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Rafael Nadal - Daniil Medvedev, la mejor final del Australian Open: el héroe y el villano, como en una película de Hollywood
Tras el caso Djokovic, Melbourne se prepara para un desenlace óptimo: el español procura el 21er título grande, y el ruso, instalarse en la cúspide del ranking mundial
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El héroe y el villano. La leyenda admirada por (casi) todo el mundo, dispuesta a dar la batalla final cuando semanas atrás reposaba sobre una cama, contra el sujeto que evita hacerse querer, como deportista, como hombre. Resulta una belleza de programa –el bueno, cara a cara con el malvado–, como cierre del traumático primer grande de la temporada. Hasta hace un puñado de días se hablaba de otras cosas: juzgado, alegato, Covid-19, positivo, vacuna, antivacuna, letrados y hasta el hotel de los gusanos.
Novak Djokovic lo hizo. Y Melbourne –una de las ciudades más prósperas y placenteras para vivir, según los sitios especializados y rankings mundiales–, lo permitió. El tiempo transcurre demasiado rápido. Este domingo, desde las 5.30 de la Argentina, chocarán dos planetas en el universo del tenis. Que se reinventa, con los mismos apellidos.
Rafael Nadal, el mallorquín de 35 años emocionado como un niño, vuelve a una final y está a tiro de ser el más grande de todos los tiempos (¿no lo es, ya?): dará un enorme si se queda con el Abierto de Australia y saca la cabeza entre Nole y Roger Federer, con 21 grandes.
La última victoria de Nadal
Daniil Medvedev es el ruso de diez años menos que presentan las clásicas películas de Hollywood: inteligente, villano, sin escrúpulos. Dueño de una mano indescifrable, de una cabeza ingobernable (una respuesta extraordinaria hacia los que dicen que los rusos siempre mantienen fría la mente). Está a un triunfo –y algunos detalles numéricos que se resolverán en las próximas dos semanas– de alcanzar el trono, el número 1 mundial.
La última victoria de Medvedev
El programa es ideal. ¿O acaso todos quieren ver ganar a los buenos, a los políticamente correctos, a los caballeros del deporte? Provocador, en la pista y en la vida, Medvedev puede enfadarse con el público un día, y al otro, estar al borde de la desclasificación por la ira que descarga contra un juez. En las semifinales, venció al griego Stefanos Tsitsipas por 7-6 (5), 6-4, 4-6 y 6-1.
En el punto más alto de las revoluciones, Medvedev se cruzó con el umpire del partido, el español Jaume Campistol. Al ruso lo enojó que el padre de Tsitispas diera –según su percepción– indicaciones en medio de los puntos, algo prohibido. “¿Sos estúpido? ¿Su padre puede hablar en todos los puntos?”, protestó Medvedev. Luego, le gritó dos veces: “¡Su padre puede hablar en todos los puntos!”. El número 2 del ranking estaba furioso. “¿Vas a responder mi pregunta? ¡Cómo podés ser tan malo y estar en una semifinal de un Grand Slam! ¡Mirame! ¡Te estoy hablando!”, siguió.
Acabada la faena, intentó un análisis cerebral. “No creo que las malas emociones me ayuden mucho. Muchas veces pierdo el partido por esto. Tan pronto como lo hice, pensé ‘eso fue un gran error’. Pero estoy feliz de haber logrado volver a concentrarme al comienzo del tercer set. Hice lo mejor que pude y estoy feliz de que haya funcionado”, aclaró. Más tarde, se refirió a ”lo gracioso” y a quién mirará la final por televisión...
“Voy a jugar contra uno de los más grandes. Lo gracioso es que voy a jugar de nuevo contra alguien que procura su torneo de Grand Slam número 21. No sé dónde vio la final Rafa el año pasado; supongo que estaba mirándola por televisión. Y creo que Novak también estará mirando esta final. Las finales grandes son especiales. Estoy listo”, comentó el moscovita.
El hombre que mide 1,98 metros y nació en Moscú frenó el impulso de Djokovic en el último Abierto de Estados Unidos, lo que habría generado, además, el menú completo de grandes en una misma temporada para el serbio, dueño del torneo durante largos y traumáticos días. En 2021, el hoy número 2 del mundo tuvo una temporada excepcional. En los torneos de Grand Slam firmó estas actuaciones: final en el Abierto de Australia (perdida ante Djokovic), cuartos en Roland Garros (frenado por Tsitsipas), octavos en Wimbledon (superado por Hubert Hurkacz) y primer título mayor en el US Open (victoria sobre Djokovic en la final).
Y ahora mantiene en alto el foco. Tiene detalles que lo acercan al nostálgico Big 3, y también al cuatro integrante, Andy Murray. Ya juega como un número 1.
En la travesía hacia la final, Medvedev tuvo sus bajones. Más allá de sus excesos, no tiene siempre al máximo la tensión. Es el favorito, aunque eso parezca una exageración si del otro lado de la red se presenta Nadal. ¿Favorito frente a uno de los más grandes de todos los tiempos?
El año pasado, Nadal no jugó durante seis meses por una lesión en el pie izquierdo, y además padeció Covid-19 en diciembre. No sólo desconocía si podría jugar en Melbourne: no ignoraba, a ciencia cierta, si seguiría con su maravillosa carrera. “No sé si va a ser mi última oportunidad o no. Hace escaso tiempo parecía que no habría otra oportunidad y ahora estamos aquí. Sinceramente, no sé lo que me juego”, advirtió el español.
“Es un semimilagro. Estoy increíblemente feliz y disfrutando de este momento. Eso no me quita que esté con la ilusión y las ganas de hacer este último esfuerzo, de darme una oportunidad”, añadió, luego de superar a Mateo Berrettini por 6-3, 6-2, 3-6, 6-3 en 2 horas y 55 minutos.
Semanas atrás había sido todo lo sincero que suele ser: “Tenía muchas dudas sobre si jugaría o no el torneo. No sólo el Open de Australia, sino también si iba a volver al circuito por las continuas molestias que tenía en el pie. Hoy aún hay dudas. Como dije el otro día, es una lesión que no podemos curar, entonces tenemos que encontrar la manera de que el dolor esté controlado para poder jugar. Ése es el objetivo”.
Con dolor o sin él, Rafa es un ejemplo de superación, permanencia. Grandeza. Un modelo en el que se puede inspirarse cuando todo parece perdido.
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