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Por qué la Champions es otra pasión argentina
Juventus 1 vs. Real Madrid 4 representó el punto máximo de adhesión del público argentino a la UEFA Champions League. Un fanatismo recostado sobre cifras sólidas. Una relación naturalizada porque, al estar en la Argentina, es normal que una final atractiva y trascendente tenga una audiencia masiva. Una idea que, sin embargo, se choca con la evidencia de cómo se desinfla para ese mismo público la Copa Libertadores cuando los equipos del país ya no están en carrera. Agarrarse de las “orejas” de la Champions League implica una elección que se explica desde diferentes ángulos.
La final de Cardiff fue lo más visto en la televisión argentina el sábado pasado. Para cuando llegó el cuarto gol del Real Madrid, las señales deportivas concentraban casi el 35 por ciento de la audiencia, con un encendido total del 66 por ciento en la TV. Más de la mitad de los televidentes miraban la Champions. ESPN y Fox Sports propusieron cinco días de previa (http://bit.ly/2sdXb1s) con una atmósfera de Mundial. El partido se pareció bastante a eso. Fox Sports superó los diez puntos de rating sobre el cierre del partido, quedándose con la batalla y con las mediciones del sábado. Incluso por encima de Los Simpson en la TV abierta. Las tendencias de la Champions en Twitter concentraron hasta 16 de los 20 tópicos principales durante las dos horas de show.
El fanatismo que despierta la Champions League es una construcción en la que confluyen varios estímulos y que definen las nuevas generaciones. Según un relevamiento hecho por la consultora Kantar para Heineken (patrocinador global de la Champions League), el 76 por ciento de los argentinos mira fútbol argentino y fútbol europeo en dosis similares. La encuesta agrupó a hombres entre 18 y 50 años. La globalización del fútbol era esto y la Argentina no iba a estar blindada al fenómeno sólo porque en sus canchas se grita más fuerte y sin parar.
Desde que la Champions integra el menú fuerte de los martes/miércoles de la televisión deportiva, desde que las redes sociales borran las distancias entre el afuera y el adentro, la población futbolera que creció con los controles del FIFA y el PES entre sus pulgares no tiene un interés superlativo en consolidar sus gustos sólo por la geografía. Alcanza con mirar cualquier canchita de fútbol infantil para advertir el dominio abrumador de las camisetas europeas. Originales o “truchas”.
Al lado del fútbol asumido como una tradición (insuperable para generar una cultura, pero cada vez menos fértil para florecer en soledad) creció otro fútbol adoptado como parte sustancial de los intereses cotidianos. Se era hincha del equipo propio y otro a elección en la liga italiana y la española. Luego en la Premier League y la Bundesliga. Pronto algunos excéntricos se pondrán la bufanda de un equipo chino. La Champions League permite encontrar una manera de disfrutar el fútbol por su espectáculo. Sin la necesidad de asumir compromisos rígidos y sin cláusula de salida, como cuando se responde a un mandato familiar.
La Champions League ofrece la vuelta a cierta neutralidad para ver el juego que no era tan extraña en la Argentina, cuando se iba a un estadio simplemente porque quedaba cerca y el partido prometía. El llamado de la modernidad y la globalización, finalmente, nos puso nuevamente en lo que se hacía en el barrio. Ver fútbol desde la trinchera y desde el placer.
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