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Racing: Fernando Gago, el mejor ejemplo de la dificultad de afirmarse en la inhóspita jungla del fútbol argentino
La Academia confió en él; quizás más como producto de lo que se supone que puede llegar a ser que por lo demostrado hasta el momento de contratarlo
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Fernando Gago no es un técnico más. Por algunas características muy especiales de su personalidad, porque arrastra una serie de preconceptos relacionados con su discurso y con un pasado como jugador propenso a los debates, y también por el hecho de formar parte de la corriente de entrenadores jóvenes que impulsa un cambio de paradigma en el fútbol mundial. Si le faltara algo, su experiencia inicial en Aldosivi fue un paso muy en falso, suficiente para que en el hostil ambiente de nuestro fútbol se saquen conclusiones demasiado apresuradas.
Aun con todo esto, Racing confió en él. Quizás más como producto de lo que se supone que puede llegar a ser que por lo demostrado hasta el momento de contratarlo. Pero le concedió el beneficio de la duda en busca de ese fútbol audaz y protagonista que pregona. Para arribar a determinados equipos hace falta tener espaldas muy grandes -que no es este caso- o alcanzar ciertos estándares. Gago llegó por prometer un tipo de fútbol, y Racing se convirtió así en una escala fundamental en su trayectoria.
Soy de la idea de que un entrenador se va haciendo, que debe superar algunas pruebas. Sobre todo para dirigir en un fútbol tan difícil como el argentino, donde demasiadas veces las intenciones e ideas de un técnico chocan contra los límites de la calidad individual de los jugadores, hasta abrir una brecha demasiado grande entre lo que se expresa y lo que sucede en la cancha.
Gago, además, defiende una manera de jugar a la cual un sector de nuestro fútbol le cae con especial dureza si los resultados son negativos. Mientras que a quienes intentan otras líneas de juego se les adjudican motivos muy diversos cuando les toca perder; las derrotas de aquellos que tienen el gusto y la sensibilidad del actual técnico de Racing siempre son responsabilidad del estilo, de una supuesta ingenuidad por querer “jugar lindo” antes de ser eficaz. Son críticas muy duras de asimilar y es parte de ese proceso de adaptación a un medio impiadoso.
La realidad es que el puñado de partidos que Gago lleva en Racing, en el torneo pasado y en el actual, han oscilado entre la inestabilidad y la incertidumbre. Para alguien que está en proceso de afirmarse en sus ideas y aprender a transmitirlas con seguridad no es fácil convivir con las amenazas y los riesgos constantes que acechan a los técnicos en nuestro fútbol. En esas circunstancias, resulta comprensible que un entrenador novato pueda entrar en pánico, dudar o confundirse.
Gago transita la etapa de querer poner en práctica aquello en lo que cree, algo que se ha visto con claridad en los refuerzos que pidió en el último mercado. Jugadores con capacidad de pensar y decidir rápido como Edwin Cardona, o con la pericia y astucia de Gabriel Hauche para complicarle la vida al rival en la zona de la verdad indican qué camino pretende seguir. En el juego, en cambio, ha mostrado las contradicciones lógicas de quien se encuentra en plena formación y tiene todavía demasiadas materias que aprobar.
Una de ellas, por ejemplo, es darse la posibilidad de analizar y criticar sus propias convicciones para hacer las revisiones necesarias que el día a día le vaya marcando. Lo que ocurre con el Leeds United en las últimas semanas es una buena muestra de ello. Ser dogmático, como lo es un técnico del prestigio de Marcelo Bielsa, no es un defecto. Pero hasta el más dogmático debe revisar y poner en juego sus ideas. No para resignar su línea ni su pensamiento, pero sí para mejorar la eficacia si la realidad le demuestra que esta se ha perdido.
Gago, seguramente, estará atravesando ese período de ajuste y autoevaluación, como también el de medir la distancia que lo separa de su aún cercano pasado como jugador. En ese sentido, lograr el punto exacto en la relación con sus futbolistas es otro aprendizaje imprescindible.
El fútbol es de los que salen a la cancha y son ellos quienes mejor pueden guiar a un entrenador con poca experiencia para encontrar las variantes más eficientes, para descubrir las sociedades que van surgiendo sobre el campo y que en definitiva terminan conformando el verdadero método de un equipo. Mirar el juego con los ojos de los futbolistas y poner las ideas propias al servicio de ellos es una manera de medir la pericia y la inteligencia de un técnico.
¿Puede ser Fernando Gago un gran entrenador? Es difícil aventurarlo. El proceso para alcanzar ese estatus será lento, y en él serán claves la templanza y la convicción que demuestre para sostener la esencia de sus pretensiones y para seguir inculcándoles con firmeza a sus jugadores cuál es el camino si en algún momento llegan los golpes. Mientras tanto, a corto plazo el reto es otro. Necesita que Racing juegue medianamente bien durante al menos un par de meses. Así ganaría el colchón y la seguridad suficientes para que el equipo pueda absorber sus ideas con más aplomo y serenidad.
Cardona y Hauche, Carlos Alcaraz, mediocampistas de buen pase y defensores con experiencia son las herramientas con las que cuenta para sortear con éxito esta etapa y lograr sobrevivir en la inhóspita jungla de nuestro fútbol.
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