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Premier League: el fútbol británico, las Leonas y el palacio de cristal
Las Leonas (apodo de la selección femenina de fútbol de Inglaterra) son campeonas de Europa. Vencen 2-1 a Alemania ante más de 87.000 personas en Wembley. Casi 20 millones más en la TV. El pico final es el espectáculo más visto del año. Gary Lineker cambia su célebre frase de que “el fútbol es un deporte de 11 contra 11 en el que siempre gana Alemania”. Ahora, corrige, digo que “el fútbol es un juego simple” en el que “veintidós mujeres” juegan durante 90 minutos y, “al final, Inglaterra gana”. Amy Wright, docente, madre de dos niños, recuerda “Football’s Coming Home”, la canción de letra irónica por los continuos fracasos, pero que los hinchas ingleses cantan igualmente desde la última conquista del Mundial 66, como coro de aliento e ilusión. Wright tuitea que mientras “los hombres” cantan, son “las mujeres” las que finalmente, después de 56, traen una nueva Copa a casa. Mujeres que dicen “for fuck’s safe” (por el amor de Dios), lo haré yo misma”.
Muchos historiadores coinciden que la fiesta del domingo pasado en Wembley tuvo su primer click en México 1971. Inglaterra jugó ese Mundial femenino (no oficial) con mayoría de jugadoras de un equipo rebelde (Chiltern Valley Ladies), casi todas sancionadas por la Federación al volver al país. Aquel fiasco en México incluyó una caída 4-1 ante Argentina, que también envió un equipo precario, sin DT, médico ni masajista. Sin botines. Fue una goleada histórica de nuestra selección, que el viernes pasado también logró un hecho notable en la Copa América de Colombia: la clasificación al Mundial 2023. La repercusión popular, los dineros, y la cobertura de la prensa, de uno y otro torneo, explican parte de las diferencias abismales que existen hoy entre el fútbol femenino de Sudamérica y de Europa.
Las jugadoras inglesas reclaman ahora estadios y horarios más adecuados. La Eurocopa es un hito para un fútbol cuya Federación prohibió a las mujeres jugar de modo oficial durante casi medio siglo (de 1921 a 1970). No fue sólo “desperdicio de talento, sino la pura alegría negada”, escribió ayer en The Guardian la periodista Gaby Hinsliff. La historia habla de celos masculinos por el éxito notable de público que había alcanzado Dick, Kerr Ladies F.C, obreras de una fábrica de municiones que formaron un equipo mítico, que fue cine, teatro y libro, y que arrastraba multitudes cuando los hombres suspendieron su campeonato por la Primera Guerra Mundial. La Federación las prohibió invocando razones de salud (el fútbol es demasiado “rudo” y puede provocarles “graves lesiones”). El equipo había decidido mantener el ideal solidario de su fundación. Donaba sus recaudaciones a mineros en huelga. El Dick, Kerr Ladies era popular. Y peligroso.
La ausencia de jugadoras negras (apenas tres suplentes entre 23) fue tema de debate en Las Leonas. Francia, por citar un ejemplo, jugó la Eurocopa con 15 jugadoras negras. Analistas ingleses hablan de un combo: desmantelamiento del tejido social agravado por el Brexit, la guerra y la inflación que crece. El sábado, Inglaterra sufrió su mayor huelga ferroviaria desde la privatización del ferrocarril en 1996. Se anuncian más protestas y la política mira distante. El gobierno conservador debate la sucesión de Boris Johnson. Y la oposición laborista (un partido fundado y sostenido económicamente por los trabajadores) teme que apoyar a los huelguistas quite chances electorales. Es la Inglaterra que, tras la fiesta popular de su selección femenina, iniciará este fin de semana la trigésima edición de la Premier League, la Liga más millonaria y espectacular del fútbol mundial.
David Goldblatt, sociólogo notable del fútbol inglés, me dice que no le extrañaría que Inglaterra viva una protesta social al estilo “Chalecos Amarillos” francés, “en algún momento del invierno, cuando la mitad de la población deba elegir entre comer o pagar una calefacción” que (ya lo saben) será mucho más cara. ¿Cómo analizar en ese contexto los millones obscenos de la Premier League, sus boletos elitistas y sus estadios llenos, que prometen batir el record de 15.195.647 espectadores de la temporada pasada? “La Premier”, responde Goldblatt, “podría parecer en ese momento más absurda (y a su vez más necesaria) que nunca”.
El sociólogo Gary Armstrong me recuerda que él estuvo en el partido inaugural de la Premier League de 1992: Sheffield United 2 vs. Manchester United 1. Ambos clubes, como casi todos, son hoy propiedad de magnates extranjeros. Puede que sea una burbuja. “¿Opio de la gente? ¿Vitamina para los pobres?”. Como sea, me dice Armstrong, la Premier no estallará porque ya “es un producto global consolidado”. El nuevo inicio será este viernes en cancha de Crystal Palace, un club fundado por los empleados del Palacio de Cristal que se construyó en Londres en 1851. Una especie de megashopping pionero que el novelista ruso Fiodor Dostoievski llamó “profecía del Apocalipsis”. El filósofo alemán Peter Sloterdijk describió al viejo Crystal Palace como un “muro discriminador” que dejaba afuera a “los que no tienen”. A “las minorías más o menos olvidadas” que “intentan sobrevivir en medio de sus tradiciones, ilusiones e improvisaciones”.
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