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Qatar '95: el legado que dejó ese primer campeón juvenil de la era Pekerman, en las voces de sus jugadores
Faltaban pocos minutos para que el reloj diera las doce en Santa Cruz de la Sierra. En el lobby del hotel Los Tajibos, la concentración elegida por el cuerpo técnico argentino, un grupo de chicos que apenas superaba la mayoría de edad consumía los últimos momentos del año entre miradas perdidas, risas nerviosas y alguna que otra broma para distender. El año nuevo los había encontrado en Bolivia, lejos de familiares y amigos, pero con el compromiso y la ilusión de reconstruir nada menos que la imagen del fútbol argentino.
Los antecedentes inmediatos no habían sido buenos. El profundo dolor que había causado la eliminación de la selección mayor del Mundial de Estados Unidos, con el polémico dóping de Diego Maradona y la suspensión por mala conducta que le había impuesto la FIFA a los seleccionados juveniles en 1991, motivo por el cual no habían podido participar de los últimos campeonatos sudamericano y Mundial, eran recuerdos todavía demasiado frescos.
La designación de José Pekerman como coordinador de las selecciones juveniles de la AFA, en septiembre de 1994, había sido recibida con más críticas que elogios. Los candidatos de la mayoría eran otros: Carlos Timoteo Griguol, Jorge Bernardo Griffa y la dupla Oscar López-Oscar Cavallero, entre varios.
"Era lógico que la elección de José no tuviera tanta aceptación, como tampoco la tuvo cuando decidió nombrarme a mí dentro de su cuerpo técnico. Recién después de clasificar al Sub 17 para el Mundial y de haber conseguido el título en Qatar logramos tener vuelo y se empezó a creer en su proyecto", reconoce Hugo Tocalli, ex ayudante de campo de Pekerman, en diálogo con LA NACION.
Aquella noche del 31 de diciembre de 1994 fue para muchos el punto de partida, el momento clave para la conformación de un grupo sólido que apenas cuatro meses más tarde llegaría a la cima de su categoría a nivel mundial, y le daría así un fuerte espaldarazo a un proyecto que sólo contaba con un año de contrato.
"Para la mayoría -en realidad creo que para todos- era la primera vez que pasábamos un año nuevo sin nuestras familias y a más de un jugador se le cayeron algunas lágrimas. Fue algo distinto y muy importante para el grupo", afirma el delantero Francisco "Panchito" Guerrero, autor de uno de los dos goles en la final del Mundial.
El arquero Joaquín Irigoytía coincide con su experiencia en aquel torneo Sudamericano, clasificatorio para el Mundial de Qatar. "Pasar el año nuevo en Bolivia fue difícil, pero nos unió mucho. Habíamos llegado varios días antes porque sabíamos que la altura de La Paz nos podía ser muy adversa. Nunca nos adaptamos, pero logramos la clasificación, más allá de haber perdido la final con Brasil. No sé si fue más complicada aquella eliminatoria que el Mundial", plantea.
La delegación argentina fue una de las últimas en arribar a Qatar, un destino tan lejano y caluroso como atípico en sus costumbres para los juveniles argentinos. A despedirlos fueron únicamente familiares y algunos amigos a Ezeiza. El sorteo había determinado que al equipo de José le tocaría el grupo de la muerte, con dos rivales potentes como Portugal y Holanda.
"Estábamos lejos y no existía la tecnología de ahora. No había celulares ni whatsapp. La AFA nos dio una tarjeta a cada uno para que pudiéramos hablar alrededor de veinte minutos con nuestras familias; después estábamos todo el día metidos en lo que teníamos que hacer", rememora Walter Coyette, uno de los mediocampistas titulares de aquel equipo.
La Argentina debutó con un triunfo agónico ante Holanda, con gol en el último minuto del delantero Andrés Garrone; luego cayó ante Portugal por 1-0 y en el tercer partido derrotó por 4-2 a Honduras, con un tanto de Ariel Ibagaza y un hat-trick del defensor Sebastián Pena.
"Fue un Mundial soñado; siendo sincero, no pensaba que podíamos ser los campeones. Había equipos muy fuertes como Portugal, el mismo Brasil que nos había ganado en el Sudamericano o España, que tenía a Morientes, Joseba Etxeberría (NdR: resultaría el goleador del torneo, con 7 tantos), Iván de la Peña, Michel Salgado o Raúl, que ya había debutado en el Real Madrid. Lo nuestro se fue dado con el transcurso de los partidos", analiza Pena para LA NACION.
Más allá de la clasificación lograda, Pekerman no se había quedado conforme con la actuación en el último partido, por lo cual reunió a los jugadores y mantuvo una charla profunda antes de encarar el tramo decisivo del certamen.
"Fue una reunión muy importante, porque teníamos que cambiar las formas y apoyarnos en las virtudes que ya nos habíamos demostrado. Creo que hicimos un click a partir de ese momento", agrega "Tomatito" Pena.
En cuartos de final, la potencia física de Camerún no pudo con la solidez argentina, que se impuso con goles de Guerrero y Coyette, ambos en el primer tiempo; en semifinales, la gran candidata, España, sucumbió ante un seleccionado plenamente convencido, que la goleó por 3-0, merced a los tantos de Leonardo Biagini, Coyette y Christian Raúl Chaparro.
"Después de superar a Camerún creo que todos empezamos a sentir que podíamos llegar a la final. Y la motivación adicional ante España fue que, si pasábamos a ese muy buen equipo, volveríamos a cruzarnos con Brasil. ¡Nosotros queríamos jugar esa final contra Brasil!", recuerda "Panchito" Guerrero.
El ex delantero de Independiente, uno de los pocos integrantes del plantel que ya había debutado en Primera División –precisamente en el equipo campeón de 1994 conducido por Miguel Angel Brindisi-, no pudo dormir la noche previa a la final. La decisión de Pekerman de dejarlo afuera del encuentro ante los brasileños lo había dejado nervioso y angustiado.
El 28 de abril de 1995, en el Khalifa International Stadium de Doha, Biagini abrió la cuenta a los 25 minutos y dejó el campo de juego cuando faltaban cuatro para terminar. En su lugar entró Guerrero y tres minutos más tarde selló con una exquisita definición por encima del arquero Fabio Noronha el resultado de un partido que tanto había soñado ese grupo de jugadores y por el que el propio "Panchito" no había podido pegar un ojo.
Conducta y valores, el gran legado
Dieciocho años pasaron desde la anterior (y única) consagración mundial en juveniles, con aquel inolvidable equipo conducido por César Luis Menotti y que tuvo a Diego Maradona como estandarte en Japón 1979. Sin embargo, ni el título obtenido en Qatar, ni la solidez mostrada en el juego, ni la superioridad exhibida ante la gran España, ni siquiera la revancha ante los brasileños, fueron el verdadero legado de aquel equipo.
La conducta fue desde un primer momento el pilar fundamental de aquel proceso y un rasgo distintivo de todos los ciclos de Pekerman al frente de los seleccionados juveniles; inculcarles valores deportivos y humanos a los jugadores fue su premisa desde la primera citación, aún por encima de los resultados.
"Lo esencial de aquel proceso del ‘95 pasó por el comportamiento. Lo más importante que José quería aportar en su trabajo con los juveniles, más que ganar un torneo, era modificar la imagen de los jugadores argentinos. En sus convocatorias pesaba tanto el estilo de juego que pretendía encontrar como tener la personalidad que coincidiera con esa línea que quería dejar en claro desde el primer día", resume Gustavo Lombardi, el lateral derecho titular en Qatar, en diálogo para LA NACION.
Cómo comportarse en las comidas, la vestimenta que debían usar en las concentraciones y los aeropuertos, entrenar y jugar con la camiseta adentro del pantalón y con las medias altas, evitar tajantemente las reacciones desmedidas con árbitros y rivales, saludar y agradecer, fueron sólo algunos de los preceptos con los que Pekerman y su cuerpo técnico fueron dándole forma a su primera generación de campeones.
"Argentina venía de una suspensión en el Mundial juvenil del ‘91 y por ese motivo nos hacían hincapié todo el tiempo en que debíamos dar el ejemplo, porque nos iban a estar observando atentamente por aquel episodio", recuerda Sebastián Pena.
Coyette, quien luego se convirtió en entrenador y logró el ascenso a Primera División con Chacarita Juniors en 2017, destaca: "Aquellos valores que nos inculcaron José y el resto de sus colaboradores nos sirvieron para toda la vida: el comportamiento, la educación, el profesionalismo, el respeto, la dedicación, el esfuerzo, la sinceridad... hasta el día de hoy sigo en contacto con ellos porque nos han marcado como futbolistas y como personas".
El premio Fair Play en aquel campeonato le correspondió al seleccionado de Japón, que fue eliminado en cuartos de final por Brasil, pero Argentina no sufrió expulsiones y tuvo un comportamiento destacado durante toda su estadía en tierras asiáticas.
"Pekerman tiene un valor enorme para el fútbol argentino. Creo que está a la altura de Menotti, Bilardo o Bielsa. Los cuatro son entrenadores que han marcado una tendencia, que fueron tan importantes en su estilo de juego como en su forma de ver el fútbol, algo más filosófica, ética… José cambió a varias generaciones de jugadores que analizaban y desarrollaban el fútbol de una manera distinta", afirma Lombardi, quien actualmente se desempeña como comentarista deportivo.
"A nivel juveniles, Pekerman fue único, el máximo, porque no sólo cambió la historia argentina en esas categorías, sino que además empezó a nutrir a la selección mayor con jugadores formados en las menores, que esa también era una de sus ideas", manifiesta Pena.
A las puertas de la selección mayor
Paradójicamente, de aquel plantel sólo un integrante pudo consolidarse en la selección mayor, quizás la única deuda que le haya quedado a ese excelente conjunto de Qatar ’95. Fue su capitán, Juan Pablo Sorín, quien defendió la camiseta albiceleste en 72 oportunidades, que incluyeron Juegos Panamericanos 1995 (campeón), eliminatorias sudamericanas, Mundiales de Corea-Japón 2002 y Alemania 2006, y Copas América de Paraguay 1999 y Perú 2004. El resto no logró proyectarse.
El caso del "Vasco" Irigoytía es uno de los más llamativos. Elegido por la FIFA como el mejor arquero del Mundial y tercer jugador más valioso entre todos los del certamen, a su regreso consiguió la titularidad en el arco de River con sólo un puñado de partidos en tercera división.
Sus condiciones eran innegables, tanto que el propio Tocalli, un amplio conocedor del puesto, llegó a compararlo con Ubaldo Fillol. "En Bolivia tuvimos una charla con José para decidir quién tenía que ser el arquero titular. Estaba (Gastón) Pezzutti, pero Irigoytía tenía una gran fuerza de piernas, era volador y nos garantizaba otra reacción ante las pelotas rápidas en la altura. Le veíamos gran potencial, pensábamos en él como un arquero similar a Fillol", confiesa.
En River atajó en varios encuentros de la temporada 1995-1996 y también lo hizo en la Copa Libertadores ’96, que ganó el equipo conducido por Ramón Díaz, con la paradoja de que el arquero suplente, Germán Burgos, era a su vez el titular en la Selección mayor.
"Estaba claro que esa situación no iba a sostenerse mucho tiempo. Era difícil explicar por qué el ‘Mono’ Burgos era suplente de un chico de 19 años y mucho más complicado por qué a ese chico de 19 años no le respetaron al menos su lugar como suplente, que es lo que creo que hubiera correspondido. Al poco tiempo llegó ‘Tito’ Bonano, otro excelente arquero, con lo que directamente sepultaron mis expectativas de jugar de vez en cuando", se lamenta Irigoytía.
Desde hace más de una década ejerce como abogado, incursionó en derecho deportivo y es especialista en derecho ambiental, encabeza un emprendimiento inmobiliario en su provincia, Entre Ríos, y considera que los dirigentes de River de su época perjudicaron su carrera.
"Pasaron cosas extrañas conmigo, tuve posibilidades de foguearme en otros clubes, pero no me lo permitieron. Me cedieron por seis meses al Hércules de España con una cláusula superior a la de Chilavert, que en ese momento era el mejor arquero del país, sino del mundo. Cuando volví, me impidieron ir a San Lorenzo y terminaron vendiendo la mitad de mi pase a Colón un día antes del inicio del campeonato, así que ni siquiera pude hacer la pretemporada", recuerda.
Sebastián Pena, por su parte, hace una fuerte autocrítica de sus propias decisiones. "Elegí casi siempre mal, podría haber tenido una mejor carrera. Después de Qatar tuve varias ofertas para ir a Europa y no quise. Perdí dinero y prestigio, pero siempre elegí el lugar donde creía que me iba a sentir mejor. A Francia no me fui porque en ese momento tenía a mi abuelo muy grande y sabía que, si lo hacía, no lo iba a volver a ver más. Y me quedé", relata.
Biagini y Guerrero no tuvieron suerte con las lesiones. Al ex delantero de Newell’s lo contrató el Atlético de Madrid con la expectativa de sumar al "nuevo Batistuta", pero los repetidos dolores en su columna y las recurrentes molestias musculares conspiraron en su contra. Pasó por Mérida, Mallorca, Portsmouth de Inglaterra, Rayo Vallecano, Sporting Gijón, Albacete y terminó en Arsenal de Sarandí.
Guerrero sufrió la rotura de los ligamentos de su rodilla derecha en 1998. "Me demandó mucho tiempo la recuperación y nunca volví a ser el de antes. Pero tampoco me puse a pensar qué hubiese pasado con mi club o en la selección si no me hubiese lesionado. Preferí sobrellevarlo de la mejor manera y seguir adelante", cuenta el delantero que pasó por el fútbol de Suiza, Estudiantes de La Plata, Huracán de Tres Arroyos y se retiró en Chipre. Actualmente, integra el cuerpo técnico de Coquimbo Unidos, en Chile.
Ariel Ibagaza armó una gran trayectoria en el fútbol español. Integró el mejor Mallorca de la historia, que ganó una Supercopa y una Copa del Rey, y jugó también en Atlético de Madrid y Villarreal. Hasta que fue superado por Lionel Messi, ostentaba el récord argentino de presencias en la Liga (344). Sin embargo, apenas tuvo lugar en un par de partidos con la selección mayor.
"En mi posición estaban Gallardo, Ortega, Verón y después aparecieron Riquelme, Aimar… la realidad es que era muy difícil ser convocado", explica para LA NACION el "Caño" Ibagaza, actual entrenador de la categoría Sub 15 de Olympiacos, de Grecia.
Coyette coincide con su ex compañero de Lanús: "Después de nuestra generación vino una camada excelente como la de Malasia, que se sumó a los grandes jugadores que ya tenía la selección. En el caso de Juampi (Sorín), creo que su puesto no estaba tan cubierto como otros, más allá de haberse ganado un lugar por sus tremendas condiciones".
Lombardi aporta una mirada más global a la discusión. "Creo que éramos mucho más como suma de las partes que como individualidades. Nuestro mejor resultado era lo colectivo, lo que conseguíamos entre todos. En comparación con otras categorías, quizás eran individualmente superiores a nosotros y así fueron apareciendo Riquelme, Aimar, el ‘Kun’ Agüero, Messi… ellos se impusieron en la competencia por los lugares en la selección mayor. Pero nuestro valor era otro, nosotros éramos el conjunto".
La generación del ’95 fue precisamente eso: un conjunto. De chicos que se abrazaron en soledad para recibir el que quizás haya sido para muchos el mejor año de sus vidas. De jóvenes con hambre de gloria que fueron superando los más difíciles escollos hasta coronarse mundialmente. De hombres forjados por los valores de la escuela de José Pekerman, que aceptaron el desafío y cumplieron el objetivo de cambiar la imagen del fútbol juvenil argentino. Los héroes de Qatar mostraron el camino por el que luego transitaron otras generaciones. Ese fue su legado, hace 25 años.
Los números del equipo campeón
El equipo titular en la mayoría de los partidos formó con: Joaquín Irigoytía; Gustavo Lombardi, Sebastián Pena, Juan Pablo Sorín y Federico Domínguez, Mariano Juan, Guillermo Larrosa, Walter Coyete, Ariel Ibagaza; Francisco "Panchito" Guerrero y Leonardo Biagini.
Completaron el plantel: Gastón Pezzutti; Diego Crosa, Cristian Fabián Díaz, Julio César Bayón, Christian Chaparro, Germán Arangio y Andrés Garrone.
Las presencias: Irigoytía; Lombardi, Pena, Sorín, Fede Domínguez, Larrosa, Coyette, Ibagaza, Guerrero y Chaparro (6 partidos), Biagini y Mariano Juan (5), Bayón (4), Arangio y Garrone (3), Diego Crosa (2), Pezzutti (1), Cristian Díaz (-). El único integrante del plantel que no sumó minutos en el torneo, aunque sí estuvo en el banco de suplentes, fue el defensor Cristian Díaz.
Los goleadores: Sebastián Pena (3 goles), Coyette, Guerrero y Biagini (2), Ibagaza, Chaparro y Garrone (1). Paradójicamente, un zaguero central resultó goleador del equipo. Los tres tantos los hizo en el mismo partido, ante Honduras.
Las amonestaciones: Pena, Ibagaza y Larrosa (3), Lombardi (2), Sorín, Coyette, Fede Domínguez, Mariano Juan, Guerrero, Chaparro y Bayón (1). No hubo expulsiones.
En minutos jugados: Pena y Sorín (540), Irigoytía (539), Coyette (531), Lombardi (530), Ibagaza (527), Larrosa (484), Domínguez (448), Mariano Juan (436), Guerrero (381), Biagini (371), Chaparro (178), Bayón (152), Arangio (140), Crosa (92), Garrone (50), Pezzutti (1), Cristian Díaz (0).
El dato curioso: En los últimos instantes de la final ante Brasil, Pekerman hizo ingresar al arquero Gastón Pezzutti en reemplazo de Irigoytía, para que al menos sumara un minuto en la competición.
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