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River sonríe y mira adelante: cómo seguir después del impacto en la Bombonera
El Demichelis-gate había generado tensiones en el vestuario millonario y los hinchas también jugaban su partido
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River no podía fallar. Por su pasado, su presente y su futuro. Tenía encima la enorme obligación de cambiar su imagen, recuperar la memoria, pisar fuerte en la Bombonera, dejar atrás cuestionamientos internos y externos y lograr un triunfo necesario ante Boca que le permitiera cicatrizar heridas después de semanas agitadas. Y lo logró de la mejor manera que podía hacerlo: respetando su historia y su identidad para visualizar un cierre de año más próspero. Porque más allá de la decisión de Jorge Almirón de utilizar un equipo alternativo, para el Millonario no fue un superclásico más. Cuando empezaba a ser mirado de reojo, el técnico Martín Demichelis se jugaba su carta más importante de lo que le queda en 2023 y el desarrollo del juego cristalizado en la victoria 2-0 le dio el aire que necesitaba. Un gran golpe de efecto para conseguir viento a favor.
El domingo por la tarde se dio una victoria de reconciliación interna y externa. Tanto el plantel como el cuerpo técnico entendían que era la cita perfecta para enviar un mensaje de unidad, compromiso y dedicación en medio de un clima que se había enrarecido tras las eliminaciones de la Copa Libertadores, la Copa Argentina y la explosión mediática de las filtraciones por reuniones del DT con periodistas. Por eso la victoria se festejó con muchísima euforia. En el campo de juego, en el vestuario y al llegar de regreso al Monumental. Fue un alivio, un desahogo. Un reencuentro con el pasado reciente. Así, Demichelis, que en julio gritaba campeón de la Liga con un equipo aceitado, recuperó crédito perdido y el plantel se volvió a acercar al hincha, que veía jugadores deslucidos y mareados.
River llegó a la Bombonera con siete partidos seguidos sin poder ganar de visitante, con una sola victoria en los últimos 14 juegos al salir del Monumental, con una sola valla invicta en los últimos 12 encuentros, con seis clásicos en la Ribera sin éxitos (la última había sido en septiembre de 2018) y con una larga racha de 19 años sin poder quedarse con los dos duelos del año con Boca en torneos locales. Rompió todo. Los goles de Salomón Rondón y Enzo Díaz le permitieron quebrar las cinco marcas y sumar una más: Demichelis se transformó en el primer DT de la historia de River que gana sus dos primeros superclásicos sin recibir goles en contra. Juan Eulogio Urriolabeitia lo había conseguido en 1972 (5-4 y 3-2) y Héctor Veira entre 1984 y 1985 (4-1 y 1-0), pero ambos sin la valla invicta.
En medio de este contexto, y tras las celebraciones, el técnico millonario tomó una sorpresiva decisión: eligió no hablar con la prensa tras la victoria. Optó por cederle el protagonismo a los jugadores, salir de la escena y retirarse sin dar declaraciones del estadio. Su misión ya estaba cumplida. Demichelis volvió a las bases, no improvisó y dio en la tecla. Porque aunque apostó sorpresivamente por Herrera en el lateral derecho y sorprendió con Rondón en el ataque, después configuró un equipo muy similar al que fue campeón: volvió González Pirez a la zaga con Paulo Díaz; sostuvo a Milton Casco; y utilizó el mediocampo habitual con Enzo Pérez y De La Cruz en el eje, más Lanzini, Nacho y Barco en ataque. Aunque faltó Aliendro, se vio un equipo equilibrado y paciente.
Lo mejor de River ante Boca
El técnico, cuestionado en sus últimas decisiones, esta vez acertó con los cambios: precisos y a tiempo, leyendo bien el partido y entendiendo los momentos. Sin ir más lejos, el ingreso de Ramiro Funes Mori a los 83 minutos en reemplazo de Lanzini no es una variante habitual en él. Pero tuvo su lógica y ser pragmático le funcionó: sumó juego aéreo, se paró 5-4-1 para combatir los constantes centros de Boca y apostó a sellarlo de contragolpe. Lo logró.
En tanto, para los futbolistas también fue una reivindicación. Después de las derrotas con Argentinos Juniors y Vélez y el empate ante Banfield, en tres pobres presentaciones, River no podía volver a mostrar la misma imagen de equipo caído, golpeado y confundido. Y el domingo se hizo fuerte en la Bombonera con carácter, temple y personalidad para jugar y meter. Los referentes dieron la cara para volver a sumar un triunfo a lo grande. Así, Enzo Pérez fue una de las figuras del equipo, manejó los hilos del partido, participó directamente con su remate en el primer gol y se volvió la bandera del festejo del plantel, tal como ocurrió en el clásico de mayo en el Monumental. Después de su charla con Demichelis por el manejo de la intimidad del vestuario y de diversos rumores e interrogantes, hoy el capitán respira otro aire, se acercó al DT y los hinchas hasta empiezan a soñar con su renovación.
Los resultados a favor siempre transmiten otra energía. Renuevan, limpian, sanan. Esa energía positiva que River necesitaba la consiguió con el segundo éxito superclásico del año. Y aunque lo que ocurra el jueves con Boca ante Palmeiras seguramente también marcará el ánimo colectivo, el primer gran paso ya está dado. El Millonario transformó su obligación y responsabilidad en un alimento para reponerse. Lógico, aún está en proceso de recuperación y acercamiento tras un indisimulable conflicto que rompió el hermetismo habitual. Pero, mientras tanto, no hay mejor sensación que hacerlo con la alegría de haber ganado el partido que debía ganar. Con su juego y para su gente.
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