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Precocidad y continuidad, la diferencia de Messi
Una de las grandes claves en la carrera de Leo es la estabilidad en la cima; además de lograr convertirse en rey muy joven, sabe cómo mantenerse
ZÚRICH.- No es usual, en el mundo del deporte en general y del fútbol en particular, que convivan la precocidad y la continuidad en un mismo protagonista. Que alguien llegue antes que otros a un sitio, que logre algo en el comienzo de su carrera, no es garantía, ni mucho menos, que luego lo refrende con una permanencia sostenida en el más alto nivel.
Entre otras cosas, Lionel Messi asombra porque ha logrado unir ambos valores. Y tal vez por eso valga repetir, por precisa y por autorizada, la definición que Andrés Iniesta, una vez más amistoso competidor, lanzó por estas horas: "Messi es el mejor por lo que hace y por las veces que lo hace. Es muy difícil marcar las diferencias durante tanto tiempo y él lo hace con absoluta normalidad".
Con esa absoluta normalidad, por sexto año consecutivo Messi ha llegado aquí, a esta ciudad fría y gris pero hermosa, que se convierte en el centro mundial del fútbol simplemente porque es aquí donde juega la FIFA, y por cuarto año consecutivo se vuelve a su casa con el Balón de Oro en las manos, algo que nunca nadie había logrado antes.
La primera vez, en 2007, era un pibe -o un chaval, lo mismo da, a estas alturas- de 20 años. Seguía siéndolo en la segunda, por supuesto, y también lo era cuando lo ganó por primera vez, en 2009, con apenas 22 años. Su carrera iba entonces, y lógicamente, en ascenso. Sorprendió que también lo ganara al año siguiente, en 2010, ya no por él, sino porque competía con dos compañeros de su fabuloso Barcelona, pero además campeones del mundo, como Xavi e Iniesta. No sorprendió que se quedara con el trofeo en 2011 y mucho menos ahora, después de su increíble 2012. Lo que sorprende, en todo caso, es que a los 25 años no sólo está en la plenitud, sino que se proyecta más allá, más arriba.
Al fin y al cabo, la mayoría de los célebres competidores a los que ha dejado atrás en esta carrera de reconocimientos lograron lo suyo en una etapa de madurez a la que Leo, se presume, aún no ha arribado. El francés Michel Platini, que hasta aquí lo igualaba con tres balones consecutivos, los había conseguido todos juntos, en 1983, 84 y 85, a partir de sus 28 años. Otros que también habían celebrado su hat-trick dorado, lo hicieron de manera escalonada. El holandés Johan Cruyff logró el primero a la edad que Messi ya tenía tres -24 años, en 1971- y los otros dos a los 26 y 27 (en 1973 y 74). El francés Zinedine Zidane ya había cruzado los dorados 25 cuando debutó en el estrado, en 1998, y volvió a encontrarse allí en 2000 y cuando ya tal vez ni se lo esperaba, en 2003. Marco van Basten brilló como nadie en la era post-Maradona, a partir de sus 28, en 1988 y 1989, para repetir en 1992. Y fue Ronaldo -O Fenómeno, no Cristiano- quien resultó más precoz que Leo, porque ganó el primer premio a los 20 años, pero las malditas lesiones provocaron un enorme agujero negro en su carrera, hasta que volvió, brillante y fugaz como la estrella que es.
La recorrida por ese firmamento, justamente, es la que permite acercarse a la verdadera dimensión de Messi, tal vez todavía desconocida. No faltan allí ni Pelé ni Maradona, por supuesto, pero más allá de posiciones ya todo el mundo admite que Leo se ha sentado a la mesa con ellos. ¿Cuántos Balones de Oro o Premios FIFA World Player hubiera ganado Diego si el primero, entregado por la revista France Football, no hubiera estado vedado a los no europeos hasta 1995, y si el segundo hubiera nacido junto con el atardecer del Diez? Uno, muy seguro, en 1986, aquel año en el que marcó tantas pero tantas diferencias que le alcanzó para agregar una silla donde sólo había espacio para tres: Di Stéfano en los 50, Pelé en los 60 y Cruyff en los 70. Fabuloso destino el de los futbolistas argentinos que cada cuarto de siglo, o poco más, reserva espacio para un elegido.
¿Qué le falta ganar un Mundial? También a Di Stéfano y, en todo caso, tiene un par de oportunidades por delante, porque para eso se prepara cada día. ¿Hasta dónde puede llegar, en un fútbol en el que la ciencia, cuando se une con la profesionalidad del protagonista, extiende la vigencia del jugador hasta edades avanzadas... Como decía Arrigo Sacchi, gran teórico del fútbol, hace poco más de un año: "Messi es hijo de nuestros tiempos, ama el fútbol y lo interpreta con profesionalidad y entusiasmo. Su enorme talento es menos instintivo y más cultivado por años de una escuela futbolística. Él se conecta magistralmente con el propio equipo y dentro de esa espléndida orquesta emite acordes extraordinarios... Lionel, a diferencia de Diego, no tiene contraindicaciones, pero quizá no tenga todavía su personalidad. Lionel es más respetuoso de las reglas y menos showman ".
Del tiempo de aquella definición a esta parte, Messi ha incorprado elementos a su personalidad, sigue siendo respetuoso de las reglas y hace un show de la eficacia. Los récords batidos, algunos de principios del siglo pasado, y los que se propone batir a partir de ahora, no son cifras de marketing: son datos contundentes y objetivos que califican a alguien distinto, precoz y continuo al mismo tiempo.
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