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Quilmes fue otro Rocky para el campeón
Con un 1-0, se sumó a la lista de los que vencieron a Lanús; el partido estuvo cinco minutos detenido por una agresión a Monetti
Hay partidos que empiezan por el final. Antes, mientras la voz del estadio Centenario anunciaba la formación del local, de fondo se oía, contundente, la música de Rocky. Dos horas después, mientras los jugadores de Grelak festejaban, también sonaba esa canción. Y para entonces, claro, ya se sabía todo: que Quilmes había craneado una presión que derivó en un tiro libre y que del tiro libre había venido el gol; que a Monetti le habían tirado tres bombas de estruendo pero sólo la cuarta lo había derribado y entonces el juego se había frenado durante cinco minutos, sin ningún asomo de sorpresa ni indignación ni -mucho menos, obviamente- suspensión; que Lanús había sostenido casi media hora con un futbolista menos porque Marcone le había tatuado sus tapones a Escobar, y que el campeón había aflojado la corbata de su fútbol sólo a dos minutos del final, cuando Braghieri hizo la de Schiavi, Gerlo, Fabbri, Piqué: se fue de 9.
Desde hacía siete meses el equipo Rocky no lograba lo que hizo ayer: ganar dos partidos y empatar el restante en un paquete de tres. Ahora siete puntos arriba de Olimpo (el último de los cuatro que hoy se irían a la B Nacional), Quilmes se anotó en la lista de los que sabotearon el despegue del último campeón.
Aunque el fútbol se arroga siempre una sorpresa, no había muchos sucesos posibles ayer. Quilmes intentaría ahogar a Lanús cuando Marcone quisiera salir con Gómez o Román y, si el defensor no acertaba, la cuestión iba a terminar como terminó: con nueve jugadores en la puerta del área, a la caza de un quite y que Andrada saliera a galopar. El fútbol es algo muy fácil de sentir y muy difícil, a veces, de explicar: el delantero fue uno de los mejores -acarreó defensores, creó el suspenso de algo peligroso-, pero al arco pateó una sola vez.
En el otro rincón, mientras tanto, Lanús y sus dos caminos: es el Barça de Messi o es el Barça de Ecuador. Apenas logró tres jugadas fabulosas (cambio de frente, pared en un rincón, desborde, centro, boom) pero Rigamonti le atajó un derechazo tremendo a Almirón y -durante el resto del partido- Sand no fue Sand, Román jugó mal y Gómez no hizo ninguna de esas diagonales que organizan el caos ofensivo que propone Almirón. "Que hagan jueguito, taquito, todo allá", gritó un plateísta de Quilmes, que elaboró un resumen genial: "Nosotros tenemos que tener cuidado cuando la agarran el 7 [Acosta] y el 10 [Almirón], nada más. Aunque podríamos tenerla al menos 30 segundos, ¿no? ¡Diez segundos la quiero tener! Ahí va, ¿ves? ¡Pero no la revienten más!".
Y fue así. Fue, también, una suerte de oxímoron: ganó Rocky, perdió el campeón.
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