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Polémica argentina en París: el fastidio de Messi por 15 minutos le costarán semanas a Pochettino para reconstituir autoridad
El entrenador hizo lo que casi todos sus colegas evitan para no contradecir la voluntad de Leo de jugar todo; “tratamos de disfrutar y desdramatizar”, dijo el DT
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Varios jugadores del seleccionado argentino confesaron que querían ganar la Copa América más por Lionel Messi que por ellos mismos. Que quisieron ayudarlo para que su compromiso y tenacidad con la camiseta albiceleste durante más de 15 años tuviera, al fin, la recompensa de un título. En el Maracaná se acabó el Messi que encarnaba el mito de Sísifo. Se liberó de la piedra de la decepción que en cada gran torneo lo obligaba a volver a empezar.
Los generosos deseos de los jugadores del seleccionado para con Messi no solo están anclados en la admiración futbolística que sienten por él. También responden a que lo consideran un muy buen compañero, lejos de cualquier arrogancia o veleidad. Es uno más en el grupo, más allá de que en la cancha sea distinto a todos por su condición de N° 1.
Es difícil que los futbolistas de Paris Saint Germain hayan catalogado la actitud de Messi al ser reemplazado ante Lyon como la de un compañero ejemplar, a imitar. Es cierto que a su reemplazante Achraf Hakimi lo saludó y el desplante se lo reservó para Mauricio Pochettino. Pero también es verídico que en el momento del gol de Mauro Icardi le seguía dando más prioridad a su malhumor que al festejo por un triunfo agónico. Lo individual por delante de lo colectivo, justo lo contrario a lo que venía predicando con sus gestos y comportamientos.
De la rodilla izquierda al cambio
Si la decisión de Pochettino de sustituir a Messi era sorpresiva de por sí, la incredulidad aumentaba porque el técnico apostaba a ganar en el último cuarto de hora –el partido estaba 1-1- sin una de sus piezas más desequilibrantes, que le dejaba su lugar a un lateral, de mucha proyección, pero defensor al fin. A favor de Pochettino hay que consignar que el desaire de Messi no lo paralizó ni le impidió seguir pensando en el encuentro, porque cinco minutos más tarde mandó a la cancha a Icardi, autor del cabezazo salvador para el 2-1 en el minuto 93.
El entrenador fue criticado desde los sectores que consideran que Messi es intocable, pero nadie podrá endilgarle que su ocurrencia del cambio privó a PSG de la victoria. Prefirió terminar el partido con Neymar y Kylian Mbappé, que le puso a Icardi un centro en la cabeza para derrotar a un complicado Lyon.
De Messi dependerá que su rabieta se convierta en una anécdota intrascendente porque está dispuesto a acatar un orden y una cadena de mando que está por encima de él, por raro que parezca para quien muchas veces es elevado a Dios del fútbol.
A medida que se empezaron a disipar la polvareda y el shock global del episodio surgieron evidencias que ayudan a contextualizarlo. Nuevas imágenes televisivas muestran a Messi flexionando y tocándose la rodilla izquierda cuatro minutos antes de la variante. La típica prueba individual para saber si el físico responde. Tras el autoexamen hizo un gesto de aprobación, aparentemente dirigido hacia el banco de suplentes, donde habían advertido la inquietud del N° 30 con su pierna.
Es la misma rodilla que hace menos de 20 días recibió la brutal patada del venezolano Luis Martínez –roja directa- por las eliminatorias. Pese al dolor que el N° 10 manifestó por varios minutos, Lionel Scaloni no consideró la posibilidad de reemplazarlo.
Pochettino se tomó la atribución que le confiere su cargo, sacar a un jugador, aunque se trate de Messi, una potestad desestimada por la mayoría de sus colegas en los últimos años. Le asistían razones para que su decisión no fuera interpretada como un desvarío: Messi disputaba el segundo de los nueve partidos que tendrá en el plazo de un mes entre PSG y el seleccionado argentino, con dos viajes transoceánicos incluidos. El equipo parisino volverá a jugar este miércoles (Metz), el sábado (Montpellier), el martes próximo (Manchester City, por la Champions League), el domingo 3 de octubre (Rennes) y luego se subirá a su avión privado para venir a la Argentina.
El entrenador también podía esgrimir un argumento futbolístico: Lyon amenazaba con sus contraataques y Messi, junto con Mbappé y un poco menos Neymar, se desliga de las labores de presión sobre la posesión rival. Este tema perseguirá a PSG, que arriesga a partirse como equipo y sufrir si sus estrellas ofensivas no hacen rápido la diferencia.
Pochettino se amparó en su responsabilidad como conductor: “Los entrenadores tenemos que tomar decisiones. No solo por lo que ocurre en el partido, sino también por lo que tenemos por delante y lo que ya pasó. Con tantos partidos y competencias debemos ir gestionando a los jugadores de la mejor manera”.
Hay quienes envidian a Pochettino por el material del que dispone para armar una formación titular, pero también están los que lo compadecen por tener que armonizar el ego de varias figuras. “Tratamos de disfrutar y desdramatizar. Son decisiones futbolísticas y sabemos que no podemos contentar a todo el mundo. Hay que estar ahí y aguantar”, respondió a la consulta de si era difícil ser Pochettino en estas circunstancias.
Es probable que Messi crea que aquel consejo de Pep Guardiola a Alejandro Sabella tenga el peso de una ley no escrita: “A Leo hay que hablarle poco, blindarlo con sus compañeros, escucharle muy bien lo poco que dice y no olvidar que no hay que reemplazarlo nunca, ni siquiera al final para que sea ovacionado”.
En sus últimas cuatro temporadas en Barcelona, con Ernesto Valverde, Quique Setién y Ronald Koeman de entrenadores, solo fue cambiado tres veces en 138 encuentros por La Liga. Previo al domingo, la última vez que había visto el cartel luminoso del cuarto árbitro con su número en rojo fue el 9 de enero de este año. No lo desafió a Ronald Koeman con su mirada porque antes de salir a los 20 minutos del segundo tiempo había hecho dos goles en el 4-0 de Barcelona a Granada.
Entre Messi y Pochettino cabe esperar una conciliación y un entendimiento. Tienen más cosas en común que divergencias. Ninguno de los dos es un abonado a los conflictos. Pochettino se animó a lo que evitaron casi todos sus colegas: decidir sobre los minutos de Messi, que ya de veterano consagrado debe saber que su cuarto de hora de fastidio le puede costar a su técnico varias semanas de recomposición de autoridad.
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