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Matías Suárez: el River “europeo”, el plus de Marcelo Gallardo, sus ídolos extranjeros y aquel encuentro con Lionel Messi... sin palabras
Una charla con el delantero cordobés que pasó por Bélgica y volvió “joven” al país; el papel fundamental de la neurociencia, las eliminaciones ante Flamengo y Palmeiras, y su esperanza de selección
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“¡Mati, vení! ¡A casa!”. La voz de Rosario retumbaba por las calles del barrio Empalme, en la ciudad de Córdoba. Eran las 10 de la noche y ella debía salir a buscar a su hijo, que todavía no había vuelto a casa. Mientras seguía corriendo y pateando, el pequeño Matías no quería dejar de jugar, pero acudía al encuentro. No había tiempo para más. A la mañana, había habido fútbol con los amigos. Después del mediodía, había asistido a la escuela. Y a la tarde-noche, había vuelto a encontrarse con la pelota. Ese niño hincha de Belgrano que admiraba a Ronaldo Nazario era el más chico de seis hermanos. Delgado, tímido y callado, pero dueño de una técnica envidiable. Propia de un crack. Todos lo querían en su equipo. Si jugaba Mati, había más chances de ganar. Los que lo conocían, lo sabían.
Más de veinte años después, Matías Suárez pisa la pelota en el Monumental y la sensación en River se repite. Si encara, algo diferente puede pasar. Aquel pequeño cordobés que jugaba picados en la tribuna de Unión San Vicente, del barrio Acosta, con su papá, Roberto, es hoy uno de los delanteros más destacados del fútbol argentino, sin perder su esencia: tratar bien a la pelota. “De chico, yo vivía las 24 horas para el fútbol. Jugaba a la mañana, iba a la escuela, dejaba la mochila y me iba hasta que mi mamá tenía que salir a buscarme a la noche. Otras épocas… Hoy cambió todo, pero te juro que disfrutaba así”, recuerda el delantero de 32 años, en una entrevista con LA NACION.
Antes de los 10 años, dio sus primeros pasos en Unión San Vicente hasta que lo fichó Belgrano, a los 14. Vivió en la pensión y se escapaba para jugar torneos con sus amigos. Entre 2006 y 2008 se lució en la primera del Pirata y partió a Anderlecht, de Bélgica. Allí se transformó en “El Mágico”: hizo 67 goles en 239 partidos y ganó ocho títulos. Pese a ser figura, la selección siempre le fue esquiva y, por problemas en una rodilla, en 2012 no pudo pasar a CSKA, de Moscú, por 12 millones de euros. En 2016, cuando podía irse a Francia, España o Italia, eligió volver a Belgrano. Hasta que River llamó a su puerta en 2019. Y Suárez no pudo decirle que no a la oportunidad que había esperado toda su vida. Hoy, con 21 tantos en 71 encuentros y dos trofeos, se prepara para jugar su cuarta final: la de la Supercopa Argentina, frente a Racing.
–¿Dónde quedó el apodo “El Mágico”?
–Cuando apenas llegué a Bélgica ya me decían así. Yo me divierto, me río con los apodos. Tuve tantos [“El Oreja”, “La Joya”, “El Artista”]... Y nunca les di mucha importancia. Pero en Anderlecht la gente iba con la bandera argentina y la 9 con ese sobrenombre. Era una locura.
–¿Qué quedó de aquel Suárez que brilló por ocho años en Bélgica?
–Con el pasar de los años, tanto en el fútbol como en la vida, uno va cambiando y aprendiendo. Meto todo en el campo de juego. Siempre aprendo de mis compañeros y de los directores técnicos en los entrenamientos. Es importante aplicarlo en el juego para crecer. Yo sigo siendo un delantero libre. Me gusta mucho atacar, estar cerca del gol y del área. Y hoy disfruto jugar como me ven acá, en River, moviéndome por el centro y por ambas bandas. Tengo predisposición total.
–¿Sentís que te potenciaste en los dos años que llevás en River?
–Acá jugamos con un 9 y casi dos extremos. Marcelo [Gallardo] me pide que me mueva, que tire diagonales, que me sienta cómodo y le haga bien al equipo. Yo estoy cómodo con un 9 en el área, no soy goleador. Hago goles porque estoy cerca, pero también me gusta mucho asistir y llevarme la marca para que mis compañeros puedan marcar. Y en estos últimos años aprendí mucho con Marcelo. Me enseñó a correr diferente en la cancha. Corro diferente y corro mejor.
–¿Cómo definirías a Gallardo?
–Es uno de los entrenadores más exigentes que tuve en mi carrera. Pero de esa exigencia se aprende. Hacemos cosas muy buenas durante la semana y estamos muy contentos. Disfrutamos mucho los entrenamientos y los partidos. Los vivimos de la misma forma porque sabemos que a esa intensidad de las prácticas después la sufre el rival y no nosotros. Y también Gallardo sabe armar muy bien los partidos: entiende y lograr ver cómo hacerle daño al rival. Dependemos mucho de él.
–¿A veces se sufre esa exigencia?
–Para estar a la altura de la intensidad que le gusta a Marcelo en cada partido hay que entrenarse de esa forma y estar preparado y fuerte de la cabeza. Uno puede sentir algún cansancio en alguna práctica, pero tiene que estar a fondo. Uno puede tener un buen partido, pero eso no le asegura la titularidad. Hay que ganársela día a día. Si uno está al 100%, tiene chances.
–¿Por qué River sigue en los primeros planos pese al paso del tiempo?
–Lo fundamental es sostener una idea de juego. Cada año o cada torneo quizás hay jugadores nuevos o un equipo diferente. Hasta cambiamos el sistema o volvemos a alguno que ya hemos usado. Pero sostenemos una línea de trabajo y tenemos libertades para disfrutar nuestro juego. Nunca negociamos salir a ganar, intentar jugar, atacar el arco del rival, dar el máximo y pelear por los compañeros. Sobre eso siempre tratamos de reinventarnos, aprender y crecer, como grupo y como equipo. Y tenemos que estar preparados porque contra River muchos sacan un plus.
–¿Qué te sorprendió del mundo River?
–Me acuerdo de cuando debuté en Mendoza: entré, hice un gol, estaba la gente en la tribuna... y como que caí de un momento para el otro en que estaba jugando en River. Pero lo que más destaco es que es un club que está preparado en un nivel europeo. Yo conocí mucho en mi etapa en Bélgica, y River está a la altura de un club grande de Europa. En ese sentido, para como están muchos clubes de Argentina, hoy es increíble e impresionante cómo está en infraestructura y personal.
–Muchos jugadores destacan el trabajo de la neurociencia por Sandra Rossi. ¿A vos te ayudó?
–Las personas como Sandra en la vida de uno son muy importantes para tomar decisiones. Tenemos la suerte de tenerla. Trabajamos con ella y a mí me he ayudado mucho en todo este tiempo, muchísimo de verdad. Ayuda a tomar decisiones en el campo; da visión de juego, tranquilidad con la pelota. Son trabajos que uno lleva al campo de juego en acciones similares, y son fundamentales. Sandra es una genia, nos ayuda mucho. Para el equipo es muy importante.
Matías Suárez y sus mejores momentos en River
–¿Cómo quedó el equipo después de las derrotas frente a Flamengo y Palmeiras, en la final de 2019 y la semifinal de la Copa Libertadores 2020?
–Nos dolieron ambos partidos. A nadie le gusta perder, más que nada cuando está en una instancia así, a nada de ganar algo tan importante. Quizás, contra Flamengo, en una final y de la forma en la que perdimos, nos golpeó más. Es difícil olvidarlo. Pero cada partido que perdemos, incluso uno en el torneo, duele mucho. Imaginá una semifinal o una final... A esos partidos todavía no los olvidamos. Dan bronca. Pero son cosas que pasan y las tomamos como puntos de partida para mejorar, trabajar y transformar los errores en cosas positivas.
Belgrano, Bélgica, la selección y el encuentro con Messi
–¿Qué te genera que te nombren como el mejor jugador del fútbol argentino?
–Yo siempre trato de disfrutar y no pensar en ser visto como el mejor jugador. Trabajo para el equipo, tengo predisposición total hacia mis compañeros y el técnico. Marcelo siempre confió en mí y disfruto cada momento. Nunca pensé que iba a tener la chance de venir a esta edad a River, y trato de aprovecharla al máximo. Estoy muy feliz.
–¿Cómo quedó tu vínculo con Belgrano?
–No me gusta hablar mucho porque quizás la gente puede tomarlo mal, porque me fui en un momento difícil. Pero era una oportunidad muy grande para mi carrera. No la había tenido de joven y la tenía que aprovechar. Yo en 2016 podía quedarme Europa y opté por volver a Belgrano. Hice muchas cosas por estar ahí. Mucha gente lo entendió. Hablé con mis compañeros y los dirigentes después del llamado de Gallardo y me entendieron. Yo me quedé tranquilo porque cada vez que jugué en Belgrano, club del que soy hincha, defendí a muerte la camiseta. Me di el lujo de jugar en el club de mi familia, pero surgió una chance en un equipo tan grande... ¿Quién no querría jugar en este River? No le debo nada a nadie y siempre hago todo con respeto.
–¿Por qué elegiste volver tan joven?
–En 2016 yo tenía dos años más de contrato en Bélgica y rescindí para volver a Córdoba porque extrañaba mucho. Imaginá: me fui muy joven y necesitaba volver. Quise ir a Belgrano, estar en familia y con mi gente que no tenía cerca. Quería darme el lujo de volver al fútbol argentino siendo joven. Me sentía bien y no quería hacerlo de grande porque es más difícil volver a adaptarse. En el momento no sabía si era una buena decisión. Hoy siento que sí.
–¿A qué atribuís que recién a los 30 años dieras el salto y llegaras a la selección nacional?
–No lo sé. Es una pregunta difícil de responder. Yo siempre trataba de jugar como juego en River. Lo hice en Belgrano y en Anderlecht. Quizás en River se magnifica todo. Uno hace algo y en dos minutos ya lo sabe todo el mundo. Quizás ahí no tenía esa repercusión.
–¿Te ves con chances para la Copa América y el Mundial?
–Sé que tengo jugadores muy importantes en mi posición en los mejores equipos del mundo. River es uno, también, pero compito con los mejores. Uno sabe que es complicado, pero siempre está la ilusión de jugar con la camiseta del país. Se me dio en la Copa América cuando no lo esperaba, y es lo máximo que puede pasarle a uno.
–¿Le contaste a Lionel Messi que te sacaste una foto con él en 2011 y no le dijiste quién eras?
–¡Nooo! ¿Sabés la gente que habrá conocido Leo? Habrán pasado millones. De qué se puede acordar, pobre... Esa vez en Suiza fuimos a ver a Lucas [Biglia] con la familia en un amistoso contra Portugal. Pasamos por el hotel, estaba Leo, bajó y me saqué la foto. Me daba vergüenza, tenerlo ahí... Es impresionante lo que genera. Impone algo muy fuerte. Fui, me la saqué y ni hablé. No quería jorobarlo. Sé cómo es y la vida que lleva.
–Vos tenés un perfil parecido...
–Yo trato de hacer mi vida de siempre. Soy de pasar mucho tiempo en casa, no salgo mucho. Si salgo es para ir a cenar cada mes como mucho. Soy muy familiero, me gusta estar con mi mujer y mis dos hijos y siempre hago una vida parecida, ya sea en Córdoba, Bélgica o Buenos Aires. Es más: en casa no soy de ver futbol. Uno viene tan metido que necesita relajarse. Hay que disfrutar de otras cosas, porque la vida pasa no sólo por el futbol.
–¿Te sorprendieron las diferencias entre Bélgica y Argentina?
–En la calidad de vida, sí. Es diferente, nos llevan muchos años de distancia. La seguridad, la tranquilidad... Eso se extraña. Y en lo futbolístico tienen otra mentalidad. Hay presión porque a todos les gusta ganar y exigen hacerlo, pero no es la misma presión de acá. En Europa los clubes grandes quieren ganar, ganar y ganar. Nosotros en Anderlecht jugábamos a cancha llena todos los partidos, nos esperaban en cada ciudad... pero la gente lo vive de otra forma. Es más tranquila. No es que acá sean malos, pero se mezclan problemas de la vida cotidiana y la gente se descarga. Es entendible. Allá van a disfrutar y pasar un buen momento en familia.
–¿Qué rival te impactó más en una cancha?
–He jugado en canchas muy importantes y contra los mejores equipos de cada país. Siempre tuvimos Champions o Europa League. El equipo que más me marcó fue PSG, en un partido de local que nos ganaron por 5-0 en 2013. Zlatan Ibrahimovic hizo cuatro goles y me deslumbró, no podía creerlo. Es un fenómeno. Me gusta mucho –más allá de su postura y de cómo es– que tenga tanta técnica, tanta movilidad y tanta facilidad. Me encanta.
–¿De chico a quién admirabas?
–Siempre me gustó Ronaldo, el gordo. Fue de los mejores. Era una debilidad enorme que tenía. De los mejores jugadores que he visto. Enzo Francescoli también me encantaba; yo miraba mucho su fútbol cuando era chico. Son jugadores que uno apreciaba y admiraba.
–¿Y qué sentís cuando hoy te admiran a vos?
–Es muy lindo que reconozcan que uno hace las cosas bien, porque uno trabaja y juega para que la gente lo disfrute. Que el hincha lo haga es muy lindo. Pero no soy de prestarles mucha atención a las redes sociales. Soy medio malo con eso. Yo vivo las 24 horas para River. Soy jugador de fútbol todo el tiempo, por eso trato de cuidarme, estar bien. Pero termino de entrenarme e intento cortar. Tengo mi vida en familia y trato de desconectarme un poco del fútbol. A la vida hay que disfrutarla de otra manera, con pequeñas cosas, más simples y con la gente de uno.
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