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River avanza: el plan que falló, el temple combativo de siempre y quién fue la sorpresa de la noche en Avellaneda
Un premio gigante para uno. Un cachetazo inesperado para el otro. Entre polémicas y dificultades, River se llevó un 2-0 de oro del primer cruce con Nacional en los cuartos de final de la Copa Libertadores. No jugó bien, volvió a mostrar falencias en la creación de juego, sigue cargando con el karma de los penales y tuvo que cambiar la actitud para sacar una buena ventaja. Pero hay cosas que no cambian: siempre da la cara, muestra su temple y saca a relucir ese espíritu competitivo y combativo que lo mantiene en los primeros planos internacionales desde hace seis años. Y lo más importante: gana hasta en la adversidad.
El plan inicial falló. Esta vez, no hubo sorpresa ni apuesta positiva. Gallardo pateó el tablero al romper el 3-3-2-2 con el que enfrentó a Athletico Paranaense, retomó el 4-3-3 y no tuvo demasiados beneficios. River fue de menor a mayor para mostrar algunas pinceladas de su fútbol con las que le alcanzó para ganar con los goles de Gonzalo Montiel –de penal- y de Bruno Zuculini en el quinto minuto de descuento del segundo tiempo. Pero el análisis global, por fuera del resultado, marca diversos déficits a corregir, aunque el 2-0 le terminó dando un espaldarazo fundamental para definir la serie el próximo jueves en Uruguay.
Para enfrentar a Nacional, Javier Pinola dejó el equipo tras ser titular en los 12 partidos después del parate y Milton Casco fue reemplazado por Fabrizio Angileri tras bajos rendimientos. Con Robert Rojas y Paulo Díaz como interesante y valorable dupla central, el hueco del capitán lo ocupó Jorge Carrascal como extremo por la izquierda y fue la gran sorpresa de la noche: con su desfachatez y gambetas se lució dentro de un contexto poco favorable.
El habilidoso volante colombiano aprovechó los 83 minutos para justificar la confianza que le dio Gallardo. No solo pudo destacarse por encima de varios pesos pesados del plantel, sino que también fue el arma más punzante y determinante del Millonario en ataque. Lejos de brillar en una noche perfecta, con sus destellos dejó en claro que es un arma más que interesante para desequilibrar.
Y el partido de Carrascal se luce especialmente por un rendimiento general sin asociaciones y escaso de sorpresas con un primer tiempo para el olvido. No solo porque Rafael Borré falló un penal mal sancionado y le anularon un gol de Matías Suárez por un claro offside, sino porque no pudo encontrarse nunca con su fútbol y tuvo dos puntos individuales muy bajos: Nacho Fernández volvió a mostrarse desconocido por la izquierda y Nicolás De La Cruz no pudo exprimir su potencia por la derecha. Además, sufrió la ausencia de Enzo Pérez (afuera por Covid-19) y, con un bajo Leo Ponzio, el equipo perdió conexiones y movilidad y no pudo lastimar con su búsqueda de juego rápido y directo a la espalda de los defensores uruguayos.
El resumen del partido
Nacional, parado con un 4-1-4-1, siguió su libreto de principio a fin con los resultados deseados y jugó muy bien su partido. Cedió el control de la pelota, pero no se replegó en su campo constantemente, sino que buscó agruparse, achicar hacia adelante para dejar a los atacantes de River en posición adelantada y asociarse o buscar un pelotazo rápido hacia el delantero Gonzalo Bergessio para lastimar de contragolpe cuando el partido se lo permitió.
Con Gabriel Neves como dueño total del mediocampo con criterio y potencia, el equipo uruguayo no sufrió el partido y, cuando River lo puso en aprietos con destellos individuales o combinaciones esporádicas, el arquero Sergio Rochet apareció para demostrar su talento y su presente: le sacó el penal a Rafael Borré en el primer tiempo y tuvo sucesivas atajadas para sostener a su equipo.
Una vez más, el VAR tuvo un papel preponderante. Primero, a los 39 minutos, el árbitro colombiano Andrés José Rojas Noguera cobró un penal inexistente por una supuesta falta de Agustín Oliveros sobre Matías Suárez. Tras ser convalidada la infracción por el videoarbitraje, Borré remató muy débil y Rochet le contuvo el tiro. Luego, en el tiempo adicionado, el VAR actuó correctamente para anular el 1-0 que había convertido Suárez por posición adelantada. Finalmente, en la segunda mitad, volvió a decir presente: sancionó una clara mano de Mathías Laborda que Rojas Noguera no vio y luego convalidó el 2-0 de Zuculini en el final tras un posible offside.
Entre las imprecisiones y la falta de definición, a pesar de que Montiel marcó el 1-0 por esa vía, los penales también siguen siendo un dolor de cabeza: River falló cinco de siete en 2020 y tenía siete errado de los últimos ocho (la racha más grande de la historia) hasta el festejo del lateral derecho. En total, a lo largo del ciclo del DT, los números tampoco son muy positivos: marró 20 de los 67 que le han cobrado y de los últimos 25 no pudo convertir 12.
En un partido intenso, luchado y escaso de fútbol, con poco, al equipo de Gallardo le alcanzó para ganar. El temple siempre está. Y River se impone con la presencia.
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