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¿Póquer en octavos? Uruguay, Brasil e Inglaterra esperan a Francia
Era una orden, pero parecía una plegaria. Enzo Francescoli reunió a varios compañeros y les exigió una reacción: "Escúchenme: agárrenlo aunque sea de la camiseta". La frase tiene más de tres décadas. La tarea no resultaba tan sencilla: cazar a Diego Maradona. Misión imposible, si el propio capitán albiceleste confesaría tiempo después que aquella fue su actuación más sobresaliente en el Mundial de México ‘86. Sí, para Maradona, esa tarde en Puebla jugó como pocas veces, incluso mejor que ante Inglaterra. No hizo goles. Le anularon uno y el travesaño le devolvió un tiro libre. El clásico rioplatense se firmó con un 1-0 mentiroso porque la diferencia real habilitaba a la goleada. Ni los volantes ni los defensores uruguayos pudieron atraparlo. La influencia de Maradona en la selección de Carlos Bilardo ya era determinante. Argentina derrotaba a un campeón del mundo y cruzaba el umbral de los octavos de final. Una particularidad que también se repetiría con Brasil, en Italia ‘90, y frente a Inglaterra, en Francia ‘98, para instalar las más auspiciosas sensaciones en la antesala del cruce con la Francia de Griezmann, Pogba, Mbappé y Giroud.
Pedro Pasculli, compañero de Maradona en la habitación de la concentración del club América, en el DF, marcó el gol contra Uruguay y no jugó más en el resto del torneo. Oscar Garré acumuló su segunda amarilla y tampoco volvió a la formación. Esa tarde que empezó con sol y terminó con un diluvio se despidió el 4-4-2. A partir de los cuartos de final llegaría la metamorfosis táctica, el 3-5-2 del Doctor con líbero, stoppers, el ‘Negro’ Enrique y Olarticoechea en la cancha. Apareció Rubén Paz y algunas diabluras con su pincel zurdo activaron una innecesaria sofocación sobre el final. Entraba en la etapa de la eliminación directa y la Argentina tomaba propulsión en el clásico más antiguo del planeta.
Desde los octavos de final, la Copa del Mundo no perdona distracciones. Tibios, abstenerse. Y si el cruce propone una rivalidad única, el plato principal está servido. En Italia ‘90, esa selección argentina errática y ajada, accedió a la ruta decisiva por una hendija. La esperaba Brasil, nada menos, con Careca, Alemao, Branco y Dunga. Con los juveniles Romario y Bebeto que no salieron del banco. Una marea verdeamarela apabulló a la Argentina. El sonido de los pelotazos contra los postes todavía resuena en los oídos del ‘Vasco’ Goycochea. Como el consejo de Bilardo, que no pronunció ni una palabra en el entretiempo y solo quebró el silencio cuando los desconcertados futbolistas ya caminaban por el túnel del estadio Delle Alpi, en Turín: "Ahhh, perdón…, si se la siguen dando a los de amarillo vamos a perder, eh". Si el derechazo de Marcos Rojo entró entre los goles más festejados por los argentinos en los mundiales, en la cumbre por siempre estará el que gritó Claudio Caniggia aquel día. Victoria heroica y eliminación del Scratch. ¿Se puede pedir más? "Pensé que a Diego lo iban a voltear", le confió el ‘Pájaro’ a LA NACION hace unas semanas. Pase filtrado del ‘Diez’ entre Ricardo Rocha y Mauro Galvao, gambeta larga a Taffarel y pasaje a la inmortalidad.
La trilogía sumaría en Francia ‘98 al otro enemigo íntimo. Nuevamente en los octavos de final, ahora, Inglaterra. Una noche nada recomendable para cardíacos en Saint-Étienne. Un primer tiempo electrizante: gol de Batistuta de penal, gol de Shearer de penal, una obra maestra de Owen a puro slalom y el empate de Zanetti en una jugaba planificada por Passarella. Batistuta iba a patear el tiro libre, pero el Káiser llamó a Verón y reprogramó la acción: nada de ejecución directa, sino toque al costado de la barrera inglesa para la aparición de Zanetti, que esperaba detrás, agazapado, para desenfundar un zurdazo. La picardía de Simeone y la expulsión de Beckham. El control de Passarella sobre aquel plantel era absoluto. A contramano de Sampaoli y su consenso forzado, Passarella fue desactivando a todos los históricos y asumió el alargue con Crespo, Gallardo, Berti, Ortega, Verón, Almeyda…, su quinta. Respiró al final: en la definición por penales, Carlos Roa entró en el hall de la memoria con sus atajadas a Paul Ince y David Batty.
Uruguay, Brasil e Inglaterra, los tres rivales históricos más fascinantes para la Argentina quedaron de rodillas cuando los mundiales ingresaron en una dinámica sin retorno. El póquer está incompleto. Asoma Francia.
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