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Ricardo Bochini se hizo estadio: en medio de la emoción, Independiente lo rebautizó con su mayor ídolo
El nombre del Bocha se anexa al Libertadores de América; los hinchas ovacionaron al crack de los años 70 y 80; mensajes de Bertoni, Burruchaga, Riquelme, Valderrama y Andrés Calamaro
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Iban apenas 8 minutos del partido entre los Seniors del Rojo y San Lorenzo y Ricardo Bochini ya había tenido tiempo de dar un par de pinceladas para mostrar que su visión para encontrar al compañero mejor ubicado y sus convicciones futbolísticas para pedirles a sus compañeros que lo acompañaran en el ataque seguían intactas.
En ese minuto 8, el Bocha abrió una pelota a la derecha, llegó el centro atrás, hubo un remate pifiado, el arquero dio un rebote corto, Jeremías Caggiano lo capturó, giró y la dejó atrás, hacia la puerta del área, por donde venía el número 10. De pronto, en ese momento, el tiempo cambió de dimensión. Más allá de la figura más redondeada y de la calvicie más notoria, la tarde de sol se pareció a tantas otras tardes y noches de los 70 y 80. El crack no necesitó pararla ni medirla: acomodó el cuerpo y de primera la colocó de emboquillada, por encima del arquero adelantado y del defensor que cubría la línea. Un golazo. Uno más de una trayectoria incomparable siempre vestido de Rojo.
Independiente le brindó el postergado y merecido homenaje al ídolo máximo de su rica historia, desde ayer en el cartel de la platea que da a las vías del tren puede leerse: Estadio Libertadores de América – Ricardo Enrique Bochini, y el público del Diablo lo celebró como hacía tiempo que no celebraba.
Fue una tarde de grandes emociones para el sufrido hincha Rojo de estos tiempos. Todo empezó bien temprano, cuando todavía faltaba una larga hora para que comenzaran los actos y los agasajos. Simpatizantes de todas las edades reflotaban viejas casacas con el 10 en la espalda y la legendaria publicidad de Mita en el pecho. Después, una vez en el estadio, se turnaban las familias para fotografiarse frente al mural del pasillo que conduce a la platea Erico con la imagen del ídolo o junto a la estatua que lo perpetúa conduciendo la pelota bien pegada al pie. Repetían el acto los padres con los hijos, los abuelos con los nietos, las parejas más jóvenes o la señora mayor vestida de diabla que viajó desde Mar del Plata para estar presente.
Una tarde llena de recuerdos en Avellaneda
El golazo del minuto 8 no fue el último del Bocha en el estadio que ahora lleva su nombre. Sobre el final de la media hora escasa de juego (el calor reinante no invitaba a estirarla mucho más), el árbitro Paulo Motto “vio” penal en un agarrón en el área y el ídolo lo transformó en gol junto al palo derecho para el 3-0 final.
Después fue el momento de las palabras. Desde la pantalla del video saludaron de Ricardo Daniel Bertoni a Carlos Valderrama, de Jorge Burruchaga a Andrés Calamaro y de Miguel Ángel Santoro y Ricardo Pavoni a Juan Román Riquelme, quien aseguró sentirse “muy feliz” por el hecho de que el Libertadores de América tuviera desde ahora añadido el nombre Bochini.
La atención se trasladó entonces al centro de la cancha, donde el protagonista de la tarde tomó el micrófono que le ofreció el periodista Walter Nelson y comenzó a repasar muchos de los momentos estelares de los 19 años que transcurrió sobre el césped de la entonces Doble Visera, gambeteando y metiendo pases de gol, enloqueciendo de alegría a sus seguidores y de desesperación a los rivales que, como recordó en su día Diego Maradona “ni siquiera lo alcanzaban para pegarle”. Sumando elogios de propios y extraños, hasta ganarse el puesto de leyenda del Rojo y de nombre infaltable en el Olimpo del fútbol argentino. Hubo tiempo para recordar a Diego -”seguro hubiera estado hoy acá”, aseguró'- y no olvidarse de quienes le acompañaron en las gestas del Rojo de otras épocas.
La posterior vuelta olímpica, con el Bocha impecablemente vestido de traje y con corbata roja, reactivó la excitación. Los hinchas del Rojo se iban poniendo de pie a medida que el ídolo avanzaba con paso lento, creando una interminable ola de reconocimiento y cariño. Brotaban lágrimas en los más veteranos y admiración en quienes no tuvieron la fortuna de disfrutar de su juego.
El último acto fue su salida al campo, otra vez vestido de rojo, encabezando la fila de jugadores antes del arranque del partido, adelantándose a sus compañeros en el saludo histórico y efectuando el saque de honor. Entonces, la distancia entre aquel pasado de gloria y este presente de frustraciones se hizo presente en toda su crudeza. El grito que surgió de manera espontáneo de las tribunas colmadas fue un pedido tan explícito como imposible: “¡Ponelo al Bocha, la p…!”.
Ricardo Enrique Bochini vivió la tarde que merecía y que su gente quería ofrecerle: “Si hoy le pusieron mi nombre a esta cancha es gracias a los hinchas de Independiente de todo el mundo que siempre me dijeron que debía ser así. Me siento muy feliz”, cerró aquel pibe que con 16 años llegó desde su Zárate natal, que hace mucho es leyenda, y que ahora, además de una calle, también tiene un estadio con su nombre, ese que evoca al fútbol bien jugado.
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