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Si en la genealogía de Boca hubiera que identificar a aquellos futbolistas que comprendieron, plasmaron en el campo y defendieron con uñas y dientes el ADN y la mística xeneize desde el campo de juego, no hay dudas de que Roberto Aníbal Passucci formaría parte de ese grupo.
El hombre nacido en San Miguel pudo haber dejado el fútbol a los 20 años. Libre de Vélez y suplente en Flandria, estuvo a punto de colgar los botines y trabajar con su padre como maestro mayor de obras. Pero un entrenador le cambió el puesto y su vida deportiva mutó. Passucci comenzó a destacarse y a comienzos de 1981 llegó a Boca.
Su compromiso por el club de la Ribera, sobre todo en épocas de vitrinas vacías y cuentas en rojo, fue siempre reconocido por el hincha xeneize. Pero resultó una "patada descalificadora" a Oscar Ruggeri en un superclásico de 1985, como él mismo la describe 31 años después, lo que más recuerdan hoy los hinchas, boquenses o no.
En La Candela, donde trabaja desde hace cuatro años y conduce a la séptima división de Boca, Passucci recuerda junto a la nacion aquel River-Boca.
-¿Cómo se dio aquella situación?
-La cosa venía muy mal entre nosotros. En la semana previa yo estaba pensando que algo iba a pasar. Y tenía muchas ganas de hacer algún daño. Pero no salí pensando en darle una patada. Sí, tal vez, esperar que estuviera cerca en un córner o algo así, como para un codazo. Todos los ojos estaban centrados en él y en mí. Sabía que iba a haber una jugada fuerte en la que nos íbamos a cruzar, en la que yo le pudiera entrar o en la que me tuviese que cuidar de que él no me entre a mí. ¡Porque si no era yo, era él, eh! Y bueno, ocurre esa jugada a los 30 minutos del segundo tiempo. Le quito una pelota al Tolo Gallego en el medio de la cancha, la juego con (Ivar) Stafuza, me devuelve la pared larga y veo que el que viene a cortar era Ruggeri. Y me dije "Bueno, acá está". Y ahí me tiré con todo.
-En el video se ve que vos le pegás, te parás y te vas al vestuario. Ni siquiera esperás la tarjeta roja?
-Me paro y me voy porque lo que yo hice es de potrero. Y eso, en un potrero, sigue con trompadas. Después de algo así hay que irse a las manos. La patada que le di fue descalificadora.
-¿Era vos o él?
-No tengo dudas. Fue algo muy similar a lo que él hizo muchos años después con Chilavert, y que no lo agarró. Pero yo no le di tiempo a que reaccionara. Porque como a él le llega la pelota, se enfoca en dominar el balón. Mientras él se concentra en la recepción de la pelota, yo, que venía como una locomotora, ya estaba encima de él. Si hubiese sido al revés era lo mismo. Yo con la pelota y el tipo que se viene y te rompe todo.
-¿Cuando surge la bronca entre ustedes?
-Cuando en 1984, Ruggeri y Gareca, fogoneados por Guillermo Coppola y un dirigente que quería entrar en la política del club, que era Carlos Heller, le meten fichas al plantel de Boca para que hicieran una huelga por un problema contractual de ellos dos. Ahí el grupo se partió en dos. Algunos nos plantamos y les dijimos que a la huelga se iba por falta de pago, y no por un conflicto individual.
-¿Entonces la patada trascendió a la calentura del juego?
-Absolutamente. Era algo pendiente entre nosotros. De hecho, en las reuniones en Agremiados, nosotros siempre terminábamos al borde de las trompadas. Ni nos hablábamos. Nos veíamos y nos puteábamos. Cuando todo se resolvió y ellos dos decidieronn cambiar de vereda e irse a River, terminó de pudrirse todo. Está bien, macho, hiciste quilombo y quedaste libre. Andate a cualquier otro club, pero no a River.
-¿Qué les decís a los pibes que tenés a cargo, mientras los hinchas te recuerdan por una patada?
-A los chicos les digo que hay que tener entrega, dejar todo en la cancha, tener agresividad para recuperar la pelota en toda la cancha, pero lógicamente que no hay que pegar patadas descalificadoras como la que pegué yo, porque te deja afuera del juego. Esto fue algo muy especial, que tuvo mucho que ver con el contexto. Era un conflicto que trascendía lo que sucede en una cancha de fútbol. Les digo que hay que jugar con inteligencia, pero que ni siquiera hay que hacerse amonestar, con un juego agresivo de recuperación. Y en eso estamos. Eso enseñamos.
-¿Qué encontrás en La Candela?
-Un gran grupo humano de laburo. Acá aplico todo lo que aprendí en el fútbol europeo, y le sumo toda mi experiencia. Es fantástico porque día a día descubrís chicos con una calidad increíble, entre los que hay que apuntar a los que tienen el perfil adecuado para llegar a la primera de Boca.-
-¿Quiénes se destacan?
-La 99 es una categoría muy fuerte. Facundo Colidio, Agustín Almendra, el Monito Almada. Leonel Laborda, Manuel Roffo, Brochero, Luna. Todos pibes de la séptima división.¿Cómo vivís los superclásicos... Siempre en familia. Con mis hijos. Los vivo inquieto, casi tan nervioso como cuando jugaba, pero ahora desde un lugar más reflexivo, analizando qué cosas se pueden corregir.
-¿Cómo vivís ahora los superclásicos?
-Siempre en familia. Con mis hijos. Los vivo inquieto, casi tan nervioso como cuando jugaba, pero ahora desde un lugar más reflexivo, analizando qué cosas se pueden corregir.
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