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River: detrás de la explosión de la audacia, hay un argumento irrefutable para mantener el arco en cero durante ocho partidos seguidos
Después de un arranque dubitativo, el ciclo de Martín Demichelis descubrió la solidez, más allá de la ambición en continuado
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River perdía 1 a 0, luego caía 2 a 1 y jugaba con un intérprete menos, Enzo Díaz, la revelación de la defensa, había sido expulsado. Martín Demichelis, el entrenador, detrás del magnetismo de Marcelo Gallardo, dispuso desde el arranque del segundo tiempo cinco cambios defensivos en el encuentro frente a Sporting Cristal, por el Grupo D de la primera etapa de la Copa Libertadores.
Pablo Solari por Salomón Rondón, Rodrigo Aliendro por Nicolás de la Cruz, Marcelo Herrera por Nacho Fernández, José Paradela por Lucas Beltrán y Agustín Palavecino por Enzo Pérez (tal vez, el más “puesto por puesto”, en la reconversión del volante surgido en Platense). Al final, River se impuso por 4 a 2, fue más ofensivo … y más defensivo que nunca.
La máquina de atacar que los especialistas celebran de este River lleva el respaldo de la defensa. Sólida, con el colmillo afilado, la de los 8 arcos invictos en la Liga Profesional. Una mirada, simplista, se basa en Franco Armani: el campeón del mundo atraviesa una etapa sensacional. Por el vértigo y la audacia en continuado, el líder se desnuda de a ratos atrás. Y el arquero vuela.
El conjunto de Núñez no sufre un tanto desde la 5ª jornada, el 26 de febrero, y el arquero busca batir un nuevo récord. Uno de 2018, que lo dejó en el segundo lugar de un ranking histórico. Sin contar los cinco goles sufridos en la Copa Libertadores, el último grito doméstico fue de Luis Leal, que convirtió a los 36 minutos del segundo tiempo en la victoria de Arsenal por 2-1, en el Monumental. Luego, sumó 8 partidos sin sufrir goles y contabiliza 729 minutos con el arco en cero.
Cinco temporadas atrás, Armani logró la segunda valla invicta más larga en el profesionalismo del fútbol argentino. Había alcanzado los 965 minutos, y quedó a 109 de los 1075 minutos que mantiene Carlos Barisio, símbolo de Ferro, en 1981. Sin embargo, quedarse con la figura exclusiva del hombre de Casilda sería un error. Hay que volver a ese partido copero, jugado el 19 de abril pasado.
Luego de la expulsión de Enzo Díaz por último recurso y ya con el partido 2-2, en lugar de ubicar un lateral natural (hizo calentar y pudo haber puesto a Marcelo Herrera, por la derecha o Elías Gómez, por la izquierda), el DT eligió a un volante-extremo, como Pablo Solari, por Rondón y a Aliendro por De la Cruz y se sostuvo con un ingenioso 3-1-3-2: González Pírez, Paulo Díaz y Casco; Enzo Pérez; Aliendro, Nacho Fernández y Barco; Solari y Beltrán. “Desde los papeles, éramos superiores al rival y teníamos la obligación de conseguir los tres puntos. Pero a pesar del golpe no perdimos la manera de ser…. No quería perder la posibilidad de ir para adelante: la línea de 3, pero con Aliendro como socio de Enzo Pérez nos iba a dar más equilibrio que con De la Cruz. Y nos permitía seguir teniendo dos delanteros”, comentó Demichelis el día después.
El primer punto, el central para comprender el equilibrio: Aliendro como socio silencioso de Enzo Pérez, desgastado y sin energía en los primeros partidos del ciclo, como en la derrota con Belgrano o la victoria ante Argentinos. Micho había admitido en su presentación, en noviembre pasado: “Intentaré darle solidez defensiva al equipo, pero no voy a negociar el ir para adelante”.
El elenco estaba partido. Hubo charlas grupales, también individuales. El equipo era coral al atacar y un suplicio al defender. Se le caían las medias. Sin embargo, el problema no eran los defensores: la espalda de Enzo. “A partir de la jugada desafortunada del empate, cometimos errores, en las pérdidas nos estaban haciendo daño. Los chicos tienen la sensación de tener que corregir en la inmediatez y nos cometen el segundo gol. Es un error de descoordinación de la línea de cuatro. Sale Leandro (González Pirez), sale también Robert (Rojas) dejando un pase muy fácil afuera, y quiere cruzar Enzo Díaz de central izquierdo hacia afuera liberando la zona peligrosa de gol... hay que seguir trabajando, hay que seguir buscando un mecanismo que nos dé una solidez”, explicaba el DT, luego de la peor derrota de su ciclo, el 1-2 con Arsenal en Núñez. Sin embargo, las fallas no eran individuales: eran conceptuales.
Ya se había dejado atrás su primera ilusión óptica: el salir jugando. El joven conductor cambiaba sobre la marcha. En realidad, le agradan los zarpazos: las transformaciones de nombres y de sistemas. Pero durante las primeras semanas, la defensa no sostenía el mismo ritmo (Enzo Díaz de zaguero, Mammana, lesionado, Maidana en otra sintonía) y las dudas crecían. Analizaba Enzo Pérez, luego de un eléctrico triunfo contra Banfield: “No nos gustó la imagen final. Nos vamos contentos por el resultado, pero disconformes con la manera en la que terminó el partido. Más allá de los dos goles de ventaja, nunca nos hicimos dueños del juego y de la pelota. El otro día contra Tigre no sufrimos, pero esta vez lo hicimos en el retroceso. En el segundo tiempo quedamos muy largos y muy anchos, ellos encontraron espacios para meter pelotas filtradas y tirar pelotazos y a nosotros nos costó acomodarnos, por eso Banfield terminó de crecer. Más allá de que no eran dueños de la pelota, estaban mejor que nosotros. En la semana vamos a tener que arreglarlo”.
El retroceso al que aludía el símbolo, se solucionó con Aliendro, también dispuesto al ataque. Sin poder contar todavía con Matías Kranevitter ni Bruno Zuculini, el rol de Pérez es el que menos recambio ofrece, por más que Aliendro, Palavecino o hasta el propio De la Cruz puedan jugar en esa posición. ¿El uruguayo como dueño del primer pase, delante de los zagueros? Así es. Y lo hace bien. En realidad, River defiende (presiona) desde Lucas Beltrán, el primer defensor. El Julián Álvarez del Muñeco.
De posiciones y nombres propios, Demichelis dio un vuelco gigante, al correr a Milton Casco a la derecha (como una declaración de principios) y le dio vuelo propio a Leandro González Pírez, de cuestionado a aplaudido. “González Pírez es un chico que hace fácil lo difícil. Es muy inteligente, gana muchos duelos y siempre lee bien. Por ahí hacía difícil lo fácil y terminaba arruinando su rendimiento por jugadas puntuales”, había analizado el DT.
“Escuchar los aplausos es algo muy lindo, se me erizó la piel. Todos saben el cariño que tengo por este club. Trato de seguir trabajando y aportando mi granito de arena. Leí lo que dijo Martín, es un honor, fue un defensor de la hostia y un gran entrenador. Que hable así de mi persona es un orgullo”, comenta el defensor, de 31 años, que analiza el contexto.
“Venimos haciendo un gran trabajo colectivo, no son solo los defensores. Estamos conectados, en la misma sintonía. Tratamos de hacer lo mejor para que los volantes y delanteros solo puedan pensar en la parte ofensiva y sigan fluyendo como lo vienen haciendo”, reflexiona. Y va más allá: “Hoy están saliendo las cosas mejor porque el equipo consiguió una solidez, es el conjunto el que consigue que uno juegue mejor”.
La máquina de River, en realidad, se construye de atrás hacia adelante.
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