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Pipi Peralta, la leyenda de Huracán que hace la cuarentena en su casa: la cancha de Sacachispas
El patio de Silvana "Pipi" Peralta es un sueño: en estos días de cuarentena obligatoria, de videos que circulan con deportistas cumpliendo rutinas en dos ambientes o de desafíos de jueguitos con papel higiénico, su rutina genera envidia. La delantera de Huracán vive en la cancha de Sacachispas, donde nació y se crió. Su papá, Ricardo, es canchero allí desde hace 41 años. En estos días Pipi se entrena en el césped del Monumental de Villa Soldati.
"Veo videos de colegas entrenando en monoambientes. Es loco, porque para mí es normal que el patio de mi casa sea la cancha. Mi mamá, Lita, salió de casa para tenerme en el hospital Piñero y de ahí ya nos vinimos acá otra vez. Así que soy de Sacachispas desde la cuna", dice Peralta del otro lado del teléfono.
Pipi tiene 39 años y dos hijos: Thiago, que tiene 13, y Carolina, de 5. Con ellos a veces pelotea un rato. Thiago es arquero, aunque es un poco vago para entrenarse. Así y todo se para en el arco para atajar los tiros libres y los penales de su mamá. Carolina no es futbolera, pero juega a hacerle entrevistas. Cuando le preguntan si le gusta que su mamá juegue a la pelota, dice que sí: "Me encanta y la amo", contestó en una nota al canal TNT Sports.
El patio de los Peralta mide 100 metros por 70. En el club le ofrecieron el trabajo a Ricardo y desde entonces viven aquí. Primero en una casita más humilde, que luego ampliaron: Pipi es la segunda después de un varón y antes de otras tres mujeres.
"En una época viví adentro del club y también intenté mudarme, pero en los últimos cuatro años se me hizo difícil, así que volví acá. Entiendo que para la gente esto sea una cancha o que no puedan creerlo, qué se yo, para mí es mi casa. Y vi cómo iba creciendo y mejorando: antes había tribuna de madera y alambrado. Vestuarios viejos. Ahora es otra cosa, hay una cancha auxiliar nueva, está la pileta", cuenta.
Una leyenda de Huracán
Silvana Peralta es una histórica del fútbol femenino en Argentina. Al lado de esa cancha empezó a patear. Jugó fútbol 5 y en 1998, en All Boys, hizo su debut en el campeonato de AFA. Dos años después se sumó a Huracán: de Parque Patricios sólo se fue del club un año para jugar en River.
No hay estadísticas oficiales en el fútbol femenino -el dato muestra el desinterés de la AFA y los medios sobre la disciplina-, pero Peralta sabe que tiene alrededor de 300 goles con la camiseta del Globo: "El número 100 lo hice hace como 12 o 13 años -dice la número 9-. Fue contra Independiente en la Quemita. Me faltaban dos para llegar a los 100 y aquel día hice tres. Después la verdad que dejé de contar, pero hice muchísimos".
En su memoria guarda uno que anotó en el primer clásico contra San Lorenzo: "Perdíamos 1 a 0 de penal, empatamos, volvimos a quedar abajo. Cuando estábamos 2 a 2 arranqué casi desde la mitad de cancha por izquierda, llegué hasta el fondo, enganché para adentro, la llevé para el área chica, le pegué y ganamos 3 a 2". La pregunta aparece en el aire: ¿y si Peralta hubiera sido varón? ¿Cuántos goles suyos -y cómo el suyo- se perdió el fútbol por no mirar a ellas?
Adentro de la cancha es una delantera obstinada: la meta está puesta en el arco, sin necesidad de muchos preámbulos. El secreto le funcionó. Afuera es una mujer de palabras justas y gestos austeros. Cuenta que cuando empezó a jugar era antisocial: iba, se entrenaba y volvía sin hablar con nadie. "Pasa que yo no tengo vecinos -explica-. Frente al club no había nada y yo no salía de acá más que para estudiar o trabajar. Era tímida, cerrada. Pero cambié mucho, con el fútbol cambié. Ahora hablo bastante, a veces me canso porque parece que no escucharan".
Hoy es la capitana de Huracán, un equipo que empezó el torneo con el objetivo de meterse en la Zona Campeonato, pero terminó en la Zona Permanencia. Pipi no tiene dudas de que se quedarán en Primera: confía en el plantel porque, dice, hay jugadoras con buen pie. Elogia a Luciana Pérez, su compañera de 15 años, quien integró selecciones juveniles: "Es chica y se enoja rápido, pero si acomoda la cabeza va a ser una grandísima jugadora".
Si tuviera que elegir a una futbolista argentina, Peralta se queda con Florencia Bosegundo (hoy en Valencia de España), con quien compartió equipo en Huracán: "Es distinta, para mí incluso es más que Banini. La selección con ella es una cosa y sin ella, otra", dice.
—Con una carrera larga y muchos goles nunca estuviste en la Selección. ¿Te quedaron las ganas?
—Nunca me quitó el sueño jugar en la selección. Nací en la época equivocada. Cuando empecé, la selección era muy cerrada. Era Boca y River, sólo jugadoras de ahí. Igual el año pasado me enteré de que el que fue mi técnico en All Boys, Cristian Logrincevich, le había dicho a mi papá que me querían de la selección. Mi papá le preguntó: "¿La vas a llevar vos?". Eran otras épocas, viste. A mi él me llevaba a entrenarme, yo no andaba sola por ahí.
Peralta además jugó en River entre 2003 y 2004. Se fue porque el plantel tuvo problemas con un médico. Junto a un grupo de jugadoras hablaron con la dirigencia, pero la decisión fue dejarlas libres. A ella le tocó tiempo más tarde, después de pedir por carta que ese médico no la atendiera más: "Pude ganar un campeonato, salí goleadora con 30 goles, me demostré que podía jugar en un grande y estar a la altura. Después intenté volver pero quisieron que me probara… Y no, ya no me iba a probar", cuenta.
En Huracán es una de las ocho que firmó su contrato como profesional, un paso que pensó que iba a darse alguna vez en la historia, pero que ella no iba a vivir. Pipi es humilde, así como se la ve: la otra vez una jugadora de la Reserva quería pedirle una foto, pero Peralta dice que tuvo más vergüenza que la chica y que al final no se la sacaron: "No me siento una luchadora de la profesionalización. Sí fui parte de la historia amateur. Lo único que hice fue resistir, por eso no me cuelgo la bandera de la profesionalización".
Un día en la vida de Pipi Peralta
A Pipi le parece poco. En Sacachispas, su casa, se entrena todos los días. Usa el gimnasio, corre, aprovecha y toca la pelota. Es técnica en Administración de Empresas, pero no trabaja de eso. Ayuda a su papá a marcar la cancha y proyecta el que será su último año como futbolista.
—¿Cómo te ves cuando te retires?
—Me imagino del otro lado de la línea. Tengo que empezar el curso para ser directora técnica, hay que empezar a ocupar esos lugares. Me gustaría Huracán, quizás empezar con lo que es Reserva. Ir armándome desde ahí.
—Una última pregunta, Pipi. ¿Festejás tus cumpleaños en una cancha de fútbol? Debe ser un sueño…
—Yo le esquivaba a los festejos. Por ahí nos juntábamos y al costado de la cancha armábamos una de vóley. Pero cuando venían los amigos de mi hermano sí, se juntaban a jugar a la pelota en la cancha. Los cumpleaños de mi hijo los festejamos acá y los compañeros se ponen como locos.
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