Ramiro estaba completando la planilla de su fichaje en la AFA cuando lo escuchó. Vaya a saber si fue una casualidad o una señal, de esas muchas en las que cree. Alguien pasó a su lado y sintió esa voz familiar mientras cada letra lo acercaba más a ese sueño que creía lejano. “No saben que todo, todo nuestro amor es puro... es fuego y pasión que no se apagarán... yo te lo aseguro...”, sonaba desde el parlante. “Sentir que él estaba presente en un momento que yo lograba lo que más anhelaba desde chico fue algo maravilloso”, recuerda.
Se le ilumina la cara y es imposible no verle rasgos de su padre. Los diferencia el color de ojos. Ramiro es hijo de Rodrigo Bueno , una leyenda del cuarteto y la música popular argentina que marcó una generación. Y que, tristemente, conmocionó al país cuando murió en un accidente de tránsito en 2000, en la autopista Buenos Aires-La Plata, en Berazategui. El músico tenía 27 años y estaba en la cima de su carrera. En ese vehículo viajaban, entre otros, Ramiro y su madre, Patricia Pacheco, que sobrevivieron al choque. Hoy, Ramiro tiene 20 años y juega en la cuarta división de El Porvenir, club de la Primera C, en el que día a día persigue su objetivo de ser futbolista profesional.
El sueño parecía frustrado, pero tomó forma hace dos años, cuando consiguió una prueba en el club de Gerli gracias a un tío y quedó. “Empecé el año pasado sin mucho rodaje y terminé jugando algunos partidos en el selectivo (NdeR: combinado de cuarta, quinta y sexta, dado que no hay reserva en el ascenso)”, se entusiasma Ramiro, que juega de volante por derecha y dice destacarse en la parte física: “Jugaba de extremo y el técnico notó que tenía mucho recorrido por la banda. Me tiraron una línea más abajo, le gusté mucho más y agarré confianza. Soy muy rápido y cada tanto me animo a tirar una gambeta, pero sin complicarme. Me gusta jugar tranquilo y tocar”.
A la vista, heredó la simpatía y desfachatez de “El Potro” cuando está frente a la cámara. Sí luce menos arriesgado en los conceptos y más estructurado para expresarse, mérito de su formación como periodista deportivo, su plan B por si no prospera su carrera. Por lo pronto, tiene hasta junio para demostrar que merece un lugar en el plantel de Primera porque quedarán libres los categoría 97. Él desborda optimismo: “Al principio me costó, pero hoy me siento adaptado y muy cómodo con el grupo. Dentro de la cancha soy otro jugador. Voy con fe que este año a ser el mío”.
El recuerdo más lindo
YouTube es el principal baúl de los recuerdos que tienen los fanáticos para ver a Rodrigo. También lo es para Ramiro. Con buscar un poco se puede ver en un recital a un nene imitando los pasos cuarteteros como si fuera un juego. En la misma escena, su papá le baila y a la par que hace delirar al público. Ramiro tenía dos años y medio cuando viajaba en la camioneta que chocó contra una barrera de contención de la autopista, tras uno de los tantos shows que por entonces ofrecía Rodrigo. Lamenta no conservar ningún recuerdo propio. Hace poco tuvo un déjà vu cuando acompañó en el Luna Park a su tío Ulises, también cantante como su hermano. “Estaba en la parte de atrás y se me vino una imagen a la cabeza de sentir de haber estado ahí. Fue algo fuerte y shockeante. Pensaba que no me acordaba nada y tuve un flash en ese momento y lugar específico. Se me puso la piel de gallina”, relata.
Nada se supo qué fue del hijo de Rodrigo durante sus primeros años de crecimiento. Su mamá Patricia evitó exponerlo a los medios hasta que estuviera preparado. La primera vez fue a los 12 años, cuando participó de un homenaje en La Plata. “Se me venían las cámaras por todos lados y medio que no sabía lidiar con eso. Con el correr de los años supe que gran parte de los medios lo hacían con cariño y con amor. Querían recordarlo y a la gente le interesaba saber de mi. Ahora estoy familiarizado”, asegura.
–¿Sos consciente de lo que genera tu papá?
–El cariño de la gente es el recuerdo más lindo que tengo. Me hablan de mi viejo con gran amor y pasión. Se nota que Rodrigo marcó a una generación; eso es lo que la gente quiere transmitirme. Yo soy de la generación que sigue. Es lo más lindo que me dejó.
–¿Cuál es la canción de tu papá que más te gusta?
–Me gusta mucho La Novia de Dios, que no es de los últimos temas pero tiene una letra que es muy hermosa. Después, de las más moviditas me gustan Amor Clasificado y Fuego y Pasión porque se trasladaron del mundo de la música al fútbol y las cantan las hinchadas.
–¿Qué te genera que, al día de hoy, sus canciones se escuchen en todos lados?
–Es algo mágico. Al principio, cuando iba a las fiestas de 15 de mis compañeras ponían un tema de mi viejo y todos se daban vuelta para ver cómo reaccionaba. Yo me cagaba de risa porque no sé si esperaban que me fuera a un rincón a llorar o que alguien pidiera de sacarla porque “está el hijo de Rodrigo y se va a poner mal”. No, yo bailaba y lo tomaba de la mejor forma.
–El apellido no parece ser una carga para vos. Al contrario, lo llevás con alegría...
–No es algo para llorar, sino para recordarlo. Hay gente que se emociona cuando lo escucha y muchos que disfrutan bailando sus canciones. En año nuevo lo escuché en la planta baja de mis vecinos desde las dos de la mañana hasta que volví. Me fui escuchando a mi papá y volví escuchando a mi papá. Esas cosas, aunque parezcan tan simples, siempre quedan guardadas.
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