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River y el caso Tuzzio-Ameli. El expresidente Aguilar repasa la crisis que en 2005 impidió ganar la Copa Libertadores
Fue una situación más inmanejable que el peor resultado deportivo. Podrá abundar la bibliografía que muestra el camino para levantarse de un fracaso futbolístico, pero escasean los manuales sobre cómo gestionar en plena competencia de elite a un grupo humano en el que dos de sus integrantes se enfrentan por un caso de infidelidad con la pareja de uno de ellos.
Hace poco se cumplieron 15 años de un caso que conmocionó al mundo River. En una reunión entre todos los futbolistas, Eduardo Tuzzio pidió la palabra para contar que Horacio Ameli, compañero de la zaga central, mantenía una relación sentimental con su mujer desde hacía dos meses. Ante la mirada absorta del plantel, Tuzzio explotó: "Les quiero contar a todos lo que hizo este hijo de mil p… que decía ser mi amigo. El malparido se está acostando con mi mujer desde hace dos meses".
River venía de golear a Almagro de visitante y era puntero del Clausura. También debía afrontar las etapas decisivas de la Copa Libertadores. Pero por delante no tenía mayor desafío que resolver una convivencia sobre la que habían derramado un volquete de nitroglicerina. No se trataba no solo de Ameli y Tuzzio, sino también cómo se posicionaba el resto, ya que nadie podía permanecer indiferente.
En los últimos días, Leonardo Astrada, el director técnico en aquel momento, comentó: "Fue un momento difícil, una situación que nunca esperé". El exarquero Franco Costanzo, compañero de los involucrados, respondió recientemente a LA NACIÓN: "Afectó mucho, fue dificilísimo llevarlo a nivel vestuario, fue lo más fuerte que viví dentro de un plantel. Que agarré del cuello a Ameli, como se dijo, es mentira. Para mí fue muy duro porque era amigo de los dos. Hablé con ambos y no tomé partido por ninguno. No soy quién para hacer un juicio de valor".
Gastón Fernández, otro integrante de aquel plantel, hace unos días comentó las consecuencias de aquel impacto: "El equipo estaba en un momento bárbaro y esa situación rompió la armonía. Fue algo complicado de manejar. Cuando hay una ruptura de ese tipo, es difícil que un equipo tenga éxito".
Al tema le faltaba el abordaje de los dirigentes, encargados de sopesar lo futbolístico, disciplinario, institucional y la imagen del club hacia el exterior. El presidente José María Aguilar transitaba el cuarto año del primero de sus dos mandatos (2001/2009, período en el que River obtuvo cuatro títulos locales y se construyeron el Museo y el estacionamiento, mientras recrudecían las fuertes internas en la barra brava, que alcanzaron un punto de ebullición con la batalla de los quinchos en 2007).
Alejado desde hace varios años de la escena pública, postura que lo lleva a rechazar cualquier solicitud de entrevista periodística, Aguilar accedió a modo de excepción al pedido de LA NACIÓN para que recordara y evaluara aquella circunstancia tan especial.
"Fue una situación muy perturbadora hacia adentro y de repercusiones incalculables hacia afuera. Una revelación de esta naturaleza abre puertas insondables, una Caja de Pandora. La infidelidad, escenificada en el principal equipo de la Argentina, despierta una curiosidad y sensibilidad insuperables", expuso Aguilar.
El dirigente admitió que él y sus pares de la comisión directiva se vieron ante lo que definió como una "dicotomía": "La postura más estricta y principista implicaba separar a ambos futbolistas para evitar los ruidos consecuentes, pese a que nadie podía asegurar que esos mismos ruidos no provocaran divisiones en un equipo que estaba en plena competencia. La permanencia de ambos era una prueba de liderazgo muy severa para el cuerpo técnico y los dirigentes, y un mensaje muy claro en cuanto a las reglas a seguir. Optamos por la segunda opción, la de que los dos permanecieran en el plantel. Le dimos prioridad al aspecto deportivo".
Aguilar continuó con el relato de aquellos febriles días:"Evitamos un castigo sobre alguien en particular por una cuestión humana que se plantea en diferentes ámbitos, sean de trabajo o amistosos. Lo decidí después de reunirme con ambos, sin pretender que me contaran lo que había pasado, sino para saber el compromiso que tenían con River. La cuestión también fue conversada y debatida con otros futbolistas, con buena parte de la dirigencia y con el cuerpo técnico que componían Astrada y Hernán Díaz. Con todo el ruido que significaba había que tomar una decisión definitiva en los días previos a un partido contra la Liga Deportiva de Quito, por la Copa Libertadores. Ese encuentro lo perdimos 2 a 1. Los periodistas deportivos que cubrían la información de River habían quedado en minoría en comparación con los que se encargan de los chimentos del mundo del espectáculo".
De un día para el otro, el entorno se alteró, de acuerdo con el testimonio de Aguilar: "En todo el club se generó una situación muy desagradable, cambió la fisonomía y el ambiente que se respiraba. Fue algo de muy alto impacto. Mi obligación era guardar la discreción que todavía mantengo en este relato. Tampoco me correspondía conocer los detalles íntimos del asunto. Es un tema que me cuesta mucho, que me llevó a enfrentarme con conductores de programas de chimentos. Hubo más rebote fuera de las canchas que dentro. Y eso que todavía no estaban en auge las redes sociales. Con Twitter, Instagram y demás plataformas, el infierno se hubiera potenciado. Sin redes sociales fue un infierno, con ellas se habría transformado en el infierno de Dante. La farandulización le hace mucho daño al fútbol. Ese semestre pudo haber sido muy distinto sin esta bomba que nadie veía venir. Indudablemente, cualquier situación en la que las cuestiones humanas salen a la superficie pública y tienen que ver con la dignidad de los hombres provoca distorsiones que van más allá de lo estrictamente futbolístico".
En aquel River estaban Javier Mascherano, Marcelo Gallardo, Lucho González, Ernesto Farías, Gastón Fernández. Era la segunda etapa de Ameli en el club, al que había llegado en 2003; en 2004 tuvo un paso por América de México y regresó a principios de 2005. Había sido de compañero de Tuzzio durante tres temporadas en San Lorenzo, período en el que entablaron una relación casi de amistad, al compartir los traslados a los entrenamientos, las mesas de las comidas en las concentraciones.
"Era un gran equipo", lo definió Aguilar. Superó la eliminatoria por la Copa Libertadores ante Liga Deportiva de Quito con un cómodo triunfo en el Monumental. Luego llegó la serie frente al Banfield de Julio César Falcioni. Aguilar evoca dos recuerdos del partido de ida en el Sur: "Horacio Elizondo omitió uno de los foules más terribles que pudo haber visto en su carrera. El planchazo que Giménez le dio en el pecho a Mascherano era para aplicar el código penal. Para Elizondo solo fue merecedora de una tarjeta amarilla. En ese encuentro, (Antonio) Barijho se dedicó a provocar a Ameli y Tuzzio, que en esa circunstancia se mostraron solidarios. Al final del partido, Barijho tuvo que salir corriendo al vestuario ante un Ameli que lo iba a buscar".
Tras el 1-1 de la ida, River venció 3-2 a Banfield en el Monumental. En las semifinales le tocó San Pablo (derrotas por 2-0 en Brasil y 3-2 en el Monumental): "Nos eliminó un equipazo, que luego fue el campeón. El partido de visitante por poco no se suspende por el escándalo que provocó la policía, que reprimió de una manera terrible. Igual, River podría haber ganado y ahí sí creo que tuvo influencia esta cuestión de Ameli y Tuzzio. Había un acumulado desde que se destapó el caso y el hartazgo empezaba a correr. Estos temas urticantes provocan disgregaciones que se darían en cualquier oficina y hasta en una sala de lectura. Con el diario del lunes se puede decir que no adoptamos la decisión correcta. Pero con la otra opción, la de marginar a uno o a los dos, nadie puede asegurar que hubiésemos sido campeones".
A la decepción en el frente internacional, River le agregó un desplome en el Clausura. Desde que se destapó el affaire, no volvió a ganar. Rescató dos empates (Lanús e Independiente) y sufrió seis derrotas (San Lorenzo, Olimpo, Boca, Gimnasia, Vélez y Rosario Central). Finalizó en el décimo puesto, a 12 puntos del campeón Vélez.
El recuerdo de Astrada sobre aquella polémica
En aquel momento hubo que tomar decisiones en el acto, con la permanente incertidumbre de si se estaba haciendo lo correcto. Como ocurre con todos los acontecimientos trascendentes, el paso del tiempo ayuda a ponerlos en perspectiva, a extraer más conclusiones. Aguilar tiene las suyas: "Astrada manejó todo de la manera que pudo, con la gran experiencia que tenía como jugador y con su amplio conocimiento del mundo River, pero tampoco estaba preparado para algo que trascendía a la táctica y a los estilos de juego".
En un caso que no deja a nadie indiferente, Aguilar sacó sus conclusiones: "Seguramente en el plantel se formó un grupo amelista y otro tuzzista, pero no al límite de causar una grave división. Sí, por el curso que tomaron los hechos y el tratamiento público y mediático que se le dio, Tuzio quedó como el bueno y Ameli como el malo. Honestamente, a estas alturas de las circunstancias, no estoy tan seguro de que fuera así. Para Ameli significó el final de su carrera, prácticamente. Fue el más perjudicado, yo me quedé mal por eso. Tuzzio fue egoísta, ocupó el papel de víctima, lo cual le dio el apoyo de gran parte del plantel. No sé si Eduardo era víctima, porque tampoco estoy seguro de que las haya en este tipo de situaciones, no me atrevo a afirmarlo. No creo que estas cuestiones deban dirimirse en culpable e inocente de tan manera tan tajante. No me meto en cuestiones personales, pero sí digo que la manera de manejarse de Tuzzio provocó una bomba, no solo en el plantel, sino en todo River. Fue una invitación a que el morbo se instalara a sus anchas".
La situación había provocado un desgaste interno y con el fin de la temporada, a mediados de 2005, hubo que sacrificar piezas para descomprimir: Ameli y Tuzzio fueron separados del plantel, paso previo a que Tuzzio se fuera a préstamo a Mallorca. Astrada renunció y su reemplazante, Reinaldo Merlo, se encontró con la negativa del plantel cuando quiso tener en cuenta a Ameli, que volvió a Colón, donde se retiró un año después, poco antes de cumplir los 32.
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