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River archiva sus sueños de grandeza: sin Copa Libertadores ni Luis Suárez y con menos dólares
La eliminación frente a Vélez trastoca los planes del año; ahora debe recuperar motivación, solamente con competencia local, sin refuerzos estelares y sin dinero que el club pensaba tener
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Pasado de revoluciones, River se despidió de la Copa Libertadores sin moverle el piso a un Vélez compacto, que estuvo a la altura de una noche que exigía personalidad. La tuvo el equipo del “Cacique” Medina, que en el balance de los 180 minutos negó el potencial ofensivo de River, mientras éste terminó disparando su bronca contra el árbitro Roberto Tobar. El juez chileno quedó rodeado al final por todos los jugadores de River, incluido el entrenador Marcelo Gallardo, que echaban fuego por la boca.
Cuando una incontenible corriente de afecto le arrancó a fin de 2021 un “sí, me quedo y renuevo” a un Gallardo que pensaba en bajar la cortina, al entrenador lo movilizaba levantar la Copa Libertadores por tercera vez, tras los antecedentes de 2015 y 2018. Quedó lejos de ese objetivo, sin plasmar el favoritismo que lo precedía en esta serie ante Vélez, al que no logró marcarle un gol en 180 minutos.
Entre los últimos dos mercados de pases llegaron nueve refuerzos. Ninguno todavía hizo la diferencia en instancias decisivas. Esta eliminación también cortará de cuajo la fantasía de Luis Suárez, mientras que la desquiciada economía de la Argentina le quitará las ganas de armar la dolarizada ingeniería para cerrar la operación por el colombiano Miguel Borja.
Aun sin esos dos delanteros, a River le queda un plantel numeroso y caro. Y sin los 20 millones de dólares de un presupuesto que no contemplaba quedar eliminado en los octavos de final. De la boca hacia afuera, River puede desfogarse verbalmente contra la Conmebol y el VAR. En la ida, Rodrigo Aliendro fue noqueado por un codazo que no conllevó ni una tarjeta amarilla. En la destemplada noche del Monumental, Tobar no convalidó un gol del que no hay imagen ni plano ni 3D que termine de certificar que la pelota dio en el brazo de Matías Suárez.
De la boca hacia adentro, River se debe una autocrítica futbolística y también un ejercicio de motivación, porque lo que le resta del año (Liga Profesional y Copa Argentina) no estimula tanto como el título internacional. “El equipo no llegó en su mejor momento a esta serie. Está claro que el objetivo era avanzar más en la Copa”, reconoció anoche el Muñeco. Decidirá Gallardo cómo quiere transitar los últimos seis meses de su contrato. Especialista en reinventarse, Gallardo deberá ser más alquimista que nunca.
Lo mejor del partido
Definición cerrada, caliente, caótica
Como se preveía, fue una definición cerrada, con la cuota de polémica esperable a partir del VAR en los últimos 10 minutos. Tobar se tomó casi cinco minutos para determinar si Suárez había impactado con el brazo el balón en la acción que terminó en gol. Como él y la cabina del VAR no se ponían de acuerdo, solicitó la ayuda de uno de los asistentes. A poco más de dos metros del monitor, los jugadores de ambos presionaban con gritos, como si se tratara de una protesta callejera. Un grotesco del fútbol de esta época.
Este River disperso de los últimos tiempos queda eliminado sin dar con su mejor versión en la noche en que más lo necesitaba. No resultaba marginado en los octavos de final desde 2016, cuando el arquero Librado Azcona hizo de Superman en Independiente del Valle. Esta vez, River no exigió ninguna proeza de Lucas Hoyos. Y eso da una pauta de su rendimiento incompleto e insuficiente.
Cuando el equipo no viene funcionando y los resultados son insatisfactorios, Gallardo acentúa su perfil de entrenador intervencionista. En esas circunstancias, de su pizarrón surge la formación que nadie sabe ni espera, desconocida incluso hasta por sus jugadores. Hizo cuatro cambios respecto del equipo que en la ida en Liniers, según el Muñeco, “peor no podía jugar”.
Era noche de parada brava, para gente curtida: adentro Jonatan Maidana. Vuelta de tuerca en los defensores laterales, que quedaron más huérfanos desde la salida de Fabrizio Angileri: Milton Casco pasó a la derecha y Elías Gómez, en la izquierda, volvió a tener una oportunidad que no venía justificando. De la amplia colección de volantes mixtos que acumuló en los últimos mercados de pases, la chance fue para el último en llegar: Aliendro. Ubicado por el carril central, el ex mediocampista de Colón filtró un pase-gol a los dos minutos para Braian Romero, que definió junto a un poste. Pero afuera.
El cambio de actitud era la principal demanda que arrastraba River. Se puso por la labor sin esperar. De entrada, pelota viva y mucha movilidad, aperturas continuas a los costados y carga constante sobre el área. Aun con una alineación ofensiva en lo nominal –los mismos once que en la ida–, Vélez plegó velas y se agrupó en su campo.
El gol de Suárez no convalidado
La cancha era un jabón, producto de la mezcla entre la niebla y una finísima garúa. Cuerpos y pelota resbalaban. No era el escenario más propicio para encontrar la precisión, porque además se jugaba mayormente en los 50 metros del campo del visitante. Mucha pelota dividida y disputa al choque.
Vélez no disponía del balón para atacar como había avisado el “Cacique” Medina. Dependía de algunas pérdidas del local. Por esa vía inquietó a Franco Armani con remates de media de distancia de Walter Bou y Lucas Janson, ambos, neutralizados por el vuelo del arquero.
Vélez se cerró bien por dentro, con el doble pivote que componen los sacrificados Nicolás Garayalde y Máximo Perrone. El respaldo se extendió a la pareja de defensores centrales, Matías De los Santos y Diego Gómez. Julián Álvarez retrocedía y se ofrecía para combinar. A River empezaban a sobrarle dominio y a faltarle situaciones de gol. No terminaba de integrarse Nicolás De la Cruz, una pieza fundamental para ganar peso ofensivo. Aunque arriesgado porque se metía muy atrás, al Fortín le salía el plan de defender la ventaja, sin necesidad de que Hoyos se convirtiera en una figura excluyente.
Un Monumental atestado pasó del entusiasmo a la impaciencia. El estado del campo era una trampa. Valentín Gómez se patinó y le quedó la pelota a Romero, que tampoco pudo mantener la vertical para encarar al gol. El margen de error se agrandaba en cualquier movimiento.
El nerviosismo fue en aumento. De las fricciones se pasó a los manotazos entre Gómez, Romero y De la Cruz. Tumulto y revuelo ante un Tobar demasiado permisivo y tolerante. Bou, en una insólita distracción de la defensa de River en un saque lateral, llegó al área y sacó un remate que controló Armani. Gallardo empezó a buscar soluciones en el banco. Matías Suárez, cuya reserva de calidad es extrañada cada vez que se interponen las lesiones, entró y al minuto ya produjo zozobra en el área del visitante. Más sorpresiva fue la salida de Enzo Fernández para darle lugar a Juanfer Quintero.
River volvió a tomar impulso con un remate de De la Cruz que salió junto a un poste. En un momento, los mayores aplausos en el Monumental fueron para Lucas Pratto, al que reemplazó Abiel Osorio. La gratitud de los hinchas de River será eterna, por encima de la tensión de una serie eliminatoria.
El final fue tumultuoso, caótico. De lo futbolístico, quedó una tapada de Armani a Osorio, como las que había hecho en el Amalfitani. A River se le va Julián Álvarez y la ilusión de la Libertadores levantó vuelo hacia Liniers.
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