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River campeón: un viaje a puro gol, asumiendo riesgos, a máxima velocidad y con once delanteros
Pasó del 4-3-3 a un equipo que incluía más mediocampistas; lo que no negoció fue la “velocidad” del juego, interior y vertical, para generar superioridad numérica por el centro
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Si ya de por sí no era fácil asumir como DT de River, menos lo era llegar luego de la salida de Marcelo Gallardo, el entrenador más exitoso en la historia millonaria, que conquistó 14 títulos en más de 8 años de gestión. A Martín Demichelis no le importó. O sí, pero no quedó atrapado en el “qué dirán” o en ese espejo retrovisor que siempre lo iba a mirar con desconfianza. Apretó los dientes y centró su energía en dos aspectos: armar un equipo ofensivo y darles las herramientas a todos los futbolistas para que, realmente, todos arranquen de cero. Y para achicar los márgenes de dudas, siempre habló de fútbol y explicó, en conferencias de prensa, por qué tomaba las decisiones que resolvía desde los planteos estratégicos, los sistemas tácticos y las modificaciones.
A partir de allí es que edificó un River arrollador, que buscaba atacar de principio a fin sin especular. Más allá de que varió en los dibujos tácticos, Demichelis mantuvo en la búsqueda y rotación a laterales que se proyectan al ataque, mayoría de volantes para el control de la pelota y delanteros incisivos. En la última etapa, con los titulares más definidos, se la jugó con el 4-1-3-2, y potenció tanto las individualidades que cerca del final logró tener más de once titulares.
Así fue que un referente (y capitán) como Enzo Pérez estaba en condiciones de volver pero –si fuera por rendimientos- no debería haber salido ninguno de los que estaba en ese momento consiguiendo los resultados que lo encaminaban a la vuelta olímpica.
No bien llegó tuvo incorporaciones (Kranevitter, Enzo Díaz, Rondón y Nacho Fernández), pero logró potenciar rendimientos con respecto al último año de Gallardo en River. En esa dirección, se vio al mejor Aliendro, al mejor Solari, al mejor Beltrán, al De la Cruz versión 2019, al mejor Barco –un futbolista con capacidad para sorprender y gambetear para adelante-; el propio Paradela salió del equipo porque los demás estaban mejor y no porque él estuviera mal; Nacho Fernández pudo ser reemplazado casi siempre, pero desde la concepción de la toma de decisiones -por visión de juego, oficio, inteligencia táctica y situaciones colectivas-, era el más pensante, el nexo ideal.
Enzo Pérez mantuvo su valor con asteriscos, pero alrededor del puesto de volante central quedó el único capítulo que todavía no terminó de resolver Demichelis. Si es por el DT, puede jugar sin un mediocampista central natural. Ha jugado allí con Aliendro y Palavecino o el propio De la Cruz, pero tácticamente River dio ventajas en el retroceso, aunque defensivamente pudo no sufrirlo en el ámbito local.
¿Cuál fueron los asteriscos que rodearon a Enzo Pérez? Como se lo vio más “liberado” que cuando jugaba bajo el ala de Gallardo, hubo partidos en donde Pérez pensó más en atacar que en defender o por ahí iba a cubrir zonas que eran de delanteros o mediocampistas externos. Así, el retroceso quedaba condicionado. ¿El asterisco de Aliendro? Si bien hizo un gran torneo, hubo veces que como 5 táctico “tocaba y pasaba al ataque”, cuando tras el pase tenía que darle apoyo hacia atrás a la referencia más ofensiva, al que le estaba cediendo la pelota.
“Me gusta jugar con tres delanteros, un 9 y dos extremos, pero nos tuvimos que acomodar. Tengo tres números 9 (Beltrán, Rondón y Borja) que juegan muy bien y muchísimos volantes ofensivos y con llegada al gol”, había dicho Demichelis, pero por eso modificó su ideal 4-3-3 por un equipo que incluía más mediocampistas y terminó presionando alto ante la pérdida cuando al principio esperaba más retrasado. Lo que no negoció fue la “velocidad” del juego, interior y vertical, para generar superioridad numérica por el centro.
Hubo un momento en donde pudo dudar. Fue tras la goleada ante Fluminense por 5-1, en Brasil, por la Copa Libertadores, en mayo pasado: “Me hago cargo de los cambios. A veces salen y otras no. No era plata o mierda”, dijo esa noche y agregó: “Quite a un marcador central para jugar con tres defensores. Me decido por Emanuel (Mammana) porque lo esperamos hasta la entrada en calor para ver si podía jugar. Leandro (González Pirez) comanda la defensa, es inteligente y aun así le sacaron la doble amarilla. Me hago cargo de los cambios, los hice yo. Fue ahí que se descompensó todo”. Pero eso no modificó su filosofía. Siguió arriesgando y defendiendo su postura: “Esto es River, no podemos especular”.
Hubo casos en los que, igual, Demichelis buscó ajustar tuercas sin que eso implique traicionarse. Por ejemplo, cuando recuperó al lesionado Kranevitter, por ahí lo ponía en lugar de un mediocampista ofensivo o delantero (Solari) para reforzar la zona del círculo central en el 4-2-3-1 y adelantar a Nacho Fernández, como en la victoria ante Banfield, en el Sur. O Enzo Pérez por Solari, como ante Instituto.
Entre la diferencia sobre lo que él pensaba con respecto a lo que terminó haciendo también estuvo la titularidad de Lucas Beltrán. El 9 fue un fiel ejemplo de cómo las “realidades” le terminaron torciendo el brazo a las “proyecciones”. Empezó la carrera detrás de Borja y Rondón, pero (como Julián Álvarez con Gallardo) se ganó el puesto con sacrificio ofensivo y… defensivo, a veces haciendo el trabajo sucio para que otro compañero (llegando de atrás) entre más libre de cara al gol.
El River de Demichelis fabricó una cuota arrolladora de gol, en cantidad de intérpretes para convertir (con un repertorio amplio) y en calidad de las jugadas y triangulaciones para lograr cada festejo. Primero desde la mentalidad y luego desde la búsqueda, cada titular fue un delantero que, además, ocupó un rol específico.
Ataque interior y gran gesto técnico de Beltrán
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