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River venció a Lanús, pero el cambio de estilo, más conservador, no le evitó sufrimientos y se sigue sin saber a dónde va
Ganó por 2-0 en una noche que orilló el escándalo por la aplicación del VAR, que no convalidó un par de goles granates; salvo por el resultado, el equipo de Demichelis no mostró una evolución
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Un 2-0 que ni siquiera fue desahogado en el tiempo adicional extra largo en un partido que River transitó mayormente con el agua al cuello. Una victoria conseguida desde la trinchera, luchada siempre, jugada esporádicamente y discutida a viva voz. Con un final tumultuoso, exaltado, y proyectiles que caían desde la platea. Con Lanús sintiéndose perjudicado por Darío Herrera, que aplicó su criterio personal para sancionar off-side en una acción que era el empate del local. El árbitro debió esperar varios minutos en el campo antes de meterse en el vestuario. Lo hizo protegido por los escudos de la policía para repeler lo que le arrojaban desde la tribuna. Fútbol argentino en su versión más visceral y descontrolada.
Gana, pierde, vuelve a triunfar. El nivel futbolístico de River oscila entre lo discreto y lo deficiente. Sigue sin quedar claro a dónde va el equipo, cuál es su estilo.
Con estos tres puntos River subió al primer puesto, pero no escala como equipo. Martín Demichelis no termina de ajustar todas las teclas ni acierta en la elección de todas las piezas. Uno de los pocos que se habían salvado del incendio ante Arsenal fue Lucas Beltrán, que frente a Lanús fue suplente para darle lugar a un Salomón Rondón –refuerzo aconsejado por Demichelis– que está en otra sintonía, todavía no desembarcó en el fútbol argentino.
Beltrán entró por el venezolano a los 21 minutos del segundo tiempo, se metió enseguida en un desarrollo caliente y marcó el 2-0. Si al puesto hay que ganárselo por méritos, los del cordobés son superiores a los de Rondón.
No fue una derrota cualquiera la sufrida por River a manos de Arsenal. Lo llevó a replanteos, a revisar lo que se viene haciendo. A un profundo viaje interior, en definitiva. Una introspección de la que se puede sacar conclusiones. La primera: el equipo no puede quedar tan alargado y partido, no debe exponerse a una desprotección que cuesta cara. Todo esto fue motivo de largas charlas en la semana entre Demichelis, el resto de su cuerpo técnico y el plantel, que se juramentó sacar adelante como fuera el examen en Lanús.
Compacto de Lanús 0 vs. River 2
“El equipo venía de sufrir un quiebre emocional por la derrota ante tantísima gente nuestra. Sé que el hincha de River quiere ver un futbol más dominante. Hoy nos hicimos fuertes desde el orden y el equilibrio, algo que nos estaba faltando. En el fútbol mandan los resultados y se ganó”, expresó el entrenador en la conferencia de prensa.
Ya desde la formación hubo un par de señales respecto a la sonora caída del último domingo en el Monumental: afuera dos delanteros (Pablo Solari y Beltrán) y adentro dos jugadores para poblar líneas intermedias, con la vuelta a la titularidad que no tenía desde octubre Nicolás De la Cruz, de pies tan aptos para tocar como para raspar.
River no salió a presionar alto. Se paró con un 4-4-1-1, con José Paradela y Esequiel Barco más abiertos, De la Cruz como escudero de Enzo Pérez y Nacho Fernández de media-punta, el más cercano a Rondón, el único delantero definido.
Lanús mostró la postura de equipo recuperado de la pérdida del invicto contra Racing. Empezó enérgico, agradecido de la iniciativa que le cedía el rival.
La prioridad de River pasó por ser compacto, no se desvivió por la pelota. En lugar de tener altos porcentajes de posesión, prefirió que esa tenencia fuera de calidad, la que pueden aportar varias de sus individualidades.
Paradela se mueve y se atreve con la confianza que le da Demichelis y que era más recortada en la época de Marcelo Gallardo. El zurdo se asocia, se ofrece como desahogo para el compañero, se sacrifica y también llega al área. Lo hizo a los 25 minutos del primer tiempo, para definir un avance en el que River sorprendió a Lanús con sus dos defensores laterales, Robert Rojas y Milton Casco, en ataque.
Que River se haya abrigado en su campo no implica que haya logrado contener a Lanús lejos de su área. En varias ocasiones terminó defendiéndose cerca de Armani, que le tapó el gol a Pedro De la Vega. Un par de off-sides por contados centímetros frustraron ataques profundos del granate. El fuera de juego terminaría siendo la gran discordia de la noche.
El plan le permitía a River estar en ventaja en el marcador, pero no le ahorraba sufrimientos. Enzo Díaz tenía uno de sus rendimientos más firmes desde su llegada. En el comienzo del segundo tiempo, Lanús intensificó la búsqueda y River se vio en más apuros. Casco salió lesionado, volvió Paulo Díaz tras una ausencia que se remonta a octubre y Enzo Díaz pasó al lateral izquierdo, su puesto más natural.
La Fortaleza explotó en la cancha y fuera de ella con el gol no convalidado a Cristian Lema, que había ganado en las alturas con un portentoso cabezazo tras un córner. Intervino el VAR, a cargo de Leandro Rey Hilfer, y el ambiente se cargó de tensión con una resolución que se demoró ocho minutos. Se terminó sancionando un off-side de José Canale, que no intervino en la jugada, y quedará la discusión eterna sobre si realmente tuvo influencia. Generalmente los fuera de juego son determinados por el VAR, pero en esta ocasión se convocó a Herrera para que decidiera con su interpretación. El árbitro cobró posición adelantada y desató la furia de Frank Kudelka, que fue expulsado.
Luego hubo otro gol de Lanús en fuera de juego invalidado por el VAR, mientras Barco desperdiciaba la chance del 3-0 con una emboquillada que se le fue por arriba del travesaño. El final orilló el escándalo. River puede regodearse de su efectividad: dos goles en tres remates al arco. Y Franco Armani como figura. No siempre le saldrá así.
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