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San Lorenzo, al divan: los psicólogos explican qué le pasa al campeón de América
Tres semanas después de Copa Libertadores, el Ciclón entró en un sorpresivo declive: derrotas, lesiones y expulsiones; "Hay que replantear las metas", sostienen desde la mirada psicológica
No hay caso: Nacho Piatti, la figura, verá la finalísima por televisión desde Canadá, vestido de Montreal Impact. Angelito Correa, algo parecido: se recupera de una operación de corazón, arropado con la camiseta de Atlético de Madrid. La revolución de San Lorenzo baja un par de pulsaciones, extravía imaginación y goles, pero arrebata un penal por una mano insolente y se consagra, al fin, campeón de América. El mundo a sus pies. Una vida por un instante. De abuelos a nietos, de Boedo al infinito: la Libertadores es la bella novia en el altar. San Lorenzo sueña despierto, camina dormido: aún no puede creerlo. Se pellizca para saber si es verdad. Y lo es.
Después de alcanzar lo más importante, tocar el cielo con las manos, y de sacarse el karma histórico, es inevitable la relajación
Tres semanas después, la nada. Tres semanas después, un siglo. El Mundial de Clubes, Real Madrid y Cristiano son el futuro: más de tres meses faltan para aquello. La transición más maravillosa es el abismo existencial. Estos 21 días son el ocaso. Le sucede a San Lorenzo, aunque el espejo puede alcanzarlo todo: el fútbol, el trabajo, el amor. La vida misma. Cómo alcanzar la gloria eterna y, de repente, caer de rodillas. No saber muy bien cómo seguir. Del champagne francés al desierto sediento.
Ultimo, con tres unidades, a diez de River, el vistoso líder. Tres derrotas en cuatro encuentros. Pichi Mercier, pulmón y cerebro, símbolo del campeón, pierde la chaveta con dos tarjetas rojas en continuado. Mauro Cetto también se rinde a la expulsión. Dos desgarros, los de Mauro Matos y Gonzalo Verón. Una molestia física, la de Nicolás Blandi. Pitu Barrientos no se adapta aún al fútbol doméstico y se baja por otra lesión. El Gordo Ortigoza se reincorpora al seleccionado guaraní. Leandro Romagnoli viaja a Bahía, arregla sus asuntos, vuelve, paga el resarcimiento económico y espera la habilitación. Santiago Gentiletti no está más: es una sorpresiva incorporación de Lazio. Kannemann es un animal de presa, pero no está en su misma dimensión. Pocos entran y la dejan así de chiquita. Ni Cauteruccio, ni Cavallaro. Los reemplazos que ayer deslumbraban camino a la gloria más maravillosa, hoy son muñecos de trapo.
"Después de alcanzar lo más importante, tocar el cielo con las manos, y de sacarse el karma histórico, es inevitable la relajación. El técnico debe entender que debe volver a empezar. El campeonato local es un objetivo, aunque hoy se crea que es un obstáculo para lo importante, el Mundial de Clubes. El arte del entrenador es replantear las metas a corto plazo", considera Marcelo Roffe, especialista en psicología y deporte. "Para ser claros: San Lorenzo se sacó un elefante de la espalda. Primero, respira. Después, se tira al pasto. Ahí aparece el conductor, que debe generar una nueva competencia interna. Y relanzar nuevos desafíos. Porque el alto rendimiento te impide quedarte tendido", explica el experto, creador del libro Entrenamiento mental en el fútbol moderno.
Hay que empezar de cero, este es un nuevo equipo (Bauza)
"Hay que recuperar las energías, porque ahora no te trabaja la cabeza de la misma manera. Lo ideal es el descanso, luego de la obra consumada, pero en el fútbol argentino no hay tiempo para relajarse para volver a empezar. El problema principal es volver a recuperar el apetito, el hambre de gloria en las cosas mundanas, la de todos los días", analiza Germán Diorio, psicólogo deportivo. Volver a disfrutar de lo cotidiano, de salir a ganar los domingos caseros. "Lo peor es seguir tirando de la misma cuerda. Cuando alcanzás el pico de la motivación mental y física, la caída es inevitable. Te relajas, baja el nivel, las defensas, aparecen las lesiones y cuesta concentrarse. Es el momento de parar la pelota y buscar otras metas", suscribe el experto.
Reinventarse. Volver a sentir el deseo mundano. Redescubrir ganarle a Rosario Central, por ejemplo, para relanzarse a Marruecos. Y espiar a Real Madrid. "Hay que empezar de cero, este es un nuevo equipo. Tenemos que esperar para reacomodarnos. Entre Angelito y Nacho se nos fueron 20 goles", recuerda Edgardo Bauza, el técnico.
Lo que le sucede a San Lorenzo, nos pasa a todos. Se trata de la vida misma. La película empieza con los títulos de la vuelta olímpica más maravillosa. Hay que reescribir el guión a partir de allí. Con las letras del fuego sagrado, hoy escondido en algún rincón del inconsciente
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