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River tenía la mesa servida del triunfo y el empate le dejó mejor sabor a Boca
El equipo de Demichelis ganaba con un gol de Solari; su rival superó momentos adversos y llegó a una igualdad que mejora su imagen como equipo
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Este River que se había acostumbrado a ganarle a Boca dejó escapar la victoria cuando la tenía mejor servida, a punto caramelo, con el 1-0 y panorama favorable. A Boca le pueden faltar varios golpes de horno como equipo, pero no se fue del Monumental tan crudo como había llegado. Quizá el observado Diego Martínez empieza a cocer algo medianamente interesante, en actitud y juego. No es todavía lo dulce que quisieran sus hinchas, pero al menos no dejó el sabor insípido de partidos anteriores. La pieza suelta sigue siendo Edinson Cavani, a quien todavía se lo espera, extraviado en su laberinto.
En un superclásico no suele haber favoritos, pero Boca traía más dudas y sospechas. Vuelve un poco más crecido, sin los tres puntos, pero ganándose un voto de confianza. Reaccionó a una derrota, lo que no había ocurrido en los dos clásicos que perdió en 2023.
Fue empate en un Monumental que puso toda la ornamentación para una fiesta y se fue silbando bajito. El resultado era más importante para la actualidad de cada uno que por su incidencia en la Copa de la Liga, si bien Boca no puede distraerse; está fuera de los puestos de clasificación y tiene que enfrentar a casi todos los que tiene por arriba: Godoy Cruz, Estudiantes, Racing y Newell’s.
Intuyó Martín Demichelis que a este Boca que venía siendo un bosquejo borroso lo mejor era imponerle condiciones de arranque con un planteo ambicioso. Para darle continuidad, en juego y resultado, a la serie de los dos superclásicos de 2023 que lo vieron triunfador. El técnico de River desarmó el doble pivote Fonseca-Aliendro para asignarle la zona a Villagra, el refuerzo de los casi 10 millones de dólares que hasta este domingo solo tenía 30 minutos, siempre entrando desde el banco. Estrenó titularidad en un partido para jugadores de su cotización.
River fue dominante en el comienzo. Movió la pelota con vivacidad, nada de adormilar el juego o de darse unos minutos de estudio. Nacho Fernández y Barco se desmarcaban para recibir y construir; Echeverri también se animaba. Solari le apuntaba directo al área en un duelo mano a mano con Blanco. Boca se agrupó y resistió; lo que no cortaba juntando las líneas lo hacía con foul. La pelota no le pertenecía, y ni siquiera la aseguraba en las salidas de Romero, con tres saques con el pie afuera de la cancha.
River se sentía cómodo, enérgico. Tuvo el gol en una definición de Colidio que dio en un poste, tras un estupendo recorte para hacer pasar de largo a Advíncula. Boca apenas si se había asomado al partido, pero empezó a encontrar la punta del ovillo para que sus volantes tejieran algo de juego. El desarrollo empezó a virar, Boca se adueñó de la segunda mitad del primer período.
Villagra mostraba oficio para anticipar y adivinar líneas de pase rivales, pero a veces tenía demasiados metros para cubrir cuando Medina se juntaba con Saralegui o Zenón. Blanco ya se soltaba más por la izquierda. Boca había pasado a jugar en campo rival, le faltaba a encontrar a Merentiel y Cavani con la fórmula repetida de los pelotazos cruzados. River ya no gobernaba, le tocaba sostenerse con el ímpetu de Paulo Díaz que tanto celebra el Monumental en cada una de sus intervenciones.
Se fueron al descanso con la batalla táctica bastante equilibrada, si bien River se insinuaba más peligroso cuando engranaba en ataque. Faltaban los goles y emociones fuertes, pero la pulseada era tensa, estaba abierta, no le faltaban atractivos.
Las virtudes estaban repartidas, hacía falta un error para romper la paridad. Lo cometió Boca en el arranque del segundo tiempo, cuando con la defensa adelantada no presionó sobre Enzo Díaz, libre para poner a correr con un pelotazo a Solari, que dejó atrás a Lema y Figal y definió dos veces sobre el cuerpo de Romero, que rechazó el primer remate y el segundo se le escurrió.
El superclásico se descomponía un poco, dejaba ser lo que era por el efecto del resultado y por la rueda de los cambios. Demichelis acompañó más a Villagra en el medio con el ingreso de Aliendro por Echeverri, que solo había dejado un par de chispazos. Herrera estaba amonestado y Demichelis tomó la prevención de sustituirlo por Sant’Anna, que no apeló al foul cuando fue desbordado por Blanco en el gol del empate del criterioso Medina. Ya estaba en la cancha Langoni para buscar más explosividad y Blondel para dinamizar el sector derecho.
A River le afectó el empate, lo sacó de su eje, en un momento en el que se sentía en dirección a un triunfo. Le afloraron los nervios y algunas inseguridades, tanto en ataque como en defensa. Entró Borja, que apuró la recuperación de un desgarro. Dejó un cabezazo que tapó Romero y algún entrevero que le restó tiempo a River en su búsqueda del triunfo.
Llamó la atención el reemplazo de Medina, la individualidad más destacada de Boca. Martínez movió el tablero al armar una línea de tres zagueros con el ingreso de Valentini. Boca espió la victoria en algún descuido de River, que también tuvo un par de aproximaciones peligrosas con Colidio y el pibe Mastantuono.
Fue tablas, empate, un resultado que no le queda mal al desarrollo, si bien las llegadas de River tuvieron más filo, propio de un equipo más trabajado, con un estilo asimilado. “Hubo cosas buenas, pero estoy amargado por no haber ganado los tres puntos y festejado con todo el mundo riverplatense”, fue el resumen de Demichelis. Boca le puso el cuerpo al compromiso, revirtió la imagen desteñida de sus últimos superclásicos. Fue un choque sin veredicto ni sentencia. Si la Copa de la Liga los vuelve a encontrar en los play-off, las conclusiones ya serán más definitivas.
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