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River es indescifrable: no juega bien y se paraliza, pero es capaz de ganar por la vía emocional
Sufrió para vencer 2-1 a los suplentes de Rosario Central y quedar a un paso de la clasificación a los cuartos de final de la Copa de la Liga; Borja marcó el gol de la victoria, a tres minutos del final
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Reconocible muchas veces por su juego asociado y vocación para controlar la pelota, River pudo sacar las papas del fuego por la vía del ollazo. Negado muchas veces para entrarle a Rosario Central con el recurso del pase, se hartó de tirar centros hasta que embocó uno para resolver un partido que se le complicó mucho más de lo imaginado. Fue una victoria cargada de angustia y suspenso. Agónica, sustanciada a los 42 minutos del segundo tiempo. Un encuentro que se le atragantó hasta lo indecible en el primer tiempo y se le hizo digerible solo en el final, cuando los ingresos de Esequiel Barco y Nacho Fernández le dieron una vuelta de tuerca futbolística a un equipo que andaba a marcha forzada.
River se fue festejando una victoria que lo tiene con un pie y medio adentro en los cuartos de final de la Copa de la Liga. Celebró los tres puntos con un gran desahogo porque en buena parte de la noche imaginó lo peor. En cuanto al rendimiento, porque el primer tiempo fue de lo peor de la era Demichelis, y también en lo relativo al resultado, ya que este Central repleto de suplentes –los titulares fueron reservados para la Copa Libertadores- lo empujó al borde del precipicio.
Del laboratorio permanente que hace Martín Demichelis de la zona media, esta vez surgió una fórmula nunca probada, que por primera vez prescindió desde el comienzo de Nacho Fernández y Barco. Hubo lugar para Echeverri, el agitador entrando desde el banco en los dos encuentros anteriores. Más allá de los nombres, River no funcionó como equipo en el primer tiempo. Obnubilado, inconexo, chocador, con un nerviosismo creciente. Se invirtieron los papeles: River parecía una formación improvisada, atada con alambre, sin el más mínimo rodaje, y Rosario Central, con una alineación totalmente alternativa, que incluyó a un par de debutantes, fue firme, organizado, bien estructurado. El mundo al revés.
River fue prolijo solo unos minutos, se empezó a enredar enseguida, no encontró líneas de pase para vulnerar el férreo esquema visitante, que tuvo una línea de cinco defensores y cuatro volantes apretados en una franja de 20 metros para ahogar los intentos locales.
No había fluidez en el juego de River, poca sincronización entre las líneas. Echeverri era el único que rompía el molde con la gambeta, pero no encontraba socios y terminaba en el embudo por el medio que tendía Central. El atolondramiento de Solari, empecinado en resolver sin levantar la cabeza, fue uno de los tantos síntomas del desconcierto de River, que se extendía en la incomodidad de Colidio por la izquierda y la docilidad de Borja para entregarse al cerrojo de los zagueros visitantes. Una parálisis general.
Prueba de las dificultades para llegar hasta Werner fue la sucesión de remates de media distancia, todos desde posiciones forzadas, como único recurso a mano. Central no pasaba apuros, cada vez se hacía más fuerte en su propuesta. Esa serenidad y confianza lo llevó a articular un golazo: Ibarra cruzó un pelotazo hacia la zona que Casco descuida por una inactividad que progresivamente le pasa factura; Giaccone, con un enganche y un zurdazo al ángulo, oscureció más la noche de River.
Iban 13 minutos cuando Central se puso en ventaja, situación que no espabiló a River. Siguió inmerso en su pesadilla futbolística. Werner recién tuvo que intervenir a los 39 minutos, con un cabezazo de Colidio. El desbande de River quedaba patentizado en la patada desde atrás de Fonseca, amonestado y reemplazado para el segundo tiempo por Villagra. También ingresó Herrera para aportar la proyección que no tiene Boselli, cuya inclusión no tuvo razón de ser en función de las necesidades del partido.
River se fue al descanso en medio de unos silbidos que hacía rato no se escuchaban en el Monumental. Veredicto para lo que había sido un pobrísimo desempeño. Aumentó las revoluciones en el comienzo de la segunda etapa, con un remate de Solari, que en la jugada siguiente no pudo empujar una pelota al lado del arco. Insólito.
La leve mejoría, más en actitud que en juego, era insuficiente. Hacía falta más, Demichelis lo buscó con los ingresos de Nacho Fernández y Barco. Fueron importante, airearon un circuito de juego que estaba viciado. Los dos gestaron la jugada del empate y les contagiaron lucidez a Solari –por una vez cruzó un pase con un destino cierto- y a Borja, que sacó al goleador que tenía adormilado.
Lo más destacado de River 2 - Rosario Central 1
Iban 22 minutos y River sofocaba algunas llamas del incendio. El partido crecía en intensidad, Central se veía más exigido, si bien River abusaba de los centros. Se entraba en zona de definición y Russo mandó a la cancha una tanda de titulares: Mallo, Campaz, Ortiz y Cervera.
Se iba el partido y River empujaba, las ideas no habían ido en su ayuda en casi toda la noche. Llegó el centro alto y bombeado de Barco, que cayó como un meteorito para que Nacho Fernández lo metiera en la boca del arco y Borja se reivindicara otra vez como goleador. Explotó el Monumental, en las tribunas y dentro de la cancha. Este River inentendible e indescifrable desde lo futbolístico se explicó desde lo emocional.
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