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La nueva vida de Oscar Ahumada, el hombre que por una frase pasó de ídolo a enemigo en River
“La vida empieza después del fútbol”, sostiene el exjugador que pocas veces se sintió cómodo en el ambiente
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“Bancá que me preparo unos mates y charlamos”. El campo es su refugio. La convivencia con la naturaleza y los animales. Algunos de sus momentos de placer son la soledad, la lectura y comer con amigos. Quien lleva esa vida en la actualidad es Oscar Ahumada.
En su charla con LA NACION describe su carrera de futbolista como muy buena: “Jugué en el que, para mí, es el club más grande del país, fui capitán y me citaron a la selección”. También tuvo pasos por Alemania y Rusia, pero, inclusive así, sabe que no hizo más sacrificios para superarse. Su camino como profesional tuvo un punto de inflexión que, junto con otros motivos, fueron los detonantes de su alejamiento del fútbol. “No me gustó nunca el entorno”. Pero hubo un partido. Y una frase en River hizo que lo señalaran como un enemigo: “Lo que se generó con mi declaración del ‘silencio atroz’ también me alejó”.
La pasó mal. Sufrió. Vivió momentos de dolor y de tristeza. Nunca más pudo regresar al Monumental, lugar al que le encantaría ir con su padre y sus hijas. Sus problemas en la espalda lo llevaron a colgar los botines vistiendo la camiseta de All Boys hace poco más de 10 años. Sin embargo, su vida tomó otro rumbo y atraviesa sus días como empresario de la construcción: “Empecé como inversor mientras jugaba. Siempre me gustó lo que es el ambiente de la obra”. También se dedica a producir en el campo. Una vez un compañero de equipo le dijo que “la vida comienza después el fútbol”, y allí fue cuando más aprendió. La terapia lo ayudó. Sus lazos familiares y de amistad se fortalecieron y se siente feliz por tener una vida más tranquila, sin las exposiciones, exigencias ni presiones que genera el fútbol.
Su vida en el fútbol y sus aprendizajes en el exterior
Para Oscar Ahumada, su carrera como futbolista fue muy buena: “Me siento conforme y realizado con lo que hice. Contento porque jugué en River, que, para mí, es el equipo más grande de la Argentina, del que soy hincha y mi viejo también. Tuve la posibilidad de ser capitán y también tuve una convocatoria a la selección”. Incluso, sintiéndose conforme, sabe que tiene algunas cosas que cuestionarse: “Creo que es un poco hasta donde he querido llegar yo. A mí me costó mucho siempre estar afuera, irme, desprenderme de mi familia, de mi hija. Entonces, creo que hubo un bloqueo psicológico en el momento en el que se requería hacer un sacrificio más, como lo hacen los grandes jugadores de la historia. No pude hacerlo y creo que no quise hacerlo. Llegué al punto máximo de lo que podía dar en el fútbol”, le cuenta a LA NACION. Y agrega: “Los momentos en los que requería más sacrificio, más esfuerzo, no los pude superar. Hoy lo acepto porque estoy a gusto. Hoy me planteo lo que hago y estoy a gusto”.
Jugó 169 partidos en River y durante sus siete temporadas en el club formó parte de muchísimos equipos. “Si tuviera que elegir el mejor, elijo el del 2008, con el Cholo Simeone. Pasé por varios, pero ese fue el mejor por la calidad humana. Éramos muy chicos, estaban Radamel Falcao, Sebastián Abreu, Diego Buonanotte, Augusto Fernández, Pitu Abelairas... Salimos campeones, pero en cuanto a equipo también me refiero a la calidad humana que había en el vestuario”.
Ahumada también colocó al actual entrenador de Atlético Madrid como el mejor de todos los que tuvo: “El Cholo marcó una diferencia en el cambio del fútbol, principalmente. Nosotros veníamos de un tipo de entrenamiento, de una forma y cuando vino él revolucionó todo con entrenamientos cortos, intensos, presiones. Una visión amplia de Europa. Un gran cambio. Hoy lo veo y no me sorprende para nada. La dedicación que tuvo siempre, el profesionalismo, las fuerzas, las ganas que tuvo son los resultados de adónde está y cuánto tiempo hace que está porque sostenerse es lo más difícil”.
Su carrera como futbolista, desde muy joven, le permitió jugar en el seleccionado Sub 20 y consagrarse campeón del mundo. “Es algo que no olvidás más. En los juveniles disfruté de un gran crecimiento personal que el tiempo me fue dando. Además, ese Mundial fue acá, en la Argentina, jugamos todos los partidos en la cancha de Vélez, fue inolvidable, una alegría bárbara. Y además tuvimos un como DT José Pekerman, que tampoco me sorprende que la selección haya logrado las cosas que logró por el capital humano y la formación que ha hecho José con los chicos, sobre todo. Él en eso fue lo mejor que tuvo Argentina”.
Alejandro Sabella lo convocó para que disputara un partido amistoso con el seleccionado mayor. Y debutó el 22 de noviembre de 2012, en la revancha del Superclásico de las Américas, entre la Argentina y Brasil, en el duelo que se jugó en la cancha de Boca. El combinado albiceleste ganó 2 a 1 y Ahumada ingresó los últimos tres minutos del encuentro. “De todo eso me quedaron buenos recuerdos, pero todo continúa”, contó.
Wolfsburgo, de Alemania, apareció como su primera experiencia en el exterior. Más adelante fue a jugar a Rusia. “Fueron muy buena experiencias. Te abre la cabeza para vivir otras culturas, otras formaciones. Duro en el sentido climático, uno está acostumbrado a algo totalmente diferente. Allá, los días en invierno y otoño terminan a las tres, cuatro de la tarde, en ese sentido es duro, pero tanto Rusia como Alemania tienen la tranquilidad de la seguridad y de la paz. Es lindo. Después, en cuanto a la gente, dicen que son cerrados, y quizá lo son, pero por una cuestión de su orden y su funcionamiento. También, la cultura de ahí te hace sentir que funciona todo, los trámites son más expeditivos y es más rápido todo”.
Una anécdota marcó el aprendizaje: “Cuando jugaba en River, nos sacábamos la ropa, terminábamos de entrenar, la tirábamos en el piso y el utilero la juntaba. En mi primer entrenamiento en Wolfsburgo fui a el vestuario, me saqué la ropa, la dejé tirada, me fui a bañar, me cambié y me fui a mi casa. Al otro día cuando volví al entrenamiento estaba todo el vestuario impecable... pero mi ropa todavía estaba tirada ahí”, recordó, entre risas. Pero el consejo de otro argentino lo ayudó a aprender el funcionamiento: “Estaba Diego Klimowicz y le pregunté qué mierda había hecho por qué no me juntaron la ropa. No sabía si me estaban haciendo una joda, si me estaban discriminando, entonces me explicó cómo era. ‘Esto es así: nosotros entramos y en las canillas de adelante nos limpiamos los botines, los ponemos en este cajoncito y ahí los busca el utilero. De ahí venimos al vestuario, nos sacamos la ropa, lo ponemos en este canastito que se lleva a utilería y al otro día tenés toda tu ropa impecable’, me explicó. Entonces ahí ves la colaboración de todos, nadie es esclavo de nadie. Nadie te junta las cosas tiradas por todos lados. Y te hablo de que estábamos en Alemania, en un club como Wolfsburgo, jugando la Copa UEFA en ese momento, con jugadores importantes como Andrés D’Alessandro y era para todos igual, era todo un circuito que hacía un funcionamiento lineal. El respeto es para todos igual. Después ves los resultados de algunas ligas, cómo se juegan los partidos o cómo se desarrollan y es todo por estas pequeñas cosas con su lugar y su forma”.
Rusia también le dejó un recuerdo sobre las diferencias culturales: “Estaba jugando en Rostov del Don y tenía que irme de la casa de Héctor Bracamonte hasta la mía. Cuando salí había un quilombo bárbaro en la calle con gente chupando. Le pregunté a Héctor si podía ser peligroso, si podía pasar algo, pero me dijo que me fuera tranquilo. Al otro día, cuando vuelvo a su casa a la mañana para irnos a entrenar, la misma gente que estaba haciendo quilombo, que estaba disfrutando de la noche, estaba limpiando, juntando las botellas, ordenando todo. Y cuando volví de entrenar pasé por la peatonal y parecía que le habían pasado un lampazo”, reveló.
La “maldita” frase, su alejamiento y el retiro
En el año 2013, Oscar Ahumada tomó la decisión de dejar el fútbol. “Estaba en All Boys cuando me retiré”. Sobre cómo le afectó el cierre de esa etapa, fue determinante: “Cero, nada, no me costó nada. Un factor fundamental por el que decidí dejar, fue que un día no pude alzar a mi hija. Yo ya estaba con mis problemas de columna, que fue el motivo por el que dejé”. Sin embargo, hubo otros componentes por los que colgó los botines.
Pero primero dio cuenta de cómo fue distanciándose del fútbol: “Desde que me retiré me fui alejando. Estuve como ayudante de campo de Federico Domínguez, en Boca Unidos, de Corrientes. Si no me equivoco, en 2015, pero a partir de ahí, me alejé. Lo único que veía era River con mi viejo por ser hinchas, pero a veces lo miraba y me ponía crítico y sin disfrutarlo. Y me terminé alejando porque hubo cosas del fútbol que a mí me han dolido mucho, todo lo que es el entorno, porque el fútbol en sí, me apasiona”, aclaró.
“Una cosa que me dolió fueron los manejos de los dirigentes”. Sobre esto, ejemplificó: “Cuando yo tenía 24 o 25 años y jugaba en River... mirá, te estoy diciendo River, una potencia en el país... nosotros nos entrenábamos en Ezeiza con una infraestructura muy mala. Había un gimnasio que parecía una carpa de circo y estaba toda rota. Eso ya no me gustaba. Otra cosa que tampoco me gustó fue el manejo de las barras bravas”.
Pero durante la charla fue el propio exjugador quien trajo a la conversación con LA NACION uno de los momentos más duros de su carrera. Un punto de inflexión. El que desató su desamor: “Y mismo también lo que se generó con mi declaración del ‘silencio atroz’, eso también me alejó. Creo que hay una hipocresía muy grande. Yo admiro muchísimo a jugadores como Messi, Di María, Otamendi, para que se entienda, porque en la selección fueron tipos cuestionadísimos en un momento, pese a haber llegado a finales de Copa América, del Mundial y hay un momento en el que se siente mucha ingratitud, que yo no podía creer que estaban insultando a esas personas”. Y a ese fenómeno lo comparó con lo que le sucedió a él: “Bueno, en cierta forma, a muchísima menos escala, era lo que sentí yo, porque me rompía el culo adentro de la cancha, a veces no salían las cosas y después de eso se ve lo fácil que es criticar. También está el periodismo malintencionado, porque una cosa es una crítica por un partido malo, por eso no pasa nada, porque un partido malo lo tiene cualquiera, pero viste que hay periodismo malintencionado. Otra cosa que no me gustaba del fútbol era la exposición, yo siempre tuve perfil más bajo, la exposición dentro del fútbol fue algo que no me gustaba, trataba de evitarla, entonces cuando dejé el fútbol y encontré una vida privada. Por eso no me costó. Me vine al campo y me quedé acá. Al mes de que decidí dejar, me llamó el que era mi representante para ver si iba a hacer un contrato. Newell’s me estaba buscando y ahí fue que le dije que no iba a jugar más”.
Pero era inevitable conocer mucho más de lo que desató aquella famosa frase con la que todavía se lo relaciona. Se jugaba la revancha de los octavos de final de la Copa Libertadores 2008. San Lorenzo había ganado 2-1 como local en la ida, pero en el desquite perdía 2 a 0 contra River en el Monumental y, además, jugaba con nueve jugadores por las expulsiones de Diego Rivero y Jonathan Bottinelli. Todo era fiesta para los hinchas del Millonario, hasta que con dos goles de Gonzalo Bergessio, el Ciclón logró revertir la serie y avanzó a los cuartos de final. Días después, Ahumada fue protagonista por decir: “Cuando San Lorenzo nos hizo el 2 a 2, el estadio se enmudeció...se sintió ese silencio atroz, porque fue un silencio muy grande”. A partir de allí, los hinchas de River no lo perdonaron.
-¿Cómo fue tu vida los días posteriores a esa declaración?
-La pasé mal, horrible, no esperaba para nada eso, por eso lo pongo en un lugar de hipocresía. Porque la sensación que yo tuve ese día adentro de cancha en el partido contra San Lorenzo, vuelvo a decirlo, fue de silencio... la cancha, mis compañeros. Nos callamos todos. Se sintió una energía negativa total. Lo viví feo porque es fútbol y uno se puede equivocar, pero ahí entra el fanatismo donde ya se ve involucrada la persona. Por ejemplo, un día estaba enfrente del colegio de mi hija comiendo y pasó gente que me empezó a insultar. La pasé feo. También hubo personas que me apoyaron en el sentido de que fue una cagada la declaración porque, a veces, hay que tener cuidado con lo que uno dice, pero después fue un maltrato constante, ni hablar de lo que fue la cancha al siguiente partido y el resto, cómo me insultaban. Sentí dolor y tristeza. Te sentís como si fueses un Presidente que les robó a todos. Fue extremo. Se pone el ojo demasiado fuerte ahí cuando hay cosas que pueden ser más importantes. Lo sufrí, me lo hicieron sufrir y después de ahí me fui a México.
-¿Sentís que a partir de ahí tu carrera no siguió como lo esperabas?
-Nunca fui de pensar mucho en cómo iba a ser mi carrera, siempre vivía el día a día, pero sí fue un quiebre. A mí la gente me quería mucho y, de golpe, pasé a ser prácticamente un enemigo; entonces, influyó mucho y no esperaba tanta repercusión, un comentario que hice en caliente que vino a razón de que al partido siguiente contra Gimnasia, cuando salimos a jugar, nos tiraron maíz y pañales. Ahí está el punto, de cómo los jugadores en la cancha tenemos que aguantar insultos, maltratos, despojos. Y ahí fue la reacción de mis comentarios: primero, por el dolor; segundo, por ser hincha, y tercero, por sentir el agravio hacia mi persona. Yo dejo todo en la cancha. Pero todo fue un quiebre.
-¿Volviste al Monumental?
-No volví nunca más a la cancha. Tengo ganas, me encantaría, me gustaría que pasara el tiempo y volver a ir con mis hijas y con mi viejo. Pero creo que ese tema todavía está ahí dando vueltas. El tiempo dirá. Hoy por hoy no me siento seguro en ir. No sé que puede llegar a pasar, entonces prefiero evitarlo.
La salud mental es un factor fundamental en la vida de cualquier ser humano, algo que en fútbol se vio relegado desde hace mucho tiempo. Sin embargo, por sus vivencias como futbolista profesional, Ahumada pudo contar con ayuda psicológica desde muy joven, en los seleccionados juveniles. Además, es una práctica que lleva a cabo y que lo ayudó mucho en su bienestar emocional: “Hace 12 años que hago terapia, me ayudó muchísimo en lo personal y es algo que hoy lo aconsejo, pero además tuve la suerte de estar en el grupo de juveniles con José Pekerman que fue uno de los pioneros en poner un psicólogo. Yo desde lo personal tomé enseguida todo eso, después decidí incorporarlo en mi vida y por medio del psicoanálisis me ayudó un montón. La salud mental en el deportista de alto rendimiento tiene que estar siempre acompañada porque las frustraciones son grandes y las exigencias son muchas y muy fuertes. Entonces, si no tenés un equilibrio, un acompañamiento y una ayuda, es difícil. Hubo muchos casos de chicos con condiciones espectaculares que no superaron algún problema en la cabeza como entrar en la cancha y sentirse abrumados o cometer errores y no poder salir de ese error”. Durante sus días como sparring de la selección argentina, citó un ejemplo: “A nosotros Marcelo Bielsa nos decía constantemente la frase ‘reacción sobre el error’ y aparte si uno habla de la selección, varios jugadores han nombrado una psicóloga que les ha dado apoyo a esas cuestiones emocionales, porque todo se trata de emociones que vas viviendo en ese momento, de una educación emocional de la frustración. Por ejemplo, hiciste un mal pase, pero tenés que recomponerte, te insultan, pero tenés que tratar de estar bien, asimismo cuando te felicitan no creértela, entonces ese trabajo de terapia, llevado a una educación emocional, para mí fueron bases importantes para dejar el fútbol, no tener ningún tipo de problema, seguir con la vida y adecuarme”.
A más de 10 años de su retiro del fútbol y tras estar lejos por mucho tiempo, hubo un motivo que lo unió un poco más en los últimos años. La selección argentina que se consagró campeón del mundo en Qatar tuvo entre sus protagonistas a mucha gente que lo volvió a acercarse: “Creo que la unión al fútbol fuerte se me da de vuelta con la selección argentina, con el deseo de ver campeón a este equipo que empezó cuando se formó el cuerpo técnico con Lionel Scaloni, a quien lo conocí en las juveniles, con Pablo Aimar, que lo conozco de la pensión de River, y con Walter Samuel y Roberto Ayala, que estaban en la mayor y yo entrenaba de sparring. Entonces tuve la suerte de conocerlos a todos ellos como personas y cuando se formó todo ese grupo, que sé con qué clase de gente está formado, empecé a hacer de nuevo la unión con el fútbol, a mirarlo más seguido”.
El amor por la construcción, el campo, su familia y los placeres
Sin tener al fútbol dentro de su órbita, o en muchísima menor medida de cuando lo jugaba, la vida de Oscar Ahumada tomó otro rumbo: “Hoy tengo una empresa constructora en Zárate, que se llama Grupo De la Ribera. Me dedico a la construcción de edificios y casas, mayormente en zonas como Zárate, Campana y Pilar”. Su amor por la construcción tuvo un inicio con el que de a poco comenzó a formar su presente: “Yo era inversor en Capital Federal, mi exrepresentante, Tomás Colángelo, tenía una empresa constructora y en los ratos libres me juntaba con él, iba a los edificios y me gustó siempre lo que es el ambiente de la obra, la construcción, los materiales y desde ahí se fue dando, empezó todo con una oportunidad y de ahí no paré. En ese momento yo todavía jugaba, pero fue donde empezó mi amorcito por la construcción. No estudié nada de arquitectura o ingeniería, por eso tengo una constante nutrición de informarme y aprender de las personas que tengo al lado, que son muy importantes y hacen un entorno nutritivo en el que aprendo constantemente”.
Desde 2016 Ahumada comenzó una sociedad con un amigo, que se terminó con el tiempo. Hoy formó otra sociedad. “Tengo la oficina de la empresa en el centro de Zárate. Ahí nos juntamos y debatimos, vemos qué tenemos que hacer, construir, sacar, comprar, vender. Trabajo con tres personas más que son mis socios, Nazareno Defilipi, Romina Vina y Marcos Gallardo. Ellos sí tienen carreras profesionales por eso te digo que el entorno es muy importante y con ellos aprendí a cuidarme de todo”, resalta el exfutbolista.
Muchos son los aprendizajes que un ser humano van adquiriendo a medida que pasa la vida, pero para los jugadores de fútbol, no es igual. Sus rutinas hacen que todo sea de manera diferente y Oscar Ahumada atravesó ese proceso una vez retirado: “A partir de ahí aprendí todo. Un día hablando de la vida con el Coco Horacio Ameli, cuando yo tenía 20 años, me dijo algo que a él ya se lo había dicho otro jugador: ‘La vida comienza después el fútbol’. En el fútbol se vive en una burbuja porque te demanda mucho: los resultados, tener que ganar, entrenar... entonces no se puede estar en todos lados. No hacíamos ningún trámite nosotros, teníamos gente que nos hacía esas cosas, entonces después del fútbol empieza la vida, cuando tenés que empezar hacer todo eso: ver una declaración jurada punto por punto, pagos de servicios, de seguros, ir a los bancos”. Otro punto sobre el que hizo hincapié fue en el dinero el día después del retiro: “También tenés que aprender a tener un orden financiero porque cuando uno deja de jugar cambia la economía. Yo tuve la suerte de hacer alguna diferencia, pero el grifo se cierra y ya depende de lo que vos generas”.
Pero durante su carrera tuvo otras enseñanzas: “Otra cosa que me pasó fue que en los cuatro primeros años de mi hija, no conocía el jardín, no iba a ninguna fiestita, después de que dejé de jugar, no falté a ningún acontecimiento que haya y en la vida del jugador, estando en carrera, faltas a todos los eventos: cumpleaños de 15, casamientos, bautismos, juntadas”.
“La vida social del jugador es muy distinta a una persona normal, digamos”, aclara Ahumada, quien no estuvo cómodo en sus primeras épocas como exjugador: “Hoy lo tengo aceitado. En un primer momento fue difícil porque te sentís abrumado, perdido, solo. Porque tenés una rutina y tenés que romperla; de golpe tenés todo el tiempo para vos, tenés que administrar tus tiempos, adónde querés ir, qué querés hacer”.
Un recuerdo ingrato tiene que ver con un momento importante que se dio durante el crecimiento de una de sus hijas: “Lo que sufría con el futbol era la falta de familia, hijos, amigos; entonces me ha cambiado y me ha dado paz y estabilidad: hoy en día elijo estar con mis amigos, me ha cambiado mucho socialmente disfrutar de los pequeños momentos que la vorágine del fútbol no te deja. Yo por ejemplo no vi aprender a caminar a mi hija más grande porque estaba en Rusia y la vi por un video. Es más, te lo cuento y se me cae una lágrima. Yo estaba solo en enero allá y acá estaban todos en el campo disfrutando en la pileta. Me mandaron el video de ella aprendiendo a levantarse para caminar, entonces sentís que perdés un montón de cosas que hoy no”.
Así son los días de Oscar Ahumada, a sus 41 años. Sin una rutina marcada, pero con varias ocupaciones: “Me levanto muy temprano, a las seis, llevo al colegio a Sofía, mi hija más grande, de 13 años, y al jardín a Indiana, que tiene dos. Después paso por las obras, me voy a la oficina y a la tardecita me vuelvo al campo, que es donde vivo, a 15 minutos del centro de Zárate, afuera de la ciudad. Acá es mi cable a tierra, el aire, el despeje de todo. Acá, en el campo tengo vacas, tengo cría-engorde, tengo unos chanchitos y voy a volver a poner unos corderitos que en un momento los habíamos sacado. Eso produzco en el campo, pero también tengo tres hectáreas que son para disfrutar, con pileta. Trato de llevar una vida más tranquila en cuanto a las exposiciones, exigencias y presiones que es lo que pasa constantemente en el fútbol”.
Para desconectarse de la vida cotidiana son varias las actividades que realiza: “Comer con amigos, leer. Leí muchos libros de autoayuda, ahora estoy con Nietzsche a fondo porque surgió con mi psicóloga por un par de libros que me recomendó. Actualmente estoy releyendo ‘El poder del ahora’, de Eckhart Tolle, es muy interesante ese libro, pero mi hobbie principal es venirme al campo y limpiar algo de la casa, estar con las plantas, alambrar, pintar algo. Me gusta interactuar con los animales, con la naturaleza, me gusta mucho la soledad también”.
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