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Piojo López: la bestia negra del Barcelona que quiere otra conducción para el fútbol argentino
Terminaba el siglo pasado y del plantel de Barcelona rebalsaban las estrellas. Guardiola, Luis Enrique, Stoichkov, Figo, Rivado, Kluivert, Jari Litmanen, Frank de Boer, el nigeriano Amunike y dos jovencitos llamados Xavi y Puyol estaban a disposición del entrenador Louis van Gaal. Ninguno encontraba el antídoto contra ese rival de zancada atropellada y letal. En cuatro temporadas en Valencia, Claudio López les convirtió 12 goles en 15 partidos a los catalanes. Era su tormento. Les ganó por la Liga en el Camp Nou, los eliminó de la Champions y les arrebató una Supercopa española. A confesión de partes… "El Piojo López fue la bestia negra de mi carrera", aceptaría Van Gaal con los años. Entonces, la tonada cordobesa estalla del otro lado de la línea telefónica: "¡Sí..., pero nunca me contrató el hijo de puta!!! En esa época, Real Madrid y Barcelona compraban todo lo que les hacía daño. Iban y se los aseguraban para el año siguiente, aunque después no los usaran", bromea el ‘Piojo’ con su desparpajo. Nunca perdió el humor, ni cuando en su país lo maltrataban. A los 45 años, analiza el escenario futbolístico con reflexivo reposo. Ya no corre a toda velocidad.
Hizo más de 120 goles en Europa. Ganó títulos en España, Italia, México y Estados Unidos, los cuatro destinos de su carrera. Estuvo entre los candidatos al Balón de Oro de 1999. Jugó la final de la Liga de Campeones, dos mundiales y un Juego Olímpico. Lo adoran en Valencia, lo idolatran en Racing. Lo dirigieron Luis Aragonés, Ranieri y Roberto Mancini. Fue compañero de Romario, Nedved y Simone Inzaghi. En la elección de la revista France Football de los 50 grandes goles en la historia de la Champions League, el argentino mejor rankeado es él. Él, en el Maracaná, cortó con 27 años sin victorias de la selección argentina sobre el ‘Scratch’ en suelo brasileño. ¿Currículum envidiable? ¿Méritos suficientes para conseguir el pasaporte al reconocimiento? El ‘Piojo’ López ha sido uno de los futbolistas más subestimados y burlados de las últimas décadas en la Argentina.
–¿Cómo convivías con las críticas, te afectaban?
–Había logrado blindarme bastante bien..., pero nunca te blindás del todo. Y en el fondo se escuchaban las críticas. Pero aprendí a convivir con todo eso y seguí adelante. Ahí arranca tu fuerza interior, cuando las malas no te quiebran.
–¿Qué jugador fuiste?
–Fui el jugador que quise ser. Un jugador que trataba de hacer lo que mejor podía, durante el mayor tiempo posible. Ya sea atacando, ayudando a mis compañeros o dándoles opciones. No soy de verme en videos, pero cuando veo alguno, me descubro en una banda tirando un centro, o metiendo un pique para darle espacio a algún compañero para que pueda picar por detrás, o generando un espacio para que me puedan encontrar en profundidad... Me veo en los videos intentando darle una solución al compañero que trae la pelota. Y estoy conforme con eso.
Entre 1996 y 2004, entre Valencia y Lazio, integró planteles de selección. Fue compañero de Stankovic, Mendieta, Mihajlovic, Angulo, Chiesa, Ilie, Demetrio Albertini, Angloma, Peruzzi y más. Y de Batistuta, Verón, Aimar, Crespo, Gallardo, Simeone, Balbo... Jugar con los mejores es un placer..., ¿y una mayor exposición? "Yo siempre supe que si estaba en ese lugar era por mis condiciones. Si me corría medio renglón de ese lugar, la cagaba, porque iba a tratar de hacer cosas que yo no podía hacer. O no estaban acorde a mis características. Yo era un jugador de rol, y hacía lo que me salía bien a mí. Yo respetaba eso, y ahí arrancaba el entendimiento con los demás", analiza.
–Te retiraste en la Major League Soccer campeón con los Colorado Rapids. ¿Cuál ha sido el plan para relanzar a la MLS, para que el mundo ya no la vea como un destino jubilatorio?
–Cuando yo llegué, en 2008, asomaba un cambio. Ya tenían un proyecto, una meta trazada. Y le están poniendo todas las baterías, no se sí para llegar a ser una de las ligas más importantes, pero sí una liga de mitad para arriba. ¿Por qué? Porque tienen una infraestructura increíble y están captando de manera significativa al público. Están convenciendo al público norteamericano de apoyar al equipo del Estado en el que viven. Y para captarlos, hacen lo esencial: se esmeran por ofrecer un buen producto. De a poquito, la gente le va encontrando el gustito. Además, hay muchas escuelitas, las Academias, que son un foco de atracción para los jóvenes, chicos y chicas. Y eso se traslada al estadio, porque van a ver al equipo en la Liga mayor. La gente es fiel, es seguidora del equipo de su Estado en el básquetbol, el fútbol americano, en la NFL o en el béisbol… y el soccer está tratando de generar ese imán. Les cuesta un poco más porque no está en su cultura, pero lo que ha crecido el negocio de la televisión y los sponsors en el soccer es increíble. Van en muy buena dirección.
–Volviste a los Rapids para ser su director deportivo hasta hace un par de años. ¿Qué aprendiste?
–Me gustó el desafío para entender el fútbol desde otro lugar. Y en Colorado tenés tiempo... no existe el sube y baja, al dueño de la franquicia [Stan Kroenke, también propietario de Los Angeles Rams (fútbol americano), Denver Nuggets (básquetbol) y los Colorado Avalanche (hockey sobre hielo); y accionista principal del Arsenal de la Premier] no le interesan los resultados. Te diría que te lo cruzás poco y nada, para él es una inversión que le da resultado. Aprendí mucho de la MLS, aprendí cómo se manejan las cosas adentro del club, y aprendí como dar los pasos, qué pasos y cuándo darlos. Aprendí qué hacer para ir a buscar un resultado, y no me refiero a una victoria, sino a un resultado global, de imagen y posicionamiento. Y entendí que sólo avanzás si el trabajo es en conjunto, nunca de una sola persona. Todas las áreas deben estar unidas. Si hay varias direcciones, fracasás.
–¿Algo se podría aplicar acá?
–Son idiosincrasias muy distintas. Ellos tienen una cultura más trabajadora, mas empresarial, en su cabeza hay otra idea. La parte institucional y administrativa está resuelta; quizás, les falta desarrollar más el componente deportivo. Pero lo saben, y ahí están trabajando también. Porque saben, que en ese aspecto, no se trata de sentarse en una oficina. En la Argentina, el que está sentado en la oficina cree que sabe lo que tiene que hacer el N° 5 o el N° 9. Y no es así. Allá entienden los roles, acá no. Allá se combinan roles, acá se impone alguien.
–¿El fútbol argentino no sabe trabajar en equipo?
–Siempre hay que respetar las jerarquías. Vos tenés que respetar al Editor Jefe, pero él debe darte lugar para escucharte y debatir ideas. Si lo consiguen, seguramente la nota será mejor. En el fútbol tiene que ser igual; está el que consigue la mejor recaudación, el que trae más sponsors, el que firma buenos contratos por los derechos de TV, y también está el departamento que busca los jugadores necesarios, y está el entrenador, que va a llevar el producto hasta el final. Entre todos apuntan al resultado final. Yo como gerente deportivo, dentro de un presupuesto, y las prioridades del entrenador, busco un perfil de futbolista en el mercado.
Ahora, si al otro día me aparece el presidente y me dice ‘Che, firmé a Rodríguez porque arreglé con el representante...’, y ahí se rompe la cadena y estamos mal. Yo tengo que bajar a hablar con el entrenador, el entrenador va a empezar a las puteadas, yo voy a ir y venir, el técnico con el presidente se van a tirar bombas, y es tierra de nadie. Un quilombo. Al final, el entrenador tendrá que poner a Rodríguez porque lo trajo el presidente y a esa altura ya se quebró todo. Y eso, creo, es lo que pasa acá. Habría que tener un poquito más de humildad y coherencia para reunirse e integrar a todas las partes. Todos tienen que buscar el bien común y no encerrarse en la supuesta razón de cada uno. Pero acá es difícil por nuestra cultura, en general todos estamos convencidos de que sabemos más que el otro. Para resumirlo: acá se pierde de vista el objetivo final. Debe ser un conjunto de gente que trabaje mancomunadamente; ganamos todos y perdemos todos. No entenderlo es empezar mal.
–Con el panorama que describís, ¿nunca trabajarás en la Argentina?
–Solo si hubiese un grupo realmente comprometido detrás de un plan. Si es así porque sí, no. Si es imprescindible el resultado para sostenerse o para demostrar que la idea es buena, no, así no sirve. Si es un grupo alineado detrás de un objetivo, sí. Si sólo soy una pieza para mostrarle a la hinchada, por ejemplo, no.
–Debutaste en Racing en 1992. Casi 30 años después, ¿cuánto cambió el fútbol?
–Parece otro deporte, ¿no? Pero siempre el fútbol ha ido cambiando... Justo cuando yo debutaba en Primera empezaba a pisar más fuerte la televisión y eso modificó el escenario. Otro volumen de dinero comenzó cambiar los mercados. Clubes que ni podían soñar con hacer determinada compra, se empezaron a animar. Hoy, los pases ya son en cifras astronómicas. El futbolista tiene acceso a transferencias enormes, más fácilmente, y a más temprana edad. Antes, los pasos de daban más lentamente; el cupo de extranjeros era acotado, no existía el pasaporte comunitario, los clubes se tomaban más tiempo para analizar a un jugador. Lo seguían mucho tiempo antes de tomar la decisión de comprarlo. Las ofertas llegaban sólo después de mucho análisis.
–¿Qué te preguntan en el exterior sobre el marco institucional del fútbol argentino, ese que es capaz de cambiar sus reglamentos en pleno torneo?
–¿La verdad?... Mucho no les interesa. Acá pueden cambiar los descensos, los reglamentos, las autoridades de la AFA, pero desde afuera lo que les interesa es nuestra materia prima, nuestros jugadores, no nuestros conflictos internos.
–La Argentina arrastra un fuerte retroceso socio-cultural. ¿Al club comprador solamente se interesa por las condiciones del futbolista o también pregunta por su entorno?
–Hay clubes que se preocupan por el entorno del jugador y buscan todos los detalles de ese futbolista que les interesa. Se interiorizan y buscan de todo. Te dicen, ‘como jugador ya me gusta, pero hablame de su familia, hablame de sus amigos, contame cómo se comporta en el club, cómo creés que le impactará nuestra cultura...’ Y hay otros a los que sólo les interesa hacer el negocio, no les importa lo extrafutbolístico y le dan para adelante. Aunque pongas sobre la mesa todo lo que viene con ese jugador, te dicen ‘no me interesa, lo quiero igual’. Una gran diferencia con mi época es que, cuando un club se interesaba, yo tenía cuatro o cinco años de Primera que hablaban por mí; hoy se están llevando a chicos que ni pasaron por Primera. Se llevan un producto que supuestamente van a modelar a gusto del comprador, pero tal vez ese chico a los seis meses se quiere volver. Todos los clubes grandes tienen una oficina de scouting, y averiguan y preguntan todo; algunos bajan el pulgar cuando se enteran de cosas que suceden afuera de la cancha y otros siguen para adelante. Pero todos investigan.
La única vez con Messi, el técnico Gallardo, el presidente Verón y el dolor eterno
Agosto de 2006, Houston, 72.000 espectadores para ver un amistoso de pretemporada entre el Barcelona de Ronaldinho, Iniesta y Samuel Eto’o, y el América del ‘Piojo’ López. Tampoco pudieron ese día los catalanes con el cordobés, terminaron 4 a 4. Apenas una anécdota. En el segundo tiempo entró un tal... Messi. "El fútbol es así, cada tanto te da a alguien que es realmente diferente. Como los que tuvieron la posibilidad de jugar con Diego o con los que rompen todos los moldes. Yo tuve la suerte de tenerlo a Diego como técnico, en Racing, y después jugué en contra de él. A Messi lo sufrí muy poco, sólo en un amistoso en Houston..., era chico. Después ya fue, voló, no lo ví más...", recuerda el ‘Piojo’, con reverencial admiración. López jugó en la selección hasta el 2003, y Messi debutó en 2005. "Uhhhhhh, faltó poquito, ¡hubiera sido espectacular!", grita, y suelta la imaginación.
No hay picados mientras dure la cuarentena en Córdoba. Está en casa, con su señora Ximena y los pequeños Joaquín y Ezequiel. En la ‘anterior normalidad’, jugaba una vez por semana en cancha de 7. "Pero muuuuuuy relajado, no me lo tomo ni en pedo seriamente", aclara. Las obligaciones quedaron en el pasado. "Creo que tuve temporadas regulares, buenas y muy buenas en todos lados. La primera época en Racing fue muy buena, la que me llevó a la selección, a los Juegos del ’96 y por la que en definitiva me vendieron; después, vino Valencia, hermosos recuerdos; en Lazio, más allá de la operación en la rodilla, el año que ganamos la Copa Italia [2003/04] fue interesante, y la época de México me gustó, con ‘Cuau’ [Cuauhtémoc Blanco], con Pavel Pardo, con ‘Memo’ Ochoa llegamos a estar 55 o 56 partidos invictos en América".
–¿La mayor amargura fue perder la final de la Champions contra el Real de Redondo y Raúl, o el Mundial 2002…?
–El dolor más grande, toda la vida, será Japón 2002. Ganar un Mundial es lo que soñás, y lo que menos esperábamos era un revés así.
–Del plantel de 2002 muchos se dedicarían a la dirección técnica. Te pregunto por tres: Simeone, Pochettino y Gallardo.
–Con el ‘Cholo’ nadie tenía dudas, ya era técnico cuando jugaba. Y ha sido inteligente para adaptar sus ideas. Mauricio también, siempre estaba hablando de fútbol, y también escuchaba mucho. Y Marcelo era un tipo muy prolijo para hablar del juego. Pero a esa edad, la mayoría de los jugadores no expresa que va a hacer en su futuro porque lo ve lejos. Marcelo no decía específicamente que iba a ser entrenador, pero de la forma que él jugaba y cómo vivía el fútbol, viéndolo desde la actualidad, podía esperarse.
–¿Creías en Verón presidente?
–Sebastián siempre tuvo la idea de liderar y hablaba sobre las generalidades del fútbol, no sólo del juego. Ya estaba dando una pauta.
–Vos tenés 45 años. Scaloni, 42. ¿Te sorprendió su confirmación como director técnico de la selección?
–Sólo hay que desearle lo mejor y tratar de ser positivos. A mí lo único que me hace ruido es no saber cuál es el proyecto. Me gustaría saber de qué se trata la selección, cuál será la idea de acá en más.
–Se despide una generación de mucha jerarquía, y llega otra. ¿Estará a su altura?
–Creo que les hace falta tiempo, un poco más de continuidad y mostrarse exitosos en Europa de manera más prolongada en el tiempo. La selección tiene siempre un recambio generacional, que cuesta al principio, se duda, y después más o menos empezás a evaluar el rendimiento: bueno, mediano o si no dan la talla. El tema es la impaciencia y el arrastre de la falta de resultados. Porque lo peor que te puede pasar es tener que jugar en una selección, con la carga de no obtener buenos resultados.
–Tras la Copa América del ’93, ustedes, la generación de Passarella, comenzó a cargar una mochila que llega hasta hoy: la falta de títulos. ¿Pesará en Lautaro, Dybala, Paredes...?
–No creo que la carguen porque cada uno lleva su ilusión cuando es convocado a la selección. Pero si, exponerlo tantas veces en los medios, en algún momento, te llega. No te pesa, pero te toca. Es que te lo están recordando todo el tiempo..., van contando años tras año. Pensalo así: llega un jugador nuevo a la selección porque se destacó en su club y a la tercera pregunta, escucha: ‘¿Y qué opinás de la falta de resultados?’ Y ese jugador, a lo mejor, puede pensar: ‘Pará que este caramelito no es mío, yo vengo ahora, dame tiempo, dame lugar’. Y tiene razón.
"En cualquier momento vuelvo a correr en rally"
Primero, se fue de Río Tercero a Avellaneda. Y ya no paró. Vivió en Valencia, en Roma, en el DF mexicano, en Kansas y en Denver. "Soy bastante nómade, pero siempre vuelvo a Córdoba, a las sierras", cuenta. Hay un imán, un mandato que llega desde la infancia. Estaba predestinado. La camiseta con la que jugaba en el baby decía "Encendidos Río". Era el negocio de ‘Tito’ López, su padre, que vendía repuestos automotor en Río Tercero. Cuando el ‘Piojo’ se retiró, en 2011, se alejó del fútbol. "No sé si harto, pero me vine a Córdoba porque tenía ganas de disfrutar más de la familia, estar más tranquilo y salir de esa rueda. Y frenar", explica. Paradójico, menciona salir de la rueda y frenar... ¿Qué hizo entonces? Aceleró a 200km por hora arriba de un coche de rally.
El culpable fue su amigo Marcos Ligato, cordobés de Río Ceballos, múltiple campeón argentino, que primero lo llevaba a dar unas vueltas en su auto y luego se lo dejó manejar. La atracción se volvió irresistible para el ‘Piojo’. "El Auto Moto Club de Río Tercero hace un rally anual que entra en el calendario provincial. Y como sabían que yo tenía un auto para boludear, me empezaron a hacer la cabeza. Hasta que hablé con Ligato y me dijo que le metiera, que él me preparaba el auto. Y corrí. Entonces, Marcos me dijo: ‘ok, ahora tenés que venir a correr una del nacional’. Y me enganché. Año tras año. Me sirvió para volver a sentir la adrenalina, para volver a sentir que competía por algo. Me ayudó muchísimo", cuenta Claudio, también fanático del MotoGP, al que solía ir a ver en Europa.
"¿Cómo manejo? Empecé sabiendo muy poco y terminé manejando medianamente bien", detalla. Nunca se desanimó, ni en 2014 cuando sufrió un espectacular vuelco con su Chevrolet Agile en Entre Ríos. Pero aclara: "Lo que viví en el fútbol es inexplicable. Primero, porque en el fútbol fui profesional, y segundo, porque la sensación del estadio lleno es fabulosa. El auto me fascina, pero lo disfruto de otra manera. Es una competición contra vos mismo, los logros los conseguís vos: terminar un tramo, lograr que el auto vaya como realmente tiene que ir..., es otra cosa", cuenta el admirador del francés Sébastien Loeb.
Pero se apasiona con los fierros. Puede hablar horas. Cuando el rally mundial traía los Audi y los Peugeot, o cuando iba a ver el rally nacional, con Jorge Recalde, con Ernesto Soto y los R-18, con Gabriel Raies... "Siempre me gustó ese folclore, esa experiencia de juntarte a comer un asado en las sierras esperando que pase un auto..., es sensacional. Y desde adentro conocí a la familia del rally, el trabajo de los mecánicos para que vos te subas y te puedas divertir un rato".
–¿Volverás a correr?
–Sí, seguro, puedo volver en cualquier momento. Lo tengo en mente; más ahora, que otra vez dejé de dedicarme al fútbol de manera completa. Ojo que tengo tiempo.
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