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Real Racing, el club pionero en España que sufrió la ruina y quiere renacer de la mano de un matemático argentino
Sebastián Ceria es el máximo accionista de esta institución con una historia apasionante, que lo emparenta con un grande de nuestro país
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SANTANDER, España.– “¡No se juega! ¡No se juega!”. Apenas había tres mil hinchas en la fría noche del estadio Sardinero, pero el grito estremecía. Lo que ocurrió aquel 30 de enero de 2014 en el invierno de Cantabria fue un hito. Así lo consideran los fanáticos del Real Racing Club, en Santander. Fue el día en el que se dijo “basta”. Los futbolistas salieron a la cancha a jugar un trascendental partido de cuartos de final de la Copa del Rey frente a Real Sociedad. El Racing, caído en desgracia deportiva e institucional, estaba en la tercera categoría. Los jugadores no cobraban su sueldo desde hacía siete meses; los empleados del club, desde hacía un año. Los hinchas lo entendieron. Había que poner un freno. “¡No se juega!”, gritaron. Y no se jugó. No bien se puso en marcha el partido, los futbolistas de Racing se fundieron en su campo en un abrazo; los de Real Sociedad tocaron la pelota en modo pasivo. El árbitro, al ver la falta de competitividad, terminó el encuentro.
Hace unos meses se cumplieron 10 años del Plante, término con el que quedó inmortalizado el hecho que llena de orgullo a los racinguistas. Lo consideran un ejercicio de responsabilidad social que despertó la conciencia para iniciar la reconstrucción del club. Ángel Harry Lavin, el entonces propietario del club, terminó preso.
El Racing es parte de la piedra basal del fútbol español: fue uno de los diez equipos que crearon la liga. Sin embargo, también es pionero en cuestiones menos simpáticas: Harry Lavín se convirtió en el primer dirigente de ese país en terminar tras las rejas por mala administración. Como muchos clubes de España, su historia no estuvo ajena a los vaivenes políticos. Con la conformación de la Segunda República Española, en 1931, y la caída en desgracia de la monarquía comandada por el rey Alfonso XIII, Real Racing Club perdió la primera palabra de su nombre. Tras la llegada al poder de Francisco Franco, recuperó su condición de Real, pero el combate a los anglicismos le impidió utilizar la palabra Racing. Solo después de la muerte del dictador, en 1973, el club cántabro recobró el nombre que lo identifica: Real Racing Club.
Pepe el viajero
Pepe Barros llega manejando su Audi negro. Se queja de que el viaje a Ferrols, con el aire acondicionado, lo dejó con la voz ronca. A Ferrols fue a ver a Racing, al que sigue sin falta desde hace 74 años. “No me gusta el fútbol, me gusta el Racing”, se ufana. Pepe, 89 años y mirada afable, se quita el saco y extiende una carpeta con recortes y fotografías, notas que los diarios le han hecho a lo largo de su idilio con el club. La imagen simbólica es la de Pepe con una valija. Pepe de viaje, Pepe a todos lados con Racing. El amor innegociable de Pepe Barros por el Racing simboliza lo que siente la gente del lugar. Es que el Racing no tiene rivales en la zona. Representa a Cantabria, una de las comunidades autónomas más pequeñas de España, con poco más de 600 mil habitantes. Y todos apoyan al Racing, no hay otro equipo profesional en el área. Por eso, tampoco tiene un clásico. Sí hay una rivalidad con clubes de comunidades vecinas, como el Athletic, de Bilbao, o el Real Oviedo, de Asturias.
Bordeando la zona portuaria, una serie de monoblocks embebidos en amarillo contrastan con la sofisticación de las edificaciones que asoman a la avenida costera. Son viviendas construidas en la década de 1940 para quienes trabajaban en los barcos de pesca, una de las actividades principales de Santander. En ese barrio de pescadores, en un modesto edificio bajo de impecable blanco vive Pedro Munitis, figura histórica del Racing que también actuó en la selección de España. Ganó buen dinero, vivió en otras partes, pero volvió a su calle. Como buen hijo de pescadores, regresó a respirar el aire del mar, allí en el Barrio Pesquero.
A la vuelta, entre un manojo de sitios para comer, está el restaurante Los Peñucas, propiedad de una familia ilustre en la zona. La terminación uco/a es un diminutivo, similar a nuestro ito/a. Los Peñucas es una cariñosa adaptación del apellido de los hermanos De la Peña, los dueños del restaurante. El anfitrión es Agustín de la Peña, Pin para todos, papá de quien fue una gran figura del fútbol español de la segunda mitad de los años 90: Iván de la Peña, ganador de varios títulos con Barcelona. En la oficina, con los números, está el tío de Iván, Fidel de la Peña, expiloto de autos e impulsor del popular Rally de Cantabria.
Santander es tierra de pescadores. Cada tanto se puede degustar una especie difícil de conseguir, el percebe, un crustáceo que crece sobre las rocas en los acantilados, y que quienes los recogen literalmente se juegan la vida por las condiciones en las que deben hacerlo, desafiando el golpe de las olas contra la piedra. La bahía mira al sur y a los picos -nevados en invierno- de Cantabria. Ciudad distinguida, se ilumina con el turismo en los meses de verano y es gobernada por la lluvia el resto del año.
El paseo marítimo Reina Victoria tiene en su recorrido los puertos con el imponente Palacio de la Magdalena, residencia real de verano a principios del siglo XX, que los borbones le vendieron al ayuntamiento en los años 70 y se convirtió en un enclave turístico. Y unos dos kilómetros hacia el norte está el Parque González Masones, que tomó terrenos del viejo estadio Sardinero, donde el Racing fue local hasta su demolición, en 1988. Ese año, el Ayuntamiento se apropió de esas parcelas y a cambio le cedió al club el uso exclusivo del estadio municipal, situado a unos 200 metros. Es donde el Racing hoy ejerce su localía y tiene sus oficinas principales, los Campos del Sport del Sardinero, un escenario de estilo inglés, con capacidad para 21 mil espectadores. Los racinguistas lo sienten su casa. A tal punto que en los últimos meses le imprimieron un rasgo distintivo, el color verde, con un cambio total de butacas.
El Racing está marcado por la lucha de su gente y por la reinvención. Eso quedará en claro en cada conversación con un empleado. Es un club chico y enteramente dedicado al fútbol. No tienen ninguna otra actividad deportiva ni social. Y como uno de los diez miembros fundadores de la liga española, tiene un sitio de privilegio en la historia. Sin embargo, nunca ganó un título. Apenas un subcampeonato en 1931. Tuvo una primavera deportiva con la participación en UEFA Europa League 2008-09. En los pasillos del estadio hay camisetas alegóricas de aquellos ilustres rivales, entre ellos PSG y Manchester City, previo al ingreso de los capitales árabes. En 2010 empezó un derrotero de decadencia institucional sin precedentes. Primero, con el descenso a segunda división, en un año en el que tuvo como técnico al argentino Héctor Cúper. En la temporada que planeaba volver a primera, una serie de desaciertos deportivos y los desmanejos de los propietarios lo hundieron aún más; terminó con un segundo descenso consecutivo, esta vez a la tercera división. “El club no desapareció por el apoyo de la gente, sin dudas, fue un milagro”, afirma Roberto González, periodista cántabro de larga trayectoria devenido director de Comunicación del club.
Tantos años de aventureros, inoperantes o directamente fraudulentos, llegó la estabilidad primero de la mano de unos empresarios de Torrelavega, ciudad vecina a Santander. Y desde mediados de 2023, con la llegada de un argentino: Sebastián Ceria. Matemático, filántropo y empresario, es la cabeza de Fundar y hace un par de años sorprendió con su alocución en el Coloquio de IDEA. Ceria no solo se hizo de la mayoría del paquete accionario sino que absorbió la deuda del Racing, estimada en unos 26 millones de euros.
¿Cómo llega este hincha de Racing de Avellaneda nacido en Palermo a convertirse en el máximo accionista de un club de fútbol en Cantabria? La esposa de Ceria es de Santander y su mejor amiga está casada con Manuel Higuera, un abogado que conoce al dedillo al Real Racing Club, y hasta jugó algunos partidos como profesional. Higuera introdujo a Ceria en la historia, la mística y las necesidades del club. Y vio que ahí había mucho por hacer.
Ceria acaba de llegar desde Londres, donde vive la mayor parte del tiempo. Pide unos minutos para refrescarse y se presta a la charla con LA NACION en el sofisticado Hotel Real, un palacio que Alfonso XIII mandó a construir en la década de 1910 y que hoy posee la ilustre familia Botín. La similitud del Real Racing Club con la Academia de Avellaneda es el disparador: “Es increíblemente parecida la historia del racinguismo como sentimiento de sufrimiento, dedicación y pasión a pesar de las circunstancias”, se entusiasma Ceria. Y profundiza: “Yo nací en 1965, con lo cual no pude ver la gloria del Racing de Avellaneda hasta el 2001, fueron 35 años que no ganamos nada. Y acá el Racing de Santander tuvo mucho que ver con descensos con problemas de gestión y con bancarrotas. Y en ese sentido son historias muy parecidas”.
En pleno debate en Argentina sobre la viabilidad de que los clubes puedan convertirse en sociedades anónimas deportivas, Ceria da su punto de vista a partir de lo que vive en España, donde todos los equipos que militan en las dos primeras categorías tienen accionistas privados, con excepción de cuatro autorizados: Real Madrid, Barcelona, Athletic Club y Osasuna. “Podés ser honesto o deshonesto en una sociedad anónima o en una sin fines de lucro. Acá en España hay una gran regulación. La Liga te mira todo y no te deja escaparte. Si bien uno tiene libertad, está bajo una supervisión muy estricta, desde el punto de vista comercial, de lo que hacés y no hacés. Esto, para que quede claro que uno no puede hacer cualquier cosa. Las sociedades anónimas que están gestionadas con el amor del club y con la idea de los socios por delante y no solo con la ganancia financiera funcionan perfectamente bien; y ese es un ejemplo de Racing de Santander: nuestro objetivo primordial no es la ganancia financiera. Nosotros creemos que eso va a venir si hacemos las cosas bien durante mucho tiempo. Para nosotros es tan importante nuestra ganancia financiera como la relación con los hinchas, como el equipo y el proyecto deportivo, como nuestro rol en la sociedad”.
El reordenamiento financiero era fundamental. Pero también una proyección hacia afuera. Cautivar al abonado, al simpatizante. Generar iniciativas con creatividad para que el club no fuera solo un equipo que juega los fines de semana, sino un lugar de pertenencia para todos los días. A Sebastián Ceria le hablaron de un argentino que podía ayudar en ese aspecto. Fue cuando apareció Pablo Ruiz, quien durante más de una década se dedicó a reinventar y construir la imagen de Racing de Avellaneda. Nacido y criado en Lanús, Ruiz es un fanático de la Academia que, entre otras cosas, impulsó el #RacingPositivo que cambió el ánimo pesimista que se había instalado en el simpatizante. Ahora, como director de Marketing de los cántabros, no duda: “La historia del Racing es de resiliencia”.
Justamente resiliencia es uno de los valores que Ruiz propone para imponer la marca Racing; los otros son el honor y la dignidad, la fidelidad y la cercanía. “Honor” es una de las principales, y remite a aquel plante. Y es la palabra que está estampada en las remeras alegóricas que se fabricaron por el décimo aniversario del episodio que marcó a fuego a la institución, una de las varias movidas de marketing impulsadas por Pablo Ruiz y su equipo desde la llegada al Racing. ¿Otras acciones creativas? La puesta a la venta de las camisetas recién utilizadas por el equipo después de un partido, en el aniversario 111° de la institución: las casacas, todavía sudadas, se vendieron en un santiamén a 111 euros. También se cambió el contestador telefónico del club. El nuevo mensaje lo grabó la célebre voz del estadio, José Barba, y cada una de las opciones del llamado remiten al anuncio de la formación del equipo.
Otro de los éxitos institucionales es haber recuperado para usufructo del club la tienda oficial de merchandising, que estaba tercerizada. Y que la marca de ropa que los viste, Austral, es originaria de la zona, por lo cual consensúan diseños y volumen de fabricación, entre otras cuestiones.
“Yo soy un tipo muy sistemático: tengo mi vida planificada desde que tenía 15 años. Lo que te puedo asegurar es que el fútbol no estaba en ninguno de mis planes”, sorprende Ceria, que dice que, como buen matemático, lo suyo es “racinguismo al cuadrado”. “A mí siempre me gustó mucho la política, pero también me decepcionó mucho. En el fondo, la política está para cambiarle la vida a la gente, pero hoy en día está más para cambiarles la vida a los políticos. Y el fútbol es uno de esos lugares donde todavía le podés cambiar la vida a la gente, los podés hacer felices, les podés dar una idea de comunidad, de causa común, de solidaridad.
“Nos gustaría subir a estar con los más grandes porque creo que el Racing es uno de los primeros también. De Racing de Avellaneda decimos que es el primer grande. Y este Racing es uno de los primeros, porque es uno de los diez fundadores”, afirma Ceria.
Luego de tiempos de turbulencia, el Racing también se ha encaminado en lo deportivo. Si bien está en la mitad de la tabla, la temporada muestra a varios equipos aglomerados en poca diferencia de puntos, por lo que el acceso a los playoffs para un ascenso no es ni por asomo una utopía. Como cuenta ante LA NACION José Alberto López, entrenador joven y experimentado a la vez, que tiene en sus manos el desafío de devolverle la grandeza deportiva a los cántabros. “Somos un club que está en crecimiento, que ha pasado siete temporadas en la categoría de tercera categoría del fútbol español. El objetivo es ir acercándonos un poco a estar lo más cerca posible de de regresar. Ahí estamos: peleando”, dice este asturiano de 41 años, que ha dirigido a Sporting de Gijón, Mirandés y Málaga.
La profesionalización del fútbol ha llevado a que hoy sea casi una utopía que un socio o la prensa pueda observar el entrenamiento de un primer equipo, en cualquier lugar del mundo. Los técnicos y los futbolistas se han acostumbrado a tener intimidad y evitar las miradas ajenas frente a su trabajo. Sin embargo, en el Racing hay una política de puertas abiertas a todos: los socios y la prensa pueden presenciar todas las prácticas.
Otro de los orgullos del Racing es su cantera. Al contar con un presupuesto no muy grande para incorporaciones -es el décimo equipo entre los de segunda en reparto de dinero-, apuesta a los jóvenes que se forman en el predio de La Albericia, que se erige bajo el nombre Nando Yosu, prócer del fútbol racinguista. El símbolo de esta política de apuesta a lo hecho en casa es el capitán del equipo, Íñigo Sainz-Masa. Aún vive donde nació, en Ampuero, un pequeño pueblo a poco más de media hora de Santander. Tiene 25 años y un título universitario en Ingeniería Química, y ha superado los 100 partidos con la camiseta del Racing, del que ahora porta la cinta. “He pasado por todas las etapas en el club durante estos años, con muchos momentos complicados, años en los que había pocos recursos. En las categorías inferiores te inculcan la ilusión de llegar al primer equipo, lo que significa el club para la región de Cantabria y el sentimiento con el que vive la gente”, cuenta Íñigo, apenas terminada la práctica.
Sobre ese sentido de pertenencia también habla Gonzalo Colsa, una gloria racinguista, que jugó más de 250 partidos en el club -autor de un histórico golazo al PSG en Europa League, en 2008- y que a los 44 años es el responsable de las divisiones inferiores en el predio de La Albericia. “Siempre se pone la mirada en el partido el domingo y el club es mucho más que los jugadores o que un partido de fin de semana. Representa unos valores muy importantes. Hay que conocer qué es el club, cómo es la sociedad de Cantabria, qué tipo de jugador tiene que venir aquí, no solamente para que encaje dentro de un modelo de juego que José Alberto tiene su cabeza, sino que encaje en esta sociedad. Somos diferentes, particulares, vamos con la H de humildad, de honor y de honradez”, dice Colsa, casi como declaración de principios.
Así es la historia de este Racing de Santander. El club por el que hizo cuentas y apostó un matemático argentino que empieza a devolverles la ilusión y la pasión nublada en los años de ruina económica y deportiva. Con el honor por como bandera.
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