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River se abre paso con vocación ofensiva y confianza, armas difíciles de aguantar para cualquier rival
Tras la obtención de la Supercopa Argentina, superó por 3-1 a Gimnasia La Plata luego de remontar una desventaja; Echeverri, la figura, marcó su primer gol en primera división
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Nada mejor que un triunfo para celebrar la conquista de una copa. Nunca empalaga y mantiene enchufado, esquiva el riesgo de la resaca. No se la puede permitir River, y menos ante sus hinchas, dulces al llegar al Monumental y saboreando a la salida una victoria que le da al equipo de Martín Demichelis el primer puesto de la disputada Zona A de la Copa de la Liga, en la que cualquier descuido o resbalón se paga con la salida de los puestos de play-off.
Como ante Estudiantes por la Supercopa Argentina, River debió reponerse de una desventaja, otra vez a remar desde atrás. Tiene recursos para ello y el tanque de la confianza lo lleva bastante cargado. River no es un equipo perfecto y tiene sus despistes, pero puesto a atacar es difícil de aguantar, en algún momento mete un golpe que le corta la respiración al rival. Y hasta lo puede hacer sin anunciar, porque Gimnasia le había emparejado el desarrollo cuando Leandro González Pirez rompió desde atrás, se encontró con campo abierto y sin oposición para sacar un remate de media distancia que, al desviarse en Sánchez, descolocó al arquero Insfrán.
El zaguero central fue el goleador más inesperado en un equipo con marcada vocación ofensiva. Y ya son varios los goles que River consigue tras desvíos que desacomodan a los arqueros. ¿Suerte? Algo puede haber, pero también es consecuencia de la percusión en ataque. River contabilizó 22 remates (10 al arco) contra el Lobo. Y no necesitó de un Borja iluminado.
Tuvieron su reconocimiento los que ingresaron en el segundo tiempo y ayudaron a dar vuelta el resultado para levantar la Supercopa Argentina. Los cinco cambios del miércoles en Córdoba fueron titulares este domingo. Demichelis reparó en los méritos más recientes, aprovechó la profundidad que ahora tiene el plantel –nada que ver con el comienzo del torneo, cuando echó mano de seis juveniles para tener ocho relevos en el banco- y rotó la formación, con Barco y Nacho Fernández entre los relevos.
Lo más destacado de River 3 - Gimnasia 1
De la reingeniería salió favorecido Simón, que volvió a su posición más natural de volante por la derecha, donde sus virtudes se hacen más evidentes que cuando debe cumplir la función de lateral. Aliendro se ubicó de interior izquierdo y para Echeverri quedó la cada vez menos frecuente demarcación del enganche, buscando los espacios a espaldas de los dos mediocampistas centrales de Gimnasia.
Se lo veía bastante cómodo a River, compensado entre sus líneas, con tendencia a avanzar y construir por la derecha, donde Herrera se proyectaba para triangular con Simon y con el siempre agresivo Solari. Arduo trabajo para Colazo, que necesitó de la continua colaboración de sus compañeros para no defender en inferioridad numérica.
Gimnasia no solo no había pateado al arco, ni siquiera se había aproximado con cierto peligro cuando en River falló el mejor de sus defensores, el que muchas veces trabaja por él y por alguno más. Alguna vez, a Marcelo Gallardo se le escuchó “la cag… de Paulo de cada partido”, cuando Paulo Díaz cometía uno de esos yerros más grandes que el Monumental. Venía siendo más que fiable el chileno durante este año, casi que no se le contabilizaban errores de bulto. Hasta este domingo. Giró mal y lento para controlar un pase atrás y Benjamín Domínguez, a cuya velocidad tampoco hay que restarle mérito, le robó la pelota y se fue directo a definir con un remate que Armani tocó sin llegar a desviar. Fue el cuarto gol del eléctrico y punzante Domínguez, máximo goleador del Lobo en el torneo.
Más allá del desliz, River volvió a lo suyo, con bastante serenidad y convicción. Llegaba con facilidad e Insfrán debió intervenir con frecuencia ante remates de Echeverri y Solari, o sufrir con una definición de Borja que salió desviada.
Echeverri estaba activo, se mostraba como receptor, alternaba gambetas con paredes cortas. Desprendía sensaciones positivas, era una amenaza permanente que se terminó de concretar con algo muy especial y simbólico: su primer gol en primera división, en su quinto encuentro de titular. Dentro del área hizo uno de esos enganches que le rompen la cadera al defensor y definió con un taponazo de zurda alto, digno de un goleador encumbrado. Los ojos vidriosos del Diablito en el festejo daban cuenta del momento que atesorará entre sus más preciados recuerdos.
El empate se adecuaba más a lo que era el desarrollo, sin infravalorar el buen partido en general que hizo Gimnasia. River le había regalado un gol, pero muchas otras cuestiones las supo trabajar. Se las arregló más que bien contra un rival con mayor jerarquía individual y variantes. Dos fechas atrás, con la derrota ante Argentinos –la tercera en cuatro partidos-, Leonardo Madelón estuvo al borde del despido. El técnico salvó la ropa con el triunfo ante Barracas Central y habló de una reconstrucción. El Monumental no era el lugar más indicado para instalar alguna otra viga, pero, más allá de la derrota, bajo los pies no se le abrió el piso. Al correcto trabajo colectivo le sumó la inteligencia y la batuta futbolística de De Blasis, más la pimienta de Domínguez, que hizo revolcar un par de veces más a Armani.
River bajó la intensidad en el comienzo del segundo tiempo, acusó cierta fatiga y cansancio. Gimnasia se dio cuenta y se animó un poco más, le disputó de igual a igual el medio-campo, se organizó con contraataques veloces. El gol de González Pirez lo hizo tambalear. River ya había metido varios refrescos: se asociaron tres (Barco-Nacho González-Colidio) para el 3-1. Sigue invicto en 2024, impone autoridad.
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