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El River copero de Gallardo, perdido en la noche ante Palmeiras: las razones de una de las peores derrotas del ciclo
Desdibujado. Atónito. Perdido. Golpeado. Sorprendido. River se mareó demasiado rápido. Aquel sello del equipo que podía reponerse de los golpes se desdibujó por completo en la noche de Avellaneda. Sin ni siquiera un gramo de efectividad en el área rival, cada ataque de Palmeiras fue una daga al corazón para un equipo desbalanceado y con una defensa demasiado endeble para afrontar una semifinal de la Copa Libertadores. Los minutos de juego fueron golpeando lentamente a un River que nunca pudo reponerse del inesperado primer gol de su rival. Esta vez, perdió el juego físico, futbolístico y mental. No hubo reacción posible. Y uno de los peores partidos en torneos internacionales en el largo ciclo de Marcelo Gallardo: derrota 3-0 de local para quedar al borde de la eliminación.
Solo aquella eliminación ante Lanús, en la misma instancia de 2017, está a la altura de este cachetazo... Después de unos primeros 20 minutos de vértigo, inteligencia y fútbol, todo fue una involución. Ni siquiera tuvo ese ímpetu característico para arrinconar al rival, algo que siempre le surgió, hasta en los momentos más duros. Aunque tuvo el control de la pelota y el terreno, se olvidó de jugar, discutió por demás, no pudo contra sus propios demonios y le concedió todas las ventajas posibles a Palmeiras, que hasta pudo llevarse una ventaja de uno o dos goles más.
Le duró poco el libreto habitual al Millonario. En un principio, apostó fuerte, conectó bien sus líneas, desbordó al rival y generó tres claras situaciones de gol que no pudo concretar. Pero un error de Franco Armani le dio el 1-0 a Rony a los 26 minutos de juego y el partido se terminó. Mandíbula de cristal, quizás. Demasiada ineficacia y muchas desconcentraciones. A partir de allí, nunca más pudo volver a conectarse con su idea de juego y se embarulló entre la bronca por no convertir lo que generó y la masiva cantidad de errores y desatenciones defensivas. Una actuación no apta para partidos de este nivel.
Jorge Wilstermann (0-3) como visitante en la ida de los cuartos de final de 2017 y Palmeiras (0-3) en la ida de las semifinales de 2020 son las caídas más amplias en series eliminatorias de copas internacionales para el River de Gallardo.
Al minuto de juego de la segunda parte, Luiz Adriano marcó el 2-0 tras un error similar de Robert Rojas como en el superclásico del sábado pasado y tan solo 15 minutos más tarde Matías Viña sentenció la historia con un preciso cabezazo en un tiro libre en el que todo River se estancó. Como si nada fuese propio de este equipo que siempre compitió al máximo en cada instancia copera, ese último gol llegó tras una insólita e infantil agresión de Jorge Carrascal, expulsado por pegarle una patada a Gabriel Menino.
La caída dejó en claro que no hay superioridad futbolística que pueda sostenerse si se le conceden tantas facilidades a un rival de jerarquía como Palmeiras. Concentrados hasta el último minuto, los brasileños no se salieron nunca de su guión: defensa férrea, orden total, velocidad para contragolpear por las bandas y una potencia ofensiva intratable. El equipo de San Pablo supo aguantar los primeros embates del Millonario, se sostuvo en el partido, entendió cómo lastimar y pegó en los momentos justos.
Para esta ocasión, Gallardo optó por el ingreso de Milton Casco, recuperado de una distensión en isquiotibial izquierdo, y dispuso a Robert Rojas y Javier Pinola como dupla central por primera vez en la Libertadores, relegando a Paulo Díaz al banco de suplentes. El técnico ya lleva siete disposiciones defensivas diferentes a lo largo de los 11 partidos de la Copa. A pesar de que hay cuestiones estratégicas, también refleja que no encuentra las respuestas que necesita: la defensa continúa siendo un punto demasiado endeble.
River terminó padeciendo el partido. No pudo torcer nunca su destino que pareció tener encima diversas señales del pasado: no es la primera vez que se lamenta cada vez que la pelota no logra inflar la red y termina sufriendo por demás sus propios errores. Enfrente se le interpuso un incesante Palmeiras, que ahora lo superó en goles a favor en la Copa (32 a 31) y que todavía nunca estuvo en desventaja a lo largo de todo el torneo. Hoy la historia parece definida. Y en una semana viajará a Brasil con una ilusión que hoy parece hecha añicos: nunca estuvo ante semejante adversidad.
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