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Por qué la mitad de los penales de la Superliga no terminaron en gol
Noviembre de 1992. Córdoba vive en ebullición el final del clásico sin goles entre Talleres y Belgrano. Dos minutos de tiempo de descuento, penal para Belgrano. Un joven Roberto Monserrat se para, apunta y dispara. Gustavo Irusta, sobrino de Agustín, una leyenda de San Lorenzo en el arco, se arroja a la derecha y contiene el débil remate. Es una explosión de júbilo que queda en la historia. Las virtudes también se pueden transformar en legado. El Mono, desde hace un tiempo, es el entrenador de arqueros del popular conjunto cordobés: le cuenta los secretos del oficio a Guido Herrera, uno de los mejores de la Superliga. Atrevido, valiente, intuitivo y estudioso: en casi todas las prácticas, ensaya cómo evitar los remates desde los 12 pasos. Se convirtió en un especialista: con dos remates atajados –a Carlos Tevez en la Bombonera y al Monito Vargas (Vélez) en Córdoba–, es uno de los estandartes de la sorprendente nómina de penales atajados en las primeras seis fechas de la Superliga.
La cifra llama la atención: de 29 ejecuciones, 15 fueron convertidos, 10 atajados, dos desviados y dos, chocaron con el travesaño. La mitad de los penales no acabaron en la red, toda una sorpresa que abre el debate. El último, en el primer partido de la séptima fecha: Augusto Batalla, de Tigre, le contuvo el disparo a Gonzalo Verón, de Independiente, que tiene una curiosidad en el ciclo de Ariel Holan. De 14 remates, 7 fueron anotados y... 7 fueron atajados.
¿Las razones? Son varias. Los arqueros le agregaron planificación a su intuición. Hoy no hay un solo arquero de la Superliga que no estudie a los ejecutantes rivales. Sus adelantamientos no suelen ser sancionados por los árbitros. Los futbolistas sufren de mayores presiones y, también, no tienen la misma técnica que años atrás. La psicología –los miedos, las angustias– juega un papel cada día más influyente en los arqueros y los pateadores. Apenas, algunas de las señales que se ofrecen en las primeras jornadas del torneo argentino, que revela un salto cualitativo de los N°1, cada día más confiados. Herrera también patea penales: su zurdazo fue atajado por Nereo Fernández, en el triunfo de Unión por 2 a 1 de la sexta fecha.
Es un personaje. Ataja, juega con los pies, ensaya horas detrás de los secretos de los penales. Atajó en Belgrano, es referente en Talleres y lo quiere Boca. "Es completo. Es rápido, juega bien con los pies, entiende el juego. Y entrena todo lo que puede, es un obsesivo, no sólo con los penales", entiende Irusta. Herrera trabaja y estudia: como casi todos sus colegas, que dejan al azar una porción minúscula. "El penal que le atajé a Tevez fue un acierto compartido, porque lo habíamos hablado con el Mono (Irusta); había visto el penal que pateó en la Copa Argentina. Y el de Vargas fue difícil, porque después vino el rebote y le dio como si hubiera sido otro penal. Por suerte pude con los dos tiros. Ojalá que no sea el último", asume.
Marcelo Roffé, especialista en psicología deportiva aplicada al fútbol, hace años que analiza el efecto de los penales. Según un estudio que realizó apenas días atrás, el 88 por ciento considera que el azar existe, en mayor o menor medida. "Es difícil establecer un guarismo. Podríamos decir que un 33 por ciento es la técnica del ejecutante y el manejo de las presiones; otro 33 le pertenece al estudio del arquero, que tiene menos presión y todo para ganar; y el restante, es el azar", cuenta. Y abre otro juego. "Se comprobó que los ejecutantes tienen una cuota de miedo. Son muy pocos los que agarran la pelota y toman ese desafío. Hay técnicas psicológicas, como la visualización y la respiración, que deben trabajarse en un fútbol súper competitivo. De todas maneras, es difícil homologar una práctica con la competencia", explica el autor del libro Formando al líder de un equipo.
La postura del pateador también resulta una referencia. "Con el lenguaje gestual del ejecutante, se puede dar una idea de si va a convertir o no. Hay que saber manejar los miedos y la ansiedad: cuanto más tiempo pasa, desde el pitazo hasta la ejecución, más probabilidades existen de que el futbolista falle", acepta el especialista, que fue parte de las delegaciones de la Argentina en el Mundial 2006 y de Colombia en el Mundial 2014.
Darío Cvitanich (Banfield) venía con una gran eficacia (hizo dos), hasta que erró contra Huracán, en la 5° fecha. Justamente era uno de los ejecutantes que solía buscar los ángulos, para hacer más difícil las atajadas de los arqueros. Acertó seguido, hasta que frente al Globo, en Parque Patricios, el balón dio en el travesaño. "Antes me hacía más problema cuando pasaba una cosa así. No me gusta errar, pero el que erra es el que patea".
–¿Penal bien pateado es gol?
–El ángulo superior derecho o izquierdo es inatajable (explica Roffé). El jugador que apunta ahí, asume el riesgo, porque se puede ir arriba o pegar en el travesaño; pero si va hacia allí, es brillantemente ejecutado. La premisa de que "penal bien pateado es gol" es falsa, porque en la teoría del juego están las probabilidades y las adivinanzas. El de Gigliotti a Colón fue muy bien ejecutado. O el último de Chávez, por ejemplo. Años atrás, a Gigliotti le costó el exilio, regresó y decidió volver a ejecutar, es elogiable.
El creador de Fútbol de Presión, que incluye un capítulo exclusivo para los penales, recuerda el caso del delantero de Boca que debió emigar a China, luego de fallar un penal decisivo en las semifinales de la Copa Sudamericana 2014 en el Monumental. Ese encuentro, en el que se impuso River por 1 a 0, es recordado por la histórica atajada de Marcelo Barovero. "Sigo pensando por qué no rompí el arco", contó, años después.
Gigliotti volvió a fallar en la Superliga: el uruguayo Burián le contuvo el remate en un 3-0 de Independiente sobre Colón, con dos goles del atacante, que desafía a los miedos. En el torneo, Andrés Chávez, de Huracán, erró dos: Arboleda, de Banfield, y Batalla, de Tigre, le adivinaron la intención.
Y dos, también, fueron los remates que contuvo Christian Lucchetti, que a los 40 años es uno de los futbolistas más experimentados del torneo. Ataja y también se anima a patearlos, como se ve en el video de la definiciónes por penales ante All Boys, por la Copa Argentina 2017. Lucchetti mantiene los reflejos: primero, a Formica (convirtió en el rebote, en el 3-1 de Atlético Tucumán sobre Newell’s) y más tarde, a Vera (Atlético 3-Tigre 0). Tiempo atrás, se inclinó en la polémica por los adelantamientos. "Los invito a todos a que vean los penales del fútbol mundial a ver qué arquero ataja un penal parado en la línea, no existe. Indudablemente, siempre un paso vas a dar. Entonces, tendrían que parar y hacer patear todos los penales del mundo de nuevo", sostuvo. Y fue más allá: "Hace más de 20 años que juego al futbol. ¿Cuantas veces se repite un penal? El porcentaje es ínfimo". Más allá de las palabras, Lucchetti practica penales. Desde pequeño.
Sebastián Bértoli, de Patronato, va a cumplir 41 años el 16 del mes próximo y no afloja: ataja penales y los patea. En la derrota por 1 a 0 ante San Martín, de San Juan, su disparo salió desviado, junto al palo izquierdo. Puede fallar, pero no es un improvisado.
Como no lo fue Esteban Pogany. En la temporada 88/89, los empates se resolvían por penales: el que ganaba, sumaba otro punto. Era el guardián del arco del San Lorenzo del Bambino Veira que, más allá de su clásica motivación, exhibía rigor en la semana. Casi todos los días, Pogany recibía unos 120 remates de diversos pateadores, cinco o seis jugadores en cada entrenamiento. En la temporada, contuvo 19 de 33 envíos: fue el mejor en ese rubro. El azar había sido expulsado.
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