: Maradona, Messi y Gallardo
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El ‘Vasco’ Arruabarrena se fue de Boca buscando paz. Y se marchó de la Argentina, directamente. Tiene residencia en Dubai, pero su hogar familiar ancló en Oropesa del Mar, cerca de Villarreal, una localidad de 9000 habitantes bañada por el Mediterráneo. Hace varios años que no regresa a su país. Aparecieron otros destinos, culturas, fragancias, otros atardeceres. Experiencias. Títulos, magnates millonarios, derrotas y lugares que no hace tanto ni hubiese sospechado. “Cuando empezás a viajar por África, la realidad ya no es la de los jeques y los lujos. Cuando estás en Nigeria, o en Costa de Marfil o en Tanzania cambia el escenario. Ahí no existe el Covid, pero no porque lo hayan superado, no, sino porque sus problemas son otros. Grandes hambrunas, luchas étnicas que desatan guerras civiles en una nación… En su escala de urgencias, ¿cómo van a estar pendientes de un barbijo o del distanciamiento social? Además, la vacunación los ha olvidado también”, analiza. Comienza una charla cargada de realismo.
Rodolfo Arruabarrena, a sus 46 años, habla pausado. Le da valor a cada palabra. Las elige. Su última experiencia laboral en Pyramids, de Egipto, concluyó hace algunos meses, cuando desaparecieron los respaldos. Como en todo el mundo. “Recuerdo que con Pyramids ganamos en Nigeria un partido que nos clasificó para las semifinales de la Copa África. Nos bañamos y cuando llegamos al minibus que nos llevaría al chárter, había muchísima comida. Pero muchísima. Entonces nos pareció adecuado, con los jugadores egipcios, compartirla con la gente del lugar. Empezamos a pasarla por las ventanillas y se acumuló tanta gente que todavía creamos más caos. Son situaciones que uno no desconoce, pero vivirlas cara a cara te estremecen”, avisa. Muestra cicatrices.
Dirigió a Al-Wasl, en Emiratos; a Al-Rayyan, de Qatar; otra vez en Emiratos, a Shabab Al-Ahli y a Sharjah, y en Egipto, a Pyramids. Vivió en Dubai, en Doha y en El Cairo. Ganó, perdió y se llenó de vivencias. “La Liga profesional en Emiratos es joven, comenzó en 2007. Técnicamente son buenos jugadores…, pero todavía falta que se instale una fuerte cultura futbolística. Tal vez se afirme a partir de que Emiratos entre en un Mundial; ahora está intentándolo en las eliminatorias. En Emiratos, los futbolistas están obligados a trabajar, a estudiar o a cumplir con el servicio militar mientras juegan. Son profesionales, pero deben trabajar en oficinas gubernamentales, o en la aduana, o son policías, o bomberos. He tenido jugadores donde uno era el jefe del otro, pero en el equipo, ese que en la oficina no tenía tanto poder, era más importante que el jefe. Y después el jefe se desquitaba en el trabajo.
–¿Notás que quieren aprender, evolucionar?
–En Emiratos son curiosos frente a los trabajos tácticos y eso es grato para un entrenador. Pero en el fútbol egipcio me costó más. A los futbolistas no les gustaba el táctico y para mí, un día en la semana es fundamental trabajar el táctico pensando en el próximo partido. Pero ojo que en la Argentina, estando en Tigre o en Boca, había momentos en los que también me costaba… Para ellos se torna aburrido, pero les tenés que explicar por qué lo hacemos. El jugador solo quiere jugar, y el táctico, habitualmente, es entrecortado, se detallan los errores, se repiten conceptos y movimientos, y el jugador quiere la pelota. Tenés que manejar los tiempos y los humores. En Emiratos he llegado a hacer 40/45 minutos de táctico, y en la Argentina hacia 20 y tenía que empezar a tener cuidado porque aparecían las caras largas. Después, el día del partido, cuando ven que lo que trabajaron sirvió, algunos te empiezan a prestar un poquito más de atención y otros, otros... no. Nunca.
–Los técnicos coinciden en que gestionar es más complicado que entrenar. Egos, idiomas, pero también religión y hasta vínculos interlaborales aparecieron en tu manual de tareas…
–Es verdad que hoy el técnico tiene que saber un poquito de todo, y especialmente, debe saber armar grupo. No he tenido muchos problemas en ese sentido, somos un staff al que le gusta estar cerca de los jugadores. En Tigre, en Boca, he ido a cenar con jugadores, con sus señoras, porque tenían algún problema y vos veías que el futbolista llegaba destruido al entrenamiento. Entonces uno va tratando de leer que sucede. Me he involucrado con ellos y con sus señoras porque yo los necesito bien para que me respondan. Y en Emiratos también lo he hecho, no con las señoras por temas culturales, pero he ido a cenar con jugadores extranjeros a los que les costaba adaptarse y también con jugadores locales, con traductor mediante. El entrenador debe convencer, de una idea, de una metodología, y para eso tenés que lograr que confíen en vos. ¿Cómo? Principalmente nunca debés mentirles. En mi última experiencia, en Egipto, nos costó convencerlos. Y cuando te toca salir, te vas haciendo autocrítica.
–¿Cómo cuidás los límites entre tu trabajo y hábitos religiosos y culturales tan diferentes?
–Tenés que adaptarte, sí. En el mes del Ramadán, los entrenamientos tratás de ponerlos a partir de las 21.30, porque terminan a las 19, cenan y debés darles un tiempo. Y el día anterior a los partidos, cuando nos concentramos, cenamos a la 1 de la mañana, y tal vez vuelven a comer a las 4 de la mañana, porque esa es la última vez que los ves, hasta las 19 del otro día, porque permanecen en sus cuartos. Los rezos es otro tema importante. Rezan cinco veces al día, y en alguna ocasión uno cae en el entretiempo, entonces la charla técnica la tenés que hacer muy breve. También, hay veces que no rezan en el momento y lo postergan para otro rato, o se te van a rezar todos juntos porque como el primer tiempo no fue bueno, creen que el entrenador los va a retar. Cuando te vas a hacer la pretemporada afuera, ya no son tan estrictos; rezan, pero en horarios diferentes. Sí me ha costado, y mucho, el tema de la alimentación. En una pretemporada en Alemania veía que a toda hora comían picante y picante, entonces vas tratando de convencerlos de por qué no les conviene eso. Y tenés que negociar: en el desayuno no, pero en el almuerzo o en la cena sí… Negociás.
–Tus jefes, tus patrones, en muchos casos son jeques o príncipes. ¿Tuviste que hacer concesiones, aceptar sugerencias futbolísticas?
–A la hora de tomar decisiones, las tomo yo. Algunas, no les gustan… y yo debo convivir con eso. Por ejemplo, que juegue un juvenil en lugar de un extranjero. Lo pude hacer, pero siempre quedo a la intemperie del resultado. Si yo gano, pongo al arquero de 9 y nadie me dice nada. De lo contrario y, sí, tengo reuniones, tengo charlas. En la última experiencia en Pyramids tuve muchísimas charlas… Pero yo estoy convencido de mi trabajo. Si hiciera lo que ellos me piden y pierdo, me quedaría intranquilo, y no sería yo. Antes que eso, prefiero darles la mano, un abrazo y me voy a hacer mi trabajo a otro lado.
–¿Pero alguna vez te quisieron armar el equipo?
–No, nunca algo tan directo. Sí, te llaman a una reunión y te preguntan por qué juega ‘Fulanito’, y por qué ‘Menganito’. No te dicen “quiero a éste”, pero la idea es llevarte a eso. Bueno, yo les explico todo. Y como grabo todos los entrenamientos, si el club me insiste con determinado jugador, le muestro con imágenes por qué sostengo mi argumentación. El problema, generalmente, no son los dueños, sino sus entornos. En Shabab Al-Ahli íbamos primeros con cuatro puntos de diferencia y rescindimos; había hecho debutar a un chico de 17 años en lugar de un extranjero, que yo había pedido, pero no lo veía bien. Llevábamos cuatro de ventaja, pero dos fechas antes llevábamos 9 de ventaja… y bueno, para hacer esas movidas sí o sí te tienen que acompañar los resultados. Siempre. Poner juveniles, rotar nombres, dejar a los más grande o a los extranjeros en el banco…, son decisiones que molestan, que no gustan. Yo prefiero seguir tomándolas y exponerme a las consecuencias.
–¿Cómo será Qatar 2022? La sede está rodeada de denuncias de corrupción, esclavitud y abandono de los obreros que construyen los estadios.
–Hay temas políticos de por medio, de las relaciones internacionales de Qatar con Arabia Saudita y con los Emiratos, por ejemplo. Emiratos está a 45 minutos de Qatar, pero como las relaciones entre ambos no son buenas, tenés que pegar una vuelta de hasta seis o siete horas para llegar. Entonces, varias selecciones podrían vivir y entrenar en los Emiratos o en Arabia y viajar a Qatar para los partidos, por eso me imagino que esas diferencias diplomáticas las solucionarán de alguna manera. Después, está todo dado en Qatar, y el corrimiento del calendario es lógico porque en junio /julio sería imposible por el calor.
–¿Habrá más ejemplos como los del PSG y el Manchester City? ¿Nuevos capitales árabes ampliarán la colonización de clubes del mundo?
–Sí, sí, sí. Por ejemplo, Pyramids pertenece a capitales emiratíes. Y hay equipos japoneses, en Australia, el Torque de Uruguay, algunas experiencias en España e Inglaterra, y varios en la MLS también. Y ojalá llegasen los capitales árabes a la Argentina, pero para eso hace falta organización, reglas claras. Habrá que ver cómo se readapta todo después de la pandemia, porque es verdad que han bajado los presupuestos… Hoy tenemos el ejemplo de Barcelona, nada menos. Si no hay una buena conducción es muy difícil, los inversores solo aparecen cuando hay garantías y previsibilidad. Ojalá lleguen a la Argentina, pero insisto, harán falta reglas claras.
–¿Seguís el fútbol argentino?
–Sí, sí, veo los resúmenes y sigo a equipos donde tengo a algún amigo, como Fernando [Gago] en Aldosivi, o Juan [Pizzi], cuando estaba en Racing. Miro mucho fútbol argentino, porque por ejemplo en Emiratos está el llamado ‘jugador residente’, que son menores de 21 años y podés llevar en esa condición a dos o tres extranjeros.
–¿Pensás en volver?
–El fútbol argentino me gusta, yo me crié como jugador y entrenador en la Argentina. Después, hay un tema familiar: tras salir de Boca estuve en Emiratos, Qatar, etc., etc., pero mi familia en sí se radicó en España, en 2018. Mi señora deseaba estar cerca de mis hijas, Camila, de 23 y Candela, de 21, que viven en Madrid, y quería estar a dos horas en tren en caso de cualquier problema. Están todos muy establecidos acá, y tengo a Lucas, de 9, que tiene por delante muchas cosas de su edad, como el colegio, los amigos, sus actividades…, lamentablemente es arquero, ¿podés creer? Y Tomás, que va a cumplir 16, y en dos años se irá de casa a estudiar a algún lado.
–Clarito: no volverías. ¿Ni a Boca?
–En el fútbol no se puede, jamás, descartar nada. Tengo un fuerte sentido de pertenencia con Boca.
–¿Cómo ves a Battaglia DT?
–Él ya venía trabajando en algunos clubes, y últimamente lo venía haciendo en la Reserva de Boca…, no podría decir que me sorprende su trabajo.
–¿Y a Riquelme como dirigente?
–Lo más raro es Román como dirigente, sí. Porque Román ve muy bien el fútbol. En conversaciones que hemos tenido, vos ves que tiene una visión futbolística interesante. Pero las veces que he charlado con él se siente cómodo en la función, sabe que tiene mucha responsabilidad. Acá lo importante es el club y Román sabe que se tiene que rodear de gente capacitada. Está bueno que haya relación y amistad, pero lo más importante para Boca es tener gente muy capacitada para llevar el día a día.
–¿Y tiene gente capacitada a su alrededor?
–No sé las labores que cumple cada uno, pero Román sabe qué es Boca. Cuando se dice que Boca es un mundo aparte, es verdad. Y hay gente que está a favor y habrá gente que estará en contra, entonces tenés que estar capacitado para sostener ese día a día. Me pasó a mí: en un año electivo, tanto del club como del país, veía a gente que, desde adentro del club, no quería lo mejor para el club. Son cuestiones difíciles de entender, pero un club tan grande está atravesado por cuestiones que exceden lo futbolístico. Entonces, el DT debe rodearse de los jugadores, hacerse fuerte desde ahí, conseguir puntos y listo. En mis últimos tres meses en Boca había puesto a un jefe de prensa, porque yo no tengo redes sociales ni nada, y en las conferencias de prensa ya ni me preguntaban de fútbol… Puse a alguien en particular para que me contara determinadas cosas, pese a que a mí no me gusta meterme en todo eso, en el puterío de las cuestiones personales. Y en Boca, en muchos momentos, se habla más de esas cosas que de fútbol.
–¿Cómo tramitás el pasado? ¿Te persiguen aquellos clásicos con River de la Sudamericana 2014 y la Libertadores 2015? Con otro desenlace, quizás, hasta la carrera de Gallardo hoy sería diferente.
–El pasado lo dejo atrás. Una vez que dejé el fútbol, habré jugado… tres veces más. Me gusta entrenar, estar con los jugadores, pero jugar, ya no. Nunca más me volví a ver como jugador. Tengo dos espinas: la semifinal de la Champions con Villarreal ante Arsenal, y el triangular con Tigre. Después, miro para adelante y hago autocrítica.
–Del paso por Boca, ¿qué te criticás?
–Hubo cosas extradeportivas ante las que, en algunos casos, tendría que haber sido menos duro, y en otras, más duro. Pero bueno, eso te lo da la experiencia. Estuve en charlas en las que intentaron hacerme cambiar de opinión en algunos cosas, y yo soy de enojarme, de putear y de levantar la voz, pero dentro de cuatro paredes. No me gusta gesticular en público ni en el banco, ahí soy bastante tranquilo, aunque la procesión siempre va por dentro. Cuanto hasta 100, o hasta mil, y también necesitás de un staff que no te diga siempre que sí… En algunos casos me he peleado con algún jugador, pero por suerte no ha llegado a los diarios.
“Jugué con Messi y con el Diego”
“Jugué con Messi y con el Diego”, dice el ‘Vasco’, con orgullo que no se permite arrogancia. “Con Diego compartí tres etapas en Boca, con Marzolini, con Bilardo y con el ‘Bambino’. Y con Messi, cuando era muy jovencito, pero ya se destacaba. Ya tenía su presencia y se hacía notar”. Se refiere a un amistoso de la selección contra España, en Murcia, en octubre de 2006, apenas cuando empezaba el segundo ciclo de Alfio Basile. Sería el sexto y último juego del ‘Vasco’ para la Argentina, y el duodécimo de un Messi de 19 años que tomaba impulso. “También lo enfrenté un par de veces en la Liga, en Villarreal-Barcelona…, entonces era un extremo, jugaba por la derecha, pero por suerte iba para adentro y yo se lo dejaba al central”, recuerda entre sonrisas. Y un alivio que perdura. Son apenas seis los elegidos, los que jugaron con ellos, con los dos: Riquelme, Verón, Palermo, el Kily González, Abbondanzieri… y el ‘Vasco’.
Cuando no anda dirigiendo por el mundo, Arruabarrena vive en España. Como Lionel Scaloni. Sólo una casualidad. “No, no, no tengo relación con él. Tal vez Diego Markic [ayudante de Arruabarena], por sus épocas en el juvenil, y también con Pablito Aimar. Yo, sí he charlado con Walter [Samuel] alguna que otra vez, pero pocas. Nos conocemos todos, nos hemos enfrentado, pero no, no tengo relación. Lo está haciendo muy bien”, elogia.
Solo guarda algunas camisetas suyas de las vueltas olímpicas y de la selección. Por timidez, prefería no intercambiar casacas. Y las pocas veces que lo hizo, las regaló. Conserva una de Palermo, otra de Riquelme y una más de Rivaldo. Abre el manual de entrenadores influyentes en su vida: el manejo de grupo de Bianchi, las cintitas en los entrenamientos con Bielsa, la personalidad de Passarella, las arengas del Coco Basile, también del Bambino, los trabajos de Manuel Pellegrini, el poder de motivación de Menotti… “He tenido con César conversaciones en las que yo me sentía avergonzado por las cosas que me decía; él te hacía sentir el mejor de todos. Si a los 19/20 años hubiese sabido que iba a ser entrenador a los 35, y, hubiese copiado tantas cosas…”, asume el ‘Vasco’.
Lo unen varias singularidades con Marcelo Gallardo, por empezar, compartieron –junto con Matías Biscay y el ‘Patito’ Galmarini– el curso de entrenador en la escuela de Vicente López. Pero además, muy jóvenes, jugaron con la selección Sub 17 el Sudamericano de Paraguay el Mundial de Italia en 1991. Ganaron los Juegos Panamericanos de Mar del Plata en 1995 y ese mismo año, con la mayor, participaron de la Copa de las Confederaciones en Arabia Saudita. Medio Oriente ya aparecía en la vida de Arruabarrena. Fueron rivales del superclásico como futbolistas y como entrenadores, en las electrizantes series de 2014 y 2015. El ‘Vasco’ se corre de infantiladas del folklore y reconoce en su colega a “un entrenador que también en situaciones adversas ha sido fiel a su estilo”.
-¿Europa abrirá sus puertas para Gallardo? Más allá de Simeone, Bielsa, Pochettino o Sampaoli, a los entrenadores argentinos les cuesta pertenecer.
-Responderé por mi experiencia. Después de mi primer año en Emiratos tuve charlas con un equipo de España, pero se iban muchos jugadores… y decidí continuar en Emiratos. Luego hubo un cambio de reglamento y pasaron a exigir de tres a cinco años de trayectoria para los entrenadores sudamericanos. En ese ínterin tuve un contacto con Leganés, pero finalmente me fui a Qatar. Claro que me gustaría tener una posibilidad de dirigir en España, y esas opciones podrían ser las de un equipo necesitado o de segunda división. Sacando al Villarreal, donde tengo alguna historia, pero vaya a saber si tendré una posibilidad porque hoy cuenta con un entrenador al que le está yendo espectacular [Unai Emery], no desconozco cuál es mi mercado. Pero mi reto es poder dirigir en Europa, quiero probarme. Claro que al mirar mi recorrido, lo más natural es que me surjan opciones en Medio Oriente. Y, debo ser sincero, de allí provienen ofertas económicas a las que no se les pueden decir que no.
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