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¿Qué le pasa a Marcelo Gallardo? Un viaje a la cabeza del entrenador de River, furioso por un presente que nadie vio venir
Qué hay detrás del exceso del entrenador millonario contra Lamolina; razones del ciclo más exitoso que sufre el desgaste y la poca puntería de los refuerzos
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Marcelo Gallardo es el entrenador más exitoso de la historia de River y, a su vez, el mejor representante en ese rubro en el fútbol argentino. Nadie se le parece, nadie se le acerca. En los últimos meses –no se trata de hoy, de ahora mismo, sellada la escuálida eliminación en la Copa Libertadores y luego de dos derrotas en serie en el torneo local- mostró una faceta envuelta en cólera. Intolerante, fuera de su eje. La expulsión en el final del 0-2 con Godoy Cruz (“tené los huevos para echarme, pelotudo”, le gritó a Nicolás Lamolina) exhibe su lado oscuro.
El arribo de Miguel Borja y la hipótesis de Pablo Solari demuestran que el entrenador millonario quiere volver a intentarlo. Que su hoja de ruta es la continua reinvención. Sin embargo, los ocho años en continuado con el colmillo afilado en “ser competitivos”, como frase de cabecera, dejan su huella. El enojo surge espontáneo, el fastidio lo acompaña más seguido. El desgaste de haberlo dado (casi, casi) todo.
La rueda no para nunca: este miércoles, contra Barracas Central, habrá un nuevo desafío por la Copa Argentina, por los 32avos de final. El torneo que fue más de una vez el trampolín para la siguiente Copa Libertadores, aunque imaginar al Muñeco en 2023 parece una película de ciencia ficción. Ni ese certamen, ni el torneo local motivan el ego de un conductor que ya lo ganó todo.
Y en un contexto demoledor: la cantidad y calidad del plantel, por un lado y lo que ofrece en lo colectivo en el campo de juego, por el otro, están en el listón más bajo de toda su trayectoria. Hubo otros procesos alicaídos, en la antesala de la final con Atlético Tucumán de la Copa Argentina 2017 y en la previa (incluyó cuatro partidos sin ganar) de la finalísima con Boca en Mendoza 2018. El desgaste era menor y, sobre todo, había varios caciques. Hoy quedan Armani, Maidana, Pinola (en otro plano) y Enzo Pérez. Levanta la cabeza y…
Las 10 razones del malestar
¿Qué le pasa a Gallardo? Hay 10 razones para comprender, de lejos, que la mística está en pausa. Sobresale su atmósfera negativa, que posiblemente no le deje pensar con la creatividad de siempre.
1) Cuatro cambios juntos en el entretiempo. Tres cambios, dos cambios, en el entretiempo, pero… ¿Cuatro? Con una desventaja de 2-0 ante Godoy Cruz, dos defensores y ni siquiera Juanfer Quintero como primera alternativa, un caso de diván. Dio la sensación de que quería cambiar todo el equipo, pero “solo” salieron Mammana (le cuesta el lateral), González Pírez (le cuesta el escenario), De la Cruz (en otra sintonía) y Romero (a contramarcha).
2) Los refuerzos (casi) nunca aportaron soluciones. Antes, era uno o dos, a los que se los esperaba con todo el tiempo del mundo (Pity Martínez, Casco, De la Cruz…) y ahora son todos. Un par de ráfagas de Barco no transformaron la escena. Ninguno levantó la cabeza, ni fue un indispensable cuando el equipo lo requirió. La calidad de la mayoría está comprobada: y mucho más, para el discreto fútbol argentino.
La expulsión del DT ante Godoy Cruz
3) La floja tarea global en la serie con Vélez. Sin juego ni rebeldía, pudo ser goleado en Liniers y solo expuso algo de pimienta en el desquite. Fue perjudicado por la tecnología: la mano de Matías Suárez apenas fue un roce, pero no puede esconder su intrascendencia en un fallo. En la historia reciente, cuesta encontrar una eliminación tan dócil.
4) El malestar con el VAR. De la mano de Suárez a la poca adición en el encuentro con Godoy Cruz, pasando por el polémico penal ante Huracán, River se siente perseguido. Gallardo toma nota de algo global: la tecnología le quita ritmo a su equipo, lo que más desea.
5) El desgaste de los ocho años en el cargo. El Muñeco no engaña con su mirada: es tal cual es. Se nota, con lógica en un escenario indescifrable, con reinvenciones cada semestre, que su imagen transmite el transcurrir del tiempo. Le pasa en los partidos: se levanta y se sienta al ritmo de un equipo que no lo representa.
6) Flojas respuestas individuales, confusión táctica. Errores de casi todos (¿quiénes atraviesan una buena temporada, Armani, Enzo Pérez?), enojo público con De la Cruz, cólera con Herrera (hasta le dio un golpe) en la desesperación por remarcarle una indicación en el partido con Atlético Tucumán. Cambios de esquema de un partido a otro: ¿a quién se le habría ocurrido que Gallardo dispondría de dos nueves con las mismas características, como Beltrán y Romero?
7) Perdió el control personal. ¿Cuántas veces se enojó con los árbitros? Decenas. ¿Cómo el exabrupto con Lamolina, a insulto libre? Casi nunca. Lo que descubre el cansancio físico y mental. En la misma sintonía: suspendió dos conferencias de prensa seguidas en el ámbito local.
8) Poca motivación hasta fin de año. Sólo una vez quedó eliminado en los octavos de la Libertadores: contra Independiente del Valle, en 2016, fue la otra. Le quedan dos títulos locales y la necesidad de clasificarse para la copa 2023. Además, antes brillaba en la copa y fallaba en el torneo local. Ahora, juega mal y pierde en las dos plataformas.
9) Se fueron Julián Álvarez y Enzo Fernández, los mejores intérpretes. Jóvenes de la casa. Los reemplazos no están adentro… y no parece que lleguen desde afuera. La frustración por la decisión de Luis Suárez (sin Libertadores, no iba a venir) la debe seguir masticando.
10) Sus ideas, en jaque. Sin fuegos artificiales arriba, ¿no debería volver a aquella versión rocosa de la Libertadores 2015? Volver a empezar, de atrás hacia adelante. Aunque ello significaría capitular. Y la grandeza de Gallardo está matizada de otra sinfonía.
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