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Polémica en el fútbol: la ley del VAR
“Nadie conoce el interior de la ley”. En un cuento breve de Franz Kafka (“Ante la ley”, 1914), un campesino quiere “entrar a la ley”. Un guardia se lo impide, pero le sugiere que alguna vez podría permitirle entrar, y hasta acepta ser sobornado. “Lo acepto sólo para que no creas que no lo intentaste todo”. El campesino se tienta porque la puerta de la ley está siempre abierta. “Si tanto te atrae”, le advierte el guardia, “intenta entrar pese a mi prohibición, pero ten presente que yo soy poderoso”. El campesino envejece y hasta muere esperando inútilmente la autorización. Tarde, se da cuenta de que “nadie puede entrar a la ley”. Más de un hincha habrá querido el último domingo entrar a la Sala VAR del polémico River 2 vs. Argentinos Juniors 1. Ver cómo y por qué intervenía. Ese día hubo fiesta en el Monumental remodelado. Pero fue un día de derrota. De fútbol-VAR.
El VAR es el castigo que el fútbol mereció. Una interrupción espantosa que desnaturaliza el juego y que fue anunciada como panacea supuesta para frenar sospechas de corrupción. Durante décadas era poderoso en el fútbol quien controlaba a los árbitros. Tienta pensar siempre en el nombre de Julio Grondona. “Hacete amigo del juez”. Pero ni Grondona ni Martín Fierro fueron los inventores. El fútbol europeo del “Primer Mundo” está lleno de historias de dirigentes que compraban árbitros con relojes de oro o prostitutas. Hasta que arribó el VAR. Su ideal de justicia llegó para quedarse, pero, por momentos, su vulnerabilidad indigna más que en los viejos tiempos. Imposible no solidarizarse con el campesino de Kafka: “La ley –precisamente por ser la ley– está fuera de la ley”.
En Arizona, el mismo domingo del River-Argentinos, el deporte de Estados Unidos celebraba su “Día de la Patria”. La fiesta del Super Bowl, la gran final del football americano, pero en versión más “progre” e inclusiva (una traición para quienes lo concibieron siempre como un santuario republicano y militarista). Participaron de la fiesta indios navajos (otros indios, afuera del estadio y omitidos por la tele, protestaban en cambio porque el campeón Kansas City Chiefs sigue negándose a cambiar su nombre, que es ofensivo para una población que fue exterminada y desposeída de casi todas sus tierras). La fiesta del Super Bowl incluyó a mujeres que pilotearon los aviones militares que sobrevolaron el estadio. “Pueden estar todavía en camino los misiles contra Medio Oriente”, ironizó sobre “la nueva América” Aaron Timms en The Guardian, “pero al menos serán disparados por mujeres”.
Nadie imaginó que terminaría tan mal una fiesta que incluía el entretiempo de Rihanna y publicidades con famosos como Ben Affleck y Brad Pitt. Y que tenía a Rupert Murdoch y Elon Musk en su box VIP, cercano a la patronal de la National Football League (NFL), mirando todos desde lo alto a una mayoría de jugadores negros golpeándose para ganar el trofeo. Imposible que terminara mal si se trataba del “espectáculo más grande del mundo”, como clamó el presentador de Fox, ignorando que dos meses antes se había jugado en Qatar la final del Mundial de la FIFA. Pero sí. Terminó mal. El partido estaba 35-35 y faltaban dos minutos cuando los árbitros sancionaron un agarrón de camiseta que cortó la ilusión de un tiempo extra y definió de modo inesperado el agónico triunfo 38-35 de Kansas City Chiefs y del mariscal Patrick Mahomes, nuevo rey favorito. El agarrón existió. Pero es una falta habitualmente ignorada. Twitter reaccionó con una palabra que fue tendencia inmediata: #Rigged (Arreglado).
También la Premier League, el paraíso VAR y de árbitros casi perfectos, concedió el último fin de semana dos goles en clara posición adelantada. Los árbitros VAR omitieron al último jugador que habilitaba y trazaron mal la línea del offside. Fue un error, y no un problema de interpretación, como sí lo fue en cambio una mano-penal que no le dieron a Chelsea el sábado pasado en el último minuto. Hasta el defensor de West Ham, Tomas Soucek, se rió de su acción. “Mi padre”, dijo, “era arquero”. El jefe de los árbitros, Howard Webb (dirigió la final del Mundial 2010), pidió disculpas a los clubes perjudicados y celebró ayer una cumbre con su gente para unificar criterios. Uno de los árbitros cuestionados fue desplazado del partido de hoy Arsenal-Manchester City. La NFL y la Premier no son las únicas. Tampoco nuestra Liga Profesional. El objetivo (lógico) de la justicia, está dañando el juego.
Nuestros árbitros, aun los más sospechados, tampoco son responsables si unas líneas confusas trazadas por el VAR marcan offside milimétrico y establecen que un gol debe ser anulado (dos goles, en el caso de Argentinos contra River). En la justicia ordinaria, un fallo discutible (el derecho no es una ciencia exacta) tiene varias instancias de apelación. En el fútbol, las decisiones otrora inapelables del árbitro pasaron a ser revisadas por el VAR. Pero el VAR, manejado también por árbitros, revisa una sí, otra no. Esa arbitrariedad, cubierta por la tecnología, hace que muchos hinchas puedan sentirse otra vez manipulados. Así lo sintieron el último domingo los hinchas de Racing. Ni que decir los de Unión, de Santa Fe, víctima, enésima, de Barracas Central. Dos días antes, en Central Córdoba-Belgrano, el árbitro Silvio Trucco paró el partido porque perdió conexión con el VAR. Dieron ganas de seguir así.
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