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Racing quedó atrapado. Argentinos lo encapsuló con una obra maestra de fútbol, goles y cierta inocencia. El conjunto de la Paternal es toda una sorpresa: juega lindo, juega bien. Y le generó algo más que una derrota a la Academia, en el 3-2 (dos descuentos en el cierre), sellado en una noche de fútbol de verano. Es que Racing nunca se da por vencido.
Se trata de la historia del fútbol con una dosis de psicología: cómo concentrarse en el hoy, en el ahora, en un encuentro importante, en su cancha, con su gente y frente a un rival de envergadura, si la cabeza está en otra parte. Otro caso, más importante, por cierto. Decisivo. Un título.
Que juega con algunas bajas (Vietto, Maravilla Martínez, Sebastián Sosa, y Agustín García Basso) y la cabeza en este jueves, desde las 21.30, también en el Cilindro y contra Botafogo. El sexto capítulo del torneo Apertura, con dos grupos de 15 equipos con ocho clasificados por rama, no tiene punto de comparación con la próxima posibilidad de un nuevo lauro internacional. Racing se cita con la historia, con la hipótesis de la Recopa, entre ganadores de torneos sudamericanos.
Dos capítulos, el primero en casa y el segundo en Río de Janeiro. La Academia (lo saben su cuerpo técnico, las autoridades, el plantel, la gente) debe extender el predominio internacional. Se trata de la vara Gustavo Costas, siempre para arriba y para adelante. Mientras, choca contra un noble equipo. Argentinos no sólo fue el que le dio una lección táctica a Boca en la Bombonera: es un buen equipo.
Molina, Herrera, Lescano y Oroz crean fantasías en el ataque, con avances punzantes y ciertas destrezas. Fattori los protege desde la zona media. Despreocupado en la línea de atrás y explosivo en la otra frontera, Racing buscó desacomodar a su adversario con la fórmula de los tres atacantes, Solari, Balboa y Salas.
Fue un espejismo. Arias voló para contrarrestar un cabezazo demoledor de Molina, siempre lejos y cerca del grito. Argentinos era mejor, con el toque como bandera. Tac, tac, tac. Pipa Lescano definió de zurda al primer palo de Arias. Iban apenas 22 minutos de la primera mitad: 1-0. Una bendición para el desarrollo, porque el local avanzó con mayor decisión y ofreció sugerentes huecos y el visitante se sintió más a gusto. Al elenco que conduce Nico Diez le agrada tener la pelota y, además, crear fantasías. Todos van para adelante: hasta Prieto, un librepensador siempre por izquierda.
Lescano, Herrera, Molina, que al fin convierte su primer gol con la camiseta de Argentinos. Otra obra maestra del juego bonito: tac, tac, tac. 28 minutos, 0-2.
Martirena no avanzaba, Salas estaba en pausa, Solari era un desconocido. Solo resistía Nardoni, con armas necesarias, pero no imprescindibles: empuje y voluntad. Y en el arranque de la segunda mitad, el zarpazo.
Un par de amagos y una definición exquisita de Prieto, el apuntado lateral izquierdo, que resolvió el embrollo y destrozó la ilusión de la gente. Que no reaccionó: nadie podía creer lo que estaba ocurriendo. El desarrollo siguió en la misma sintonía, apenas con unos arrebatos de Racing, herido en su orgullo, en su propia casa.
Argentinos le dio una lección. Tal vez, es el equipo que nuclea los dos parámetros del fútbol de toda la vida. Juega bien, juega lindo. Habrá que ver cómo se desarrolla su aventura, cuánto tiene más para dar. Lo que se ve, lo que muestra, es un deleite. Racing lo sufrió de principio (casi) hasta el fin, en la antesala de lo más importante. Está en suspenso, con dudas que antes no tenía. Y esa sentencia es mucho más potente que la derrota, maquillada con el descuento de Barrios y Di Césare, que perdió perdón por su pasado.
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