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Por qué a Riquelme no le hubiera pasado: los errores repetidos en Boca que demuestran una falta de liderazgo futbolístico
Las dudas de un equipo que intenta jugar mejor pero sufre
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Hace tiempo que en Boca está bajo observación el liderazgo dentro del equipo. Hay referentes de carácter, que pueden tener personalidad desde sus roles individuales y también aportar atajadas o goles importantes, como Sergio Romero y Edinson Cavani, pero que todavía están lejos de influir colectivamente en circunstancias donde el “oficio” y el manejo de los tiempos resulta tan decisivo como un buen remate. Marcos Rojo debería estar en condiciones de asumir ese rol también por condiciones futbolísticas, pero entre tantas ausencias por lesiones y expulsiones evitables, queda fuera de la escena.
El Boca de Juan Román Riquelme encontró desde la llegada de Diego Martínez un funcionamiento colectivo y nivel que no se veía (con continuidad) desde el primer equipo de Miguel Angel Russo que a principios de 2020 terminó ganando el torneo local. Todavía está muy lejos de transformarse en un equipo confiable (para eso necesita tener el triángulo de los centrales y el 5 táctico diferentes, donde consigan más actuaciones destacadas que irregulares), pero sigue dando pasos para adelante. Hay que ver si, a la velocidad que va, le alcanza con coronar esta mejora con respecto a los equipos de Battaglia, Ibarra y Almirón con una vuelta olímpica, pero aún ante resultados que le generan frustración se ven cosas diferentes, mejoradas en la forma de atacar. Pero el Boca de Martínez no tiene un Riquelme, un crack en la cancha desde las resoluciones ofensivas pero sobre todo un “tiempista” capaz de saber cuándo patear un tiro libre preciso para poner la pelota en el ángulo como la de demorar la ejecución de un córner para sacarle un rédito ofensivo o defensivo según le convenía a su equipo en función de un contexto. Porque cada decisión o ejecución debe analizarse en función de un contexto.
El gol sufrido sobre la hora ante Fortaleza en la Bombonera, el 1-1 que complicó sus aspiraciones de terminar primero en el Grupo D de la Copa Sudamericana, expuso una cadena de errores tácticos que exponen una falta de liderazgo futbolístico. Para repasar rápidamente la cadena de fallas que finalizaron en el gol de Kervin Andrade, vía contraataque: en el tiro de esquina fueron a cabecear seis futbolistas, entre ellos Lema y Di Lollo; también Advíncula, había un rebote lejano; cuando la pelota está cerca del círculo central Lautaro Blanco no cortó con infracción táctica al delantero de Fortaleza que terminó con la asistencia; Equi Fernández suele llegar siempre tarde a las coberturas defensivas (o queda pasado en campo rival); más allá del desvió Chiquito sale a achicar casi entregado...
Nadie desde el banco (Martínez, un ayudante de campo o los experimentados que ya estaban afuera) frenó a Lema o Advíncula. Lema se envalentonó porque había estado cerca de convertir de cabeza, pero entre un buen jugador y un jugador con oficio (o inteligencia táctica) está saber diferenciar en qué momento una misma acción tiene dos decisiones diferentes.
Un detalle invisible, anterior a la decisión de Zenón de tirar el centro directo en lugar de jugarla en corto. Y aquí es donde hubiera “jugado Riquelme”. Desde que la pelota se va al córner ante Fortaleza hasta que Zenón lo tira en forma de centro, pasaron 23 segundos. Con Boca ganando 1-0, mereciendo imponerse por una diferencia mayor pero sin conseguirlo, minuto 89, clima de final ante un rival directo. Hay una ley futbolera que suele decir que los goles que no se hacen en 90 minutos difícilmente se puedan convertir en los últimos tres. De nuevo, contexto. Hay partidos que se resuelven en el descuento, y no hay leyes futboleras infalibles, pero el oficio (o inteligencia) en la noche de la Bombonera ante Fortaleza pedía otra decisión.
Riquelme lo hubiera hecho distinto. Pero en el fútbol no todo es transferible. El 4 de mayo de 2008, Boca le ganó a River en la Bombonera con un gol de córner lanzado por el actual presidente xeneize y definido por Battaglia, de cabeza. Otro contexto, porque el clásico recién arrancaba, iban 14 minutos del primer tiempo, pero el 10 de Boca ahí usó el oficio, el tiempo, en otra dirección, distractoria: desde que Carrizo le mandó al tiro de esquina el mano a mano a Rodrigo Palacio, Riquelme tardó un minuto y 19 segundos en ejecutarlo. Durante ese lapso, llamó a Palacio, lo corrió de posición, sacó gente del área para liberar marcas y distraer a los oponentes, hizo varias señas para despistar. En ese caso, fue el oficio pensando en atacar, pero también lo hizo en partidos importantes jugando un córner corto y escondiendo la pelota.
Muchos por los pasillos de la Bombonera dicen que si Pol Fernández hubiera estado en el campo de juego (se había retirado acalambrado), quizás esa pelota se defendía de otra manera. Pero las últimas experiencias del propio mediocampista surgido en las inferiores dejan dudas, sobre todo porque fue un futbolista con más ganas de escaparle a la cinta de capitán que de asumir resoluciones globales decisivas, de esas que marcan los contextos. Cristian Lema (34) y Nicolás Figal (30) tienen muchos partidos en sus recorridos como defensores centrales como tantas dificultades con sus propios rendimientos para asentarse en la primera de Boca.
Boca está jugando mejor, pero sigue sufriendo en todas las líneas la falta de referentes futbolísticos que incidan en el juego más allá de lo que hagan con la pelota. El recambio tampoco responde a la altura de los que el DT considera titulares, como Cavani, Zenon, Advíncula, Blanco. Por eso hoy cuando juega mal, pierde pero cuando hace méritos para ganar también sufre, como le pasó ante Estudiantes por la Copa de la Liga. Diego Martínez se hizo responsable por lo vivido ante Fortaleza en el final, pero Chiquito Romero también aceptó que son varios los que deben tomar la “voz de mando”. Hoy a Boca le cuesta divisar líderes futbolísticos que influyan en el juego global, los últimos partidos entregaron otras muestras que son más fallas desde las decisiones, en esas que anteceden las (malas) ejecuciones técnicas.
El Boca 2024 puede generar aplausos y también ser testigo de rendimientos que se licúan rápido y acciones inocentes que le condicionan los resultados. Ahí puede estar el foco a corregir en el corto plazo, incluso en el mercado de pases. En el fútbol todas las recetas y fórmulas son válidas, pero sin manejo de los tiempos (para atacar y para defender), un equipo puede ser una moneda al aire sin control sobre qué lado del destino caerá.
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