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River - Boca, como un fórmula 1 contra volantes lentos: el duelo táctico lo empezó a ganar Marcelo Gallardo desde el físico, la potencia y la velocidad de los pases
La expulsión de Rojo condicionó el desarrollo, pero ya desde el arranque el equipo millonario había mostrado una mayor preparación física y una superior capacidad de juego asociado
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Una expulsión infantil de Rojo a los 15 minutos. Un golazo de Julián Álvarez a los 24. Y ahí se terminó el clásico. Quedaba mucho tiempo por delante y en el fútbol todo puede suceder, pero… River sigue siendo River, aún con matices y contratiempos. El resultado se abrió por una genialidad del juvenil Alvarez que demostró, una vez más, por qué está en la selección argentina. Pero Boca no sólo sacrificó a Cardona (salida correcta, porque si un equipo debe jugar con diez, ahí no entra el 10 colombiano, aunque sí puede ser para el debate el ingreso de Zambrano…), sino que además tuvo en la cancha a un Agustín Almendra que dio evidentes ventajas físicas.
En los papeles, quedó un River que fue un Fórmula 1 en potencia y la velocidad de resolución de sus mediocampistas, frente a un conjunto de volantes que, salvo Campuzano, llegó tarde a cada cruce. Advíncula y Fabra, quienes debían ser los primeros socios de los mediocampistas, jugaron a muy baja velocidad también.
Lo mejor del partido
Lo que vale analizar es qué hizo Marcelo Gallardo para jugar con esa ventaja de ser 11 vs. 10, que el hombre de más parecieran dos o tres con el paso de los minutos. River no tenía claridad pero incluso en igualdad numérica había demostrado una mayor velocidad de juego. De hecho, la expulsión de Rojo es por llegar tarde a un cruce. El clásico lo empezó a ganar River desde lo físico y los duelos individuales, lo terminó de ganar con la jerarquía individual y colectiva.
Gallardo había elogiado en la previa la posición de enganche, pero finalmente arrancó con un esquema 4-4-2, con una línea de volantes con Simón, Enzo Pérez, De la Cruz y Palavecino; Romero y Alvarez más adelantados. Pero tras la expulsión de Rojo y las dificultades asociativas en River, Gallardo pasó a jugar con un esquema 2-1-4-1-2: Rojas y Paulo Díaz; Enzo Pérez; Casco, Simón, De la Cruz y Angileri; Palavecino; Romero y Alvarez.
La expulsión de Rojo
Por si quedaban dudas de que ningún delantero de River se relajó tras la ventaja, a Julián Álvarez lo amonestaron dos minutos después de su primer gol por una falta a Campuzano tras correr desde atrás al volante colombiano. El delantero que ya sabía que sería la tapa de todos los diarios al día siguiente seguía siendo el primer defensor. Concentración, velocidad e inteligencia táctica al servicio del equipo.
Tras el 1-0, estuvo obligado a hacer un cambio por la lesión de Romero, pero ahí también el DT analizó que no iba a necesitar una referencia de área como Girotti, sino preferible un Carrascal que logre romper líneas desde atrás, atacando el espacio de un Boca que ya se paraba 4-4-1, con Zambrano en lugar de Rojo y ya sin Cardona, con Pavón volanteando y Orsini como única punta.
¿Pudo haber apostado a alguna innovación que le permita tener alguna herramienta ofensiva adicional? Quizás Campuzano de central y el ingreso de un Briasco que tiene despliegue para jugar como volante por izquierda podría haber sido una alternativa; o Molinas, que se ha desempeñado también por ahí y demostró personalidad para jugar con la camiseta de Boca. Si quizás nunca lo ensayó o el colombiano no se siente cómodo como central o pensó que era arriesgar demasiado, decidió sobre lo seguro. Igual, Boca nunca logró volver al partido.
Y las modificaciones de Battaglia en el entretiempo parecieron más pensadas para no perder por goleada que en soñar con alguna reacción. De todas formas, más allá de las decisiones de los entrenadores, también juegan (y mucho) las decisiones que toman los futbolistas dentro de la cancha. Enzo Pérez fue amonestado a los 4 minutos y supo convivir con eso. Rojo sumó su segunda amarilla apenas dos minutos después de haber visto la primera.
El descuento del final de Zambrano resultó una postal de lo que hubiera pasado, quizás, si Boca se mantenía con once, pero la diferencia en el resultado fue mayor al 2-1. El partido, antes y después del acto inocente de Rojo, se jugó como quería River.
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