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El capitán de River en la noche que se cortaron 18 años sin salir campeón: la presión de los profesionales para que no jugaran, la charla de Labruna y el difícil día después
Madrugada del domingo 7 de septiembre de 1970. Fernando Zappia se retira de una fiesta de 15 -su edad- con un amigo, que le comenta que a las siete de la mañana debía ir a probarse a River. Al ver el papel con la citación del club, le surge la intriga. "¿Puedo ir con vos?", pregunta, y recibe una respuesta afirmativa. A las seis de la mañana, casi sin dormir, agarra su bolso y le avisa a su atónita madre que se va. Al llegar al club, el histórico Bruno Rodolfi les comenta que la práctica es a la tarde y accede al pedido de Zappia, quien pocas veces había jugado en cancha de 11, para sumarse a la prueba. "¿Dónde me pruebo ahora?", se pregunta el joven mientras espera cerca del Club Hípico y observa de lejos una herradura con seis agujeros. "Listo, voy de seis", le dice a su amigo. Y de unos 200 jóvenes, él fue elegido.
Mañana del jueves 14 de agosto de 1975. La expectativa es total. Por la noche, River debe enfrentar a Argentinos Juniors en Vélez y se juega el título del Metropolitano: si gana, es campeón después de 18 años, la sequía más larga de su historia. Zappia llega temprano a entrenar con la Reserva y el técnico Federico Vairo, a medida que se iban congregando en el vestuario, empieza a seleccionar y mezclar juveniles. El desconcierto era total. Había jóvenes de tercera, cuarta, quinta y hasta sexta división. Ya en la concentración, Ángel Labruna, técnico de la primera, y el propio Vairo les comunican que había una huelga de Agremiados por mejoras salariales, pero que la AFA había decretado que la fecha se jugaba. "Si no se levanta, van a tener que jugar ustedes. Prepárense y estén tranquilos", fueron las palabras de los DTs. Zappia, con tan solo 20 años, fue elegido capitán.
-¿Qué recordás de ese momento?
-Fue un día de locos. Cuando nos comentaron lo que pasaba, no quisimos ir más allá de eso, no preguntamos por qué ni nada. Si no se levantaba la huelga, teníamos que jugar. River se jugaba el campeonato. Después, durante el día tuvimos la visita de algunos profesionales, que no viene al caso nombrarlos, que nos insinuaron que no teníamos que jugar a la noche. Eso nos presionó más, eran tipos de nombre y muchos chicos no los conocían y lo miraban con otros ojos.
-¿Estuvieron cerca de no jugar?
-Hicimos una reunión a la tarde y cada uno votó por jugar o no. La mayoría quiso jugar. A mí ni que me pusieran una muralla me iban a impedir que jugara. Yo soy hincha de River a muerte, pero al margen de lo que sentía por el club, también pensaba qué podía pasar con mi futuro si me negaba a jugar. Quizás a fin de año me rajaban los dirigentes o se me terminaba la carrera.
-¿Cómo te eligieron capitán para el partido?
-Yo estaba entre los mayores en la Reserva y ya había estado con la primera con Sivori en el 74. Pero cuando empezó Labruna volví a tercera, que estábamos con Cabrera, Jiménez y Labonia. Como los cuatro éramos los más grandes, casi que la responsabilidad caía en nosotros. Y tuve la suerte de que me eligieron el capitán entre Labruna y Vairo.
La historia es conocida. Aquella noche de agosto en Vélez, los juveniles de River le ganaron 1-0 a Argentinos Juniors y lograron el campeonato. Vivalda; Raffaelli, Ponce, Zappia, Jometón; Cabrera, Bargas, Bruno; Labonia, Gómez y Groppa fueron los elegidos. El gol de Rubén Bruno a los 24 minutos del segundo tiempo cortó la racha negra más extensa de la historia de River y desató la locura de la gente, que invadió el campo de Vélez al finalizar el partido. Aquel equipo de Labruna, pese a no jugar el partido decisivo, quedó para siempre el recuerdo: Fillol; Comelles, Perfumo, Artico, Héctor López; JJ López, Raimondo o Merlo, Alonso; Pedro González, Morete y Pinino Mas fueron los héroes de aquel histórico 1975.
-¿Qué representa haber sido parte de aquel partido?
-Yo soy muy de River y había llorado mucho tiempo esos casi 20 años con las pérdidas de campeonatos increíbles, que siempre se me vienen a la memoria. La última vez que River había salido campeón yo tenía dos años en el 57. Y me acordaba de la final de la Libertadores con Peñarol en Chile, la mano de Gallo contra Vélez… parecía algo psicológico o una mano negra, no sé. Siempre pasaba algo en los partidos clave. Y ese día fue un sueño que River haya salido campeón, pero lo loco fue que yo fui partícipe.
-¿Tenés algún recuerdo más vivido que otro?
-Del partido mucho no me acuerdo. Es una lástima que no haya un video de esa noche, pero lo que sí tengo grabado es que yo no quería festejar el campeonato adentro de la cancha. No podía dar la vuelta olímpica de algo que yo no gané, porque el azar me puso en la cancha. Apenas vi que la gente estaba arriba de los alambrados para invadir el campo, el árbitro pitó y como tenía el vestuario justo detrás, llegué rápido y salvé toda mi ropa. Al llegar estaba solo Gonzalo Iturbe, que era amigo mío, y estaba ahí en el vestuario y se vino a festejar. Y le regalé la camiseta, que la guardó como si fuese oro. Hace un par de años me llamó que los del Museo se habían enterado que tenía esa camiseta y obviamente le dije que sí. ¡Cómo no voy a querer que pongan mi camiseta en el Museo! Me puse muy contento.
-A 45 años de aquel partido, ¿qué opinión tenés de la actitud de los profesionales?
-Yo terminé jugando 12 años en Europa: dos en Austria y 10 en Francia. Y como jugador profesional no hubiese actuado igual que ellos. Quizás allá nunca hubiese ocurrido una huelga así, pero llegado al caso, los europeos apoyaban al grupo de chicos, porque allá se persigue el objetivo. Entiendo su posición porque hacer una campaña como la que hicieron y no ponerle la frutilla al postre debe ser un sabor amargo grande. Pero no acepto lo que hicieron. Nos tendrían que haber apoyado, no presionarnos.
-Durante un tiempo fueron tildados de "carneros" por jugar igual pese a la huelga. ¿Los perjudicó para hacer carrera en River?
- La mayoría de los chicos dicen que eso los perjudicó y les costó la carrera en River. Yo siento que no. A mí Labruna, cuando terminó el año, me dijo que me veía condiciones y que quería que siguiera, pero que en mi puesto estaban Perfumo, Passarella, Pena y Artico, por lo que podía sumarme de cuatro. Y yo me quise quedar por el amor que tenía por el club, pero para jugar en River tenés que tener casi un nivel de selección. Es demasiada presión la que tienen los chicos de inferiores. Y en ningún lado está escrito que todos teníamos que llegar.
-¿Te equivocaste al quedarte?
-Cuando lo analicé, fue un error. Perdí un año de carrera porque cuando pude jugar no me fue bien y además me pasó algo increíble: me suspendieron cinco fechas y me perdí la pretemporada del 76 porque le presté mi carnet a un amigo para que fuera a la cancha en el cierre del 75. Empecé sin ritmo y no estaba a mi nivel, encima en un puesto que no era el mío. Terminé en Lanús, pero no me afiancé, y después me fui a Europa, donde me fue bien.
-¿Era muy difícil seguir al dejar un club como River?
-Cada uno lo asimila de distinta manera. Yo llegué en séptima, en cambio hay muchos que están desde infantiles y tener que irse de River es significativo, te causa un dolor muy fuerte. Es como un pretexto también, uno se aferra a cualquier cosa para triunfarse o quedarse. Yo sentí mucho irme, pero también pensé en mi futuro, no podía quedarme con lo que pasó.
-¿Sentís que en el club son reconocidos por lo logrado?
-Por momentos pienso que lo que hace el club es lo justo. No sé qué más nos tendrían que dar. Hasta la llegada del actual presidente teníamos una tarjeta para entrar gratis con un acompañante. Me parece que estuvo mal que nos la saquen, era lo mínimo que nos correspondía. Pero bueno, también tenemos que dar gracias a Dios que nos tocó vivir esa noche, porque si no la mayoría hubiésemos sido olvidados. Ni hubiésemos existido. Y fue algo que hoy puedo contar.
De Europa a los partidos con Macri
Zappia hoy es propietario de dos terrenos con canchas de fútbol cinco en Parque Avellaneda y Villa Luzuriaga. Pero, años atrás, pasó de entrenar a la mañana, trabajar a la tarde en una metalúrgica y estudiar a la noche en el comercial a afrontar una extensa carrera de doce años como futbolista en Europa. Entre 1979 y 1990, jugó en Wacker Innsbruck de Austria y Nancy, Metz y Lille de Francia. Fue varias veces campeón y hasta le ganó 4-1 a Barcelona en el Camp Nou en la Recopa de Europa 1984/1985 para eliminarlo en dieciseisavos de final con Metz.
-¿Cómo llegaste al fútbol europeo?
-Cuando pasé de River a Lanús, que estábamos seis meses sin cobrar y el club era un quilombo, me di cuenta que si no jugaba en un club grande prefería irme a Europa. Me vio un empresario en un partido con Banfield, me fui con el pase sin cobrar y empecé a hacer pruebas en Europa.
-¿Cómo analizás tu paso por Europa?
-Tuve noches magníficas. Con Metz eliminamos a Barcelona en el Camp Nou, que está catalogada como uno de las mayores proezas en Francia. Todos calculaban que nos goleaban 7-0 y lo terminamos ganando 4-1. Eso fue algo único, la gente del Metz eso no se lo olvida nunca. También en la final de la Copa de Francia le ganamos al Mónaco por 2-0. Gané la Copa de Austria. Jugué el último año en Nacy y salimos campeones de la segunda. Me fue muy bien por suerte.
-¿Es difícil desligarte del fútbol?
-Yo volví al fútbol argentino con 35 años y no tenía nada. Me compré una casa en barrio River y un día fui a ver Atlanta-Morón a la platea, me puse a charlar con un tipo, le conté mi historia y era el presidente del club, así que terminé jugando ahí hasta 1992. Después todos los sábados jugaba con varios exjugadores en el equipo de Fernando Marín y un día, cuando se lesionó, Mauricio Macri le pidió algunos jugadores para su equipo y terminé jugando desde 1994 hasta que asumió como Jefe de Gobierno en la ciudad. Y yo terminé con el negocio de las canchas de fútbol 5 porque siempre dije que quería seguir ligado al fútbol.
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