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Qué le pasa a Independiente: por qué pasó de ser candidato a quedarse sin respuestas
Independiente pasó de ser uno de los principales candidatos a ganar el título en 2016 a ser un equipo tibio, inconcluso, que antes de quedarse lejos en la tabla se apartó del juego que supo edificar a fines de 2015. Ese equipo de Mauricio Pellegrino que estuvo a milímetros (derechazo cruzado de Cuesta) de clasificarse a la Copa Libertadores eliminando nada menos que a Racing en el Cilindro, tenía todo para potenciar sus expectativas para el actual Torneo Transición. Pero, lejos de perfeccionarse, terminó desinflado hasta en los puntos que más lo fortalecían.
Hay atenuantes en la campaña que exceden en algún punto al técnico: la columna vertebral no lo ayudó a potenciar lo adyacente: Diego Rodríguez (perdió el puesto con Campaña), Pellerano (fue más noticia por las declaraciones previo al choque con Racing que por sostenerse con regularidad), Méndez (se derrumbó futbolísticamente), Cebolla Rodríguez (vivió más lesionado que dentro del campo) y Vera (el mejor jugador del plantel, también estuvo más afuera que adentro desde aquél episodio con la cuna). Ahí se encuentra una de las razones por las que, el equipo, no tuvo solidez ofensiva.
Pero además hay otros factores: para un equipo como Independiente, que en el ciclo Pellegrino (y como le gusta al DT) trata de generar superioridad numérica por las bandas, con triangulaciones y llegadas por sorpresa, le faltó que Toledo y Tagliafico se involucraran más en los ataques. A los laterales les costó soltarse con más decisión y no sólo "estar" en campo rival, sino además ser una real alternativa de descarga para profundizar los avances. Tuvieron apariciones, sí, pero más a partir de chispazos, como el gol de Tagliafico a Banfield, que un funcionamiento sostenido. A partir de ellos se explica que, más allá de jugar 4-2-3-1 o 4-4-2 (los sistemas más utilizados por Pellegrino), los avances fueron casi siempre en inferioridad numérica. En la chance que tuvo Rigoni de cabeza respaldó tibiamente Toledo y Tagliafico sumó un anticipo ofensivo en el primer tiempo, pero poco y nada.
El técnico trató de manejar la frustrada venta de Martín Benítez incluso desde lo humano, pero desde lo posicional lo corrió de donde el media punta había encontrado su mejor versión: como "falso 10", arrancando por delante del doble 5 y por detrás del 9. Acelerando por los carriles centrales (o corriéndose de la izquierda al medio) fue donde más desequilibró, aportando en la campaña de 2015 -con gambetas y remates desde afuera- 7 goles y 5 asistencias. En 2016 apenas anotó un gol y aportó un solo pase gol. La llegada de Denis fue más una piedra para el zapato para Pellegrino que un refuerzo. El quería un lateral derecho, pero llegó otro 9. Muchas veces la presencia de Denis lo condicionó a jugar con dos puntas, cuando él prefiere hacerlo con una sola referencia de área. El DT contó con un abanico amplio de delanteros, pero... sin funcionamiento no hay potenciales goleadores.
Independiente se ve frustrado porque se quedó sin frescura, sin inventiva en los metros finales, más allá de las intenciones de Leandro Fernández , capaz de sorprender hasta a sus propios compañeros en la toma de decisiones, pero el equipo perdió hasta lo mecanizado: los movimientos que tan bien aplicó en 2015 y lo llevaron a ser un equipo ordenado hasta para atacar y desequilibrar. Ese equipo tenía "entendimiento", todos sabían qué rol debían cumplir para generar un ataque respaldado y convertir.
De los 13 partidos, Pellegrino en 7 jugó 4-2-3-1; en 5 lo hizo 4-4-2 y en uno sólo arrancó con el sistema 4-3-1-2 (con Benítez junto con Leandro Fernández y Denis). Fue ante Racing (1-1), por la 4ª fecha.
Defensivamente, en 2016 no le generaron mucho (un equipo como el Ciclón llegó apenas 4 veces y en el torneo tiene un promedio de situaciones en contra de 4,6), pero el problema está en la elaboración, en el ataque: ya ni las triangulaciones por afuera lo hacen agresivo ante los arcos rivales, aunque sí hay algo que mantuvo el equipo del sello Pellegrino de 2015: los remates por partido, generando un promedio de 9,9. Eso sí: la eficacia bajó: apenas un promedio de 4,6 de ellos fueron a los arcos; el resto, desviados. En los últimos diez partidos de 2015, Independiente había conseguido un promedio de 12,5 remates (6,4 de ellos con dirección al arco).
La falta de elaboración se nota en que en el actual certamen, hizo casi la misma cantidad de goles de pelota parada (5) que de jugadas colectivas (6).
En carácter también las cuentas le dan en rojo: así como en 2015 en los cruces importantes o en los clásicos falló más de lo que acertó, en la final del sábado con San Lorenzo había arrancado bien (con una superioridad de seis llegadas contra una), pero en la segunda etapa, ante la primera adversidad (el gol de Blandi, a los dos minutos), frenó el empuje, trastabilló y ya no pudo ponerse de pie.
cl
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