Mucho más que la cábala de la bufanda: Coudet tomó decisiones calientes y armó un equipo a su medida

La primera vez que Eduardo Coudet pisó el Cilindro como entrenador de Racing, antes de haber hecho su estreno oficial, se llevó una ovación. Aquella tarde de enero había unas cinco mil personas que se se acercaron a la presentación a la europea que diseñó el club para darle la bienvenida a Ricardo Centurión, Neri Cardozo, Nery Domínguez, Leonardo Sigali y Alejandro Donatti. Seductor y entrador, al Chacho le alcanzó un amistoso de pretemporada en Mar del Plata y un discurso pasional en su presentación para empatizar con el hincha académico. En su primera conferencia de prensa había dicho: "Muchas veces esto pasa por el contagio. La pasión y la identidad van a estar. Nosotros vamos a transmitir desde adentro y la gente va a ayudar desde afuera". Fue casi una premonición: en Avellaneda, a lo largo de estos 15 meses, su equipo construyó una verdadera fortaleza para conseguir en torneos locales 15 triunfos, tres empates y apenas dos derrotas.

El Chacho continúa el camino de los entrenadores que dejaron su huella en Racing pese a tener una identificación previa con River. En 2001, le tocó a Reinaldo Merlo. En 2014, a Diego Cocca. Ahora el DT que comandó la vuelta olímpica fue Coudet, que recordará a la Academia de Avellaneda como el sitio donde pudo ganar su primer título, algo que se la había negado en su Academia, la rosarina, con dos finales perdidas por Copa Argentina. Fue el arquitecto de un equipo que él mismo ideó y dio forma desde su llegada en diciembre de 2017. A excepción de Lisandro López, Augusto Solari, Iván Pillud, Alexis Soto y Matías Zaracho, el resto de los jugadores base de esta campaña no estaban en el club antes de la llegada de Coudet o no eran tenidos en cuenta, como Renzo Saravia.

Desde que pisó la mitad celeste y blanca de Avellaneda, el entrenador buscó comprender la identidad del club, conocer cómo piensan y sienten sus hinchas a través de algunos interlocutores de confianza. Hizo de la definición de club pasional una bandera y en cada declaración dejó un mensaje para la gente. Tras su caída ante Unión en su primer partido, fue tajante: "Lo de hoy no puede volver a pasar. Este no es el equipo que quiero. El equipo tiene que jugar con otra identidad". Él sólo se puso la vara alta. Su primera batalla fue convencer de que un equipo no necesita un volante de recuperación, algo que parecía un símbolo del club, con la tradición de números cinco como Adrián Bastía, Ezequiel Videla, Pablo Michelini . "Si tengo un jugador que sólo recupera, estoy dando ventaja. Quiero 11 que recuperen y 11 que jueguen", repetía. A los pocos partidos, Nery Domínguez ya se había metido a los hinchas en el bolsillo.

Más allá de los muy buenos números que tuvo la campaña de Coudet, en este ciclo hubo algunos golpazos de los que su equipo tuvo que reponerse: la caída como local ante Colón que lo dejó afuera de la Libertadores 2019, el objetivo local que se había puesto para la temporada pasada; las categóricas derrotas en el Monumental; la eliminación de la Copa Argentina ante Sarmiento de Resistencia, un equipo del Federal A; la caída ante San Martín de Tucumán, último en la tabla, pese a haber comenzado en ventaja y con un hombre más durante 60 minutos. También hubo algunos cortocircuitos con el mánager Diego Milito y distintos escándalos con Ricardo Centurión, hasta que el desplante en la cancha de River rebalsó el vaso. A contramano de los temores que tenían algunos dirigentes, de cómo funcionaría la muñeca de Coudet en los momentos tensos, el Chacho se movió con la sagacidad de lo que es: un bicho del fútbol.

Tan boludo no voy a ser como para venir a Racing a pelearme con Milito

Para desactivar un rumor que se había instalado declaró el DT en su momento. De cada uno de esos golpes pareció haber sacado una enseñanza. Si el reproche de algunos hinchas era que la Academia fallaba en los partidos clave, el final de esa discusión llegó con el triunfo por 3 a 1 en la cancha de Independiente.

La caída ante Colón en el final de la temporada pasada fue un tropezón que dejó una herida. Coudet y su cuerpo técnico aprovecharon ese largo parate del Mundial para pensar un nuevo equipo. Se creó un vestuario con más experiencia, con un estilo de juego de más posesión y menos vértigo para aprender a manejar los partidos, una de las falencias que había tenido ese cuadro de los primeros seis meses del Chacho. Detrás de ese personaje histriónico y desfachatado, hay un entrenador que es un obsesivo del fútbol, un amante de las jugadas de pelota parada y al que le gusta pensar una sorpresa para cada partido. Al ex mediocampista le gusta definirse como un hombre del fútbol. Acaso de ahí venga su apego a las cábalas: además de repetir el latiguillo del paso a paso y de la bufanda que luce en cada partido también las costumbres llegan a otros detalles como la vestimenta que usa en las conferencias de prensa previa a los partidos, en confirmar o no el equipo en esa charla con los periodistas e incluso llega a qué comen los futbolistas en las concentraciones.

Más allá del caso Centurión y de algún enojo aislado cuando un jugador salió del equipo, el plantel siente una gran identificación con el entrenador, que por momentos todavía parece un futbolista. Aunque sea capaz de sumarse a alguna broma o de tirarse de cabeza en la montonera en un festejo como lo hizo en el clásico ante Independiente, le valoran la intensidad y la profesionalidad a la hora de entrenar y la buena lectura previa a los partidos. El abrazo de Lisandro López -un hombre que no suele regalar gestos en público- en el festejo del primer gol ante Godoy Cruz tal vez sea la muestra más clara.

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